La Habana, 27 oct.- El último huracán que azotó Cuba por su región occidental desnudó la vulnerabilidad de miles de personas que perdieron sus hogares, abatidos por vientos sostenidos de 185 kilómetros por hora. El drama se repite cada vez que un ciclón tropical de gran intensidad atraviesa este país.
Con una población de 578 609 habitantes, unas 100 000 viviendas, 60 % del fondo habitacional de la provincia de Pinar del Río, sufrieron algún tipo de daño, desde derrumbes totales o parciales hasta la pérdida de sus frágiles techos que volaron por los aires.
A su paso, el 27 de septiembre, Ian provocó tres muertes y cuantiosos daños materiales.
Pasado casi un mes del desastre a esa provincia productora de tabaco de gran calidad, muchas personas seguían acudiendo, organizadas o no, con donaciones de alimentos, enseres hogareños y ropa para entregar a familias damnificadas de las zonas con mayor impacto, visitadas además, en varias ocasiones, por autoridades gubernamentales.
El huracán Irma, que en 2017 impactó 12 de las 15 provincias cubanas, causó daños a 158 554 viviendas, 14 657 con derrumbes totales y 16 646 parciales. Un total de 23 560 perdieron sus techos. Además, dejó 10 víctimas fatales y pérdidas por 13 000 millones de dólares.
Para las personas de origen africano un problema decisivo es la dificultad de acceder a viviendas con condiciones mínimas”.
Gisela Arandia
Expertos locales vienen alertando desde hace tiempo que por impacto del cambio climático los huracanes son cada vez más intensos y destructivos, lo cual profundiza el déficit habitacional. En ese sentido concluyen que es necesaria la fabricación de techos más pesados y mayores inversiones.
Fernando Martirena, director del Centro de Investigaciones de Estructuras y Materiales (Cidem) de la Universidad Central de las Villas, confirmó a IPS desde Santa Clara, a más de 260 kilómetros al este de La Habana, que está en marcha el desarrollo de elementos de techos más resistentes para la reconstrucción de casas dañadas en Pinar del Río.
“Un equipo conjunto del Cidem y el grupo de Gestión Integrada de las Aguas Terrestres (Giat), mediante la adaptación de fibras para refuerzo estructural en hormigones utilizadas con éxito en labores hidráulicas en la oriental provincia de Holguín, hemos comenzado a producir losas de techo en las que se sustituye el 100 % del acero no estructural”, explicó.
Detalló que “estamos hablando de 50 % del acero que llevaría un techo por un producto de producción nacional con una fábrica produciendo en Ciego de Ávila”, (distante más de 400 kilómetros) al este de la capital cubana”.
Se construye, pero…
Preocupado por el lento avance de sus planes para resolver un problema de gran connotación social, el gobierno cubano concede prioridad al programa nacional de vivienda, un sector que según datos estadísticos arrastra un déficit de casi 863 000 unidades en una población de 11,1 millones.
Conspiran en contra el crítico contexto económico del país, factores climáticos como los huracanes Ian e Irma, por mencionar los más recientes y el tornado que impactó sobre varios de los 15 municipios de La Habana en enero de 2019, que causó daños a 7800 inmuebles, de ellos 730 con derrumbes totales y casi 1000 parciales.
A la suma hay que añadir la explosión que el 6 de mayo destrozó parte del emblemático Hotel Saratoga, en la urbe capitalina, con el saldo de 99 personas lesionadas, de ellas 45 fallecidas, y daños graves en dos edificios de viviendas, cuyos moradores debieron ser evacuados.
El programa de construcción de viviendas, vigente desde 2018, aspira a equilibrar el déficit actual en un período de 10 años y sobre la base de la producción municipal de materiales de la construcción deficitarios como cemento, bloques y cabillas (barras de hierro forjado).
En los dos primeros años (2019 y 2020) de vigencia de ese programa se terminaron 91 863 nuevos hogares, aunque se cumplió solo con 86 % de las metas oficiales. Al término de 2020, el fondo habitacional nacional era de 3 946 747 viviendas. De ellas, 63 % se encontraba en buen estado técnico (2 493 894) y el resto estaba calificado de regular y malo (1 452 852).
Con los datos más recientes, Vivian Rodríguez, directora general de la Vivienda, informó que al cierre de agosto, se habían terminado 15 790 viviendas. De ellas, alrededor de 50 % responde al esfuerzo propio, y 1985 son células básicas habitacionales, mediante subsidio estatal.
Esta última forma de construcción incluye una habitación, baño y cocina-comedor de mampostería y cubierta ligera, y esas estancias pueden ser ampliadas por sus propietarios por sus propios medios.
Según la planificación oficial de 2022, este año se espera construir 37 991 viviendas, de ellas 15 721 por el sector estatal, 11 786 células básicas habitacionales, y otras 10 484 por la propia población.
Recursos que marcan diferencias
Tanto en la construcción de nuevas unidades habitacionales como en el mantenimiento de los inmuebles, los recursos marcan una diferencia social importante, dado el encarecimiento de los materiales de construcción y los insumos necesarios para acondicionar, por ejemplo, baños y cocinas de los hogares.
“Construir es un calvario. Confluyen muchos factores en contra, desde el precio de los materiales y piezas, hasta el desabastecimiento de los insumos”, declaró a IPS un trabajador de comunicaciones que pidió ser nombrado solo por su nombre, Manuel. Compró su apartamento en 2016 en un edificio de más de 80 años de construido.
Bárbara Oliva, de 76 años, promotora del proyecto comunitario La California, situado en el barrio Cayo Hueso, de Centro Habana, uno de los 15 municipios de capital, contó a IPS que hace más de 10 años fueron remozados los 36 apartamentos que integran el conjunto habitacional donde ella ha vivido toda su vida.
“Pero nunca se le ha dado mantenimiento. Yo solicité materiales para reparar mi baño, pero siempre me dicen que no hay”, dijo, tras admitir que a las mujeres afrodescendientes les resulta siempre más difícil, por falta de recursos, acceder a una casa propia.
Al respecto, la investigadora y escritora Gisela Arandia comentó a IPS que “para las personas de origen africano un problema decisivo es la dificultad de acceder a viviendas con condiciones mínimas. Es frecuente la ausencia de un techo seguro como herencia familiar, o resultado de procesos migratorios, donde pueden quedar atrapados en contextos sociales difíciles”.
“Generalmente no cuentan con ingresos seguros, lo que los hace dependientes del trabajo informal, también por una baja calificación profesional, derivados de hogares desarticulados en los que la educación no ha sido prioridad”, remató sobre ese sector poblacional, en un país donde 35 % de sus habitantes se define como persona negra o mestiza.
Una investigación sobre vulnerabilidades en la vivienda y el hábitat de mujeres negras de Cuba admite que estas, junto con las mestizas, están sobrerrepresentadas en los tipos de viviendas y barrios de mayor precariedad constructiva, además de ser el grupo social que menos remesas reciben para asumir la edificación o reparación de sus inmuebles.
En ese sentido, las autoras proponen políticas afirmativas intencionadas hacia mujeres negras en sectores sociales estratégicos como educación, salud, ciencia, o aquellas migrantes con condiciones de hábitat de mayor riesgo epidemiológico y menor oportunidad de movilizar recursos propios para la vivienda.
Publicada en agosto de 2021, la pesquisa de cinco investigadoras cubanas fue coordinada por la alemana Fundación Friedrich Ebert Stiftung, junto con la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y la Universidad de La Habana.
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