Por Dr. Oscar Fernandez Estrada
Aceptar
dólares en las instituciones financieras es un pequeño paso en la dirección
correcta. Nunca debió restringirse. Hoy se reconoce tácitamente. Las razones
que se dieron entonces permanecen intactas. Las que se dan ahora guardan escasa
relación, más bien son un insulto a la inteligencia si se les compara con
aquellas. Aceptar, por parte de los servidores públicos, sus errores con
honestidad, es el único modo de demostrar respeto hacia los servidos. Todo lo
demás es inadmisible.
Ahora,
volvamos a la medida.
La
primera condición para soñar con un incremento productivo de cualquier
naturaleza es poner un poco de sentido común en este entuerto monetario-cambiario
tan absurdamente distorsionado, resultado de una política monetaria pasiva,
errática e incoherente durante los últimos años, "ordenamiento"
incluido.
Esta
medida tiene que ser la antesala de un esfuerzo por comenzar a gestionar el
mercado cambiario informal. Pero, para ello, algunas cosas tienen que cambiar.
Por ejemplo, hay que vender casi tantos dólares como los que se compren, para
empezar a tener política monetaria. Dominar la tasa de cambio del mercado por
las autoridades monetarias, algo no imposible, es la primera meta.
Pero,
de lo contrario, si la idea está prevista como un mecanismo para captar
divisas, dadas las tensiones y las urgencias ya sabidas, en poco tiempo todo se
irá por la borda nuevamente. Se reforzará la dinámica inflacionaria con las
emisiones de pesos y las opciones de recuperación productiva continuarán
alejándose.
Por
otra parte, si el plan es simplemente crear el mecanismo para que las
concesiones de mercado interno otorgadas a empresas extranjeras puedan cobrar
por sus mercancías importadas, ojalá esté prevista una política rigurosa para
fomentar las ventas de la industria nacional en esos supermercados. De lo
contrario, la dependencia externa nos seguirá devorando hueso a hueso, una vez
aniquilado lo poco que queda de la producción nacional.
Por
último, en un contexto tan severo como el que enfrentamos -supongo que nadie
discute que esta crisis es igual o más recia que la de los noventa- las medidas
de política económica no pueden aparecer aisladamente de año en año. Tiene que
haber un programa integral.
Es
urgente que la dirección del país comprenda que no se puede continuar
postergando un programa para estabilizar la macroeconomía, junto con una
decidida política de fomento productivo. No hay tiempo para consensos
institucionales. No hay tiempo para que las fincas nos bloqueen con sus
prácticas anárquicas.
Aunque,
también podemos seguir diluidos y dispersos en torno a cuán buenas o malas son
las Pymes. Podemos continuar entretenidos con cada nueva contra campaña que,
curiosamente, emergen lo mismo desde espacios oficiales internos que desde los
medios acérrimos enemigos... como si no hubiera otros asuntos medulares que
amenazan la supervivencia misma de la nación.
Siempre se expresa lo que se siente en el momento y los noventas ya están muy lejos. Por todos tratamos de comparar y decimos esto es peor.
ResponderEliminarPero ya olvidaron que en los noventa el combustible se perdió y nunca más apareció sólo se pudo comprar nuevamente sin colas y sin límites cuando su precio se acompañó de USD.
Se olvidaron que fuimos víctimas de dos pandemia inducidas: la neuritis y la neuritis óptica, las dos provocadas por la falta de alimentos.
Se olvidaron de las bicicletas repartidas por los centros de trabajo y estudio. Que fueron un lujo y un artículo de primera necesidad.
Se olvidaron de días y días en apagón durante años.
Se olvidaron de las rastras adaptadas a transporte público, razón por lo que hoy se le dice Camello al bus articulado.
Con un poquito más de tiempo la comparación pude llegar a un final de foto fin .
Cada hecho en su contexto histórico.