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miércoles, 24 de septiembre de 2025

Inflación y poder adquisitivo en el contexto cubano. Una reflexión sobre los datos y los relatos.

Por: Joel Ernesto Marill Domenech

Uno de los debates más candentes en los últimos años en Cuba ha rondado sobre los efectos que ha provocado la inflación sobre la vida y el poder adquisitivo de las familias cubanas. En este texto, se presentan algunas ideas generales sobre los principales aspectos que han conformado dicho debate.  

Debate sobre la medición de la inflación: índice de precios o deflactor.

Existe un primer gran tema de debate sobre la medición de la inflación: ¿Cuánto ha sido la inflación real experimentada desde el inicio de la crisis económica en 2019? y por consiguiente ¿Cuánto ha sido la pérdida de poder adquisitivo/capacidad de compra de los hogares cubanos en dicho período? En sentido general las estadísticas oficiales ofrecen dos indicadores claves para medir este proceso.

En primer lugar, el Índice de Precios al Consumidor o IPC de carácter mensual. El cual estaría indicando que entre 2018 y 2024 los precios que pagan los consumidores cubanos se habrían incrementado como promedio unas 3.7 veces. Este indicador, ha sido cuestionado por varios colegas, en tanto pareciera estar subvalorando el impacto inflacionario real percibido por las familias.

Para ejemplificar este cuestionamiento vale la pena poner en contexto dicho indicador: entre 2018-2024 el salario medio estatal se multiplicó 6.5 veces, esto implicaría que tomando como base el índice de precios al consumidor el salario real había crecido en cerca de un 60% (Tabla 1). O lo que es lo mismo, que el poder de compra de los salarios estatales se habría incrementado desde 2019. Este resultado, que contradice el proceso de deterioro del nivel de vida percibido por las familias, daría señales de la necesidad de buscar otros indicadores más ajustados para medir la inflación.

            Tabla 1: Datos sobre la inflación, el salario real, la producción y la oferta monetaria. (2018 - 2024)


Fuentes: IPC, Deflactor Gasto de Hogares, PIB, PIB Agrícola y PIB Manufacturero: Anuario Estadístico de Cuba. Capítulo Cuentas Nacionales.

Salario Nominal: Anuario Estadístico de Cuba. Capítulo Empleo y Salario.

Salario medio estatal real: Construcción propia a partir del Salario Nominal y los índices de precios del IPC y el Deflactor del Gasto en Consumo de los Hogares.

Déficit Fiscal y Oferta Monetaria (M2A): Anuario Estadístico de Cuba. Capítulo Finanzas.

Pero la oficina de estadística nos ofrece un segundo indicador clave. Uno mucho menos empleado, pero igualmente importante: el deflactor de gastos de consumo de los hogares. A diferencia del IPC, este indicador mide el aumento de precios en los gastos de los hogares en todos los mercados sin depender de una encuesta base. Este indicador reportado anualmente, estaría indicando que entre 2018 y 2024 los precios que pagan los hogares cubanos se habrían incrementado hasta unas 17.8 veces, o lo que es lo mismo una inflación en el entorno del 1.688% de inflación. (Tabla 1)

Tomando como base este indicador, la pérdida de poder adquisitivo de los salarios estatales entre 2018 y 2024 se encontraría cerca de un 60% (Tabla 1). Una cifra que parecería más cercana al deterioro observado del nivel de vida de los trabajadores cubanos en la etapa.

Como dato adicional comentar que la Reserva Federal de los Estados Unidos, mide su objetivo de inflación a partir del “deflactor del gasto de consumo de los hogares” y no por el IPC. El deflactor del gasto parecería acomodarse mejor a cambios en la estructura del consumo de los hogares, más aún, si la encuesta que sustenta la estructura del IPC se encuentra desactualizada.  

Para el caso cubano, aunque el índice de precios al consumidor (IPC) puede dar señales de la tendencia del proceso inflacionario -si se acelera o desacelera-, para un análisis de la inflación acumulada sufrida por las familias resulta más adecuado emplear el deflactor de los gastos de hogares.

Causas de la inflación: una mirada rápida a los desequilibrios agregados.

Sobre las causas de la inflación creo que se ha debatido mucho. Con mayor o menor nivel de profundidad analítica. Y aunque hay visiones alternativas del tema, creo que existe un consenso amplio de que sus causas fundamentales están dadas por los desequilibrios agregados que ha sufrido el país en los últimos cinco años. Pero para los que aún no estén convencido de ello un recordatorio:

a. Entre 2018 y 2024 la producción agrícola del país se ha contraído un 62% en términos reales. O para decirlo de otra forma. Cuba produjo en 2024 el 38% de la producción agrícola que generó en 2018. No es de extrañar luego, que la mayor parte de la inflación se concentrará en los alimentos.

b. En segundo lugar, la producción industrial en el período se contrajo un 47%, produciendo en 2024 poco más de la mitad de lo alcanzado en 2018 (Tabla 1).

c. Y finalmente por el lado de la demanda las cosas no han sido mejores. Entre 2018 y 2024 el déficit fiscal acumulado demandó una emisión monetaria para su financiamiento de más de 355.000 millones de pesos. Que se dice pronto, pero supuso multiplicar la cantidad de dinero en la economía como mínimo en casi 4 veces (Tabla 1).

No hay que buscar muchas explicaciones “extra económicas” para explicar un proceso inflacionario en un contexto donde la producción material de un país cae a la mitad y la cantidad de dinero se multiplica por 4 veces. En la práctica no hay forma de que la inflación no alcance niveles de más de dos dígitos. 

Causas de la pérdida de poder adquisitivo: una nota sobre la dicotomía clásica.

Un tema más interesante sería: ¿Qué causó la pérdida del poder adquisitivo? O sea, la capacidad de comprar cosas de las familias cubanas. Porque si bien la inflación tiene causas de oferta y de demanda, una parte de los economistas -en la que me incluyo-, argumentaríamos que la caída del poder adquisitivo es fundamentalmente -no exclusivo, pero esencialmente- un proceso por el lado de la oferta.

Toda inflación no implica siempre pérdida de poder adquisitivo, de hecho, muchas economías experimentan inflación incluso moderada -por arriba del 5%- y los salarios reales crecen. Pero la cuestión no es menor, y en muchos aspectos es vital para la política económica del país.

En mi visión, el consumo de los hogares no está determinado por la cantidad de dinero en circulación, sino por la disponibilidad de oferta agregada. O puesto de otra forma.  Supongamos que la economía está compuesta por una oferta exclusiva de 100 unidades. Da igual que la cantidad de dinero se duplique o divida a la mitad, estos movimientos solo impactarán en el precio, pero no en la cantidad de unidades que se puede consumir en la economía. Si hay sólo 100, no se puede consumir 101.

Si la producción de unidades pasa de 100 a 50, da igual que el salario pase de 5.000 a 20.000 pesos. El consumo será de 50 dólares más. Los precios terminarán ajustando menor oferta y mayor demanda.  

Si se quiere, esto es una versión simplificada de la “dicotomía clásica”: variables reales como la producción determina variables reales como el consumo o el salario real, y la cantidad de dinero lo que determina es el nivel de precios. En casi cualquier contexto esto solo se cumple, en el mejor de los casos en largos periodos de tiempo, pudiendo la demanda impactar positivamente en la producción y el consumo a corto plazo (visión keynesiana).

Sin embargo, la economía cubana es esencialmente una economía restringida por la oferta. Esto implica que la capacidad de “arrastre’’ de la demanda interna es mínima, y que aumentos de la demanda -vía déficit fiscal- por arriba de la oferta sólo se traducen en inflación.

En sentido general el argumento es el siguiente: si bien la inflación tiene componentes de demanda, por ejemplo, los aumentos salariales y otras operaciones fiscales asociadas a la tarea ordenamiento y el déficit presupuestario ejecutado para financiarlas, la capacidad de compra de los hogares se determina mayormente por el lado de la oferta, independientemente del nivel de circulante.

Sin caída estructural de la oferta, por ejemplo, los aumentos de salarios asociados a la Tarea Ordenamiento, hubieran generado una inflación hasta más o menos devolver el poder adquisitivo real de los salarios al nivel pre-ordenamiento, pero no hubiera generado por sí solo una espiral hiperinflacionaria que licuara más del 50% del salario real en tan solo cuatro años. Las causas de la pérdida de poder adquisitivo en el largo plazo tenderían a ser de carácter real y no monetario.

Indexación de salarios a precios: porque no ajustar salarios en contracciones de oferta.

El análisis anterior es también un argumento en contra de la idea de algunos colegas que defienden la indexación de salarios en el caso cubano, esto es: ajustar salarios o pensiones conforme al aumento de los precios para cubrir a dichos agentes del efecto de la inflación.

En el mundo, la indexación de salarios o pensiones es una práctica en algunos países. Sin embargo, el objetivo de la misma suele ser cubrir ingresos fijos de una inflación moderada y evitar procesos redistributivos en contra de los ingresos que se ajustan más lentamente, como las pensiones o los salarios públicos. También algunos sindicatos lo emplean para cubrir de la inflación salarios derivados de procesos de negociación colectiva. 

Sin embargo, la experiencia de indexación de salarios a precios en contextos de alta inflación -México en los 80s o Venezuela en 2016- han tenido un efecto claro de maximizar la inflación y de generar -como en el caso venezolano- presiones hiperinflacionarias.

En contextos donde la principal causa de la inflación son shocks de oferta, no tiene mucho sentido indexar completamente los salarios al crecimiento inicial de los precios, porque no hay forma de sostener el consumo real de los hogares si la oferta material que lo respalda se ha desplomado. Indexar los salarios a la inflación -al menos mientras se mantenga el contexto de caída de oferta- solo traería un incremento de las presiones de demanda y finalmente una espiral hiperinflacionaria.

Volviendo al argumento central: el desplome del poder adquisitivo de los hogares cubanos tiene causas reales y productivas, no fundamentalmente monetarias o fiscales.

Lo anterior no significa que no se pueda, a medida que los ingresos fiscales lo permitan, incrementar selectivamente salarios y pensiones. Sino que, la solución para la contracción del nivel de vida de las familias no está solo en reducir el déficit fiscal per se, sino en expandir la producción y garantizar un crecimiento sostenible de largo plazo en la economía.

Finalmente, me gustaría referirme a dos ideas que comúnmente se argumentan como explicaciones alternativas del proceso inflacionario. 

Inflación como aumento de márgenes de ganancia.

La primera es la idea de que la inflación en Cuba viene dada por un comportamiento especulativo de los actores económicos no estatales que “inflan indiscriminadamente los márgenes de ganancia”.

Para ser claros. La escasez de oferta y los desórdenes monetarios han creado espacio para múltiples deformaciones microeconómicas. En especial la posibilidad de agentes en determinados momentos de aplicar márgenes de ganancias muy superiores a los que son comunes a mercados competitivos y bien abastecidos -hablamos de márgenes del 50, 100 o 200%-. En un contexto de desequilibrios y escasez esto permite que pequeños capitales se rentabilicen muy rápidamente, en gran medida a costa de vender pocos productos a consumidores con alta disponibilidad de pago.

Sin embargo, este proceso no puede explicar en la práctica la inflación a lo largo del tiempo.

En primer lugar, porque márgenes de ganancia tan altos tienden a atraer nuevos oferentes. Y tras las altas ganancias iniciales, la competencia termina reduciendo márgenes y generando un mercado más o menos competitivo. Esto se ha visto en el caso cubano en múltiples productos y momentos.

La velocidad en que ocurre este proceso, sin embargo, está determinado también por factores institucionales tales como la velocidad de aprobación de nuevos actores o la disponibilidad de crédito en el sistema financiero. La ralentización de la entrada de nuevos oferentes -ya sea por la ralentización de la aprobación o racionamiento crediticio- es un factor que permite a los agentes ya establecidos mantener por mayores periodos de tiempo márgenes de ganancia elevados. Pero incluso en este escenario, los márgenes no pueden explicar estructuralmente un proceso inflacionario.

Supongamos por un momento que los costos de un bien sean de 100 y su precio inicial 130 -o sea 30% de margen de ganancia-. La única forma de que la inflación se explicara permanentemente por los márgenes es que estos tuvieran una tendencia creciente. Esto es que pasará de un mes a otro de 30% a 40% y luego a 50% y así sucesivamente para explicar el incremento permanente de los precios.

Debido a que los márgenes tienden o bien a reducirse producto a la competencia, o en algunos casos estabilizarse en niveles altos, pero no a presentar un crecimiento constante, los mismos, pueden explicar “un nivel de precios dado”, pero no un proceso inflacionario permanente. 

Inflación como traspaso del tipo de cambio informal.

Supongamos ahora, sin embargo, que los precios no suben por los márgenes, sino por el incremento de sus costos, en particular de sus costos importados debido a la depreciación cambiaria. Este argumento podría resumirse en: “la inflación es un fenómeno inducido por el aumento exógeno del tipo de cambio informal, que presiona los costos de importación y finalmente los precios minoristas”

Este razonamiento tiene un fundamento claro: cuando el precio de las divisas sube, los insumos adquiridos en el exterior se vuelven más caros y esa presión de costos se traslada al precio que pagan los consumidores. En la Tarea Ordenamiento se mostró con nitidez este mecanismo: la devaluación oficial generó un salto en los costos y, en consecuencia, en los precios de gran parte de la economía.

Sin embargo, los movimientos cambiaron no siempre son causa en sí misma de la inflación, sino un reflejo de los mismos procesos que impulsan el alza de los precios domésticos. Esto depende en gran medida de las causas que generan la depreciación cambiaria.

Cuando la depreciación responde a desequilibrios internos y presiones de demanda -por ejemplo, exceso de emisión monetaria, déficits fiscales persistentes o un crecimiento de la liquidez muy por encima de la producción disponible-, el aumento del tipo de cambio refleja la pérdida de valor del peso y su causa es en el fondo la misma que impulsa el proceso inflacionario general.

Las divisas debido a que son al mismo tiempo un activo financiero se ajustan de forma más rápida a los desequilibrios macroeconómicos que el resto de las mercancías, y debido a su papel determinante en el circuito económico cubano sirve de referencia para la fijación de otros precios domésticos. Sin embargo, esta depreciación cambiaria no está en sí misma impulsando la inflación general, sino que al igual que esta es el reflejo de los desequilibrios macroeconómicos, pero no su causa.

Si el tipo de cambio se deprecia muy fuertemente a corto plazo e impulsa que los precios minoristas se incrementan por arriba del equilibrio -o sea de la capacidad de pago de los consumidores-, las ventas privadas se desplomaron debido a la falta de demanda, lo que llevaría a un desplome de las compras de divisas en el mercado informal y por tanto una caída del precio del dólar.

Este proceso ya ha ocurrido en el pasado, cuando el tipo de cambio se ha acelerado producto a la incertidumbre en los mercados. Las correcciones a la baja han sido el reflejo de este proceso de autocorrección: precios desalineados de las capacidades de demanda -la restricción presupuestaria de los hogares- no pueden sostenerse artificialmente en el tiempo en mercados competitivos.

Por el contrario, cuando la depreciación obedece a un shock negativo en la oferta de dólares, como una reducción de remesas, o de los ingresos turísticos que van a nutrir el mercado informal, la escasez de divisas si dinamiza al alza el precio del dólar y si puede impulsar un shock inflacionario de costos que no está directamente vinculado a los desequilibrios macroeconómicos internos.

En síntesis, la relación entre depreciación e inflación no es lineal. A corto plazo, un salto del tipo de cambio puede traducirse en aumentos de precios, pero si no viene acompañado de un aumento de la demanda final tiende a autocorregirse. En el mediano plazo, la única forma de que la depreciación sostenga la inflación es que refleja un desequilibrio más profundo: exceso de moneda nacional, caída de la oferta productiva o reducción de la oferta de divisas en el mercado informal. Por tanto, el dólar informal no debe verse como el origen autónomo de la inflación, sino como un espejo que refleja, y en ocasiones amplifica, los problemas estructurales de la economía que causan dicha inflación.

Apuntes finales.

En este texto he intentado resumir algunos posicionamientos respecto a los principales debates relacionados a la inflación y la caída del poder adquisitivo en Cuba en el último quinquenio. Considero que, aunque sobre estos temas se ha debatido extensamente, continúan existiendo puntos de conflicto en la forma en que se entiende la inflación y las principales medidas para enfrentarla.

Para implementar políticas económicas que permitan en el mediano plazo la recuperación del nivel de vida de los cubanos, es vital distinguir con claridad las particularidades del proceso inflacionario cubano, el cual presenta múltiples diferencias con los procesos que han experimentado otras economías en años recientes. Así como la diferencia existente entre inflación y pérdida de poder adquisitivo. Y analizar cómo, aunque en el caso de la primera - la inflación- puede frenarse con medidas macro-monetaria-fiscales como la reducción del déficit, o la represión monetaria, solamente un incremento sostenido del lado de la oferta puede impactar en una recuperación significativa del nivel de salarios reales. El objetivo de la política económica, no puede ser en tal sentido frenar la inflación per se, sino en un sentido más amplio la recuperación de la capacidad de consumo de las familias cubanas. 


 

2 comentarios:

  1. Muy comprensible dado el uso de lenguaje asequible. Interpreto que los males tienen su origen en una pésima administración perpetuada en el tiempo. Agravado el asunto por la tozudez en no reconocer los errores propios, en dilatar las soluciones y en buscar el origen de los problemas en otros factores geográficos, climáticos o políticos. Mientras tanto se sigue mendigando sin atender a que nada vendrá sin facilitar las condiciones para el desarrollo del esfuerzo propio.

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