Un recorrido de nuestro diario el pasado jueves por la provincia de Mayabeque, advierte un pico de cosecha en el boniato que, si bien aseguran directivos allí del ramo agropecuario no debe detonar en “una situación crítica” ni incontrolable, sí activa —desde ya— la luz verde a la búsqueda de mecanismos de gestión comercial más expeditos. Ello se resume en una frase: capacidad de anticipación y de respuesta.
Güines y Melena del Sur, dos de los mayores bastiones productivos de esa provincia fueron el destino de nuestro itinerario. La última parada en la hoja de ruta, pero la de mayores volúmenes del tubérculo en naves, fue la unidad empresarial de base (UEB) Comercializadora de Productos Agropecuarios Melena del Sur, entidad que a nuestro arribo almacenaba más de 60 toneladas del producto agrícola, tras haberle buscado destino a alrededor de 20, del total que amaneció en sus instalaciones.
Germán Cabrera Armas, especialista comercial de esa unidad, significó a Granma las variantes gestionadas para ponerle compradores a sus pallets de mercancías. Además de los compromisos locales, así como los 13 mercados que ellos abastecen en los municipios de San Miguel del Padrón y Centro Habana, y de las dos unidades básicas (la del propio San Miguel del Padrón y la de La Habana Vieja) que funcionan como mercados concentradores, aludió a las negociaciones realizadas para insertar en la red de agros de otras provincias las producciones cosechadas allí.
No obstante las fórmulas acudidas, algunos sacos delataban el estado de deterioro de parte de los boniatos, cual preludio de una convocatoria a imprimir dosis superiores de agilidad en la transportación.
Lo allí constatado, amén de que no se trataba de un caos, sí debe convertirse en una alerta, pues no deben olvidarse las enseñanzas de experiencias similares, en las cuales los picos de cosecha han conducido a pérdidas que a estas alturas ya no son tan imprevistas.
Este diario accedió a intercambiar con algunos productores, mientras en la unidad acopiadora eran estibadas las mercancías recién llegadas. Pedro Pablo y Erundino Fernández, de la finca San José —asociada a la cooperativa de crédito y servicios (CCS) Raúl Gómez García, compartieron sus buenas experiencias respecto a la UEB en cuestión, sobre todo por no acumular cuentas por pagar fuera de término ni hacerles retornar al campo sus entregas.
Imagen que se ha hecho notar más (para bien) desde el proceso de dignificación en el que está imbuido el sistema de acopio actualmente.
El vicepresidente de la CCS referida, José Luis Rodríguez López, se adhirió al reconocimiento en el cambio de semblante que la entidad dedicada al acopio le va dando a la comercialización desde sus naves en Melena del Sur, e insistió en el respeto contractual hasta el momento.
La realidad de Güines no exhibía grandes volúmenes de un mismo producto en almacenes, pero sí traía a la sazón otros ingredientes. En la UEB análoga a la del primer ejemplo, la técnica A en gestión comercial y especialista principal, Cinia Álvarez Vega, confirmó que ellos no han escapado a algunas tensiones en determinados lapsos de lo que va de año, pero eso no se ha traducido hasta ahora en rechazo de mercancías a los productores.
“Todo lo que llega aquí lo compramos”, explica. Si está en el contrato, dice, lo pagamos a las tarifas establecidas, y si no, lo hacemos a precio por acuerdo. Según valora, las insatisfacciones de los agricultores podrían centrarse en ese particular —los precios por acuerdo, pues estos se regulan en base a la concurrencia de ofertas por la presencia comercial del producto en ese periodo—, pero no en devoluciones. Lo que han rechazado en algún momento, en sus palabras, responde a la insatisfacción de parámetros en relación con los diferentes tipos de calidades aprobados, no por dificultades en la capacidad de asimilación.
Y resumió que, grosso modo, el problema mayor no han sido los excesos productivos, sino dificultades inherentes a la organización.
No obstante, alrededor de una semana previa a nuestra visita a ese enclave comercial, se habían presentado tensiones con el mango destinado a la industria, por un paro de la fábrica que tuvo su génesis en limitaciones sanitarias, reconoció la especialista.
Uno de los inconvenientes con los que le toca lidiar a la comercialización allí, son los envíos de productos agrícolas a la capital que rebotan a sus naves acopiadoras, comenta Cinia. El ciclo normal de abastecimiento pasa por satisfacer los adeudos en la red municipal y seguir hacia su derrotero más importante: La Habana, en concreto ocho mercados en La Habana del Este y dos en Regla, y la unidad básica de San Miguel del Padrón. Cuando ese circuito está abarrotado de determinados genéricos, ellos negocian otros destinos.
Ese mismo jueves, por ejemplo, Antonio Cabrera —chofer de la entidad— compartió con nuestro diario el desenlace de su itinerario con uno de los mercados fuera de la red formal. Había salido para la capitalina unidad básica de Marianao, con la cual se gestionó antes llevarle cierto volumen de pepino y melón. Del último solo regresaron menos de tres quintales de los casi 60 que había transportado, pero los más de 78 quintales de pepino embarcados volvieron a su punto de origen en la UEB güinera… con la consiguiente flacidez que le propinaron el sol y los kilómetros recorridos. La causa en blanco y negro, remitía al dorso de la factura a un “alto grado de maduración”. Según la técnica en gestión comercial de Mayabeque, las cifras aludidas de pepino las habían adquirido en la tarde anterior y salieron en la mañana en condiciones óptimas de comercialización. No obstante, reconoció que se trata de un producto que se deteriora fácilmente con agravantes como las mencionadas.
Vale aclarar que los rechazos de mercancías que más pesan en la contabilidad de esta unidad empresarial no son los casos como el de Marianao, sino el de las plazas que oficialmente deben surtir, despejaron Álvarez Vega y la económica, Maritza Barroso Morales.
En lo que se ha agotado del 2016, le han virado desde la capital no pocos quintales de col, tomate, pepino, calabaza y mango, en diferentes oportunidades. Inquirida por Granma para conocer qué destino se les da a las producciones rechazadas, explicitaron que eso conlleva repensar soluciones y ubicar nuevos mercados. Los rubros más perecederos van al consumo animal y los de mayor durabilidad son beneficiados para luego expenderlos a entidades estatales a menores tarifas. Claro está, hablamos de ingresos dejados de recibir por la disminución de precios.
Baste decir que el quintal de productos agrícolas que va a parar al consumo animal se cotiza a 80 centavos, en tanto, cada tonelada de esos rubros que llega a la fábrica de pienso líquido Dagame, se paga al vendedor a 60 pesos, refieren las especialistas.
Por su parte Alberto Gallo Socorro, director agrícola de la Empresa Agropecuaria Miguel Soneira, de Güines, se refirió a la recontratación realizada con los productores, dadas las afectaciones meteorológicas que comprometieron las siembras (principalmente lluvias). Mediante esa alternativa se les permitió sembrar y contratar cultivos emergentes, de ciclo corto, en el ánimo de que pudieran compensar las pérdidas.
En respuesta a nuestro diario el directivo aseveró, asimismo, el vuelco que se le ha dado en el tiempo a las cuentas por pagar fuera de término, de parte de la empresa. Esto ha sido posible, fundamentó, gracias a un respaldo crediticio para estos efectos que ha ido creciendo.
El usufructuario Lemay Hernández Sánchez, vinculado a la unidad básica de producción cooperativa (UBPC) Desembarco del Granma de ese municipio, corroboró la tesis anterior en cuanto a la disciplina con lo que se contrata. También validó el salto en los impagos, al menos desde su experiencia personal este año, sin descartar las insatisfacciones tradicionales de colegas que vieron dilatados algunos cobros pendientes. Señaló más adelante la pertinencia de que se evalúe, al interior de la UEB y a tono con las mejoras proyectadas, cómo agilizar la recepción de mercancías en el establecimiento, con vistas a que el productor no tenga que perder en ocasiones casi toda una mañana en despachar sus entregas. Pero en general, agradeció el avance logrado y el hecho de que quienes cultivan, tengan un mercado seguro para lo que con sudor obtienen.
Este periódico dialogó, además, con el jefe de comercialización del Grupo Empresarial Agrícola de la provincia, Juan Miguel Rodríguez Páez, en busca de una visión más integral del asunto. Conforme dijo, en el caso del boniato es cierto que se registra en la actualidad un pico de cosecha, pero no existe “una situación crítica”. Abundó en las variantes que se estudian para evitar que se pierdan producciones, sobre todo en cinco municipios que se sitúan en el mapa de los mayores productores en Mayabeque, entre ellos los dos incluidos en nuestro recorrido.
Asimismo, Rodríguez Páez comentó las acciones dirigidas a fortalecer el acopio en el territorio, y que —como se mencionaba anteriormente— fijan su meta en dignificar a este sistema en el país. Y destacó el rescate de la figura de los gestores-compradores y la voluntad de acopiar toda la producción posible.
Una acotación se hace necesaria: en Artemisa, Mayabeque y La Habana las fórmulas de comercialización vigentes difieren a las de las demás provincias.
Ese mecanismo en fase experimental se justifica, entre otros aspectos, en las complejidades que debe enfrentar aquí el aparato comercial para satisfacer las demandas alimentarias del territorio con mayor densidad de población a escala nacional, incluidos los estómagos de un segmento flotante (que en su mayoría trabaja o estudia en la capital y vive fuera de ella), así como la red de las otras dos provincias involucradas.
Sobre ese particular, la especialista principal en gestión comercial de la UEB de Güines, socializó su apreciación personal de que el éxito de la comercialización descansa en reabrir mercados concentradores como otrora para que el balance sea equitativo en la ciudad, de modo que los municipios puedan venderle de manera mayorista y esta, a su vez, pueda decidir la distribución en su red para el expendio minorista a la población. Dicho de otra forma, regresar al sistema anterior con la Unión Nacional de Acopio como su balancista también en estas provincias.
Las concentraciones productivas, determinados márgenes de deterioro —máxime en genéricos perecederos en un clima tan agresivo para ellos como el nuestro— y los contratiempos en general, vengan del clima o de los hombres, no le son ajenos a la agricultura, incluso más allá de las fronteras geográficas. De lo que sí debemos despojarnos a estas alturas de la historia, es del arrastre de viejos problemas tan conocidos como sufridos. De platanazo en boniatazo se van sacando lecciones. El quid está en poner las enseñanzas en letra viva.
Los viandazos tampoco son exclusivos de nuestra agricultura. Los efectos del cambio climático, lejos de disminuir, se prevé sean cada vez más ostensibles y acompañen los múltiples desafíos con los que tienen que lidiar los sistemas agroproductivos en el ámbito internacional. La clave está en anticiparse con meridiano sentido de la oportunidad. Con retos avisados, del surco al agro no deben perderse ni menguarse producciones y, mucho menos, obstruirse su comercialización.
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