Por: Leysi Rubio A., Irene Pérez
¿Cuántas manos se necesitan para hacer un tabaco? Llevarlo del surco a la boca exige una cadena humana imprevisible, una familia de hombres y mujeres que acompañan los procesos que incluyen su ciclo de producción, desde la preservación y el respeto a una tradición centenaria.
Las tierras pinareñas de San Juan y San Luis son testigos y actores de ello. Primero preparan la tierra, con 5000t de materia orgánica por hectárea. Alistan los sistemas de regado por goteo, método efectivo para el ahorro de agua y la conservación de la tierra.
Vuelve la semilla. Las posturas crecen en túneles especiales, semilleros tecnificados donde la siembra permanece a salvo de la lluvia, que incide con mayor impacto en los meses de septiembre y octubre. Dentro del semillero se utiliza un sistema de riego por aspersión, que esparce el agua en finas gotas como el tutú traslúcido de una bailarina.
El período de siembra está proyectado para octubre-diciembre, pero las tierras de San Juan y San Luis poseen alta capacidad de curación de tabaco y extienden la fecha hasta principios de enero. En 2016, se obtuvo 1,37t por hectárea (10 000m²), cifra más significativa de la región hasta la fecha.
La “capa”, esa última hoja que envuelve el tabaco, que cosechan en estos municipios, tiene una característica especial que la diferencia de otras regiones de Cuba. Como los buenos vinos, mientras más tiempo pasa en fermentación, mejor se pone. Este proceso de añejamiento permite que la hoja estire y ceda con mayor facilidad en las manos del torcedor.
San Juan y Martínez produce la tripa y el capote. A decir de Manuel Armas Ramos, director agrícola de la Empresa de acopio y beneficio del tabaco Hermanos Saíz, “el capote da sabor y fortaleza” al puro pinareño.
El proceso de cultivo dura de 90 a 100 días. Se realiza luego un proceso de escogida para seleccionar las hojas que serán sometidas a la etapa de secado, donde se elimina el exceso de humedad hasta que la hoja alcanza un estado óptimo para su futuro procesamiento. De ahí, al despalillo, donde se retira la vena central de la hoja que será posteriormente clasificada por color, tamaño y textura.
Según la cosecha, la hoja puede ser expuesta a procesos de fermentación con incidencia regulada de calor y humedad, para homogenizar el color de la producción. La revisión constante de la calidad del producto, la repetición de procesos para mejorar las hojas y una altísima exigencia, distinguen a estas unidades de Pinar del Río.
Esta cadena tributa a importantes resultados, donde la media diaria de puros por trabajador de la Fábrica de tabaco de la capital pinareña, “Francisco Donatién”, asciende a 160 unidades per cápita. Hasta julio de 2017, la fábrica ha confeccionado 40 mil ejemplares por encima de la norma estimada hasta julio, con una producción diaria de más de 5000 mil tabacos.
Las mejores vitolas salen de las manos de estos torcedores pinareños: Cohíba, Trinidad, Vegueros, Romeo y Julieta, Partagás, Hoyos de Monterrey, entre otras marcas distinguidas en el mercado internacional.
El tabaco cubano se parece a la Isla donde crece: una obra de arte colectiva, única de su tipo en el mundo, que necesita de todas y todos para preservar su identidad.
El próximo 10 de octubre, como si la historia lo anunciara, arranca la siembra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario