Por Pedro Monreal
12 de marzo de
2018
El término
“compromisos de capital extranjero” parece estar utilizándose de manera
imprecisa en Cuba. No puede usarse para afirmar que la inversión extranjera
avanza. La razón es sencilla, el capital “comprometido” es algo muy distinto al
capital invertido. Conocer si la inversión avanza requiere utilizar otro
indicador: el monto de la “inversión extranjera”, pero esa cifra no se ha
publicado sistemáticamente en Cuba. (1)
El indicador
“compromisos de capital extranjero” tiene otra utilidad. Se emplea como
“indicador adelantado” (leading indicator) de la inversión extranjera.
Señala una posibilidad, pero no revela una realidad actual. Algo parecido ocurre
con el indicador “monto de inversión aprobada”, que en ocasiones se emplea como
un sucedáneo del capital “comprometido”. Representa un potencial que pudiera
ser materializado en el futuro, a diferencia del monto de la “inversión
extranjera”, que mide un flujo real del capital que se invierte de manera
concreta en la economía nacional por parte de entidades extranjeras.
La “inversión
extranjera” usualmente se contabiliza en períodos de un año, y puede medirse de
diversas maneras: una cifra corriente expresada en moneda nacional o en una
divisa, una cifra ajustada a un deflactor de precios que posibilita la
comparación en series de tiempo, y también se mide como por ciento del Producto
Interno Bruto (PIB).
Además del
flujo anual, el monto de la inversión extranjera también se cuantifica como un
stock acumulado de capital. Esta cifra se ofrece ocasionalmente en Cuba, pero
como una información eventual que no es parte de una serie estadística regular,
de manera que su valor informativo es muy limitado.
He abordado
anteriormente el tema en este mismo blog. (2)
Entonces se
presentó un gráfico –con cifras para Cuba calculados de manera aproximada- que
los datos más recientes publicados hace unos días nada nuevo permiten agregar.
El gráfico
permite entender que Cuba se encuentra –en términos comparativos- en un punto
de partida notablemente atípico en su entorno geográfico inmediato. En toda
Centroamérica y el Caribe, solamente Haití registra menores porcientos que Cuba
en cuanto a flujos anuales de IDE en la inversión total. Por otra parte,
únicamente Curazao y Monserrat registran un porciento menor que Cuba en el peso
de la IED en el PIB.
También expresé
en aquel texto que, cuando se observa lo que otros países vecinos han logrado,
una meta de 2000 millones de dólares anuales de Inversión Extranjera Directa
(IED) es factible para Cuba. Por ejemplo, Nicaragua recibió un flujo de IED
superior a los 5000 millones en 2015.
Dos grandes
mutismos: el análisis de las derramas de productividad y de los eslabonamientos
productivos
Parecería
predominar en la prensa cubana la dimensión de la inversión extranjera como una
“oportunidad de negocio” y no como un mecanismo para acceder al desarrollo.
Obviamente, ambas dimensiones no van por separado, pero desde la perspectiva de
la planificación nacional, es lo segundo lo que debe ser priorizado.
Sin embargo, no
basta tener un discurso sobre el tema. Se requiere un análisis que permita
evaluar el impacto de la IED en el proceso de desarrollo y es ese análisis el
que brilla hoy por su ausencia.
La prensa
cubana habla sobre el tema, pero no presenta un análisis sobre el tema. No
basta con decir –en abstracto- que la IED puede influir en el desarrollo. Hay
que explicar cómo funcionan los procesos que lo hacen posible, los cuales son
diversos y cambiantes, por lo que se necesita seguimiento constante y en
ocasiones habría que apelar a más de un modelo explicativo.
Aquí hay, por
lo menos, dos preguntas claves:
¿Cuánto es el
porciento del incremento anual de productividad –el total nacional y por
sectores- que se explica por el efecto de “derrama” horizontal de la IED en
Cuba?
¿Cuánto es el
por ciento del incremento anual de productividad –el total nacional y por
sectores- que se explica por el efecto de “derrama” vertical de la IED?
En el primer
caso se refiere a una “derrama” que pudiera funcionar como lo que se conoce en
Economía como una “externalidad”, la cual resultaría del conocimiento que la
IED pudiera transferir de manera no intencional a las empresas competidoras
nacionales. En el segundo caso, se refiere a la manera en que los
eslabonamientos productivos que pudiera establecer la IED con suministradores
nacionales funcionaría como una fuente directa de mejoras de productividad en
la economía nacional.
Las respuestas
a esas preguntas claves no forman parte de lo que hoy refleja la prensa cubana
sobre la inversión extranjera en el país. Existe alguna descripción anecdótica
aislada, pero no un razonamiento sobre el tema desde la perspectiva del
desarrollo nacional.
Naturalmente,
de esas dos preguntas anteriores se derivan otras, sobre las cuales apenas se
discute en Cuba. Tomemos el caso de la agricultura, donde –como hemos expresado
varias veces- es el sector privado nacional el componente más importante en la
producción nacional de una serie de rubros vitales para la alimentación. En ese
sentido, algunas preguntas relevantes pudieran ser:
- ¿Cómo se
compararía el sector agropecuario respecto a otros sectores –por ejemplo,
el turismo- en cuanto a la absorción de “derramas” de la IED y el impacto
de estas en la productividad nacional? (efecto potencial de los
eslabonamientos “hacia detrás” en la agricultura en su capacidad como
suministradores de actividades IED)
- ¿Tiene
sentido seguir descuidando la asociación del capital extranjero con el
productor privado nacional en la agricultura? (efecto potencial en la
sustitución de importaciones y en la modernización del tejido productivo
nacional)
- ¿Cuánto
pudiera ser el incremento de la producción nacional de alimentos por cada
100 millones de IDE invertidos en el sector? (efecto potencial en la
reducción de precios)
Resumiendo,
Si realmente se
desea explicar –de manera entendible- el posible avance de la inversión
extranjera en Cuba, se requiere –como mínimo- presentar datos sobre el monto anual
de la IDE, en forma de datos que permitan una comparación “real” respecto a
períodos anteriores.
Si se desea
explicar –de manera convincente- el efecto positivo de la IDE en el desarrollo,
se requiere evaluar –como mínimo- el impacto que esta pudiera haber tenido en
ganancias de productividad (nacional y sectorial), tanto por la vía de las
“derramas” horizontales como de las verticales, mediante los eslabonamientos
productivos.
La aparente
baja prioridad relativa de la IDE respecto al sector agropecuario debería
convertirse en un importante tema del debate. La seguridad alimentaria nacional
y los niveles de productividad que pudieran asegurar precios asequibles a la
población es un asunto estratégico y una precondición para poder adoptar pasos
posteriores en el proceso de desarrollo.
Notas
1 Yisel
Martinez “De la inversión extranjera y sus avances”, Granma, 9 de marzo
de 2018, http://www.granma.cu/cuba/2018-03-09/de-la-inversion-extranjera-y-sus-avances-09-03-2018-14-03-02?page=1
2 Pedro
Monreal. “Inversión extranjera: ¿a cuánto debemos aspirar?”, blog El Estado
como tal, 27 de mayo de 2017, https://elestadocomotal.com/2017/05/27/inversion-extranjera-a-cuanto-debemos-aspirar/
No hay comentarios:
Publicar un comentario