Las discusiones acerca de qué hacer con las múltiples tasas de cambio que funcionan en Cuba han sido frecuentes en los últimos años. La multiplicidad de tasas de cambio ha sido calificada con toda justeza por el colega Humberto Perez como el “nudo gordiano principal” de la economía cubana. En las discusiones han participado economistas y también muchas otras personas.
En diciembre de 2017 se anunció que el gobierno cubano disponía de más de 200 especialistas, divididos en 13 subgrupos de trabajo, para diseñar el proceso de unificación monetaria y de la política cambiaria del país. Probablemente ya exista un plan oficial detallado, pero la solución práctica del asunto continúa estando pendiente.
El interés público por el tema parece haber registrado varios “picos” de atención, casi siempre cuando se ha divulgado algún tipo de información que pudo haber sido interpretada como una modificación monetaria y cambiaria inminente.
Probablemente uno de los “picos” más recordados fue el que se produjo cuando se popularizó el término “día cero” a raíz del anuncio de las Resoluciones 19, 20 y 21 del Ministerio de Finanzas y Precios, en enero de 2014. Otros “picos” se produjeron en abril de 2016, cuando incluso el Banco Central de Cuba debió aclarar públicamente que no se produciría una devaluación del peso cubano convertible (CUC) en relación con el peso cubano (CUP), y más recientemente a finales de 2017 y 2018 tuvo lugar otro “pico” luego del discurso de Raúl Castro en la Asamblea Nacional del Poder Popular, en diciembre de 2017, cuando expresó que no podía dilatarse por más tiempo la solución a la dualidad monetaria y cambiaria en el país. El “pico” más reciente se registró en marzo de 2018 cuando el Banco Central de Cuba tuvo que salir públicamente a desmentir rumores sobre la retirada del CUC.
Este es un tema que ha sido abordado anteriormente en este blog, particularmente en lo referido a la cuestión de las tasas de cambio, y que ha incluido la presentación de diversas variantes que, en algunos casos son complementarias y en otras ocasiones son discrepantes. No me propongo ahora revisitar esas propuestas ni tampoco agregar una nueva. Lo que sugiero aquí es prestarle atención a uno de los aspectos que, a pesar de ser sumamente importante, todavía no ha sido abordado con precisión: la cuantificación razonada de una tasa de cambio unificada (para el caso de quienes proponen esa variante), o la cuantificación de las diversas tasas que otros sugieren que deben seguir coexistiendo.
Naturalmente, se trata de un ejercicio difícil. No solamente por la carencia de datos, sino también porque el tema de la modelación cuantitativa de las tasas de cambio tiene complejidades metodológicas propias e interpretaciones teóricas diversas. He llamado la atención sobre esa dimensión cuantitativa en algunas ocasiones anteriores.
No parece ser que estemos ahora mismo en presencia de un “pico” de atención sobre la posible unificación monetaria y cambiaria y eso ofrece, tal vez, una oportunidad para volver a la cuestión de la “cantidad” que debe asumir una tasa de cambio unificada, o las tasas diversas que pudieran seguir coexistiendo.
Números
- En caso de eliminación del CUC de la circulación, ¿Debe adoptarse una tasa oficial unificada de 10 CUP = 1 USD? ¿Acaso debería ser de 15 CUP = 1 USD?
- En caso de eliminación del CUP de la circulación, ¿Debe adoptarse una tasa oficial unificada de 1 CUC = 1 USD?
- En caso de optarse por la coexistencia de dos tasas de cambio, una fija para las empresas y otra tasa fluctuante para el cambio de divisas por moneda nacional, sólo para la población y los turistas, ¿Debe ser la primera tasa de 5 CUP = 1 USD y la segunda tasa debiera comenzar con un valor de 25 CUP = 1 USD?
Las respuestas a esas preguntas se pueden dar de manera aproximada e intuitiva, o –alternativamente- pudieran intentar responderse con mayor precisión y apoyadas en instrumentos de análisis cuantitativo. Considero que quienes participamos en el debate público nos movemos principalmente en el primero de esos planos. Pudiera haber llegado el momento de intentar avanzar hacia una mayor precisión.
Sobre lo que están haciendo los especialistas convocados por el gobierno cubano no dispongo de información, pero es muy probable que sí dispongan de “números” para la tasa de cambio, como resultado de modelaciones.
En cualquier caso, poder identificar esas cifras y hacer explícitos los métodos que se utilizaron para llegar a ellas es importante. Esto tiene relevancia práctica pues el impacto que una tasa oficial de 5 CUP X 1 USD pudiera tener sobre la balanza de pagos del país sería muy diferente a si se utiliza una tasa oficial de 10 CUP X 1 USD. También pudieran colocar al país en trayectorias muy distintas en cuanto a precios, salarios y pensiones, por citar solamente tres variables económicas cruciales.
Realidad económica, el “día cero” y el “día después”
Hay al menos tres aspectos que deben ser considerados cuando se aborda la dimensión cuantitativa de las tasas de cambio en Cuba:
- La “fijación” administrativa de tasas de cambio arbitrarias es, en esencia, un ejercicio fútil cuando ello se asume como método para establecer lo que probablemente sea el precio relativo más importante de una economía “abierta” como la de Cuba. Una tasa de cambio que no responde la realidad económica siempre va a “pasarle factura” a la economía nacional.
- Un primer nivel que requiere atención especial es la cuantificación de la tasa (o tasas) de cambio para el “día cero”. Una cuantificación cambiaria desacertada pudiera representar el tipo de arrancada en falso que tiene la capacidad de dislocar todo el proceso de reforma económica.
- Un segundo nivel que requiere una atención particular, diferente a la del primer nivel, es el mecanismo que será establecido para que pueda existir una tasa de cambio adecuada (o tasas) el “día después”. Esto pudiera incluir la existencia de sistemas de tipo de cambio diferentes, que se sucedieran en el tiempo. La tasa de cambio debe desempeñar una función muy importante en la dinámica macroeconómica del país y también en la promoción de la competitividad internacional de la economía. El enfoque que se utilizase para determinar las magnitudes de las tasas sería, probablemente, la discusión central que habría que hacer sobre el “día después”.
Este último punto sobre el “segundo nivel” es muy importante y no debe ser soslayado. La tasa de cambio no es solamente un “resultado” (de una decisión política, del mercado, de un error, de un acierto, etc.) que a su vez puede provocar otros efectos (por ejemplo, inflación o irrentabilidad empresarial).
La tasa de cambio es, sobre todo, un poderoso instrumento de gestión económica: genera rápidas señales cuando se producen desequilibrios macroeconómicos, su modificación es capaz de devolver la economía a condiciones macroeconómicas balanceadas, y puede funcionar como un mecanismo activo para modificar la estructura productiva y la especialización internacional del país.
Una devaluación de la tasa de cambio no significa solamente un posible incremento de la inflación. Una apreciación de la tasa de cambio no se limita a revaluar salarios y pensiones nacionales. Son muchas más las dimensiones que deben ser consideradas.
Tasa de cambio “nominal” y tasa de cambio “real”
En general, los debates públicos que han tenido lugar se han enfocado en la tasa de cambio “nominal” y no en la tasa de cambio “real”. Son dos cuestiones distintas y la discusión debería avanzar hacia el segundo concepto. De nuevo, no se dispone de información sobre el trabajo realizado por los expertos del gobierno, pero cabe suponer que estos han analizado las cuestiones relativas a la tasa de cambio “real”.
La cuantificación de la tasa de cambio “real” es crucial porque es lo que permite establecer si la moneda nacional está subvaluada o sobrevalorada, y posibilita identificar la magnitud de la posible desviación, en un sentido o en el otro. La implicación práctica para la política económica es que en el caso de las monedas sobrevaluadas existe –en general- una presión para depreciarlas, mientras que en el caso de las monedas subvaluadas existe una presión en sentido contrario. Es el tipo de decisiones que requiere la consideración de más factores y ciertamente la subvaluación y la sobrevaloración de las monedas no opera igual en todas las economías, pero conocer este factor y su magnitud es crucial para el diseño y conducción de políticas económicas.
Parece existir un acuerdo –creo que intuitivo- de que la actual tasa de cambio oficial de Cuba (1 CUP = 1 USD) está sobrevaluada. Una tasa de cambio “real” sobrevaluada significa que los precios internos son relativamente altos y por tanto sus productores no son competitivos a nivel internacional. No conozco una cuantificación oficial de la tasa de cambio “real” del peso cubano, pero quizás exista y no se ha divulgado.
Definida de manera muy general, la tasa de cambio “nominal” es el precio de una moneda extranjera expresado en términos de una moneda nacional, es decir, el costo en CUP de un dólar. Por ejemplo, la tasa oficial “nominal” (TCN) es CUP/USD = 1.
Por otra parte, la tasa de cambio “real” (TCR) es la tasa nominal (TCN) multiplicada por un indicador que refleje el inverso de los niveles relativos de precios entre los dos países, por ejemplo, TCR = TCN X precios USA/ precios Cuba.
La tasa de cambio “real” expresa el precio relativo de una “cesta” de consumo en otro país en términos de su comparación con el consumo en Cuba. Se trata de un coeficiente entre los precios de otro país y los precios de Cuba, convirtiendo el precio extranjero en moneda cubana mediante la tasa de cambio nominal.
Las tasas de cambio “real” dependen de los llamados “fundamentos” de una economía, especialmente, pero no únicamente, de la productividad, términos de intercambio, inflación, oferta monetaria, y tasas de interés. Hacer política cambiaria debe remitirse, por tanto, a una gestión de políticas públicas que rebasa ampliamente las cuestiones monetarias.
Preparando mejor el tajo del nudo gordiano
Una desviación sostenida de la tasa de cambio “real” -por encima de determinado nivel- crea distorsiones económicas que cuando se prolongan son perjudícales para la prosperidad de los ciudadanos cubanos. Si el “día cero” comenzase con una tasa de cambio “real” inadecuada, eso implicaría que uno de los pilares de la reforma se erigiría con una gran grieta.
Tratar de poner tasas de cambio “a dedo” no parece ser una opción recomendable de política económica en Cuba.
Si lo que indicase el cálculo de la tasa de cambio “real” es que hay que devaluar la moneda, entonces una opción pudiera ser tratar de utilizar reservas de divisas para tratar de compensar –al menos parcialmente- la magnitud de la devaluación, pero es muy probable que esa no es una alternativa disponible actualmente en Cuba. Al menos no de manera significativa.
Otra posibilidad sería no modificar la tasa oficial 1 CUP = 1 USD, adoptar una variante sustituta como pudiera ser retirar el CUP de circulación y adoptar el CUC como moneda nacional con una tasa de cambio de 1 CUC = 1 USD, o modificar cualquiera de esas tasas de cambio “nominales” de manera marginal.
Es posible que, para esa segunda opción, el cálculo de la tasa de cambio “real” siguiese indicando una presión hacia la devaluación, que en caso de no adoptarse podría mantener al país en condiciones de baja competitividad, por razones de distorsiones cambiarias. Eso no podrá afirmarse con rigor hasta que no se disponga de una cuantificación.
Otra opción posible seria considerar la posibilidad de una devaluación, estimando cuánto debería ser la magnitud de esa devaluación. Obviamente, una decisión como esa requiere un análisis cuidadoso que integre factores no económicos. Tendría un impacto en precios, salarios y pensiones, los cuales son temas sociales y políticos muy delicados, pero la devaluación es una alternativa que debe ser considerada. No debería ser descartada a priori.
De nuevo, este es el tipo de problema económico donde una visión cualitativa no es suficiente. Cualquier discusión de política cambiaria –que tiene el potencial de “moverle el piso” al resto de las políticas públicas del país- necesita de una cuantificación de la tasa (tasas) de cambio que, utilizando métodos de análisis rigurosos, posibilite que las decisiones sobre tasas de cambio reflejen las condiciones económicas reales.
Algunas opciones disponibles parecen salirse de lo “normal”, pero eso es lo que ocurre con los nudos gordianos. No se desenredan, se les da un tajo.
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