Por Juan M.Ferran Oliva
Finalizando la década de los sesenta del pasado siglo, el entonces jefe del Estado español se ufanó en proclamar –urbi et orbi- que acababan de rebasar la renta nacional per cápita que por entonces constituía el umbral del desarrollo. A los pocos días la libra esterlina se devaluó y en su caída arrastró a numerosas monedas, la peseta entre ellas. Según esta convención mecanicista. España volvía a su imagen de país subdesarrollado.
Se trata de una anécdota apócrifa circulada por algún crítico del Caudillo, que en paz se escalde. Pero cierta o falsa sugiere como moraleja las inconsecuencias de los esquemas. Una nación no supera una categoría económica a través del simple traspaso de un nivel estadístico.
Los pocos países que calculaban su macroeconomía solían emplear el Ingreso Nacional, con metodologías no siempre uniformes. Actualmente el método ha sido estandarizado. El Producto Interno Bruto (PIB) es utilizado universalmente. Lo controlan más de 238 Estados, naciones sin Estado y regiones. Es el Sistema de Cuentas Nacionales de Naciones Unidas (SCN). En 2001 el Anuario Estadístico de Cuba comenzó a referirse al PIB siguiendo dicha metodología y tomando a 1997 como base para los precios constantes[1]. En 2006 aparecieron en INTERNET.
La familia de indicadores globales sobre el ingreso de un país no lo dice todo. Su carácter sintético puede velar determinados atributos. El PIB indica potencialidades cuantitativas y refleja tangencialmente los niveles de educación, salud pública, seguridad, ausencia de contaminación, costo de la vida y otros atributos relativos a la calidad de vida – a la relativa felicidad - que también merece la población.
Se han realizado estudios para puntualizar estos aspectos. Las sistemáticas en tal sentido abordan la calidad de vida, la distribución de la riqueza, la capacidad de poder adquisitivo, el desarrollo humano y la medición de la pobreza. Por lo general, tales alternativas intentan resaltar determinados aspectos, no siempre compartidos como únicos o esenciales por todos los autores[2].
A pesar de dichas deficiencias el PIB per cápita constituye la información par excellence del nivel económico. Expresa mucho aunque no lo diga todo. Por justa que sea la distribución y por mucha que sea la voluntad política, el monto del valor total agregado constituye un límite a las mejores intenciones. Su análisis en tiempo y espacio nos dice si avanzamos o desandamos.
La tabla incorporada muestra el salto experimentado en 67 años por la economía de diversos países. La comparación no es perfecta pero resulta ilustrativa. La muestra responde a los criterios de época y circunstancias de su fuente: la llamada Misión Truslow[3]. En su informe de 1950 señalaba que en Cuba …los niveles de vida de agricultores, trabajadores agrícolas, trabajadores industriales, tenderos y otros son más altos que los grupos similares en otros países tropicales y casi que en toda Latinoamérica. Ello no significa que no haya pobreza en Cuba, pero simplemente en términos comparativos los cubanos se hallan mejor que los pueblos de otras áreas.
Según se desprende no estábamos tan bien, pero otros se hallaban peor. En el más de medio siglo transcurrido la situación ha cambiado. Algunos países, principalmente, los europeos, han dado un salto enorme. En ellos y en otros casos han concurrido circunstancias determinadas que escapan al presente análisis.
La dinámica económica obliga a no estancarse. Quien lo hace, simplemente retrocede. Los que van más rápido lo adelantan. Nuestro atraso comienza a ser dramático. No es solo una cuestión de prestigio. Están en juego los llamados logros de la Revolución.
A veces crecemos pero otros van más aprisa y nos toman la delantera. Unos han corrido como liebres y otros avanzan como tortugas. Como dice la canción infantil: Los de “alante” corren mucho, los de atrás se quedarán.
fin
[1] En la zona de Economías Centralmente Dirigidas se aplicaba el Sistema de Balances de la Economía Nacional (SBEN) cuyo indicador clave era el Producto Social Global. .
[2] El método de la Paridad del Poder Adquisitivo (PPA) intenta eludir ilusiones monetarias abordando el costo de la vida. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) considera PIB per cápita combinado con el modo de vida, la educación y la salud. El coeficiente de Gini valora la distribución de la riqueza. Distintos medidores miden el nivel de pobreza en términos de grado de satisfacción de determinados bienes (vivienda, salud, educación, cultura, disponibilidad de determinados bines, etc.). Uno de los métodos utiliza expresiones monetarias, y se basa en el coeficiente de Engel y a partir de su manipulación matemática establece la línea de indigencia y la línea de pobreza atendiendo, por lo general a canastas de consumo..
[3] Informe de la llamada Misión Truslow del International Bank for Reconstruction and Development y la colaboración del gobierno de Cuba. Fue dirigida por Francis Adams Trsulow en 1950. Pág. 38, 39 y 40.
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