Por Pedro Monreal, El Estado como tal
He comentado anteriormente que, ante la coyuntura actual de la escasez de diésel en Cuba, la respuesta a corto plazo no tiene muchas más opciones que establecer un racionamiento del combustible.
Más allá del corto plazo, pudiera pensarse en acciones de otro tipo encaminadas a tratar de aminorar factores que favorezcan vulnerabilidades que pudieran incidir en repeticiones de la coyuntura actual.
No me refiero aquí a las causas inmediatas directas de la escasez de diésel en septiembre de 2019 –un episodio específico del recrudecimiento del bloqueo de EEUU-, sino a las condiciones “estructurales” que pudieran explicar un incremento del riesgo y de la incertidumbre (riesgo no cuantificable) en el suministro estable de los combustibles.
Un problema de fondo parece ser el peso creciente que ha tenido en la matriz energética cubana la utilización de grupos electrógenos (consumidores de diésel) para producir electricidad.
Fuente: ONEI. Anuario Estadistico de Cuba 2018. Tabla 10.15 – Generación bruta de electricidad por tipo de planta productora. http://www.one.cu/aec2018/10%20Mineria%20y%20Energia.pdf
En 2018, electricidad generada por los grupos electrógenos representaba un 27,1%, con un incremento respecto al 22,1% que se registró en 2013.
El diésel, adquirido en mercados internacionales, es un derivado del petróleo relativamente caro que tiene un espectro de utilización mucho más amplio que la generación de electricidad para la red nacional, especialmente en el transporte y en el funcionamiento de maquinaria agrícola, industrial, de construcción, y de otros equipos
Existen dos “tijeras” estadísticas en Cuba que deben ser consideradas en cualquier análisis respecto a posibles medidas de mediano y largo plazo en cuanto al suministro estable de combustibles en Cuba.
Fuente: ONEI. Anuario Estadistico de Cuba 2018. Tabla 10.11 – Consumo de petróleo crudo y derivados del petróleo en actividades económicas y por la población http://www.one.cu/aec2018/10%20Mineria%20y%20Energia.pdf
La representación gráfica del consumo de diésel en las seis principales actividades consumidoras de ese combustible –aquellas que tuvieron un consumo de más de 100 mil toneladas en 2017- permite visualizar una “tijera” estadística que no debería ser ignorada ni minimizada: la trayectoria de los consumos de diésel de las dos principales actividades consumidoras (suministro de electricidad y transporte) se “cruzaron” y, como las hojas de una tijera abierta, se han distanciado a partir de 2016, invirtiendo la relación que habían tenido anteriormente.
Las cifras oficiales solamente están disponibles hasta 2017, pero lo que queda claro en la estadística oficial es que se produjo un “salto” de casi 92% en un solo año (2017/2016) en el consumo de diésel en la actividad relacionada con la generación de electricidad.
Se observa, por tanto, un paralelo entre esa “tijera” estadística y el aceleramiento a partir de 2016 del creciente peso de la generación de electricidad mediante grupos electrógenos.
Existe una segunda “tijera” estadística relativa a las importaciones de combustibles.
Fuente: ONEI. Anuario Estadistico de Cuba 2018. Tabla 10.7 – Importaciones de derivados del petróleo http://www.one.cu/aec2018/10%20Mineria%20y%20Energia.pdf
Se trata de una modificación impresionante en la composición de las importaciones de combustibles. El crecimiento “en flecha” de las importaciones de diésel entre 2012 y 2017, a una tasa promedio anual de 14%, ha convertido el diésel en el “rey” de las importaciones de combustible, relegando muy rápidamente a un segundo lugar las importaciones de fuel oil, que tradicionalmente había ocupado el primer lugar entre los combustibles importados.
Resumiendo, la matriz energética actual presenta una dependencia creciente de la utilización de un tipo de combustible (diésel) que, combinada con la necesidad de usar ese combustible para otros usos en los cuales no hay un reemplazo factible de combustible en amplia escala y plazos cortos, han conducido a un notable crecimiento en el volumen importado de diésel y por tanto en la frecuencia de embarques, lo que inevitablemente eleva el riesgo y la incertidumbre del suministro de un combustible clave para la economía cubana.
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