El amigo Jorge Gómez Barata desea
información sobre el racionamiento. Ojalá le sirva lo poco de que dispongo.
Muchas
gentes en el mundo
llevan
desnudas las piernas,
unos
por falta de medios,
otros,
por falta de medias.
Vital Aza
El mercado es un mecanismo de intercambio de trabajo
pretérito. Nació con la división social del trabajo en pleno Paleolítico. En
competencia libre y perfecta, los precios se establecen a partir de la oferta y
la demanda. Cuando el presupuesto no alcanza, no se compran medias.
El racionamiento es una forma burocrática
de repartición. Suele ser igualitario y controla la adquisición de medias, aunque
se disponga de medios.
Las medidas amables de los primeros años incidieron
en el aumento excesivo del circulante monetario
cubano. Hizo crisis la oferta. La Ley 1015 de marzo 12 de 1962 creó la Junta
Nacional para la Distribución de Alimentos
que propuso el racionamiento y
cuotas para casos especiales. La regulación abarcaba la ciudad de La Habana y
otras 25 ciudades. Así nació la proverbial Libreta
de Control y Abastecimiento. Posteriormente se extendió a toda la Isla. Para
administrarla se creó la Oficina Central
de Abastecimiento (OFICODA). A una por municipio sumarian más de 150 instalaciones
contando los niveles provinciales y nacionales. Aún existen.
El racionamiento se ha
incorporado al paisaje social cubano. Su vedette ha sido la libreta y otros partenaires,
las colas incluidas. El documento adquirió tal entidad que en ocasiones llegó a convertirse en
instrumento jurídico. Este incongruente
atributo no le correspondía y le fue oportunamente retirado.
En 1963 la regulación alcanzó al
calzado de piel y se extendió a muchos
renglones industriales. Las reservas disponibles permitieron atenuar la
situación pero se agotaron y a partir de 1967 estallaron desbalances críticos. El humor popular calificó de vacas gordas a tal situación. Mucho
dinero pero sin oportunidades de gastarlo[1].
Se pensaba que el
racionamiento tendría vida limitada. No fue así. Se institucionalizó y dio origen a las
expresiones antagónicas por la libreta y
por la libre[2]. Después de 1965 la fiebre inversionista convalidó el criterio de
sacrificar el presente en aras del futuro luminoso. Fue razón suficiente para
consagrar el retraso del consumo. Lamentablemente la eficiencia no acompañó al
propósito.
La etapa de 1965 a 1970 fue
escenario de un aquelarre ideológico dominado por los estímulos morales y las
gratuidades Cesó el presupuesto y, prácticamente, desaparecieron los controles
contables y estadísticos. Fue la apoteosis de las obras faraónicas. Se
pretendía llegar al comunismo saltando etapas. Tanto idealismo se convirtió,
casi, en anarquismo. Finalmente, en 1970 la razón tocó puertas.
El racionamiento adoptado por
distintos países en circunstancias críticas se ha limitado a productos básicos
y duración temporal durante contingencias[3]. En Cuba se eternizó. Su Libreta
de racionamiento es la más amplia y longeva mundialmente: un verdadero Record Guinness. Quien redacta estas
líneas ha tenido el dudoso privilegio de conocer 3 cartillas de abastecimiento.
La primera fue en 1936, durante la Guerra Civil Española. La segunda entre 1946
y 1947, en pleno franquismo y la tercera la de Cuba[4]. Iniciada en 1962, con sus 57 años ya sobrepasa el medio siglo.
En el quinquenio 1970-1975 se
puso orden en la casa. Terminó la revolución y se inició la evolución. El subsidiado
racionamiento no encajaba en el esquema de la Planificación Centralizada. Constituía una rémora que atentaba contra la
distribución con arreglo al aporte. Se apeló entonces al denostado comercio
para combatir el excesivo circulante monetario. Se abrieron los mercados
paralelos del tabaco, las bebidas y la gastronomía a precios muy elevados. La presión
en los restaurantes fue tal que la reservaciones por teléfono se convirtieron
en un pasatiempos. Era habitual marcar el dial durante horas para comunicar y
obtener una reservación. Aun no existía el re discado.
En 1981 se aplicó una reforma de
precios que afecto a más de 154.000 artículos que permanecían sin variaciones
desde 1962. Entre ellos 1.500 de los que figuraban en la librera. Con
anterioridad se habían subido los salarios mínimos en un 14% y se introdujo el pago de primas[5].
El comercio ratificó su
presencia con los mercados paralelos y
sus realzados precios de equilibrio. En 1980 debutó el mercado campesino, cerrado 5 años más tarde. A mitad de dicho
decenio el volumen del racionamiento significaba aun el 55% en productos
industriales y el 45% en alimentos[6].
La libreta cubana se sofisticó.
Sus casillas controlaban la distribución de perfumería, quincalla y lencería.
Cada cierto tiempo permitían adquirir un producto y en ocasiones era posible
intercambiarlo por un bien alternativo o sumar varios para uno de más valor. El
sistema remedaba burdamente la forma mercantil del comprador que debe elegir en
medio de sus limitaciones monetarias. Podía decidirse por un artículo u otro,
pero no por ambos. Un chiste de época relata la situación de un hombre que
utilizaba un pañuelo fino; otro que lo
observaba comentaba a un vecino: se suena
la nariz pero no tiene calzoncillos.
Un complemento al sistema
fueron los cupones concebidos
siguiendo la línea de masas. Los
sindicatos los distribuían anual o semestralmente entre los centros de trabajo.
Proveían la opción de compra de electrodomésticos, enseres y muebles de escasa calidad
u obsoletos. También se habilitaron otros bonos para ropa y calzado. Los criterios
eran los méritos acumulados, principalmente políticos. Se creó toda una metodología
para precisarlos.
Las debilidades de la oferta
degeneraron en paternalismo administrativo. Se hizo habitual la cesión de
materiales o el usufructo de medios. El verbo comprar era sustituido por conseguir
o resolver. Estas operaciones autorizadas
tácitamente o no, forman parte de un código surgido de la necesidad de cubrir
las crónicas limitaciones del comercio.
Durante los más de
cincuenta años transcurridos el rol de la Libreta ha
decaído en algunas ocasiones. En otras se ha fortalecido. Hace años fueron descartados
los denominados artículos industriales, la desaparecida carne de res y la de
cerdo que era vendida normada en determinadas fechas festivas. Se mantuvieron únicamente
los renglones de la denominada canasta
básica integrada por alimentos seleccionados y productos de higiene.
La presentación de los
artículos, tanto normados como liberados, era infame. Con la introducción de las
tiendas en divisas renacieron tímidamente las etiquetas, envases decorosos y
otras virtudes comerciales.
Uno de los lineamientos aprobados
en el VI Congreso del Partido Comunista en abril de 2011, el no. 714, expresa:
Implementar la eliminación ordenada y
gradual de la libreta de abastecimientos, como forma de distribución normada,
igualitaria y a precios subsidiados. Han transcurrido 18 años y no se
vislumbra su final. No obstante se ha reducido al mínimo el listado.
La libreta está en coma, pero sigue con vida. Se
piensa que lo que ofrece alcanza para unos
pocos días de alimentación. Algo es algo. Dicen los ingleses que la esperanza no de para una comida pero si
para un desayuno.
El implacable mercado ofrece otra forma de
racionamiento menos indulgente pero efectiva. En la distribución administrativa
en lugar de la mano invisible smithoniana
actúa una incapaz mano burocrática.
La pésima oferta que padecemos es una forma
peor de racionamiento. Su endémico atraso con respecto a la demanda es la
principal causa de la ineficiencia económica del país. No me canso de repetir que el verdadero estimulo no es el dinero sino
lo que puede hacerse con él.
Fin
[1] Ferran, Juan M, Macroeconomía del Consumo de la Población. Revista
Economía y Desarrollo 101. Nov. dic. 1987, Pág. 94 a 103.
[2] Hubo otro racionamiento que no tocó directamente a la población.
Durante la Segunda Guerra Mundial se racionaron determinados insumos
industriales escasos. La Oficina de
Regulación de Precios (ORPA) fue su encargada.
[3] En enero de 1940, durante la Segunda Guerra Mundial, el Reino Unido,
racionó el tocino, la mantequilla, el azúcar, la carne, el te, la mermelada,
las galletas y los cereales de desayuno, el queso, los huevos, la leche y las
conservas de fruta. El llamado estraperlo surgió durante la posguerra española
de 1939. Duró hasta 1952,
[4] Conozco de la primera por referencia; era muy. niño. De la segunda
recuerdo que habían cuartillas, según el
ingreso. Una parodia de una canción de moda en aquella época decía: tengo una novia
panadera, no es una novia cualquiera, me da chuscos (panecillos) de primera con
cartilla de tercera. Tolón. Tolon. .
[5] Díaz Vázquez, Julio. Cincuenta Años de Economía Cubana. Editora de
Ciencias Sociales. 2010. La Habana. Pág. 343.
[6] Vilariño Ruiz, Andrés. El Sistema de Dirección y Planificación de la
Economía en Cuba. Actualidad y Perspectiva. Editorial Pueblo y Educación. La
Habana 1986. Es citado por Julio A. Díaz Vázquez en Cincuenta Años de la
Economía Cubana. Editora de Ciencias Sociales. Habana 2010. Pág. 344. No queda
claro si se refiere a renglones o a volumen. Parece esto último.
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