Por Pedro Monreal
Lo más interesante de la
Mesa Redonda del 25 de septiembre fue la manera en que se rehuyó hablar de los
dos problemas más candentes que se supone que deba aclarar el Banco Central de Cuba
(BCC): la inflación y la unificación monetaria/cambiaria.
Se ha dicho oficialmente
que son dos temas priorizados en Cuba y los dos son principalmente la
responsabilidad del Banco Central, que es el organismo central del Estado que
debe diseñar, aplicar, controlar y evaluar la política monetaria del país.
Durante años, se ha
repetido que la unificación es una urgencia, mientras que en meses recientes el
espectro de la inflación pareció ser el gran reto de la política económica en
2019. Con tal escenario, lo lógico era asumir que el Banco Central abordase
esos temas.
En la Mesa Redonda se
dijo que el BCC “tiene como misión promover la estabilidad del poder
adquisitivo de la moneda nacional”. Eso de “estabilidad del poder adquisitivo”
depende -en alto grado- del crecimiento de los precios y de la tasa de cambio,
pero de eso no se habló.
El BCC -como todo banco
central- gestiona la liquidez monetaria y al hacerlo debe caminar sobre una
cuerda floja consistente, por una parte, en favorecer el crecimiento económico,
y por otra, de evitar la inflación.
Con una importante fuente
“externa” de liquidez (remesas) difícil regular, un reciente incremento de
salarios y pensiones, un déficit fiscal alto, y con una tasa oficial muy
distorsionada, es difícil imaginar otra entidad económica estatal con mayores
retos que el BCC.
Mi preocupación está
sintetizada en el siguiente gráfico con las proporciones de 3 variables en
relación el PIB. Sabemos que para 2019 se estima un déficit algo menor, pero
que todavía es grande, y es probable que el % de la remuneración de
trabajadores en el PIB crezca.
La pregunta sería: ¿cómo
manejaría el BCC la liquidez monetaria (que ha crecido sin parar respecto al
PIB)? Existe el riesgo de que si se queda “corta” afectaría el mínimo crecimiento
del PIB al que oficialmente se sigue aspirando. Si se “pasa”, pudiera ocurrir
una inflación.
Parece existir hoy en Cuba
una paradoja que quizás el Banco Central debería interesarse en discutir
abiertamente. Por una parte, la racionalidad utilizada a raíz del alza de
salarios y pensiones ha sido considerar que el dinero es un factor causal de
inflación.
Se asumió abiertamente que
el incremento del dinero en circulación tiende a afectar precios y no el nivel
del producto. Así, toda la intensa discusión del verano sobre precios colocó al
dinero en el lugar central de la política económica cubana.
Sin embargo, por otra
parte, de la política monetaria casi ni se habla. Las acciones de política
económica se concentraron en los controles administrativos de precios, como si
no existiera en Cuba la esfera de la política monetaria.
Siempre cabe hacer la
pregunta -todavía estamos a tiempo- acerca de si la gestión económica de la
liquidez no sería más efectiva -en el plano antinflacionario- que la extendida
utilización de los topes administrativos de precios.
¿Debe ser el Banco Central
quien asegure -principalmente- la estabilidad del poder de compra de la moneda
nacional, o deben cumplir fundamentalmente esa función el Ministerio de
Finanzas y Precios (MFP) y los Consejos de Administración Provincial (CAP)?
No es una pregunta “académica”.
Es muy práctica. El Banco Central tiene mejores instrumentos económicos para
gestionar la liquidez -mediante mecanismos económicos- en comparación con
cualquier otra entidad estatal, pero eso no es lo que ha sucedido.
La estabilidad de precios
en Cuba parece estar regulada hoy principalmente por el MFP, por los CAP y
hasta por algo a lo que se le ha denominado Observatorio de Precios. Es un
debate interesante, pero no queda claro si es un tema que desea discutirse a
fondo.
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