Tal vez por realizarse casi cien años después de Iberoamérica, en Cuba las luchas por la independencia se desplegaron bajo la cobertura legal y los énfasis democráticos de la “República en Armas”, una estructura de gobierno anterior a la independencia basada en la separación de poderes y que contó con tres constituciones y ocho presidentes en 30 años. Así nació el constitucionalismo y la poco estimada tradición liberal cubana.
Cuna y losa de José Martí y Fidel Castro dos de las mentes políticamente más lúcidas, avanzadas y universales del mundo, Cuba, última colonia de España y primera neocolonia de Estados Unidos, un país que en la misma generación derrotó a dos dictaduras, realizó la primera revolución socialista, retó a Estados Unidos y vivió para contarlo, se alió con la Unión Soviética y la sobrevivió, pudiera realizar un aporte trascendental al avanzar en la edificación de un socialismo auténtico y autóctono, en el cual la continuidad preserve las esencias y el cambio introduzca las herramientas que permitan integrar la economía estatal y el sector privado emergente en un esfuerzo coherente y auténticamente nacional.
El retraso en ese cometido se debe a que han prevalecido las alertas de aquellos que temen que la ampliación del sector no estatal de la economía conduzca a la concentración de riquezas en manos privadas, cosa que según su juicio favorecería la restauración del capitalismo, lo cual explicaría el impasse en el fomento de las pequeñas y medianas empresas. Esa línea de pensamiento en lugar de apostar por un modelo de economía mixta, trata de reflotar el esquema económico de inspiración soviética y renuncia a elementos que pudieran operar como dinamizadores de la economía.
En realidad, no deja de ser extraño que un proceso cuyo artífice, Fidel Castro, fundó más que en los factores materiales, en la conciencia y que, a lo largo de sesenta años ha priorizado la labor de educación política e ideológica, se desmienta al creer que por ganar un poco de dinero y acceder a ciertas comodidades, las personas renegarán de los preceptos y valores en los que se educaron.
La idea de que por prosperar económicamente los individuos son necesariamente adversarios del socialismo, es discutible. De Lenin a Fidel Castro, entre los líderes e ideólogos socialistas se han destacado personas de clase media. No existen evidencias que quienes, mediante su trabajo y su talento, favorecidos por la comprensión, las facilidades y el apoyo del estado socialista logren prosperar económicamente, se convertirán en sus enemigos. La existencia de un millón de millonarios en China, algunos de los cuales ocupan escaños en el Parlamento y el comité central del Partido Comunista es un dato imposible de desestimar.
El desafío para las instituciones educacionales y especialmente para el aparato ideológico del Partido Comunista, constitucionalmente ubicado como vanguardia y máximo dirigente de la sociedad, rector de la promoción de la cultura política y generador de sus contenidos, no consiste en obstaculizar la actividad económica privada, sino en lograr que no se constituya en un peligro para el sistema.
Desde luego que ello implica no sólo perfeccionar el modelo económico para acoger con razonable armonía a diversos actores sociales en lo cual la nueva Constitución constituye un avance notable, sino en dotarse de métodos y estilos de trabajo acordes con las nuevas situaciones, hilvanar discursos que con la sofisticación que demanda el momento, incluyan la continuidad y el cambio, con la certeza de que lo uno sin lo otro, es carencial.
A pesar de la situación creada por el colapso de la Unión Soviética y el recrudecimiento del bloqueo de Estados Unidos que desataron una crisis sostenida que todavía perdura, el fallecimiento de Fidel Castro, el fomento del sector no estatal de la economía con alrededor de un millón de participantes, la sociedad cubana no ha retrocedido, ni los adversarios del socialismo han ganado terreno. De hecho, la nueva dirección ejecutiva del gobierno encabezada por el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, disfruta de elevados índices de aprobación.
Por qué entonces abstenerse de innovar en el campo de la labor ideológica y política y dejar de aplicar fórmulas nuevas y trabajar con intencionalidad y sinceridad para lograr que los cuentapropistas y los pequeños y medianos empresarios que necesariamente surgirán como parte del proceso, sean aliados y complementos de la empresa estatal socialista y no sus adversarios.
De incurrir en el error de dejar tales procesos librados a la espontaneidad o en manos de la burocracia, abstenerse del diálogo político con los nuevos actores sociales y persistir en el error de tratar fenómenos nuevos con recetas de hace cien años, con el sector privado puede ocurrir lo que con el árbol que nace torcido, lo cual nunca será culpa del árbol, sino de quien no lo cultivó de modo apropiado.
La idea de que las respuestas están en un modelo que se agotó, es obviamente un error. Comparto la idea de que el futuro pertenece al socialismo que es también parte del futuro. No es un trabalenguas sino una complejísima dialéctica a la cual es imposible sustraerse.
www.poresto.net/2020/03/14/cuba-socialismo-y-capitalismo-en-tiempos-nuevos
La honestidad es la única esperanza de un entendimiento con el sector privado. Hoy la existencia de empresas privadas es bloqueada desde varios factores, el principal, las empresas estatales tienen prohibido las relaciones reales con el sector privado, porque quien comercialice con ellos es objeto de auditorías especiales para comprobar si el origen de los medios que utilizó el privado es lícito. A esto ninguna administración está dispuesta, soportar, por lo tanto son muy pocos los que se arriesgan. Mientras más se divulga la necesidad de inserción, más son las amenazas que reciben los directivos del estado que las libertades. El punto llega al extremo de crear una falsa en la política del estado.
ResponderEliminarPor otra parte, el estado permite la empresa privada, pero no encausa las vías legales para su mantenimiento, y se crea un sector ilícito en muy altos porcientos.
Reconocer a un empresario privado como socialista resulta muy difícil, de hecho las relaciones con sus trabajadores es muy primitiva, de capitalismo del siglo XVII. Y de esto también tiene la culpa el estado que no los obliga a respetar las leyes laborales. De hecho habría que ver si el Código del Trabajo recoge o protege a un trabajador al servicio de una empresa privada.
La tarea jurídica para asimilar (reconocer) a las empresas privadas aún no ha comenzado, como vamos hablar de entendimiento.
Por eso solo son cuentapropistas, como aquel que dice, arréglatelas por tu cuenta. Y trata de que yo no te coja.
Rogelio Castro Muñiz
Estimado Rogelio gracias por opinar, estoy de acuerdo al 100 %, sin embargo creo que si hay voluntad política se pueden implementar medidas rápidamente, y corregir sobre el camino cualquier desviación,
EliminarSoy de lo que creen fervientemente en el futuro socialista de Cuba, por su autenticidad y los pilares que hemos comenzado a fundir con profundos cambios no han fraguado lo suficiente, a pesar del tiempo transcurrido. Es verdad que no hemos encontrado la manera de nutrirnos y complementarnos con el sector privado. No hay ninguna institución que se ocupe de ello. Hay que comenzar a hacerlo y en nuestro caso estamos aportando experimentalmente, ya con la anuencia y el apoyo de altos dirigentes del país. La batalla la tenemos que ganar todos juntos, sector estatal con sector privado, para que las cosas vayan por la derecha y no por la izquierda, eliminando paulatinamente los miedos y borrando los prejuicios existentes. Solo así se puede cultivar del mejor modo el árbol del socialismo cubano.
ResponderEliminarGracias Mario por tu opinion.
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