Filósofo esloveno, autor de ‘Pandemic!’ (OR Books), donde habla de las consecuencias del virus en el capitalismo
"Nuestra sociedad global tiene recursos suficientes para coordinar nuestra supervivencia"
Hay algo que no está bien en la severa imposición del confinamiento, y no solo en el sentido de que el Estado explota la epidemia para imponer un control total. Cada vez creo más que en todo esto interviene una especie de acto simbólico supersticioso. Como la verdad es que no sabemos bien cómo funciona todo esto, si hacemos un duro gesto de sacrificio que duela realmente y paralice nuestra vida social, tal vez podamos esperar piedad. Lo sorprendente es lo poco que parece que entendemos (científicos incluidos) cómo se comporta la epidemia. Con frecuencia recibimos advertencias contradictorias de las autoridades. Nos dan órdenes estrictas de que nos confinemos a fin de evitar la infección vírica, pero cuando los números de contagios bajan, surge el temor de que, así, lo único que conseguimos es volvernos más vulnerables durante la prevista segunda oleada de ataque del virus. Todas las esperanzas de una salida rápida (el calor del verano, la inmunidad de grupo, la vacuna...) se esfuman.
Hay algo que está claro: durante un confinamiento vivimos de las viejas reservas de alimentos y otras provisiones. Por ello, ahora la ardua tarea consiste en salir del encierro e inventar una nueva vida marcada por el virus. Deberíamos cambiar nuestro imaginario y dejar de esperar un gran pico bien definido tras el cual las cosas volverán a la normalidad. Ni siquiera acaba de aparecer la Catástrofe total, la situación se alarga más y más. Se nos informa de que hemos llegado al aplanamiento de la curva, luego todo va un poco mejor, pero... la crisis se alarga más y más. El deseo secreto de todos nosotros, y en lo que pensamos sin parar, es uno solo: ¿Cuándo se va a acabar? ¿Cuándo habrá pasado? Es razonable ver en la actual epidemia el anuncio de un nuevo periodo de problemas ecológicos. En 2017, la BBC describió lo que posiblemente nos espere a consecuencia de nuestra manera de intervenir en la naturaleza: "El cambio climático está fundiendo el permafrost que llevaba miles de años helado, y a medida que los suelos se funden, liberan antiguos virus, los cuales, tras haber permanecido latentes, están resurgiendo a la vida".
¿Significa esto que nuestra situación es desesperada? Rotundamente no. Si observamos las cosas desde la distancia adecuada (lo cual es muy difícil), podemos prever un número relativamente bajo de muertes, y nuestra sociedad global tiene recursos suficientes para coordinar nuestra supervivencia y organizar una forma de vida más modesta, en la que la escasez local de alimentos se compense con una cooperación a escala mundial, y en la que dispongamos de un sistema sanitario también mundial mejor preparado para las siguientes embestidas. ¿Seremos capaces de hacerlo?
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