Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

sábado, 15 de agosto de 2020

Una vacuna llamada Sputnik V

Por Jorge Gómez Barata

Con legitimidad, buenos argumentos y encomiables propósitos, empujada por la urgencia de preservar a su población y la conveniencia de aumentar su capital político, Rusia aceleró los trabajos, tomó por un atajo y en una audaz maniobra científica, no exenta de riesgos, anunció el lanzamiento de una vacuna contra la COVID-19, la cual inscribió con una marca que dice mucho: Sputnik V.

El evento, recibido con la habitual hostilidad por los círculos políticos occidentales y con reservas por la comunidad científica, si bien ofrece esperanzas para millones de enfermos actuales y potenciales, también abrió un nuevo frente no solo profesional, sino también político. Ello se debe no a los méritos de la medicación, sino a remotos antecedentes.

Este fenómeno se asocia a una confrontación iniciada en 1917 cuando el presidente Woodrow Wilson, trataba de institucionalizar un orden político mundial liderado por Estados Unidos, promoviendo la creación de la Sociedad de Naciones e involucrándose en la Primera Guerra Mundial, empeño en el cual encontró un obstáculo inesperado. Aquel año, en Rusia triunfaron los bolcheviques. El choque de ideologías, visiones y contradicciones geopolíticas entre Estados Unidos la Unión Soviética dominó el siglo XX.

La Unión Soviética cuyo núcleo fue Rusia, perdió la apuesta y Rusia que heredó la poderosa economía, el arsenal nuclear y el asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, también carga con el lastre de los prejuicios anticomunistas y con la rusofobia que funciona no solo en Europa y los Estados Unidos, sino también en muchos otros lugares.

Ya sea que se trate de la incorporación de Crimea, la construcción de oleoductos, alguna maniobra militar, una función de ballet o el registro de un medicamento. Como antes ocurría con la denominación de origen “CCCP”, todo cuanto ostente el cuño “made in Rusia”, es puesto en duda y objetado por occidente, especialmente por Estados Unidos que ejerce “oposición de oficio”. Así ocurre con la Vacuna Sputnik V.

La marca de la vacuna, aprovecha un antecedente científico y tecnológico de trascendencia histórica. En 1957 el Sputnik I fue al mundo científico lo que la explosión del volcán Krakatoa a los anales geológicos. Aquel evento sorprendió no solo por su audacia y  trascendencia, sino por provenir de la Unión Soviética.

La opinión pública y la comunidad científica intoxicadas por la propaganda que mezclaba en anticomunismo, las críticas a stalinismo con la rusofobia que presentaba a la Unión Soviética como un país de bárbaros, caricaturizándola con el grotesco símil de un oso siberiano, no podía creer que aquel país fuera capaz de semejante hazaña, coronada en 1961 por el vuelo de Yuri Gagarin.

Afortunadamente, a pesar de las enormes tensiones de la Guerra Fría, hubo en Estados Unidos altura suficiente para asumir el reto soviético de modo coherente. Ante la audacia científica y tecnológica con las cuales la Unión Soviética aventajó a los Estados Unidos, Kennedy respondió en el mismo plano y se propuso ir a la Luna. “Elegimos la Luna ― explicó―, no porque sea fácil, sino porque es difícil…”

El vuelo del Sputnik, como también el viaje de Gagarin y la misión de Apollo que llevó al hombre a la Luna, son evidencias de que en coyunturas extremas, las vanguardias científicas, culturales e incluso políticas, además de talento para crear necesitan mostrar audacia y determinación para retar las reglas, acelerar la historia y empujar los límites: “Una necesidad, se ha dicho, hace avanzar la ciencia más que cien universidades”.

Al aplicar la vacuna a una de sus hijas, Putin no incurrió en un acto de demagogia, sino de confianza, a la vez que instaló una profesión de fe. ¡Buena suerte! Allá nos vemos.

15/8/2020
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El presente artículo fue publicado por el diario ¡Por Esto! Al
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