No es secreto que en el mundo de hoy domina la velocidad, prontitud o inmediatez en casi todas las actividades de la vida. Esta puede ser decisiva en tiempos de crisis, o períodos de cambios, cuando se pone en peligro el desarrollo de un proceso o de cualquier asunto que a su vez puede desembocar en mejoramiento o empeoramiento de la situación, a nivel personal, grupal o social.
De las muchas ramas de las ciencias sociales, se imponen en estos momentos, aquellas que se relacionan con el comportamiento humano y con la sociedad, tanto aquellas de interacción social (como economía, antropología, sociología), como las dedicadas a los modos de comunicación, aprendizaje, formación social e individual del pensamiento (como la psicología, lingüística); todas estas, entre otras veinte, de larga data ya en su desarrollo y vocación propositiva en nuestro país, aunque muchas veces lamentablemente irreconocido.
Dicen, sobre todo los médicos, que la llave de una terapia exitosa es el mejor diagnóstico desde el primer momento. Salvando distancias, quizás en la vida de la sociedad es lo mismo, aunque pudieran agregarse otros factores, como es la amplitud y profundidad del diagnóstico, o su lectura y comprensión, sin olvidar las vías, opciones y herramientas disponibles.
Pocas cosas han provocado tantas preguntas, controversias y propuestas, al menos en las últimas dos décadas, en los medios de todo tipo, como la Tarea Ordenamiento, y así seguirá; primero, por las dificultades y expectativas creadas, segundo, por las complejidades que encierra, las percepciones existentes, la realidad y las expectativas que seguirán,(in)dependiente del desarrollo del proceso. Lo que muchos tendrán seguramente más claro es que la Tarea no funciona por arte de magia, ni porque se repita muchas veces una palabra o idea esta se hará realidad. No alcanza el efecto Pigmalión.
Así que la complejidad de la Tarea habrá de producir aún muchos ajustes y reajustes. Por eso creo que es importante refrescar algunos elementos a tener en cuenta, acerca de la percepción, que cada día se menciona más frecuentemente, pero vinculándolo a la EXPECTATIVA Y LA SATISFACCIÓN, de manera que no quede en el aire como algo inmaterial flotando, sino como algo bien presente y amarrado no sólo a la realidad real actual, sino a la realidad en construcción.
Todo visto como un conjunto, inseparable, que abarca la enjudiosa literatura de propuestas producida en los últimos meses por colegas y amigos dedicados a temas más generales o específicos, que van desde la macroeconomía a la mesa, desde la empresa, propiedad, trabajo, salarios y precios
La aprobación del proceso de Ordenamiento, como las medidas y vías decididas, así como los sucesivos ajustes, casi diarios, ha ido acompañado de reacciones, percepciones, opiniones, hasta de manipulaciones de mayor o menor profundidad, acerca de la magnitud, profundidad, temporalidad, integralidad, desde lo personal hasta el nivel de sociedad, desde lo profano, hasta lo más experto, en su significado a corto y largo plazo, sobre todo de aquellos que se considera que han aprendido de los errores propios y ajenos, sin excluir a los dirigentes y directivos de distintos niveles, que explican lo que pueden. No porque no quieran, sino porque el alcance de las consecuencias es limitado como el contexto en que se mueven, incluso el propio alcance de las herramientas, y las herramientas son limitados.
Pero también son limitadas, muchas veces las explicaciones o comunicación, no por frecuencia, sino por la profundidad. La profundidad, aunque sea complicado y hasta enrevesado, sobre todo los antecedentes, como que si se quisieran olvidar, después de tantos diagnósticos realizados, hay que brindarlos. Todo ello, provoca o puede provocar cambios en las percepciones y en las expectativas de todas las partes. Lo cierto es que ya sean los acontecimientos, la realidad, o las expectativas previas de cada persona, que no se cumplen, juegan su rol, no sólo en el juicio de satisfacción, sino en la propia construcción de los sucesos, actuales y futuros. Por lo tanto, deciden la PARTICIPACIÓN.
De manera que es absolutamente importante tener “el oído pegado a la tierra”; tener en cuenta las percepciones y expectativas, es decir, creencias, ilusiones, deseos, valores, experiencias previas, contextos, para conocer lo que espera cada uno, lo que se espera de algo o alguien.
Ya no basta con explicar el cómo, ni siquiera el porqué, sin la fundamentación o el camino seguido para llegar a una determinada medida. Así no solo se da mayor información, sino que se COMUNICA, lo cual implica mayor confianza, conocer cómo ha sido asimilado y explicado el fenómeno, cómo ha sido el aprendizaje a través de los diferentes procesos históricos, y etapas. No basta decir, más bien hay que preguntarse y responderse.
Para esto, hay que considerar al interlocutor con rostro, experiencias, conocimientos, y claro, percepciones y expectativas. Es básico en tiempo de crisis y con tareas complejas a realizar, tener respuestas rápidas, con transparencia, diciendo lo positivo y lo negativo, no manipular la realidad, adecuar el discurso según el público, asumir críticas, todo lo cual crea clima de confianza sin la cual casi nada se puede hacer.
Todo debe conducir a que se asuman con flexibilidad las diferentes situaciones límites, lo que desde luego implica todas las partes, pero de ningún modo puede llevar a que se asuman las situaciones de manera estática, o decir que una medida es tal y ya, provocando así o deseando la vuelta al mismo estado anterior o similar. Es absolutamente imprescindible CREAR LA ADAPTACIÓN PARA ASUMIR
UNA DIFERENTE NORMALIDAD.
Pero esto no sucederá sin un JUICIO DE SATISFACCIÓN. Sería largo de explicar cómo allá por los años 60 del siglo pasado se mostraba en una serie de artículos que luego tendría gran desarrollo, en cómo las expectativas pueden afectar los resultados.
El poder de las percepciones es enorme. Los seres humanos tienden siempre a realizar valoraciones, y es muy probable que su naturaleza afectará su comportamiento, sea una organización, sea la sociedad, sea la familia. Por lo tanto, es una “realidad” que construye cada uno, que pasará por los valores, creencias, deseos, y experiencias personales generadas por cada uno.
¿Y qué sucede cuando no se cumplen? ¿A qué puede llevar la desilusión o incumplimiento de una expectativa? ¿Qué sucede cuando la realidad y las expectativas chocan o se enfrentan? Primero, es difícil que se reconozca que la expectativa nuestra fue superior a lo esperado, al acontecimiento, o a la idea de lo que se esperaba, o que hay que ajustarla a la posibilidad. Al menos, cuesta asumirlo. Segundo, si se valora que las expectativas personales no han sido cumplidas porque existen percepciones y valoraciones del otro lado acerca de un fenómeno, que no corresponden a la realidad-necesidad, entonces esto puede llevar a otra percepción aún más conflictiva.
En ambos casos, si no existe apoyo necesario, objetivo, consciente, comunicación necesaria, para que se explique la distancia entre lo esperado y lo existente, e incluso se supere algún conflicto posible existente, no habrá forma de asumir una construcción conjunta del proceso futuro. Por eso, es importante el prisma de la eficiencia y la sensibilidad, y la sensibilidad pasa obligatoriamente por las expectativas.
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