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"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

jueves, 2 de diciembre de 2021

La variante ómicron expone el fracaso de depender “solo en vacunas” para combatir el COVID-19


En la medida en que los Gobiernos de Trump y Biden tenían un plan para combatir el COVID-19, más allá de alcanzar la inmunidad colectiva permitiendo la propagación masiva del virus en la población, se basaba en la concepción de que el desarrollo de la vacuna sería una “solución mágica” que permitiría controlar la pandemia.


El presidente Joe Biden habla sobre la variante ómicron del COVID-19 el 29 de noviembre de 2021 en Washington (AP Photo/Evan Vucci)

Desde el comienzo de la crisis a inicios de 2020, cuando Trump seguía siendo presidente, la élite corporativo-financiera se opuso a la implementación de las medidas de salud pública que los epidemiólogos y los virólogos promovían para bloquear la transmisión del virus. Fue solo bajo la presión de los trabajadores que se enfrentaban a una expansión rápida del SARS-CoV-2 en sus fábricas, incluyendo en la industria automotriz y los frigoríficos, Washington y varios Gobiernos estatales y locales accedieron temporalmente a las demandas de implementar confinamientos y distanciamiento social. No obstante, apenas el Congreso aprobó el rescate multibillonario a los bancos y las corporaciones (la Ley CARES) en marzo de 2020, la prensa instigó una campaña para acabar con las medidas de salud pública.

Amparados por la insidiosa consigna de que “la cura no puede ser peor que la enfermedad”, es decir, que combatir el COVID-19 no puede hacerse a expensas de la acumulación de la riqueza privada, los negocios fueron prematuramente reabiertos. Alegando sin evidencia que los jóvenes eran inmunes al virus, los llamados a reabrir las escuelas pronto se volvieron en el grito de guerra de todas las fuerzas que exigían una reapertura completa de la economía y un “regreso a la normalidad”.

A pesar de que la tasa de muertes aumentó sin tregua a lo largo de la segunda mitad de 2020, le garantizaron al público que el desarrollo de las vacunas pondría fin a la pandemia en EE.UU.

La producción de vacunas efectivas por parte de Pfizer y Moderna a fines de 2020 fue aclamada universalmente como la esperada panacea que demostraría que las medidas de salud pública ya no eran necesarias.

En una rueda de prensa el 13 de noviembre de 2020 sobre la iniciativa de vacunación contra el COVID-19, llamada “Operación Warp Speed”, Trump, incluso cuando preparaba un golpe de Estado para anular los resultados de la elección presidencial, declaró: “Esta Administración no implementará, en ninguna circunstancia, no implementará un confinamiento”.

La insurrección del 6 de enero de 2021 fracasó y Biden asumió el cargo exactamente dos semanas después. Pero el fracaso de la intentona golpista de Trump no produjo un cambio en el enfoque del Gobierno estadounidense para combatir el COVID-19. La estrategia de la “solución mágica” no solo continuó, sino que se intensificó la campaña para reabrir la economía y obligar a los jóvenes a regresar a las aulas. Y se hizo caso omiso a toda la evidencia de que los jóvenes no eran inmunes al COVID-19 y que las escuelas serían una importante fuente de transmisión viral.

Incluso el uso de las mascarillas, una medida de salud pública crítica para frenar la transmisión viral, fue abandonado. La agencia gubernamental con la principal responsabilidad de dirigir la lucha contra el COVID-19, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) retrasó el reconocimiento de que el SARS-CoV-2 se propaga en forma de aerosol o diminutas partículas aéreas del virus. A mediados de mayo de 2021, justo cuando comenzaba un nuevo y desastroso aumento de contagios, el Gobierno de Biden anunció que pondría fin al uso obligatorio de mascarillas.

La estrategia de depender únicamente en las vacunas ha sido promovida por tanto los Gobiernos de Trump y Biden como los intereses financieros y corporativos que dictan la política, y lo han hecho por tres malas razones.

En primer lugar, se conforma completamente con los intereses económicos de la élite corporativa y financiera supuestamente volviendo innecesarias las medidas agresivas de salud pública que afectarían sus ganancias empresariales.

En segundo lugar, es esencialmente una solución nacional, que en última instancia podría utilizarse como una herramienta para fortalecer la posición de la clase gobernante estadounidense en relación con sus principales rivales geoestratégicos.

En tercer lugar, es un enfoque pragmáticamente simplista e individualista que no requiere una respuesta social amplia y coordinada a la pandemia.

Los científicos y expertos de la salud pública han advertido repetidamente que el énfasis exclusivo en las vacunas no pondría fin a la pandemia. Si bien las vacunas son un arma poderosa para combatir el SARS-CoV-2, su efectividad depende al final de ser utilizadas dentro del marco de una estrategia global, no nacional, de salud pública que busque la eliminación y erradicación del virus. Fuera de dicha estrategia, las vacunas no pueden lograr más que mitigar la propagación del virus mientras se expone al peligro de nuevas variantes que socaven las defensas limitadas ofrecidas por las vacunas existentes.

Estas advertencias fueron trágicamente confirmadas por el descubrimiento de la nueva variante ómicron. Además de ser más infecciosa, ómicron es una cepa mucho más evolucionada que la original, lo que significa que las vacunas existentes serán menos efectivas. El martes por la mañana, el Financial Times publicó una entrevista con el director ejecutivo de Moderna, Stéphane Bancel, quien advirtió: “No existe ningún mundo, considero, donde [la efectividad] sea del mismo nivel… que teníamos con la [variante] delta”.

Bancel añadió, “Creo que va a ser una caída material” en efectividad. “[T]odos los científicos con los que he hablado… dicen como ‘esto no va a ser bueno’”. Dijo que los científicos no esperaban que apareciera una variante tan mutada por al menos uno o dos años más.

Es decir, la variante ómicron aumenta el peligro de que toda la pandemia vuelva al punto de partida. Y si no es la variante ómicron, será otra.

La aparición de la cepa ómicron ha expuesto las consecuencias catastróficas de la política nacionalista de Estados Unidos, así como de los otros principales países capitalistas, a la pandemia. En su entrevista con el Financial Times, Bancel hizo una declaración reveladora en respuesta a aquellos que han criticado a Moderna por no hacer los suficiente para distribuir las vacunas globalmente. “Esa fue principalmente una decisión política de los países ricos”, dijo. “En EE.UU., nos dijeron que no teníamos opción más que entregarle el 60 por ciento de nuestro producto al Gobierno estadounidense”.

Esta estrategia de la “Fortaleza EE.UU.” en materia de vacunas en un solo país se topa ahora con el hecho de que la pandemia es una crisis global que no puede resolverse a escala global. La nueva cepa evolucionada que parece haberse originado en Sudáfrica, donde un diminuto porcentaje de la población cuenta con el esquema completo de vacunas, se expandió rápido por todo el mundo.

Incluso dentro de EE.UU., la clase gobernante se enfrenta a la resistencia a vacunarse de una sección sustancial de la población. Menos del 60 por ciento de la población estadounidense se encuentra completamente vacunada. En Míchigan, el epicentro actual de la pandemia en EE.UU., menos del 55 por ciento de la población cuenta con la pauta completa de vacunación.

Es muy fácil e inútil atribuir la negativa de un gran porcentaje de la población a vacunarse al retraso y la ignorancia. Sin duda, la pandemia ha arrojado una inquietante luz sobre los problemas culturales profundo y malignos de EE.UU. Pero la tarea de la educación social se ve socavada por el Gobierno y la prensa, que lejos de intentar educar al público han suprimido incansablemente el conocimiento científico y divulgado mentiras y desinformación.

Incluso tras la aparición de la variante ómicron, el Gobierno buscó minimizar inmediatamente los peligros. Biden ofreció frente a la prensa una garantía vacía de que todo va a estar bien. Rechazó explícitamente la implementación de confinamientos o cualquier otra medida de salud pública para contrarrestar la nueva amenaza. ¡No puede permitir que nada se interponga en la primordial —para Wall Street— época de compras navideñas!

Por dos años, la respuesta a la pandemia se ha visto subordinada a los intereses de la clase gobernante. Millones de vidas ya fueron sacrificadas frente al altar de las ganancias.

Por ello, la pandemia no es meramente una cuestión médica. Ni es una cuestión de suplicarles a los Gobiernos para que adopten una política distinta, dado que las acciones de los Gobiernos están definidas por los intereses de clases que representan.

La variante ómicron deja en claro que no hay una estrategia viable para detener la pandemia y salvar millones de vidas más sin una estrategia de eliminación global y erradicación. Esto requiere y conlleva la combinación de la producción y distribución global de vacunas con todo el arsenal de medidas de salud pública: la suspensión de las clases presenciales en las escuelas, el cierre de la producción no esencial, las pruebas masivas y el rastreo de contactos, y el aislamiento seguro de los individuos infectados.

Sin embargo, la implementación de esta estrategia exige el desarrollo de un movimiento social masivo en la clase obrera. La respuesta al virus debe ser tomada fuera de las manos de la clase gobernante. En cada lugar de trabajo y fábrica, en EE.UU. e internacionalmente, se deben construir comités de base para implementar el cierre de las instalaciones inseguras y de las escuelas para frenar las clases presenciales. En los lugares de trabajo que permanezcan abiertos, los comités de base deberán controlar las condiciones laborales y garantizar que los trabajadores estén protegidos.

El desarrollo de un movimiento de masas contra las políticas criminales de los Gobiernos capitalistas requiere la educación de los trabajadores y jóvenes sobre la naturaleza de la pandemia. La Investigación Mundial de los Trabajadores iniciada por el World Socialist Web Site desempeñará un importante papel en el impulso social y político para la movilización y la intervención de la clase obrera en la lucha por poner fin a la pandemia.

La aparición de la variante ómicron y su rápida propagación en todo el mundo demuestran la urgencia de la Investigación y la estrategia avanzada por el WSWS en su webinario del 24 de octubre de 2021, como cimientos de la lucha por finalizar la pandemia.

1. El blanco del SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID19, no son los individuos, sino sociedades en su conjunto. El modo de transmisión del virus va en dirección de alcanzar contagios masivos. El SARS-CoV-2 ha evolucionado biológicamente para infectar a miles de millones, matando a millones en el proceso.

2. Por ende, una estrategia efectiva debe basarse en la eliminación del virus en todos los continentes, en cada región y en cada país. No existe ninguna solución nacional efectiva a esta pandemia. La humanidad, de todas las razas, etnicidades y nacionalidades debe enfrentar y superar este desafío a través de un esfuerzo vasto colectivo, verdaderamente desinteresado y global.

3. Las políticas perseguidas por prácticamente todos los Gobiernos desde el comienzo de la pandemia deben ser rechazadas. No se debe permitir que continúe la subordinación de aquello que debería ser una prioridad incuestionable de toda política social —la protección de la vida humana— al afán de lucro de las corporaciones y la acumulación de la riqueza personal.

4. La iniciativa para tomar un giro decisivo hacia una estrategia dirigida hacia la eliminación global debe venir de un movimiento socialmente consciente de millones de personas.

5. Este movimiento global debe estar informado sobre las investigaciones científicas. La persecución de científicos, muchos de los cuales trabajan bajo la amenaza de perder sus medios de vida e incluso sus vidas, debe acabar. La eliminación global del virus exige la alianza funcional y más estrecha entre la clase obrera —la gran masa de la sociedad— y la comunidad científica.

Llamamos a los trabajadores y jóvenes a que expandan el trabajo de la Investigación y la circulación de sus hallazgos lo más ampliamente posible. Apelamos a los científicos y todas las personas activas en la salud pública para que ofrezcan información y asistencia profesional para avanzar el trabajo de la investigación.

Hacia estos objetivos, contacta el WSWS.

(Publicado originalmente en inglés el 30 de noviembre de 2021)

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