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"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

martes, 21 de marzo de 2023

¿Crisis económicas en el socialismo? Medidas pospandemia en Cuba

Román García Báez1  * 

Ministerio de Educación Superior, Cuba.

RESUMEN

En Cuba existen diversos estudios con proyecciones dirigidas a sobrepasar la crisis económica acentuada por la actual pandemia. Es por ello que, aunque en el trabajo se proponen varias medidas concretas al respecto, esa vertiente no constituye su objetivo central. Lo fundamental radica en reevaluar el axioma predominante en la ortodoxia económica socialista sobre la imposibilidad de crisis económica en el socialismo. Como por varias razones ha sido un tema tabú, poco abordado por la economía política de la transición socialista, en este acercamiento predominan más las interrogantes que las respuestas. Las crisis económicas o el estancamiento, bajo diversas clasificaciones oficiales, aunque diferentes a las capitalistas, han estado presentes en todas las experiencias socialistas. Por tanto, de lo que se trata es de encontrar las causas internas inherentes a la heterogénea reproducción social y no hacer descansar el análisis y, por consiguiente, las medidas, solo en causas externas y coyunturales.


INTRODUCCIÓN

La necesidad teórica y práctica de reconocer en la construcción del socialismo -y, por ende, en Cuba- la existencia de crisis económicas, así como la interacción entre las causas inherentes al modelo económico, las coyunturales ajenas a su esencia y las externas al sistema, es el principal llamado de este trabajo. De no hacerlo, continuarían sin aplicarse muchas de las medidas profundas que reclama la economía y echando agua al molino de los que piensan que el modelo económico actual es inviable y no admite cambios esenciales en su diseño y gestión. De no profundizar, sin recelos, en esas causas, no se tomarán las acciones necesarias. El reconocer cualquier crisis económica en la construcción del socialismo ha sido un tema herético para nosotros los marxistas, por lo que predomina la ausencia de publicaciones al respecto. En el 2019 se presentó la primera versión de este artículo y, por diferentes motivos, no se publicó, para ese entonces aún no se habían dado a conocer los trabajos de los prestigiosos economistas José Luis Rodríguez García, Hiram Marquetti Nodarse y Ernesto Molina Molina. Los dos primeros abordan el tema crisis en el socialismo, en particular en la transición socialista cubana; el tercero se relaciona con el enfrentamiento a la pandemia en Cuba y también es especialista en el análisis del tema de crisis económica. Constituyen fundamentados y primados acercamientos a un tema postergado durante décadas, por lo cual, la involuntaria demora en la publicación de este trabajo, ha permitido, al menos referenciarlos.

A escala mundial, la crisis económica catalizada y agravada por la pandemia, al no ser generada directamente por factores internos al proceso reproductivo capitalista, sino por causas sanitarias, obliga, precisamente por ello, a retomar con cautela las crisis capitalistas cíclicas. La pandemia COVID-19 fue el detonante de la última crisis, la cual alcanzó dimensiones significativas debido a las distorsiones estructurales y contradicciones congénitas a la economía capitalista. Pero esas consabidas aseveraciones son muy estrechas para poder explicar lo que ha estado sucediendo. Además de haber estallado por otras causas y de otra manera, abarcó muy rápido a ciento noventa países, incluidos los que se encuentran en tránsito al socialismo.

La primera afectación mundial evidente fue al turismo y otros servicios afines, a lo cual Cuba, por supuesto no escapó, al ser la principal fuente de ingresos en divisas del país, por lo que apremia la introducción inmediata de medidas, tanto las postergadas como las más novedosas.

En el análisis de la realidad cubana hay que discernir las causas directas, coyunturales, las distorsiones, errores e ineficiencias en la economía socialista, de aquellas causas más profundas que tienen su fuente en contradicciones objetivas, congénitas a la inmadurez de las nuevas relaciones en formación. La conjunción de todas esas causas ha provocado la subutilización de las potencialidades económicas socialistas, lo que se ha traducido en un déficit crónico de mercancías y servicios, nada más cercano a las manifestaciones de una crisis económica. No fue provocada solo por contingencias externas como el bloqueo yanqui, climáticas o sanitarias, sino por la imbricación de esas con la naturaleza contradictoria e inmadura de las nuevas relaciones de producción en formación y deficiencias funcionales en la implementación de la política económica elegida. Son entonces tres causas de diferente nivel pero imbricadas: las contradicciones socioeconómicas objetivas -inevitables en la transición socialista-, las coyunturales (externas) al sistema y los errores en la política económica específica instrumentada en cada etapa. Esa es la hipótesis que se expone. Por tanto, para Cuba, concentrarse solo en las medidas inmediatas derivadas de los factores externos (COVID-19 y bloqueo) postergaría, de nuevo, el análisis científico, integral sobre las causas de la crisis económica o estancamiento en el socialismo en construcción. El pretexto de que no tienen un carácter cíclico no puede soslayar la necesidad de encontrar las medidas económicas anticrisis, las profundas y las inmediatas, como única vía para poder sobrepasarla. Aunque no hay elementos para considerar la crisis una fase del ciclo reproductivo socialista (transición), ya que a diferencia del capitalismo, no está su causa última en la esencia de las nuevas relaciones, el hecho innegable es que han marcado la reproducción a escala social en todas las experiencias de construcción del socialismo, sin excepción alguna.

Los retos prácticos y conceptuales son enormes. En los planos político y económico se agolparon un sinnúmero de interrogantes ineludibles: ¿el mundo podría rebasar más rápido esta crisis que las crisis económicas cíclicas?; ¿qué diferencias existen entre los rasgos típicos de las crisis cíclicas capitalistas y en las iniciadas por factores externos al sistema, como una pandemia?; ¿se han dado, o se dan crisis económicas periódicas en la transición al socialismo ?; ¿en una economía en la transición socialista se producen crisis derivadas de sus contradicciones internas?; ¿cuáles son las diferencias entre las crisis en el capitalismo y en la construcción del socialismo?; ¿las desproporciones macroeconómicas en la construcción del socialismo solo se pueden solucionar a partir de decisiones políticas?; ¿existen medidas anticrisis comunes al capitalismo y al socialismo en construcción?; ¿se podrán aplicar en Cuba medidas anticrisis exitosas en el capitalismo, aunque las causas sean diferentes?; ¿es sustentable la idea de que las crisis en Cuba solo responden a errores en la políticas económicas adoptadas, deficiente gestión y a factores externos como el bloqueo? ¿Cómo explicar la interrelación de esos factores con las causas más profundas?

Para realizar un acercamiento científico a los conceptos, proyecciones, acciones y propuestas de nuevas medidas para rebasar la crisis y desarrollar el país, hay que partir de los principales documentos programáticos del Partido, el Estado y el Gobierno. A su vez, son innumerables los trabajos y entrevistas publicados de reconocidos economistas y sociólogos que han debatido sobre el modelo económico cubano y la crisis actual desde diferentes perspectivas, con coincidencias en la necesidad de cambios y desavenencias en cuanto al grado de profundidad de las medidas. Entre otros se destacan, además de los ya mencionados anteriormente, Humberto Pérez, Joaquín Benavides, Juan Triana, Ricardo Machado, Carlos M. García Valdés, Oscar Fernández, Ricardo Torres y Julio Carranza. y otros. También participan en el debate cotidiano en torno a estos temas o colindantes, otros destacados intelectuales y todos los cubanos ocupados y preocupados por la suerte de su Revolución.

DIVERSIDAD DE CRISIS ECONÓMICAS

La crisis económica capitalista como fase inevitable, cíclica de su reproducción ha sido bien estudiada desde diversas escuelas económicas, en especial la marxista. En menor grado se ha profundizado las modalidades de crisis: parciales o generales, en dependencia de los países que abarquen; agrarias; financieras; de ciclos cortos; de ciclos largos; las provocadas por conmociones sociales, fenómenos naturales, guerras o sanitarias como la actual pandemia, entre otras. Todas, con independencia del detonante inicial y campo de actuación, se agudizan debido a la naturaleza privada, egoísta y anárquica del capitalismo. A través de la historia -sobre todo en el feudalismo- fueron frecuentes las hambrunas, como manifestación de crisis económicas internas de subconsumo. A su vez, antes, durante y después del capitalismo, se han dado crisis provocadas por razones externas a la naturaleza de las relaciones de producción, debido a catástrofes naturales como sequías, terremotos, inundaciones, nevadas intensas, ciclones; conflictos bélicos; revoluciones sociales y epidemias sanitarias. Hoy, por razones obvias, estas últimas son las que interesan especialmente.

Entre las pandemias que mayores afectaciones han ocasionado en los siglos XX y XXI se encuentran la mal llamada Gripe española que en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial cobró millones de víctimas; la «crisis asiática» de 1956-1958; la crisis de Hong Kong en 1968; el flagelo del VIH-SIDA descubierto en 1981 y que ha ocasionado más de 30 millones de muertes; la gripe A (H1N1) que en el 2009-2010 causó cerca de medio millón de víctimas y la COVID-19. Esta última ha infectado, a escala mundial, hasta el momento, a más de 527 338 351 personas y cobrado la vida a 6 283 025 víctimas. La cifra no ha sido mayor por los avances en los servicios de salud, sobre todo los 4 718 837 947 vacunados, el 60,7 % de la población mundial (Our World in Data, 2022). También Internet, las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), los medios de comunicación y, en especial, la televisión han permitido alertar, prevenir y socializar las medidas profilácticas como en ninguna otra época. Es algo difícil de medir, pero parece evidente. El hecho más negativo de esta y cualquier pandemia es la pérdida de vidas humanas, muchas de ellas, como en este caso, debido al nivel de abandono de los servicios de salud y escasa prioridad en muchos países capitalistas y al acaparamiento de las vacunas por las grandes potencias, con precios imposibles para los países y personas más pobres. En lo económico, aunque no hay datos precisos en la historia económica contemporánea de estos eventos, la afectación ha sido enorme, la más manifiesta en el desempleo con sus inevitables repercusiones y todo indica que la COVID-19 va siendo la más dañina en términos económicos. Sus repercusiones más visibles a escala mundial fueron: cierre masivo de empresas; contracción casi absoluta del turismo internacional y servicios vinculados; incremento del desempleo; especulación y subida de precios de los productos alimenticios; incremento del gasto público y déficit presupuestario por los enormes gastos que exige el propio tratamiento de los contagiados y preservación del resto de la población; y, como contrapartida típica capitalista, el aumento descomunal de las ganancias de las grandes transnacionales que dominan el comercio electrónico mundial y las que monopolizan la producción de vacunas, equipamientos médicos y otros fármacos.

El impacto ha sido de tal magnitud que la comparación a escala mundial no se realiza con respecto a otras pandemias, sino con la crisis cíclica más cruenta y «mediática», la que estalló el viernes 24 de octubre de 1929 en la Bolsa de Valores de Nueva York un «viernes negro» más devastador que el clásico del 11 de mayo de 1866, cuando cundió el pánico en la Bolsa de Valores de Londres. La del 29 afectó a toda la humanidad y se extendió hasta el año 1933, aunque algunos especialistas como Martínez (1999) consideran que «todavía en 1939 no se habían recuperado los niveles de actividad de 1929» (p .1). En cualquier caso, se cebó por más de un lustro en los trabajadores, pequeños propietarios y en los países subdesarrollados. Sus rasgos y estragos son bien conocidos. Como otras, resolvió la desproporción entre el exceso relativo de oferta, cuya raíz está en la acumulación capitalista, paralizando y haciendo obsoletos los medios de producción, destruyendo mercancías y descargando sus consecuencias principales sobre las masas trabajadoras de todo el planeta.

En este caso, sus causas fueron esencialmente ajenas a la reproducción económica, no fueron «cíclicas», sino externas. Aunque se entremezclaron con los factores omnipresentes, detonadores de crisis en el capitalismo, esta vez no fueron sus catalizadores directos, por lo cual, producidas y aplicadas las vacunas, se produjo una recuperación gradual de la economía, la que, por supuesto, no está exenta de estancarse en la fase, ya hibrida, de crisis-depresión. Su centro no radica, inicialmente, en la renovación del capital fijo, de los equipamientos, ni tampoco en la especulación financiera bursátil. Las fases de crisis, depresión y reanimación, caracterizadas por otra duración, tal vez menor que las crisis clásicas, en la medida que las vacunas y otras medidas sanitarias han tenido éxito, por supuesto, hasta que se origine una nueva crisis de cualquier índole, por ejemplo, la que se incuba por los acontecimientos bélicos en Ucrania.

SOCIALISMO Y CRISIS ECONÓMICA

El primer obstáculo teórico para estudiar el tema es la generalización del axioma inoculado por la «teoría económica marxista ortodoxa»1 la cual no reconoce, rechaza, la posibilidad y la necesidad objetiva de crisis económicas, de ninguna índole, en la economía socialista, entendida como transición heterogénea al socialismo, etapa histórica a la que no ha arribado ningún país. Según este predominante postulado, la existencia de la propiedad estatal socialista y la planificación excluyen la ocurrencia de crisis económicas en el «socialismo», ya que las pujantes fuerzas productivas no entran en contradicción con las nuevas relaciones sociales de producción. Por tanto, no hay causas endógenas, siempre los desequilibrios que han acaecido se han considerado motivados por factores exógenos. Por esta y otras razones, no había sido un tema objeto de investigación desde perspectivas marxistas, ya que para las posiciones burguesas, de antemano, consideran al socialismo un proyecto «antinatural» y en permanente crisis. Lo cierto es, que la historia económica de la construcción del socialismo no puede ocultar las etapas de crisis o estancamiento en todos los países que emprendieron ese camino, aunque estas no se reconocieran oficialmente. Sin embargo, como afirmara el reconocido economista Rodríguez (2019) «había elementos suficientes para hablar de ciertas crisis en los países socialistas». Más que suficientes, aunque por su esencia y en cualquiera de sus etapas, excluya las causas que provocan el carácter cíclico de la reproducción social, como la capitalista, que se rota de crisis a crisis, debido al predominio de la propiedad privada y el mercado como principal regulador económico.

Sin embargo, en la transición socialista han predominado y proliferan desproporciones, limitaciones y contradicciones que también provocan una grave afectación, casi endémica, del consumo productivo y personal. En este caso, la relativa proporcionalidad -lograda en el capitalismo precisamente con la crisis- no puede partir del mercado; pero tampoco -la práctica histórica así lo demuestra- puede estar en enmendar constantemente errores y en centrarla en factores externos, ajenos a las nuevas relaciones sociales de producción. Hay que ir más allá. Lo primero es reconocerlas como tales, ya que la posición contraria no ha favorecido que se profundice suficientemente en su naturaleza y causas más profundas y, por ende, en las vías para su enfrentamiento integral sobre bases científicas.

Al repasar los elementos básicos del tema, se reconoce que la teoría marxista explica la posibilidad económica de las crisis económica, a partir de la circulación mercantil, la cual, a diferencia del trueque directo e inmediato con el surgimiento del dinero al separarse en el tiempo y en el espacio ese intercambio de M (mercancía) de D (dinero), se crea la posibilidad, inexistente antes, de que el poseedor de una M (Y) específica no encuentre un comprador D y, sin ese dinero, no comprará su objetivo Y. Los dos interesados, necesitados (X e Y), no podrán adquirir lo que buscan, por tanto, económicamente, hay una ruptura, una desproporción, una aparente superproducción en ese subconsumo. Marx, al sintetizar las posibles consecuencias de la dicotomía y unidad contradictoria de la separación de la venta y la compra expresó: «el tránsito del valor de la mercancía, al huir del cuerpo de esta para tomar cuerpo en el dinero, es, como hubimos de decir ya en otro lugar, el salto mortal de la mercancía. Claro está que si le falla, no es la misma mercancía la que se estrella, sino su poseedor» (Marx, 1973, p. 71).

Con esta didáctica abstracción teórica, Marx sentó las bases científicas para fundamentar cómo la posibilidad generada por el carácter mercantil de la producción, de no venderse lo producido, no realizarse económicamente, y que aparezca como un falso exceso, se podía hacer realidad a gran escala en el capitalismo, en forma de crisis de superproducción, como en efecto sucedió, a partir de la consolidación de la primera revolución industrial en el primer cuarto del siglo XIX y, con ella, la agudización de la contradicción fundamental del sistema.

¿Esta posibilidad general está presente en la economía socialista? Con independencia de la bizantina polémica sobre la existencia, el lugar y naturaleza de las relaciones mercantiles y monetarias y en el socialismo, el mercado existe, los productos se venden y se compran, incluso dentro de las empresas del sector estatal socialista. Por tanto, las mercancías también tienen que dar «el salto mortal» que de manera metafórica describió Marx, para pasar de M a D, aunque ahora, supuestamente, la salvadora «malla elástica» de la planificación pueda amortiguar el golpe de la caída, en el caso de no encontrarse M con D, o sobre todo D con M, como ha ocurrido casi siempre en la realidad «socialista».

Ahora bien, ¿existe la necesidad económica de las crisis en el socialismo? No existe. La propiedad socialista predominante, amén de sus limitaciones, no puede generar -que sepamos- desde su esencia, una apropiación cada vez más privada de la producción social, razón última de la crisis capitalista. A su vez, la planificación derivada de la propiedad le imprime un nuevo carácter a la acumulación y a las propias funciones de la ley del valor. El consumo -como objetivo último de la producción social- solo se ve limitado por la eficiencia productiva y nunca por causas esenciales. Por tanto, de existir en algún grado esa necesidad económica, las causas serían otras, diferentes a las descubiertas por Marx para el capitalismo.

El «socialismo» conocido, en su etapa de transición, se ha caracterizado por una crisis crónica de subconsumo, lo que no niega la tendencia al incremento del bienestar de la población mediante diferentes vías y acciones que revolucionaron el bajísimo status social de la etapa capitalista. Sin embargo, el déficit de mercancías, en esencia por ineficiencia económica, ha marcado el desequilibrio negativo entre oferta y demanda. Han sido notorias las crisis alimentarias y financieras con sus graves implicaciones económicas y sociales. A diferencia del capitalismo, han primado las medidas estatales dirigidas a disminuir las consecuencias negativas de estas desproporciones sobre el nivel de vida de la población, aplicando vías, sobre todo extensivas, con algunos resultados temporales y por ramas.

La verdad al respecto no se encontrará dando continuidad acrítica a los apotegmas estructurados, de manera primada, en el Manual de Economía Política del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias de la URSS, revisado por Stalin y repetidos después, por todos los manuales socialistas «ortodoxos» y otros textos que continuaron y aún se siguen repitiendo: «el desarrollo planificado proporcional de la economía, sin crisis, y el incesante ascenso del nivel de vida del pueblo determinan el nuevo contenido económico del proceso de realización», ya que, como se argumenta más adelante en ese texto, «las contradicciones antagónicas del capitalismo entre la producción y el consumo, entre las secciones I y II de la producción social han sido eliminadas» (Rumiantsev, 1980, pp. 437 y 440). Esta es la tesis central que ha dominado y, por supuesto, no fue ni es así. No son cíclicas, son otras. Las contradicciones perduran y no se erradican volitivamente «desde arriba», por lo que hay que reescribir la teoría de la reproducción económica en la transición socialista y desentrañar la manera en que se ha dado o no se ha dado, la relación entre el Sector I y el Sector II, implicando a todos los actores económicos socialistas, capitalistas, cooperativos, mixtos y de propiedad privada individual ¿Ha sido así? Parece que no.

Como todas las crisis capitalistas tienen su causa directa en la renovación del capital fijo. En reciente entrevista personal, el reconocido economista, Ernesto Molina, haciendo un símil con las socialistas, comentaba con su acostumbrada agudeza:

El surgimiento de las primeras experiencias de la transición al socialismo no eliminó, ni mucho menos, las revoluciones cíclicas en los métodos de producción que deprecian el “capital fijo” existente. Se podía suponer que una sociedad planificada podía renovar el “capital fijo” no de golpe, sino hacerlo en forma gradual para evitar el ciclo. ¿Fue capaz de hacerlo? ¿Hubo condiciones favorables en un mundo tan convulso e interdependiente para hacerlo? Evidentemente no. (García, 2022)

A su vez, en reciente libro centrado en Cuba pero con valoraciones generalizables a otras experiencias «socialistas», titulado La crisis en el desarrollo económico de Cuba, Hiram Marquetti relaciona como aspectos directos de la crisis vernácula:

La presencia de insuficiencias en el diseño de las políticas económicas, las limitaciones funcionales que presentaron los sistemas de dirección de la economía implementados, el pobre aprovechamiento del potencial científico técnico disponible, la concentración excesiva de los esfuerzos en determinados períodos en el fomento de una sola rama de la economía, la presencia de errores de idealismo y la incidencia sistémica del bloqueo; así como el recurrente impacto de los cambios que se producen en el contexto económico exterior. Por consiguiente, el análisis del impacto de las crisis en el desarrollo económico de Cuba requiere de valoraciones de alcance sistémico. (Marquetti, 2021, pp. 30-31)

Como se evidencia, la mayoría de los factores descritos -con los cuales se coincide- han estado presentes en la mayoría de las experiencias socialistas, pero tanto en esas, como en Cuba, esas causas son ajenas a la esencia de las nuevas relaciones en formación. No son consustanciales al socialismo, por lo que hay que ir a las causas que están más allá del modelo económico adoptado y de los errores en las políticas económicas y en su instrumentación; en primer lugar, llegar a las limitaciones objetivas provocadas por el carácter incipiente, inmaduro, de las nuevas relaciones socialistas, sobre todo, aquellas que emanan de los propios «pilares» del socialismo, y reconocer que las nuevas relaciones sociales de producción no provocan, de manera automática, como se ha sobreentendido, una potenciación inmediata e integral de las fuerzas productivas si sus «pilares» económicos no son correctamente asumidos. Al respecto, afirmamos que:

  • La propiedad socialista en formación no potencia la operatividad económica de las empresas.

  • Se multiplican las consecuencias negativas por la posible utilización inadecuada de las leyes económicas.

  • Los ritmos de desarrollo económico se ven afectados por la necesaria priorización del desarrollo social. (García, 1996, p. 45)

Estas limitaciones son lógicas en una sociedad heterogénea y en formación y. El socialismo, desde su transición, tiene que moldear, construir paso a paso, su alternativa económica a la iniciativa privada capitalista, que tuvo y tiene su motor de desarrollo en el egoísta interés individual (privado), argumentado con cruda claridad por Adam Smith. Aunque la iniciativa privada y el egoísmo individual no son sinónimos (aún es muy debatido su lugar en los modelos económicos capitalistas) no hay dudas de su carácter dinamizador, evidenciado en el pensamiento y práctica directa de David Ricardo cuando «expone cómo la ambición de ganancias da lugar a lo que hoy se llama ajuste automático: el deseo continuo por parte de los capitalistas de abandonar un negocio poco provechoso por otro más ventajoso» Ricardo mantiene la preponderancia del egoísmo, el interés personal, los deseos de maximizar o de lo que se llegó a llamar la «racionalidad económica». Esa búsqueda de lucro es la que permite el dinamismo. (Monares, 2016, p. 3).

Este obligado afán individual del capitalista tras la ganancia y del obrero tras el salario, conduce a una elevación de la eficiencia y la producción, a su vez provoca una superproducción relativa en términos clásicos y con ella la crisis. A esa contradicción no puede escapar el sistema capitalista. Es a la vez motor y sepultura.

En el proyecto socialista descubrir o crear la chispa económica que debe encender, en todos, permanentemente, de manera «natural», la necesidad de innovar para crecer y mejorar y preservarla con celo como lo hicieron con el fuego nuestros antecesores primitivos. Los obstáculos son enormes.

La propiedad estatal socialista, al estar marcada por el aún insuficiente nivel de socialización de la producción, provoca incongruencias entre propiedad y apropiación, con su efecto directo en el accionar de los trabajadores como propietarios efectivos, al no materializarse a plenitud la realización de la propiedad. La contradicción radica en que la propiedad social, siendo una relación económica esencial, no ha generado aún ningún resorte endógeno que obligue, movilice y estimule de manera permanente y creciente a elevar la eficiencia por cada trabajador y directivo. Por supuesto, son harto conocidas muchas de las palancas económicas e ideológicas utilizadas, pero no han dado resultados positivos irreversibles. Hay que continuar investigando y experimentando constantemente diferentes variables económicas, que garanticen encontrar esa chispa dinamizadora irreversible, el leitmotiv económico de la nueva sociedad, la cual solo podrá encender el trabajador que se sienta y actúe como dueño real de los medios de producción, lo que unirá, por primera vez, cuando se logre, economía con ideología.

La planificación es otro pilar que, centralizada con los grados de descentralización requeridos, constituye una superioridad real sobre el capitalismo, pero mal gestionada, frena o enrumba de manera equivocada el camino, y afecta a todo el país por períodos largos, ya que conduce a una subutilización de las potencialidades productivas de la nueva sociedad y, por tanto, al estancamiento. A su vez, la salud, educación, asistencia social, y demás (los fondos de consumo social), tienen que ser priorizados, aunque se afecte la eficiencia económica, contradicción que no puede estar presente en el capitalismo. Todas estas razones, entre otras, pueden provocar desproporciones económicas, subconsumo, estancamiento o crisis.

Estas causas objetivas cardinales -propiedad social y planificación- se integran a las contradicciones económicas y sociales presentes en la construcción del socialismo entre política y economía; interés social e interés individual; posesión y apropiación; planificación y mercado; acumulación y consumo; empleo y eficiencia productiva; propiedad socialista y propiedad privada y la más importante, entre socialismo naciente y capitalismo moribundo en lo económico, pero no en lo ideológico y político en todas las formas de propiedad.

Toda esta gama de contradicciones reales, objetivas, incuestionables, ven frenadas sus soluciones de manera «natural» debido a causas «externas» al sistema como las agresiones imperialistas (bloqueos económicos); las concernientes a la injusta división internacional capitalista del trabajo, las ocasionadas por fenómenos naturales o biológicos: ciclones, sequías, nevadas, terremotos, inundaciones, pandemias y , en especial, las ocasionadas por errores en la elaboración de las políticas económicas o en su funcionalidad. Es imprescindible, reconocer, separar y delimitar la diversidad de causas para poder enfrentarlas a partir de una política económica integral. Las causas internas, tanto las inevitables como las derivadas de modelos económicos y sociales obsoletos, así como las «externas» al sistema, generan situaciones de crisis económicas en la construcción del socialismo, aunque estas no tengan un carácter cíclico, similar a las capitalistas, pero, a fin de cuentas, una crisis económica, cualquiera que sea, es siempre la incapacidad transitoria, abrupta, de utilizar a plenitud las potencialidades de las fuerzas productivas sociales, provocando una contracción grave de la producción, de los servicios, de los empleos y por ende del nivel de vida de la población. Sus causas son inherentes a cada sistema económico, externas al mismo o combinación de ambas.

De lo expresado hasta aquí, pueden resumirse los principales factores que, al entremezclarse, explican las crisis económicas en la construcción del socialismo:

  • Las limitaciones económicas inevitables, objetivas, presentes incluso en los pilares esenciales de una nueva sociedad aún en formación, que está creando sus bases diferenciadoras, plagada de contradicciones propias de la búsqueda del progreso, incluso a lo interno de las relaciones socialistas que se están conformando, cualquiera que sea la etapa, país o modelo económico aplicado.

  • La gestión ineficiente de las leyes económicas, manifiesta en estrategias incompletas, modelos inadecuados, políticas económicas erróneas, dificultades para insertarse en las dinámicas internacionales, tendencias al voluntarismo, economicismo, autoritarismo, idealismo, corrupción, lo que limita la búsqueda y utilización eficaz de los factores dinamizadores en formación. Por su naturaleza, ajena a las nuevas relaciones, estas debilidades son totalmente superables.

  • Los elementos externos al proyecto socialista y los coyunturales, como son: estructura económica heredada atrasada, subdesarrollada; la expoliadora división internacional capitalista del trabajo; un injusto bloqueo económico, comercial y financiero (el del gobierno de los EEUU contra Cuba), guerras, agresiones externas, sabotajes, plagas introducidas y epidemias sanitarias.

Cuando no logran sortearse con éxito las variables de estos tres factores entremezclados en la práctica social y económica, se generan crisis o estancamientos, sobre todo, porque los errores de funcionalidad y los elementos externos al proyecto, impiden una solución «natural», gradual de las contradicciones objetivas propias del desarrollo.

EL ENFRENTAMIENTO A LA CRISIS EN CUBA

Para Cuba ha sido más difícil que para el resto del mundo rebasar la crisis actual, ya que, con una estructura económica aún subdesarrollada, tiene que enfrentar, al unísono, las consecuencias de una profunda crisis económica mundial, atípica del capitalismo, en medio de los intentos por salir de un prolongado estancamiento económico, además de estar obstaculizada por la agudización oportunista de bloqueo norteamericano y sin superar aún las ineficiencias vernáculas en el diseño del modelo económico y en su implementación. Ha sido obligado, inevitable, aplicar medidas, siempre postergadas, en medio de la peor situación económica y social posible, las que han fortalecido tendencias pequeñoburguesas, individualistas, presentes desde antes, tanto en el sector estatal como en el privado y el cooperativo. Todo esto profundiza las desigualdades económicas y sociales, así como el peligroso empoderamiento de paradigmas pequeñoburgueses en una parte de la sociedad (García, 2021).

Ante este crudo panorama se torna inaplazable profundizar en las condicionantes teóricas, las consecuencias económicas y las medidas específicas de la actual crisis, en particular las dirigidas a «desatar» las relaciones sociales de producción que estén aún inmovilizadas, para que se desplieguen las fuerzas productivas. Esa «liberación» tiene que materializarse en la aplicación de lo ya aprobado, y de todas aquellas nuevas propuestas racionales, teniendo en cuenta también las medidas «anticrisis» que se aplican a escala mundial, especialmente las concernientes a la esfera del turismo, empleo, servicios y otras, sin poner en peligro el futuro socialista del país.

En la actualidad se han conjugado varias de las causas antes descritas que han ocasionado una crisis económica aguda, manifiesta, entre otras, en la baja disponibilidad financiera; creciente inflación, desempleo crónico, disminución de la producción, incapacidad alimentaria vernácula; reducción de los ingresos reales; grave diferenciación social, pobreza, muy baja tasa de inversiones, tanto de fuentes internacionales como nacional; obsolescencia del equipamiento tecnológico; contracción de fuentes de ingresos externos muy volátiles como la exportación de servicios profesionales y el turismo. Este último rubro ha sido el más afectado a escala nacional. Las pérdidas son cuantiosas, con su efecto multiplicador negativo sobre diferentes ramas y gestores de las diversas formas de propiedad. Han disminuido algunas exportaciones tradicionales y no se ha podido detener la dependencia alimentaria externa. Solo algunos fármacos, la exportación de rubros muy específicos y los servicios médicos tuvieron un repunte, pero aún las nuevas medidas adoptadas no logran el despertar de otros sectores, no obstante el ejemplo y la connotación tecnológica y de gestión, tanto nacional como internacional de las vacunas contra la COVID-19. Como bien destacó Molina (2021) en reciente artículo:

Cuba ha intentado desarrollar una política inteligente y difícil para aplicar el circuito cerrado de la investigación y la producción, al menos en el campo biotecnológico y farmacéutico, y los resultados alcanzados hacen patente la conveniencia y la necesidad de la cooperación Sur-Sur en ese campo, por la competencia y alianza que se negocia entre las potencias del Norte para impedir que el Sur avance en su independencia científico tecnológica. (p. 8)

La hazaña científica, económica, social y política de haber logrado crear y producir industrialmente las conocidas vacunas cubanas contra la COVID-19, además de su impacto decisivo, salvador, sobre la salud del pueblo, fue el primer paso sólido, alentador para poder remontar la aguda y prolongada crisis económica, por primera vez marcada, unida a una incontrolada y creciente inflación, devenida ya en el principal problema económico y social a solucionar.

Un ejemplo ilustrativo de la crisis es el alto peso de las empresas declaradas irrentables y su grave afectación al Presupuesto del Estado para su agobiante subvención. Según Terrero (2022), «de las irrentables en enero, 446 eran del Estado, la cuarta parte de las empresas estatales del país -1 867 en diciembre de 2021-, según el registro de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI)». Como respuesta, se decidió por el gobierno central evaluar la situación específica y las medidas para recupera la rentabilidad, en cada una de las empresas.

Sin dudas, esas acciones y medidas en curso, si bien son inevitables y útiles, son también un ejemplo de su tono limitado y casuístico. Hay que ir más, a las causas comunes presentes en las 1 867 empresas, y comenzar a hurgar en la conjunción de los tres niveles de causas antes señalados, lo que contribuiría a la toma de medidas más prospectivas que involucren a todos los actores económicos y evaluar nuevas propuestas que fertilicen o amplíen las existentes. En primer lugar, aquellas que fortalezcan la propiedad estatal, para afianzar por vías democráticas en lo económico, que el obrero se sienta dueño y pueda actuar como tal. Esa es el clave de todo, unida a la mayor autonomía relativa y responsabilidad absoluta de la empresa. Son metas inminentes extraer las ventajas temporales del carácter heterogéneo de la economía; estimular una mayor inversión extranjera directa e indirecta; incrementar la producción agrícola sustitutiva de importaciones, las exportaciones y hacer positiva la balanza comercial del país entre otras.

Es muy positivo el gradual reconocimiento de las relaciones sociales de producción realmente existentes, lo que debe tener un favorable impacto económico. Ejemplo de ello es el apoyo a las PYMES, ya sean estatales, cooperativas o privadas, así como la ampliación de las cooperativas no agropecuarias, el vínculo directo del sector no estatal con el exterior y la inversión nacional con menos restricciones. Aunque algunas medidas provoquen un mayor empoderamiento ideológico y económico de lo pequeñoburgués, la estrategia económica y social asume con racionalidad este indudable reto y debe encauzar resultados positivos para el destino del país. No hay alternativa. Como sentenció el Presidente Miguel Díaz-Canel, «el peor riesgo estaría en no cambiar, en no transformar y en perder la confianza y el apoyo popular» (Díaz-Canel. 2020, p. 2).

Hay entonces que cambiar todo lo que tenga que ser cambiado. En concordancia con ello, será necesario:

  • Consolidar los vínculos económicos horizontales entre todas las empresas y formas de propiedad. Reconocer realmente su necesidad económica y legitimidad constitucional. Todas forman parte, con todo derecho, de la transición al socialismo. Esta es aún una de las debilidades principales de la economía cubana. A escala social ha predominado, en estos 60 años, la reproducción de cada forma de propiedad por separado -de alguna manera hay que denominar a ese proceso- y hoy son aún limitados los vínculos horizontales entre las empresas estatales, las cooperativas, la propiedad privada individual y las PYMES. Predominan las relaciones de cada una con el Estado, sobre todo a efectos del fisco, impuestos bancarios, suministros, pero no entre ellas. Hay que facilitar, obligar económicamente a una mayor vinculación e interdependencia productiva entre las empresas estatales, MIPYMES privadas y cooperativas, alcanzando encadenamientos productivos con medidas concretas a través del mercado y la planificación. De no hacerlo continuaría afectada, truncada, la lógica interna de la reproducción a escala social y no se reducirían el desempleo y la inflación, las dos llagas más dañinas de nuestra economía.

  • Aliviar a la gestión económica y al presupuesto del Estado de estructuras superfluas y gastos burocráticos excesivos. Reevaluar la estructura administrativa nacional y, en particular, la división político-administrativa del país, eliminando gradualmente las provincias y su accionar sobre los municipios, para que estos se puedan realmente empoderar por sí solos y sin ataduras. El municipio tiene su historia propia, economía, integridad territorial, unidad geográfica, tradiciones culturales, y demás. El interés económico colectivo a escala meso, solo existe en la empresa y el municipio. Es imprescindible tenerlos en cuenta, lo cual no es posible, ni real, a nivel provincial. En los últimos años se ha avanzado con respecto al Desarrollo Local Territorial Municipal y en su vínculo con la universidad. Pero, mientras estén subordinados a las provincias, se limita la real autonomía y responsabilidad del municipio. Sobre todo, no pueden desplegar todas sus potencialidades. La provincia ya cumplió su rol histórico. Hay que aligerar al Presupuesto del Estado de la enorme carga, ya innecesaria, que significan las provincias. Los recursos financieros, económicos, humanos, energéticos, de transporte, edificaciones, que hoy se gastan en la estructura provincial para servir de intermediario entre el municipio y el poder central, deben dirigirse a los municipios. Los excelentes cuadros que hoy absorbe la provincia, serán claves en los municipios. Hace un tiempo hubiera sido improcedente e irrealizable esta propuesta. Hoy existen las condiciones favorables, entre ellas las desarrolladas TIC, a nivel nacional y municipal, para considerar esa medida como una proyección de cara al futuro.

  • Acelerar las inversiones externas e internas y decisiones concretas dirigidas a reducir el desempleo fomentando empresas de la industria ligera y alimenticia de bajo capital fijo, reducir la inflación, mejorar la alimentación de la población y la construcción de viviendas. Entre ellas se sugieren dedicar muchas más hectáreas de tierras a la siembra de maíz y soya; estimular su producción a través de precios preferenciales, para todos los cultivos que tributen a la producción animal y a todas las modalidades de propietarios; crear nuevas fábricas de piensos, de enlatados de sardinas, embutidos y todas aquellas medidas que permitan, en poco tiempo, revertir la grave situación alimentaria que atraviesa el país.

Estas acciones constituirían parte del conjunto más general. Lo esencial es eliminar las trabas existentes, que el carácter heterogéneo de las relaciones sociales de producción se reconozca como tal y puedan potenciarse las fuerzas productivas.

CONSIDERACIONES FINALES

La teoría de Carlos Marx sobre las crisis económicas es imprescindible para evaluar las crisis contemporáneas, sean estas el resultado directo o no del carácter cíclico de la reproducción capitalista. También lo es para acercarse a las causas de las difíciles situaciones económicas acaecidas en la construcción del socialismo. No se trata de las crisis provocadas, detonadas por razones externas a las relaciones de producción, como son los fenómenos naturales o las epidemias. El llamado de atención del trabajo se centra en la necesidad de profundizar, romper tabúes, eliminar prejuicios sobre la existencia o no de crisis económicas «socialistas» y cuáles son sus causas objetivas más profundas, aun cuando se reconozca y coincida con la idea de que no tienen un carácter cíclico, inevitable, como en el capitalismo. Es la única manera de poder «atacar» las verdaderas causas.

En Cuba se han disminuido las trabas y prejuicios que impedían una mayor apertura económica y, con ello, la posibilidad de reconocer y accionar en paralelo sobre las causas más profundas del estancamiento, rectificar errores y enfrentar mejor las amenazas externas al sistema. La hazaña científica y social de las tres vacunas nacionales contra la COVID-19, además de masificar salud y esperanza, fue un paso económico que demuestra que es posible poder enfrentar con éxito la crisis económica actual.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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NOTAS ACLARATORIAS:

11 Por ortodoxia económica socialista se entiende aquella que aplica las ideas de Marx, Engels y Lenin a todas las situaciones, así como las aseveraciones estructuradas, por primera vez, en el Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS, publicado en 1952 bajo la égida directa de Stalin y replicados, de una u otra manera, en los documentos oficiales, textos y manuales, sobre todo los referidos a Economía Política del Socialismo. Esta tendencia constituye, desde posiciones aparentemente marxistas, la negación del verdadero marxismo-leninismo revolucionario.

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