Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial o cómo lograr un nuevo contrato entre el Norte y el Sur para enfrentar los desafíos asociados al cambio climático y el desarrollo en medio de una crisis múltiple. El grupo G-77 + China está representado por el Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en su condición de Presidente Pro Témpore del mismo
PARÍS, Francia.- El Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en su condición de Presidente Pro Témpore del Grupo G-77 + China, participa en la Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial, que sesiona en esta ciudad entre los días 22 y 23 de junio.
El profesor Antonio Romero, del Centro de Investigaciones de Economía Internacional de la Universidad de La Habana, accedió la semana anterior a una entrevista con el equipo de prensa de la Presidencia de la República para abordar los antecedentes, características y propósitos de esta reunión de jefes de Estado.
En noviembre pasado, con motivo de la Cumbre del Grupo de los 20 (G20) y el fin de la 27 Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 27) —explica el experto—, el presidente francés Emmanuel Macron invitó a celebrar en París una reunión de alto nivel para discutir varios de los temas más relevantes que están afectando al mundo a partir de la crisis múltiple actual.
«Le dicen una “crisis en cascada”, en el sentido de que tiene múltiples dimensiones que simultáneamente están provocando un empeoramiento de las condiciones de reproducción de muchos países del mundo, de importantes sectores sociales y sobre todo de muchas naciones en desarrollo».
La primera cuestión abordada con el entrevistado fue sobre cómo se llega a esta Cumbre, que tiene como antecedente importantísimo la Iniciativa de Bridgetown, promovida por la primera ministra de Barbados, Mia Amor Mottley, desde la COP 26.
Durante la 77 sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas, el pasado año, la líder caribeña, gran amiga de Cuba y del Presidente Díaz-Canel, decía: «debemos preguntarnos si no ha llegado el momento de revisar el acuerdo de las instituciones de Bretton Woods, que ya no sirven en el siglo XXI para lo que servían en el siglo XX, para lo que servían cuando atendían a una cuarta parte de los estados nación que ahora son miembros de esta augusta institución».
La Iniciativa de Bridgetown —nos comenta Antonio Romero— «tenía como objetivo, básicamente, crear unas condiciones esenciales de transformación en la arquitectura financiera internacional para responder a las necesidades de los países más vulnerables al cambio climático, e indudablemente es un punto inicial a tener en cuenta para entender esta iniciativa del presidente Macron».
Otro antecedente, que está en la base de la propuesta del mandatario francés, es el agravamiento de las condiciones de reproducción de la economía mundial en los últimos tiempos, que ha conducido a un incremento notable de las críticas a la arquitectura financiera mundial y a un incremento notable de las preocupaciones con respecto al no cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) hasta 2030, consensuados en la ONU.
Como parte de los elementos que se discuten alrededor de la propuesta o iniciativa del presidente Macron —reflexiona el académico cubano—, «está el hecho de que el programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) reconoció que en el año 2022, nueve de cada diez países en desarrollo registran un deterioro en las condiciones de sus índices de desarrollo humano, particularmente por una caída de la expectativa de vida y por un incremento notable de otros indicadores de pobreza».
En tercer lugar, «también es importante decir que esta iniciativa tiene como ambición —una ambición muy alta, diría—, tratar de abordar, a muy alto nivel, muchas agendas de manera integrada: la agenda climática, la agenda del desarrollo, la agenda de la deuda externa —porque la deuda hoy día es un gran problema, ha emergido de nuevo como un gran problema—, la agenda de la salud pública mundial como derecho...».
La idea de esta Cumbre —añade Romero— es precisamente tratar de aunar esfuerzos, pero básicamente lo que intenta es, como dicen los organizadores, «configurar un nuevo contrato entre el Norte y el Sur para enfrentar los desafíos asociados al cambio climático y al desarrollo en un contexto de crisis múltiple».
Para la organización de esta Cumbre —agrega el académico— se creó un comité internacional de alto nivel que está conformado por varios estados muy relevantes, Francia, Alemania, Emiratos Árabes, Estados Unidos, Sudáfrica, Brasil, pero también está la Secretaría de Naciones Unidas, la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que es un club de países desarrollados donde se concentran los principales donantes a nivel internacional.
«Es una cita con una ambición muy amplia, y yo diría que lo más llamativo es que hay expectativas incrementadas respecto a los resultados que deberían obtenerse, no que se van a obtener, “que deberían obtenerse”».
El formato de esta Cumbre es un poco sui generis: además del segmento oficial, hay muchos paneles especializados y mesas redondas, un foro paralelo de la sociedad civil, que ha venido discutiendo, acogiendo, proponiendo… muchas cosas interesantes, por supuesto, de una manera bastante heterogénea.
«Y también creo que indudablemente Cuba no puede dejar de estar presente allí, por lo que Cuba pueda aportar, por la experiencia de Cuba en términos de cooperación internacional y además sobre todo hoy día, por la presidencia cubana del Grupo de los 77 + China, que sin lugar a dudas es la coalición más importante de países en desarrollo dentro de la comunidad internacional».
—¿Cree Usted que de cara al Tercer Mundo puede haber un beneficio, digamos a mediano/largo plazo, en torno a lo que pueda reconfigurarse en esta reunión de París?
—Creo que hay que racionalizar las expectativas de este tipo de eventos internacionales. Nada ocurre de shock, pero creo que sí, que pueden esperarse algunos resultados, no digamos los óptimos, pero por lo menos sí resultados.
«El primero es el resultado político, de que hay un reconocimiento a nivel internacional de que estamos en presencia de una crisis muy severa, que es una crisis múltiple o en cascada, como dicen Naciones Unidas y otros líderes internacionales, y que se requiere de una respuesta al Sur global.
«Esto de por sí ya es un reconocimiento importante, en el sentido de que líderes de organismos internacionales y de países del Primer Mundo se reúnen alrededor del objetivo básico de buscar respuestas, soluciones, que por supuesto no van a ser dramáticas para las crecientes y muy complejas necesidades de los países del Sur, en un momento en el cual hay una crisis económica, hay una crisis medioambiental, hay una crisis de salud pública mundial, hay una crisis de transición energética; o sea, hay múltiples crisis simultáneas y hay una crisis del sistema multilateral también. Ya eso de por sí es positivo.
«Ahora, ¿qué es lo que se va a lograr ahí? Es muy difícil hacer pronósticos. Una de las cosas interesante que he leído, es que uno de los temas más importantes que requieren los países en desarrollo es la disponibilidad de recursos financieros para hacerle frente al cambio climático, a la crisis, a las demandas sociales crecientes, a lo que tienen que hacer para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que parece ser no se van a cumplir y requieren de recursos financieros.
«Muchos están hablando de que se necesita una reforma importantísima de los organismos financieros multilaterales, pero hay algunos países, la mayoría de la Unión Europea, que están diciendo que hasta que se llegue allá, ellos están dispuestos a reasignar una parte de los derechos especiales de giro que le asignó el Fondo Monetario Internacional como parte de un proceso que ocurrió el año pasado de asignación de liquidez internacional, a partir de la disponibilidad de derecho especial de giro para todos los países miembros del FMI, pero ese es un tema complejo.
«Los países europeos dijeron que en este contexto están dispuestos a reasignar parte de los derechos especiales de giro que forman parte de sus reservas internacionales como miembro del Fondo Monetario Internacional, para que los países pobres altamente vulnerables al cambio climático que presenten las situaciones de mayor vulnerabilidad, puedan disponer de mayor liquidez, pero el Banco Central Europeo está diciendo que eso es imposible por restricciones legales.
«Hay una discusión sobre todo esto, incluyendo organizaciones de la sociedad civil internacional, con presencia importante de instituciones filantrópicas de los propios países europeos, que están buscando una solución para ver cómo es posible reasignar fondos sin esperar una reforma importante o en profundidad de determinados aspectos del FMI, del Banco Mundial...
«Otro de los temas de discusión que se ha venido abordando es, digamos, la búsqueda, de lo que se ha dado en llamar mecanismos financieros innovadores. Cuando se habla de mecanismos financieros innovadores se está hablando ya no de los créditos tradicionales, de los flujos tradicionales, sino del establecimiento de determinados impuestos internacionales para ayudar al desarrollo —impuestos al transporte aéreo, al transporte marítimo...—. Esto tiene detractores, sectores importantes están en contra del establecimiento de ese tipo de normas, unos legítimos y otros con no tanta legitimidad».
Otra propuesta muy importante —señala el profesor Antonio Romero— que se manejerá en la Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial es el tratamiento de la deuda externa de los países pobres, subdesarrollados, sobre todo de los países muy vulnerables al cambio climático. Este es hoy un tema fundamental, sobre todo para los países del Caribe y otros pequeños estados en desarrollo.
«Hay propuestas de que ante determinada afectación de emergencia climática o de afectaciones muy fuertes por el cambio climático, se establezcan cláusulas de condonación de parte de la deuda externa de los países pobres altamente afectados por el cambio climático. Eso es difícil que se logre, pero son asuntos que están en la mesa.
—¿Y cómo Cuba puede insertarse en todo esto, aunque sabemos que la Mayor de las Antillas asiste a la Cumbre de París como Presidente Pro Témpore del Grupo de los 77 + China?
—El caso cubano es un caso peculiar, primero porque somos un país bloqueado. Cuba está bloqueada no solo por la potencia más importante del mundo, sino también por su mercado natural, que es el de los Estados Unidos. Cuba no forma parte de las instituciones financieras multilaterales, ni del FMI, ni del Banco Mundial, pero hay opciones que no pueden desdeñarse y que se pudieran aprovechar.
«Está el tema del llamado financiamiento verde. Este es muy difícil, pero Cuba aporta mucho a países en desarrollo y tiene una experiencia en asistencia técnica, por ejemplo, en el marco de la Asociación de Estados del Caribe, para todo lo que tiene que ver con el enfrentamiento al cambio climático, el enfrentamiento a la erosión costera, que es uno de los temas más importantes para todos los países de la cuenca del Caribe.
«Cuba es líder en términos técnicos para la cooperación con esos países; también es líder en la cooperación de Salud Pública, y yo creo que eso, junto con algunas opciones que hay en términos de financiamiento, si se modifican algunos de los elementos que no son de condicionalidad, pero que son restrictivos al momento de tener acceso al financiamiento verde, pudieran beneficiar a Cuba».
—¿Por qué Francia se pone al frente de esta iniciativa?
—Son varios los elementos. Recuerden, primero, que la sombrilla, el compromiso multilateral más importante sobre cambio climático, es el Acuerdo de París. Por otro lado, si bien entre la Unión Europea y Estados Unidos existen muchos temas en común, también tienen diferencias, y una de las fundamentales es todo lo que tiene que ver con lo ecológico, con el compromiso medioambiental.
«Recuerden (había comentado anteriormente el académico cubano) que el presidente Trump sacó a Estados Unidos del Acuerdo de París, y el Acuerdo de París, en última instancia, para que fuera acuerdo, tenía que tener a Estados Unidos dentro, porque es uno de los dos países más contaminantes del mundo, y sin un compromiso de Estados Unidos, el Acuerdo de París sería imposible.
«Indudablemente Europa, por múltiples razones según sociedades y sistema político, ha logrado un elevado nivel de conciencia social respecto al cambio climático, de los impactos del cambio climático. Europa ha hecho un esfuerzo por conciliar el concepto que de que si bien hay que asumir compromisos que son universales, estos también tienen que ser diferenciados.
—¿Cómo conecta esta Cumbre con el resto de los esfuerzos históricos en ese sentido, y cuánto tiene de vínculo con otros eventos de Naciones Unidas, por ejemplo?
—Esta va mucho más allá de la Iniciativa de Bridgetown, porque no solamente se queda en el tema del cambio climático. Sin embargo, cuando uno se pone a analizar en detalle la propuesta de la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, la que ha sido acogida por muchos de los pequeños estados insulares en desarrollo, aunque su punto inicial es el cambio climático, implica toda una serie de propuestas que trascienden el tema medioambiental y hablan de una nueva arquitectura financiera internacional, de compromiso, de cooperación, de integración entre países en desarrollo.
«La idea que promueven los organizadores de esta cumbre en París es que esta es casi política, que va a incorporar a todas las agendas en un compromiso único, en un nuevo pacto financiero global, lo cual es muy difícil; es aplaudible, pero es difícil.
«Esta Cumbre va por la idea de que hay que integrar de una manera coherente múltiples agendas que han tenido su trayectoria y su historia y su origen institucional diferenciado dentro del contexto multilateral y que hay que integrarlo. Creo que eso es aplaudible, pero al mismo tiempo da cuenta de la complejidad de la agenda».
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Cuba en el G-77 + China
Cuba asumió la Presidencia Pro Témpore del Grupo G-77 + China en enero de este año. Es la primera ocasión en que la isla caribeña lidera este bloque negociador de los países en desarrollo, que surgió en junio de 1964 y es el grupo de concertación más amplio y diverso de la esfera multilateral, con 134 estados miembros.
Durante este año, Cuba ha sido sede de importantes eventos relacionados con el Grupo, que comenzó a conformarse, de manera muy incipiente, en diciembre de 1961, cuando la Asamblea General de la ONU aprueba una resolución para constituir lo que se denominó Decenio de las Naciones Unidas para el desarrollo.
Lo común de todos entonces fue que, en relación con el mundo desarrollado, eran naciones dependientes. Uno de sus documentos fundacionales expresa: «Cada una de nuestras economías se ha desarrollado como un subproducto y una subsidiaria del desarrollo en el norte industrializado, y está orientada hacia el exterior. No somos los principales impulsores de nuestro propio destino. Nos avergüenza admitirlo, pero económicamente somos dependencias, semicolonias en el mejor de los casos, no Estados independientes».
En 1964, en el seno del Movimiento de los Países No Alineados y al finalizar la primera sesión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), se crea el Grupo de los 77. Primero lo conformaron ese número de países. Con el tiempo, aunque se mantuvo el nombre del mecanismo intergubernamental, se fueron sumando naciones hasta llegar hoy a 134, de América Latina, África y el sur de Asia. En 1992 se sumó China, que participa y colabora de manera externa.
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