RESUMEN EJECUTIVO
La economía cubana durante el primer semestre de 2025 continúa mostrando un desempeño frágil. El contexto general se caracteriza por una recesión persistente y la ausencia de señales claras de recuperación. La postergación de reformas estructurales claves —como la transformación del mercado cambiario, la aprobación de una Ley de Empresas y la reestructuración de la empresa estatal— agrava los desequilibrios. A ello se suma un entorno internacional adverso, condicionado por sanciones de Estados Unidos, tensiones comerciales y conflictos bélicos. Aunque se han abierto espacios de cooperación con los BRICS, la Unión Económica Euroasiática y la Unión Europea, estas oportunidades aún no se traducen en beneficios tangibles para la economía nacional.
En materia de política económica, el Programa de Gobierno 2025 definió diez objetivos, 87 metas y más de 240 acciones, pero la implementación ha sido lenta y fragmentada. La reducción del déficit fiscal y la moderación de la inflación representan logros parciales, aunque sin efectos visibles en la reactivación productiva. Se anunciaron medidas como la transformación del mercado cambiario, la creación de un nuevo mecanismo de gestión de divisas y el fomento de la inversión extranjera, además del perfeccionamiento del sistema empresarial estatal y los encadenamientos con actores no estatales. Sin embargo, la política mantiene un sesgo hacia el control de precios y la recaudación fiscal, con escasos incentivos productivos y barreras que frenan a las MIPYMES.
El crecimiento económico sigue siendo el mayor desafío: el PIB se contrajo un -1,1 % en 2024 y la CEPAL proyecta para 2025 una nueva caída del -1,5 %. Sectores clave como el turismo, la energía y la producción de alimentos se mantienen deprimidos. El turismo registró una contracción del 29 % en visitantes y del 21,5 % en ingresos en el primer semestre, mientras la industria alimentaria incumplió entre 30 % y 50 % de sus metas y el sistema eléctrico opera con apagones frecuentes y pérdida de capacidad de generación. El esquema de estabilización aplicado —centrado en el anclaje salarial, cambiario y fiscal— contribuye a reducir desequilibrios, pero también limita la demanda interna y prolonga el estancamiento.
La situación del sector empresarial muestra una clara dualidad. Las formas de gestión no estatal han ganado protagonismo: en 2024 sus ventas minoristas superaron a las estatales, las exportaciones de MIPYMES crecieron 30 % y las importaciones 34 %. Sin embargo, la aprobación de nuevas empresas cayó 47 % frente a 2022 y persisten trabas regulatorias que dificultan su consolidación. En contraste, la empresa estatal socialista continúa en deterioro, con caídas en producción, empleo y utilidades, y solo un 1,1 % de sus entidades alcanzan ganancias significativas. Aun con propuestas legislativas en debate, la falta de una Ley de Empresas limita el impulso de un marco moderno que di- namice este tejido productivo.
A nivel sectorial se consolida el estado crítico que atraviesan las principales ramas de actividad. En la agricultura se lograron incrementos en el arroz, la leche y las hortalizas, pero caídas en el frijol y el maíz mantienen la dependencia de importaciones y presio- nan la inflación alimentaria. El sector energético enfrenta una pérdida del 43 % de la capacidad de generación disponible y apagones frecuentes, pese al avance parcial en fuentes renovables, que solo aportan un 6,4 % a la matriz energética. En transporte se registró una caída del 4 % en pasajeros y de 660 mil toneladas en carga, aunque con algunos avances en la recuperación de ómnibus y trenes. El turismo, lejos de recuperarse, muestra cifras alarmantes: apenas un millón de visitantes en el semestre, lo que representa un 29 % menos que en 2024 y apenas el 40 % de los niveles prepandemia.
En el sector externo, las exportaciones se redujeron un 7 % respecto a 2024: el tabaco mostró un mejor desempeño, pero el níquel y el azúcar sufrieron caídas asociadas a problemas productivos y a la baja de precios internacionales. Aunque la relación de intercambio mejoró levemente gracias a la reducción de los precios de importación, el país enfrenta una deuda externa elevada, estimada en 29,8 mil millones USD en 2024. Las renegociaciones con el Club de París, Rusia y España han permitido reordenamientos, pero sin disminuir el monto total, lo que restringe la liquidez y la capacidad de atraer financiamiento e inversión extranjera.
El balance fiscal, monetario y cambiario refleja tensiones mixtas. En 2024 el déficit fiscal cerró en 6,5 % del PIB, primera reducción en cinco años, y en la primera mitad de 2025 apenas alcanzó el 21 % del plan anual. La inflación se moderó hasta un 14,7 % interanual en junio, frente al 30,8 % del año anterior, gracias a la disciplina fiscal, los controles de precios y una menor depreciación del tipo de cambio informal. Sin embargo, los precios siguen siendo elevados y la creciente dolarización resta efectividad al peso cubano. El tipo de cambio informal pasó de 320 CUP/USD en diciembre de 2024 a 380 en junio de 2025 (20 % de depreciación), lo que confirma la necesidad de una reforma cambiaria integral aún pendiente.
Finalmente, la dinámica social refleja profundas distorsiones laborales y salariales. La tasa de participación económica fue de apenas 49,9 %, muy por debajo del promedio regional, con una brecha de género notable: 61,8 % en hombres frente a 36,8 % en mujeres. La informalidad alcanza al 20 % de los ocupados, mientras el salario estatal prome- dio (7 264 CUP) contrasta con los ingresos de las MIPYMES (cerca de 35 000 CUP). A pesar de que el 71 % del presupuesto se destina a educación, salud y asistencia social, los servicios continúan deteriorándose, y el poder adquisitivo de salarios y pensiones permanece rezagado frente a la inflación acumulada. Estas tensiones refuerzan desigualdades, alimentan el descontento social y sostienen la presión migratoria, aunque esta última se ha desacelerado en los meses recientes.
INTRODUCCION
El comportamiento de la economía cubana durante el primer semestre de 2025 refuerza la tendencia negativa de los últimos años, tanto en los principales indicadores económicos como en las necesarias señales de cambio. La procrastinación de las reformas en su correcta medida y secuencia constituye un factor acentuador de los magros resultados económicos.
Los complejos procesos políticos que vive la región a partir de dinámicas internas propias, si bien han permitido mantener un flujo de intercambio básico y garantizar niveles de abastecimiento esenciales, no arrojan aún los resultados esperados. Los avances con el grupo de los BRICS, el Consejo Económico Euroasiático y la Unión Europea se constituyen en fortalezas políticas, pero aún no se traducen en beneficios económicos. Lo anterior va acompañado de enormes barreras al comercio y el desempeño de la economía, provocadas por el conjunto de sanciones más efectivo y variado del gobierno de los Estados Unidos contra Cuba, que de forma colateral —mediante su arremetida arancelaria y su política externa— afecta a los principales socios comerciales del país y, por consiguiente, a la economía nacional.
El manejo de la política económica continuó un comportamiento improvisado y desligado de un curso coherente y explícito que responda a las más urgentes necesidades de cambio. La atención a las ilegalidades, el control, la recaudación y la inmóvil liberación de las fuerzas productivas se mantienen como derroteros para una supuesta recuperación, que demanda de una visión más proactiva y socioeconómicamente racional que reaccionaria. Elementos claves como la transformación del mercado cambiario, la Ley de Empresas y la tan postergada restructuración de la empresa estatal no estuvieron presentes en los primeros seis meses del año.
La interpretación de resultados muy discretos y técnicamente discutidos sobre el desempeño del presupuesto del Estado, muestra una visión no tan cercana a las recomendaciones de política para alcanzar los niveles de crecimiento necesarios. En el informe sobre el estado de la economía de mitad de año no se conoce la tendencia del PIB, mientras que las señales emitidas por los principales sectores no son las más halagüeñas. Una zafra azucarera muy por debajo del promedio histórico y lejana de lo planificado, un sector del turismo que lejos de recuperarse muestra una franca caída, y la muy compleja situación electroenergética del país, unidos al estado de los portadores energéticos, no contribuyen al mejoramiento.
A pesar de un gasto significativo en la esfera social por parte del Estado, no se observan cambios positivos en los niveles de deterioro de la calidad de los servicios de salud y educación. La profundización de la brecha social se hace más evidente y empuja con fuerza al descontento y la emigración que, aunque se desacelera, sigue siendo relevan- te. El acceso a los alimentos básicos —los niveles productivos de estos— sigue siendo un reto diario para la familia cubana, al tiempo que los niveles de inflación —aunque desacelerados— continúan afectando la composición de la cesta de consumo.
Contradictoriamente a la participación en el comercio minorista, donde el sector no estatal por primera vez asume el liderazgo, el ritmo de aprobación de empresas privadas nacionales ha disminuido considerablemente, así como se ha burocratizado y complejizado el mecanismo para tal proceso. Los incentivos y políticas enfocadas en las principales necesidades productivas aún no aparecen en el panorama a corto plazo.
Las perspectivas para el próximo semestre dependerán mucho de lo anunciado en el último período ordinario de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), donde 240 acciones de política económica están proyectadas —pero no claramente identificadas—, entre ellas, la muy esperada transformación del mercado cambiario y los esquemas de asignación de divisas. Poco a poco van avanzando estrategias positivas como la aprobación del swap de deuda y su utilización con socios fundamentales, como fue alcanzado con la Unión Europea. No obstante, un enfoque más agresivo, diversificado y moderno, sobre todo acelerador de cambios profundos, será imprescindible para revertir en los siguientes seis meses la dinámica de recesión que ha estado presente.
I. EL ESCENARIO INTERNACIONAL
Un escenario complejo y una fuerte política de hostilidad
El contexto internacional en el primer semestre de 2025 continúa siendo, en términos generales, desfavorable. Esta situación obedece principalmente a las crecientes tensiones comerciales que se derivadan de las amenazas, decisiones e incertidumbres generadas por la actual administración estadounidense en materia arancelaria, así como a los efectos prolongados de los conflictos bélicos en Ucrania y Medio Oriente.
Aunque Cuba mantiene un nivel muy limitado de comercio con los Estados Unidos debido al bloqueo económico, comercial y financiero, los efectos indirectos de este escenario internacional inciden en la economía nacional. Estos se manifiestan en el comportamiento adverso de los precios en los mercados internacionales y en la tendencia hacia un dólar estadounidense más débil.
A los impactos indirectos se suman los efectos directos de la política estadounidense hacia Cuba, que continúa ejerciendo una fuerte presión sobre el país. Tras la breve etapa de distensión impulsada por la administración de Barack Obama, la primera presidencia de Donald Trump introdujo un reforzamiento considerable del bloqueo mediante la aplicación de 243 nuevas sanciones, las cuales fueron mantenidas por la administración de Joe Biden. Entre las medidas adicionales implementadas por esta última destaca la exigencia de visado para ciudadanos europeos que hayan visitado Cuba, lo cual ha afectado significativamente a un segmento clave del turismo internacional hacia la isla, ya deteriorado desde el impacto inicial de la pandemia de COVID-19.
Durante los primeros meses de la nueva administración de Donald Trump, se intensificaron aún más las restricciones. Una de las primeras acciones fue reincorporar a Cuba a la lista de países que supuestamente apoyan el terrorismo —una decisión revertida brevemente por Biden—. Asimismo, se aprobó un nuevo memorándum presidencial sobre la política hacia Cuba que contempla: (1) nuevas restricciones y sanciones contra empresas del Grupo GAESA, vinculado a las Fuerzas Armadas Revolucionarias; (2) penalizaciones a empresas extranjeras que realicen operaciones comerciales o de inversión en la isla; (3) mayores limitaciones al envío de remesas —un flujo monetario esencial para la economía cubana, que ya en 2024 se había reducido en más de un 40 %; (4) controles más estrictos a ciudadanos estadounidenses que deseen viajar a Cuba, con la prohibición absoluta de viajes con fines turísticos y un riguroso escrutinio por parte de las autoridades; (5) reactivación del Título III de la Ley Helms-Burton, suspendido por administraciones anteriores, que permite la interposición de demandas en tribunales estadounidenses por reclamaciones sobre propiedades nacionalizadas tras el triunfo revolucionario, lo que representa un serio obstáculo adicional para la atracción de inversión extranjera.
A ello se suma una activa campaña diplomática y política, impulsada directamente por el actual Secretario de Estado, para obstaculizar la exportación de servicios médicos cubanos. Este sector constituye desde hace décadas una fuente fundamental de ingresos en divisas para el país. Si bien hasta la fecha el impacto de dicha campaña ha sido limitado, representa una amenaza latente para este importante rubro de exportación.
La inclusión de Cuba en la lista de países que apoyan el terrorismo no solo constituye una agresión simbólica a la dignidad del Estado cubano, sino que tiene consecuencias operativas concretas. Este señalamiento activa protocolos que imponen restricciones adicionales a las operaciones económicas, particularmente financieras, en los mercados internacionales. Entre otras implicaciones, impide el acceso al sistema SWIFT, lo cual dificulta severamente las transacciones bancarias internacionales, afectando tanto a empresas como a ciudadanos cubanos.
En contraste con este panorama adverso, se destacan algunos elementos positivos para Cuba durante el período analizado. En particular, la incorporación del país como socio de los BRICS, la renegociación de deuda con acreedores europeos y la firma de acuerdos sectoriales con países aliados como Rusia y China. A ello se suma una relación favorable con México, especialmente en el ámbito energético. Asimismo, Cuba cumple su quinto año como miembro observador de la Unión Económica Euroasiática, con la cual ha sostenido un intercambio económico relativamente más dinámico.
No obstante, las restricciones estructurales de la economía nacional —incluida la presión por el servicio de la deuda externa y el escaso avance de la reforma económica— limitan la capacidad del país para capitalizar plenamente su inserción en los BRICS y en la nueva arquitectura económica, comercial y financiera que ese bloque emergente promueve.
CONTINUARÁ

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