A la devastación que dejó allí la furia del meteoro se han opuesto e impuesto, con no menos ímpetu, los afanes recuperadores de los propios habitantes de esos lugares, autoridades locales y nacionales, fuerzas constructoras y otras, de municipios y provincias aledaños o distantes, para devolverle a la vida sus colores habituales y, en lo posible, hacerla aún mejor
A las nuevas casas de tabla de palma y techo de fibrocemento, los pobladores de Moscú, Consejo Popular Brasil, municipio de Esmeralda, Camagüey, les llaman jocosamente “petropalmas”. (Foto: RODOLFO BLANCO CUÉ).
Por MAIRYN ARTEAGA DÍAZ y LIANET LEANDRO LÓPEZ
Especial de la ACN para BOHEMIA
Al mediodía del jueves 7 de septiembre de 2017, Isabela de Sagua era un poblado fantasma. Ese día, cuando los creyentes celebraban en Cuba a Yemayá, la deidad yoruba de los mares, la localidad costera al norte de Villa Clara esperaba el paso del huracán Irma por algún punto cercano a su territorio.
Dos días después, el mismo mar arremetería tierra adentro –dicen que como nunca había hecho– y dejaría una estela de pudrición, fango y desastre dondequiera que el agua y el salitre hicieron acto de presencia.
La totalidad de sus habitantes –2 167– fueron evacuados en la comunidad de Nueva Isabela o en el preuniversitario de Sitiecito, en Sagua la Grande, para regresar el lunes 11 a un amasijo de tablas, ropas mojadas, equipos flotantes y animales muertos: los esfuerzos de toda una existencia arrebatados de pronto y el trabajo para sobreponerse que debía imperar: la vida estaba y sigue siendo lo más importante.
La casa de enfrente
Materiales de la construcción: arena, cemento, planchas de zinc… se expenden a los damnificados a mitad de precio. (Foto: ARELYS MARÍA ECHEVARRÍA RODRÍGUEZ).
Roberto Álamo, de 83 años y consistencia fuerte, descansaba por las tardes al costado de la iglesia de Isabela; en 1985, el huracán Kate le había arrebatado una parte al templo, y ahora Irma solo dejó el piso de cemento pulido; por eso Roberto se mudó de lugar y medita en uno de los bancos del parque. Desde allí, su casa, la grande de las tejas, le queda enfrente, una construcción de madera abatida también por la fuerza de Irma.
“Hace como 30 y pico de años que vivo en esa vivienda, ahora se mojó todo, todo se fue abajo y repartimos a la familia para distintos lugares: el nieto con la mujer para el reparto 26 y la nieta con la chiquita para donde vive el marido”.
Ahora en la casa quedan Roberto, su hijo y su nuera, afanados en recuperar lo utilizable y en limpiar los rastros que dejaron cerca de dos metros de agua salada apresada dentro del recinto.
Levantó el piso de la casa –enseña la nuera de Roberto– la cocina también la desbarató, picó la meseta como si fuera un serrucho, tuvimos que sacar la ropa con fango de dentro del escaparate y todavía hay cuartos a los que no les llegamos porque es mucho el trabajo.
Unas jornadas antes de que ocurriera el desastre varios camiones se pusieron a disposición de la población para que evacuaran sus efectos electrodomésticos y la mayor cantidad de otras pertenencias.
Dice la nuera de Roberto que ella vio los camiones pero que tal vez faltó un poco de información, algunos no sabían para qué eran, otros no estaban seguros de para dónde irían sus cosas, la mayoría se confió y entonces al que el ciclón no le tumbó el hogar, le acabó con todo lo que tenía adentro.
La recuperación empieza por uno
Vecinos de Isabela de Sagua no descansan hasta restablecer el ritmo habitual de sus vidas interrumpido por el huracán.
Una semana después de Irma, Isabela de Sagua era un sitio de ajetreo constante, polvo y desfile, en la calle, de refrigeradores, televisores y todo cuanto el mar mojó y podía tener arreglo.
Las autoridades montaron varios puntos donde los técnicos se afanaban en diagnosticar y reparar el daño en la medida de lo posible, circunstancia más halagüeña para los refrigeradores, que casi siempre tuvieron solución.
La recuperación comenzó de modo paulatino, en la medida en que el golpe duró más o menos entre los pobladores. Algunos todavía en shock, otros que aún trabajan para devolver a sus vidas los ritmos habituales.
Todos los sectores de la sociedad se volcaron hacia Isabela de Sagua, brigadas de la empresa eléctrica de Cienfuegos se ocuparon de restablecer el servicio en un tiempo increíble, si se compara con la magnitud de las afectaciones: casi la totalidad de postes y cablerío tirados al suelo; similar panorama en el ramo telefónico.
Se respondió rápido a las necesidades del gas para cocinar; se repartió comida elaborada en el caserío; alrededor de 400 camiones se enrolaron en las tareas de limpieza. También se empezó a llevar el agua en pipas hasta la localidad y a laborar con ímpetu para devolver la sanidad arrebatada entre escombros y humedad estancada.
Fidel Morales, presidente del Consejo Popular, explica que los daños fueron inmensos, sobre todo, en el fondo habitacional. Un huracán sin precedentes, incluso comparado con el del año 33 del siglo pasado, famoso por estos lares.
Nélida Cuadrado usa el fogón de keroseno que le entregaron de forma gratuita, en el local de la Secundaria Básica de Isabela de Sagua, donde permanecen la mayoría de afectados por derrumbe total de vivienda. (Foto: ARELYS MARÍA ECHEVARRÍA RODRÍGUEZ)
Para él, ha primado la capacidad de levantarse de los isabelinos, la ayuda de los que conviven dentro y los de afuera, con muestras de solidaridad desde diversos sitios del orbe. Y el deseo de contar la historia, como parte ya del pasado.
Hoy se reciben materiales de la construcción, techos de zinc y fibrocemento, arena, cemento, y se entrega madera para las facilidades temporales. De manera gratuita se facilitan fogones de keroseno a los más damnificados, así como colchones y cunas con prioridad para los niños menores de tres años. También se oferta comida en conserva en los establecimientos del comercio y módulos de inducción que –junto a los elementos constructivos– se expenden a mitad de precio, bondades que según Fidel, abarcan a Isabela y a Nueva Isabela.
Irse hacia lo seguro
A las afueras de Isabela de Sagua, como quien regresa a tierra firme, está el poblado de Nueva Isabela, construido para los isabelinos en 1985 cuando el ciclón Kate hizo algunos estragos en la pintoresca península.
Dicen que entonces el huracán no afectó tantas viviendas y que cuando habían sacado a la mitad de la población, la otra mitad no se quiso ir y también que algunos regresaron, aferrados a la cercanía del mar, su fortuna y sus misterios.
Claro que la Nueva Isabela no se parece a la antigua, con sus casas de madera de más de 100 años y la brisa característica de la costa abanicando rostros y curtiendo pieles. Para la nueva se levantaron un conjunto de edificios y se ha intentado trasladar la historia de la comunidad, pero, eso sí, queda a resguardo de la embestida del mar cada vez que este se acuerda de lo que alguna vez le perteneció.
Katia Morales, isabelina, recibe cuna y colchón gratuitos para su hija de un año y medio de edad. (Foto: ARELYS MARÍA ECHEVARRÍA RODRÍGUEZ).
Lázaro Fernández, pescador toda su vida, mira desde el otro lado de la callejuela lo que quedó de su vivienda, con más de un siglo de erigida, propiedad –según cuentan– de algún magnate de la época que alquilaba todas las de esa calle en tiempos de veraneo.
“¡Ay, mi’ja!, aquí esto fue un desastre, se acabó todo, el mar se metió en la casa que dio el agua al pecho –literalmente– y la altura del fango era increíble, no quedó nada en pie”.
La casa permanece inclinada, apuntalada casi por las que le quedan al lado y el golpe ha sido tan duro que Lázaro ya no piensa en el mar y sus bondades la mayoría del tiempo, ese instante en que se vuelve enemigo pesaría más, siempre.
“Lo perdimos todo en un día y uno se hace de las cosas con mucho sacrificio y que de ahora para ahorita tú lo pierdas todo, no es fácil. Yo creo que si nos dieran algo –se refiere a otra vivienda– nos vamos a vivir para donde sea”.
Y la familia, que espera el café colado en el carbón, lo aprueba.
De artistas y constructores
En su casa-oficina, perteneciente al Citma, Yilian y Alejandro agradecen las atenciones brindadas luego del paso del huracán. (Foto: ARELYS MARÍA ECHEVARRÍA RODRÍGUEZ)
Cuando Alejandro Santos supo que en el parque de Isabela acampaba una brigada de la Asociación
Hermanos Saíz (AHS) de la provincia, que había llegado a trabajar junto a los pobladores en las labores constructivas de sus hogares y en el tiempo que quedara, en las noches, actuar para ellos en el medio de la plaza, no se despegó más de los muchachos.
Alejandro, afectado en todas sus funciones motoras por una complicación durante el parto, permanece junto a su mamá, Yilian Santos, en las oficinas de Manejo Integral Costero, perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma); su casa-oficina como él la llama, pues la verdadera sufrió derrumbe total luego de Irma.
Yilian Santos no puede estar más que agradecida y así lo expresa, por todas las atenciones brindadas y porque haya personas que aún sin conocerlos se preocupen por ellos, se preocupen por Alejandro.
Los muchachos de la AHS –actores, músicos, trovadores, artistas de la plástica– no solo llevaron a Isabela un poco de alegría, sino también la esperanza y el ejemplo de que el mejor modo de enfrentar la tragedia es trabajando y de que uno no puede sentarse a esperar que los problemas se resuelvan solos.
Martillo en mano los artistas trabajaron como isabelinos en el levantamiento de viviendas temporales en algunos puntos del poblado, al que volverán paulatinamente hasta verlo recobrado del abrazo fatal de Irma y el mar furioso que a veces lo rodea.
Dice Freddy Hernández Martínez, al frente de la idea, que provino de una necesidad casi personal de brindar ayuda a aquellos lugares que sufrieron a Irma de modo más intenso, de no quedarse sin hacer nada. Y así Isabela guarda ahora las huellas de los casi 30 jóvenes convocados, y que asistieron.
La esperanza se oye como un gallo
Comida en conserva al 50 por ciento de su valor en los establecimientos del comercio, módulo especial para las comunidades afectadas por Irma. (Foto: ARELYS MARÍA ECHEVARRÍA RODRÍGUEZ).
En la calle 12 de Isabela de Sagua solo unos pocos animales sobrevivieron al paso del huracán Irma, todavía no se sabe cómo, entre estos, dos puercos, un gallo y una gallina. La arremetida del mar dejó casi sin animales al caserío.
La casa familiar de Maritza, en esa misma dirección, fue abatida completamente por el huracán, como casi todas las de allí más pegadas a la costa. Durante dos noches durmieron ella y su hermano sobre el techo con un panorama deprimente que ahora cambia, también por la acción de los muchachos de la AHS y su trabajo desmedido.
Pasará algún tiempo para que Isabela de Sagua recobre el aliento arrebatado de golpe y muchas más manos harán falta para lograr el objetivo. De uno y otro punto llega el ruido de herramientas y las frases alentadoras, dichas casi por obligación, como para convencer también a quien las suelta: lo que no se puede perder es la vida.
En tanto, como a dos semanas del desastre, el gallo sobreviviente de la calle 12 decidió cantar por vez primera. Y esto, ha traído a los vecinos un poco más de confianza en lo por venir.
UNA JOYA RECUPERA SU BRILLO
Ni los más viejos pobladores pensaron que alguna vez verían un desastre semejante al que dejó el meteoro a su paso por el antiguo batey Jaronú, hoy Brasil
La falta de visión provocada por la diabetes no fue suficiente para ocultarle el paisaje sombrío del sábado 9 de septiembre, cuando cedió un poco el viento y su familia lo acompañó a recorrer su pueblo natal, considerado por él como el batey más lindo de todos los centrales de la provincia de Camagüey.
El ritmo constante de la recuperación no ha borrado aún el estupor en los habitantes del Consejo Popular Brasil, que como Jesús Francisco Fiallega Álvarez, apenas contienen el llanto al recordar el impacto del ciclón sobre esa comunidad, cuyo centro histórico es Monumento Nacional desde 2011.
Jesús Francisco Fiallega Álvarez, de 75 años, nunca había sentido un susto tan grande en la vida como el que le causó Irma. (Foto: RODOLFO BLANCO CUÉ).
“Siempre he dicho que Jaronú es una joya en el medio del monte y fue muy triste ver, sobre todo, el parque que perdió sus bellas palmas, los árboles, y la iglesia, a la cual se le dañó parte de su cubierta de tejas, la puerta, las ventanas”, comentó el anciano, trabajador azucarero hasta su jubilación.
En su vivienda, ubicada en uno de los sistemas de casas en tiras, diseñadas originalmente para los obreros del central y sus familias, Jesús Francisco sufrió el embate de Irma, que le corrió todas las tejas de un alero y le inundó un cuarto con la lluvia.
“Nunca en mis 75 años había pasado un susto tan grande. Hasta alrededor de las 11 de la noche estuvimos en la sala, pero ya sobre esa hora, con el viento que parecía como si un tractor se arrastrara por el techo, decidimos resguardarnos en el baño, que tiene un entretecho de placa”, contó.
En Brasil, más de 1 100 viviendas fueron dañadas por el meteoro, además de ocho escuelas, el policlínico, varias instalaciones de servicio público, el propio central azucarero y sus áreas de caña, y prácticamente todo el sistema eléctrico y telefónico, estos últimos ya restaurados.
Este consejo popular del municipio de Esmeralda, en cuyas cercanías tocó tierra el ojo del huracán, fue la zona más dañada de todo Camagüey, pero a menos de un mes del paso de Irma, el trabajo no se ha detenido y ya se ven los primeros destellos de recuperación de esa joya que tanto ama Jesús Francisco.
Recuperación con mirada patrimonial
José Rodríguez Barreras, director de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey (OHCC), señaló que hoy el antiguo Jaronú es la prioridad en el trabajo de la entidad, que cuenta con el apoyo del Consejo de Defensa Provincial (CDP) y de las máximas autoridades del país para devolverle el brillo al batey, único en la Isla.
“Se construyó entre 1919 y 1921, con una arquitectura de marcada influencia del sur de Estados Unidos, de donde provenía el capital fundamental que levantó el central y la comunidad aledaña, y que por su tipología, trazado urbano, materiales y grado de conservación, no tiene igual en Cuba”, explicó Rodríguez Barreras.
“Es un esquema constructivo vulnerable, sin embargo, muy bien edificado y a pesar de la intensidad con que azotó el huracán, y de que los inmuebles son casi centenarios, los daños no fueron catastróficos en la parte histórica”.
El mayor impacto en el núcleo considerado Monumento Nacional fue en las dos cuarterías, que perdieron la cubierta y sufrieron otros estragos, por lo cual 54 familias de las que habitan allí permanecen aún evacuadas en el Instituto Politécnico Dagoberto Rojas Montalván.
La recuperación de esos inmuebles –originalmente pabellones de pequeñas habitaciones destinadas a los obreros sin familia que llegaban a trabajar a Jaronú en tiempo de zafra, antes del triunfo de la Revolución–, es de las primeras acciones para solucionar las afectaciones en viviendas.
“En lo posible se recuperan las tejas de barro, en su momento importadas desde EE.UU., y la madera original, que se suman a los materiales de construcción asignados. El trabajo lo realizan brigadas de la Empresa de Restauración de la OHCC, de trabajadores por cuenta propia y del Ministerio de la Construcción”, acotó Rodríguez Barreras, quien señaló que se trabaja con un enfoque de restauración, para conservar la arquitectura del conjunto.
Algunas entidades que radicaban allí, como el banco, recibieron inmuebles propios a partir de la recuperación, pues las cuarterías quedarán completamente como residencias.
La recuperación del centro histórico del batey Jaronú, Monumento Nacional desde 2011, se realiza con un enfoque de restauración patrimonial. (Foto: RODOLFO BLANCO CUÉ).
La conservación se revertirá, en primer lugar, en mayor calidad de vida para los habitantes de Brasil, pues no solo se interviene el patrimonio edificado, sino también se restablecen servicios ya existentes y se crean otros.
Crear mercados agropecuarios, la renovación del cine para incorporarle una sala 3D y otra polivalente, y de la casa de la cultura para añadir librería y biblioteca; la instalación de un gimnasio biosaludable, son algunos de los proyectos nuevos para el antiguo Jaronú.
Para que Brasil siga siendo esa joya que encanta a Jesús Francisco Fiallega, incluso se investiga la carta de colores originales (verde, amarillo claro y rojo, según la memoria del anciano poblador), así que cuando concluya la recuperación, el recuerdo de los días de juventud del batey será un bonito regalo con el cual borrar de la memoria los estragos de la tormenta.
“Petropalmas”, o el triunfo del humor sobre la desgracia
Es sabido que el cubano es capaz de reírse de su propia desgracia y en el barrio de Moscú, en las afueras del centro urbano de Brasil, el buen humor es parte del combustible que mueve el hervidero de trabajo allí.
Un juego de palabras estimula la sonrisa a quienes ya se les secaron las lágrimas por la pérdida total de sus humildes casitas, luego de que Irma se ensañara con una fuerza “de mil demonios”.
A las casas nuevas les llaman “petropalmas”, pues el ingenio popular las equipara a las “petrocasas” venezolanas, de rápida construcción a partir de paneles de policloruro de vinilo, ensamblados y complementados con otros materiales, y levantadas también en otras regiones de Cuba.
La dura madera de palma real, no por gusto uno de los símbolos nacionales, se convirtió en la materia prima perfecta para devolverles las paredes a las 84 familias que en Moscú sufrieron derrumbes totales, y hoy ya están cerca de volver al calor hogareño.
Codo a codo con los obreros de la Empresa Azucarera Camagüey, quienes asumieron la tarea de levantar las nuevas viviendas en esa y en otras circunscripciones, el matrimonio formado por Felino Álvarez Pardo y Paula Naranjo Rojas trabajaba para acelerar las labores de su nueva casita.
Ellos fueron de los que no calcularon bien la fuerza de Irma, y en mitad de la noche debieron dejar todo atrás e ir a refugiarse en una cooperativa cercana, para al regreso encontrar la casa parcialmente derrumbada y equipos y alimentos mojados.
“Fue feísimo el desastre –cuenta Felino mientras Paula asiente, como si todavía no creyera lo que sucedió– pero estamos agradecidos a nuestra Revolución que nos ha ayudado y en menos de un mes ya tenemos techo otra vez, y hasta más cerca de donde vive nuestro hijo”.
Leonides Díaz Agüero y Xiomara Matos Cabrera esperan ansiosos mudarse a su nueva casa que, aun sin terminar, ya está en mejores condiciones que la que tenían antes. (Foto: RODOLFO BLANCO CUÉ).
En la acera de enfrente, Leonides Díaz Agüero y Xiomara Matos Cabrera también esperaban por mudarse a su nueva casa, que aun sin terminar, ya está en mejores condiciones que la que tenían antes. “La nuestra se cayó completa, pero no perdimos ningún equipo ni otros bienes porque nos evacuamos a tiempo”, explicó Leonides, mientras hacía una pausa en su enérgico andar de un lado a otro, en apoyo a las fuerzas constructoras.
La satisfacción de los habitantes de Moscú está justificada. Sus nuevas casas, muchas ya pintadas y casi listas para entregar a sus moradores, poseen buena estética, son confortables y sólidas, pues la madera de palma se complementa con techos de tejas de fibrocemento fijados con ganchos, pisos fundidos y baños de mampostería con muebles sanitarios.
“Por supuesto, ante otro huracán esos techos deberían ser protegidos como se recomienda entre las medidas para reducir riesgos ante desastres, pero son viviendas fuertes”, consideró Osvaldo Llorca Cañete, especialista de la Empresa Contratista General de Obras de la Construcción Dovel, que supervisa las labores en las “petropalmas”.
Con 36 metros cuadrados, las nuevas casas de Moscú cuentan con portal, dos cuartos, cocina-comedor y un baño anexo, y se entregan con corriente eléctrica instalada, agua y fosa séptica, condiciones apropiadas de habitabilidad.
Al frente de los cientos de hombres, que no paran de trabajar desde el inicio de la recuperación, está una mujer que montó un puesto de mando en la sala de una de las pocas casas que allí quedaron en pie, y lleva las labores con la misma organización con que dirige en la empresa.
Melba García González, directora adjunta de la Empresa Azucarera Camagüey, distribuyó entre las cooperativas, unidades de producción y otras entidades azucareras, la responsabilidad sobre cada grupo de casas, y en estrecha relación con los delegados de Moscú y otras circunscripciones afectadas, chequea cada día los avances.
Ella dio fe de que aunque rápida, la construcción de casas de palma no es fácil, pues la obtención de la madera y su procesamiento son tareas complejas; hay que ir a buscarla donde hayan caído los árboles y de cada uno se sacan ocho tablas, en tanto cada vivienda lleva 150.
El trabajo de la Empresa Azucarera Camagüey en Moscú y otras comunidades del Consejo Popular Brasil es ejemplo de responsabilidad empresarial ante la sociedad y sus propios obreros, pues muchos se cuentan entre los damnificados.
La producción de azúcar, actividad económica fundamental de la región, todavía tiene pendiente una tarea enorme: alistar el central para la venidera zafra, a poco más de dos meses de su inicio.
Un coloso herido
Las cuarterías de Jaronú quedarán reparadas completamente para volver a acoger a las familias que habitaban allí y aún permanecen evacuadas. (Foto: RODOLFO BLANCO CUÉ).
En su siniestro recorrido por las cercanías de Brasil, el huracán Irma no podía dejar indemne al corazón de este pueblo, que todavía palpita herido y silencioso, mientras brigadas de techadores de Santiago de Cuba, Las Tunas, y del central Batalla de las Guásimas, en Santa Cruz del Sur, del propio territorio agramontino, participan en su recuperación.
Las cubiertas fueron las más dañadas en el central azucarero, que en los años 50 del siglo pasado fue considerado el mayor productor del orbe, con la molienda de más de un millón de sacos del alimento en una contienda.
El molino, las áreas de generación de vapor, de purificación y evaporación, los tachos, el almacén de azúcar, la planta eléctrica, en fin, casi todo el ingenio, sufrieron los vientos sostenidos de hasta 104 kilómetros por hora y rachas superiores a los 200.
Pero, al parecer encaprichado en dejar el mayor daño posible, el huracán se ensañó en el taller de maquinado, donde se conservan las piezas desmontadas del central tras la última zafra, y derribó sobre él dos naves, lo cual acarreó el atraso de unos cuantos días del mantenimiento de la maquinaria de la fábrica.
Sobre el amasijo de hierros, Argelio Fidel Rivero Delgado, el director, contó más de 3 600 tejas de zinc levantadas por los vientos, aunque explicó que se recuperó ya el techo del molino y se concluye el área de generación de vapor y la centrífuga.
“Recuperar el central, donde laboran 476 personas, es prioridad, pues de eso depende en gran medida la vitalidad económica de la comunidad de Brasil, y aquí nadie quiere tiempo muerto”, aseguró.
Al lado del pueblo
Sin tiempo aún para solucionar los problemas que Irma les dejó a ella y su familia, Mayda Gómez Valdés, presidenta del Consejo Popular Brasil, conoce al dedillo cada daño provocado por el ciclón, puede citar con nombres y apellidos a los pobladores más afectados, y sigue muy de cerca las labores de recuperación.
“Fueron días muy duros, pero la tristeza va pasando, porque a medida que se recuperan viviendas, la electricidad y las comunicaciones, las escuelas para los niños, las instituciones culturales, retornan también la esperanza y la fuerza a los habitantes del antiguo Jaronú”, comentó.
“Al abrir los ojos el día 9 de septiembre y ver devastado nuestro pueblo, nadie pensó que en menos de un mes ya se habría avanzado tanto, y aunque queda mucho por resolver, la opinión de la gente es muy favorable, porque enseguida recibimos el apoyo de las autoridades de la provincia y la solidaridad”, expresó la representante del Poder Popular.
Mayda Gómez Valdés (izquierda), presidenta del Consejo Popular Brasil, sigue bien de cerca las labores de recuperación en su pueblo natal. (Foto: RODOLFO BLANCO CUÉ).
La conformidad en Jaronú no gana terreno, y aprovechando la efervescencia de la recuperación, se lanzan nuevos proyectos no solo para rescatar lo que Irma hirió, sino también para materializar servicios que no existen o se perdieron en el pueblo con el paso de los años.
“Aspiramos a tener una sala de rehabilitación y una casa de abuelos, pues nuestra población envejece; un establecimiento de servicios técnicos del hogar; un mercado donde los productores agropecuarios puedan vender sus productos con mayor calidad y confort; una tienda recaudadora de divisas”, señaló Mayda.
Jesús Francisco Fiallega, desde la sombra de su portal y la relajación que le brinda el suave balanceo de su columpio –casi todas las casas del centro de Brasil tienen uno– parafraseó al histórico líder vietnamita Ho Chi Minh, para resumir la voluntad que mueve a los habitantes de su pueblo: “Jaronú va a quedar 10 veces más lindo”.
Delfina María Rodríguez, vicepresidenta del Consejo de Defensa Municipal en Esmeralda, aseguró que Brasil fue el consejo popular más afectado por el huracán Irma. De las más de 6 000 viviendas dañadas en todo el municipio, más de 1 100 se contabilizaron allí, desglosadas en:
-272 derrumbes totales de viviendas
-43 derrumbes parciales de viviendas
-277 pérdidas totales de techos
-516 pérdidas parciales de techos
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