NOVIEMBRE 6, 2018 JULIO CÉSAR GUANCHE, La Cosa
Obreros apaleados en Nueva York, durante una manifestación. Siglo XIX.
Por Miguel Alejandro Hayes
¿Todos sabemos que las formas capitalistas van a ganar? Me pregunto, ya que en el artículo de Luis Emilio Aybar así se afirma. Semejante idea lleva escondida par de cosas que leo entre líneas. Si sabemos de antemano que el capitalismo siempre gana, entonces: 1- La superioridad del capitalismo es incuestionable, 2- La legitimidad del socialismo como sistema superior no existe. De otra forma, eso afirma dicho artículo.
Todo indica que el capitalismo es totalmente superior, más productivo, y el socialismo no puede combatir con él. Lo que refiere que el socialismo solo puede existir ahí donde el capitalismo decidió irse, o por la fuerza se le desterró.
Una vez más, se nos da más del viejo dilema de la izquierda de echarle la culpa al otro, donde si perdemos no fue por nuestras deficiencias, sino porque nos atacaron. Entonces, queremos el mejor de los mundos posibles, luchamos por construirlo, pero para ello el malo tiene que salir del juego.
Eso lleva también —siguiendo lo que plantea el autor— a poner en cuestión: 1- la legitimidad del socialismo y 2- el hecho de pensarlo como estado superior resultante movimiento de la dialéctica de la historia. ¿Qué tan superior es el socialismo, cuando no puede vencer al capitalismo, cuando es inferior a este? ¿Apostamos por un sistema que entendemos que es inferior a su rival?
En todo ello, no hay una gota de la tan citada dialéctica. Siguiendo la línea, me pregunto, ¿para qué el socialismo entonces? No puedo pensar que la apuesta revolucionaria sea por algo que no puede con el capitalismo.
Lo revolucionario no es ponerse del lado del más débil como regla abstracta y acrítica, porque implicaría en el momento de la batalla en que los malos pierden, cambiarse de bando; sino ponerse del lado de las causas justas. David no era el bueno por ser más pequeño, sino porque defendía a su pueblo.
Tal parece, en el imaginario de muchos, que el socialismo es una especie de voluntarismo que solo puede existir aislado, sin el niño grande y malo que le quita los juguetes. Tales cosas entiendo yo con eso de que el capitalismo ganará, y no creo que sea una buena defensa del socialismo.
Con semejante defensa, no hace falta atacarlo.
Pero como todo ello va de defender al socialismo, entonces sugiero, en vez de victimizarlo para que se le tenga lástima y se le cuide del perverso capitalismo, quedarnos con la idea de pensar cómo hacerlo más eficiente.
Se olvida la cuestión tan elemental —creo que es la causante de todas esas interpretaciones que entran en el terror cuando escuchan hablar de propiedad privada—: ¿Qué es el capitalismo y qué el socialismo? Cada vez que veo un debate sobre el tema, siento que están defendiendo una serie de cosas abstractas, de identidades formales sobre el capitalismo y el socialismo.
¿Qué dialéctica hay en decir que el capitalismo busca más ganancias? Tal ley del plusvalor (no plusvalía, que es una mala traducción) se ha convertido en un principio (metafísico) a la hora de explicar el capitalismo, adquiriendo una connotación economicista. Por otro lado, muchas veces no se delimita si se habla del capitalismo como forma en general, como capitalismo en los marcos del estado nación, de la empresa; basta con decir la palabra capitalismo para entrar en pánico.
Todo ello se puede esclarecer. El capitalismo, dialécticamente, no se puede entender cómo marcas identitarias que ofrecen características para identificarlo, como puede ser la explotación, etc. Es necesario entenderlo como un conjunto de relaciones. Son relaciones donde se contrata fuerza de trabajo, es decir, se vende la capacidad de un ser humano (jurídicamente libre), donde las condiciones de subsistencia y de reproducción de cada unidad de producción material y espiritual, en un contexto de competencia, puede generar que sea necesario ser cada vez más competitivo y la mayor parte del plusvalor vaya a manos del dueño de los medios de producción (digo puede, porque sabemos el ejemplo donde empresas capitalistas optan por cooperar). Hay otros casos de empresas en el mundo: empresas que tienen responsabilidad empresarial, no por buenas, sino porque su supervivencia los obliga, por ejemplo, a cuidar el entorno donde están. También, existen otras que hacen a sus obreros socios, solamente porque lo necesitan.
Lo que se ha entendido es que el sistema se caracterizara por una función ascendente de búsqueda de excedente. No es que no sea así, pero lo es en contextos determinados. La dialéctica enseña que los fenómenos son producto de relaciones condicionadas, por tanto, ese comportamiento de la “búsqueda de infinita ganancias”, se experimenta en contextos donde la reproducción de los poseedores de los medios de producción lo amerite.
El excedente no es solo una cuantía monetaria, sino todo aquella relación que permita al capitalista realizar su posición dominante y privilegiada dentro de la sociedad, aunque ello implique ganar un poco menos de dinero en el corto plazo, cuidar la especialidad donde se ubica, o proteger trabajadores. Hay que recordar que el verdadero fin del capitalismo es conservar su burguesía, y siempre se adaptará en función de ello. La alta competencia genera la agresividad de las empresas, pero ese clima no es eterno.
Un ejemplo donde no se experimenta de ese modo, son esas cafeterías y bares de La Habana, que ya llevan 8 años de instaladas, dominan el mercado, y ni tienen más filiales ni crecen. No solo por el marco jurídico (porque si ha hecho falta se ha usado un testaferro) sino porque la búsqueda del excedente no es una pulsión, sino algo indexado a circunstancias (que no quiere decir que sean pasajeras, ni niegue su estructuralidad).
Se nos ha hecho creer que cualquier forma capitalista (que contrata fuerza de trabajo), será un organismo cuya forma de existencia será ganar y ganar más, hasta convertir al sistema social en capitalista. Quien haga del pensamiento de Marx esa “lógica trascendental” del capitalismo, no ha pasado de pensar que la dialéctica va de poner elementos en contradicción. Es decir, no ha entendido mucho.
¿Por otro lado, que es el socialismo? De la misma manera se han construido una serie de identidades sobre este. También existe una marcada tendencia a explicar el socialismo como un acto de voluntad política, donde se nacionaliza, se hace un papel donde dice que el pueblo es propietario, como si fuera una especie de resultado de un ritual político.
Para algunos, siendo un poco más consecuentes con la dialéctica, entre ellos Michael Lebowitz, el socialismo es un momento necesario al cual llegan las sociedades.
Ello, cuando la reproducción de estas, encabezada por su clase dominante, comienza a necesitar en vez de más y más ganancias, un mayor bienestar social. Esto, por si parece ciencia ficción, puede ser el caso donde la reproducción del capital lleva consigo la reproducción de fuerza de trabajo altamente cualificada y demanda ampliar el número de consumidores de productos de alta factura (incluido el arte).
Es decir, allá donde el capital necesita no guardar, sino reproducir obreros con necesidades que llevan consigo redistribuir una buena parte del excedente, será esto lo que se hará. Ese socialismo, no sería más que esa sociedad capitalista que se niega (se empieza a negar) dialécticamente, para, por su supervivencia (la de su clase dominante), ir haciendo énfasis en los ciudadanos, desplazando el centro de gravedad del sistema.
En todo caso, la idea es que el socialismo es simplemente una sociedad que se centra en la gente, porque lo necesita, como resultado de un sistema orgánico, y no porque otro principio metafísico (político específicamente) diga que hace lo contrario. Por eso, quienes lo ven solo como resultado de ese principio le teman tanto al cambio de signo político, ya que después de todo, ven la reproducción del socialismo solo en la costumbre, la tradición y en la coerción que se puede hacer a la dinámica social desde el ejercicio político.
Algunos sienten la preocupación de que esos bares y cafeterías, ah, y hostales, por ese principio antes mencionado del plusvalor, harán del cubano un sistema capitalista. Tales juicios desconocen la tesis de Marx de la acumulación originaria, donde aclara que no es de ese capitalista que ahorró e hizo crecer su capital que nació el sistema.
Por otro lado, si nuestra sociedad transita hacia el capitalismo, elemento con el cual coincido, no es por esos emprendedores, sino por la acumulación originaria que solo las élites políticas pueden realizar, y porque como grupo social nos alejamos de hacer de las necesidades del hombre el centro del sistema, que se evidencia en el deterioro de algunas conquistas sociales en materia de salud, educación e ingresos (pobreza).
Si se me preguntara, qué tiene que ver todo esto con la Constitución, diría que al igual que Marx pienso que el problema bien planteado, garantiza la mitad del éxito. Por eso, es necesario que apuntemos hacia las dinámicas que verdaderamente representan un peligro para un modelo social socialista, lo que lleva consigo conocer qué es el capitalismo y qué el socialismo, para no atacar lo que no es, y no pensar en construir lo que no es.
Miguel Alejandro Hayes. Marxista cubano. Articulista en medios independientes como La Joven Cuba y Rebelión, con temas de política, sociedad, filosofía y economía política. Editor de La Trinchera, y coordinador de la mesa debate Trinchera Abierta.
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