Por: Katia Siberia
Grandes colas en las tiendas de Cego de Ávila. Foto: Invasor.
Casi 5 millones de pesos le debía el comercio avileño a las arcas del país por todo lo que debió haberse vendido hasta el cierre de abril y no se vendió. Pero el enfoque podría ser también que tal valor, los casi cinco millones de pesos, se los debe el Comercio a los consumidores en una lista de productos que no logran completar, ya no solo por los altibajos de la disponibilidad, sino por la manera en que los expenden. Y ese “renglón” ni viene en barco ni se justifica con la falta de liquidez o de combustible.
Esta semana, por ejemplo, usted podía comprar cuatro paquetes de salchichas en la Cruz Verde (si se enteró en el momento justo, tuvo el dinero, el tiempo para hacer la cola y la dicha de alcanzarlas). Si todo ello se alineó, pudo adquirir cuatro paquetes allí y haber tenido mejor suerte si lo hacía en El Flamboyán donde vendían 10 paquetes por persona. El martes pudo salir de la Boutique del bulevar, La Fortuna, con una caja de malta Bucanero y renunciar a tomarse una sola lata en cualquier otro lugar.
Ese mismo día, la Cadena de Tiendas Caribe anunciaba que no tenía sal en sus tiendas “porque la planta de secado de la salina de Guantánamo estaba rota”, mientras la Corporación CIMEX informaba que había logrado importar de algún lugar (que no precisó) un contenedor de sal; terrible suceso para esta isla rodeada, según el poeta, por “la maldita circunstancia del agua por todas partes”.
Ambas cadenas coincidían solo en la situación del pollo, en declive ilustrativo de abril a mayo, ya que de un mes a otro CIMEX vio disminuir los contenedores del producto de 11 a cuatro. Por su parte, Tiendas Caribe distribuía el último contenedor que le quedaba durante la última semana de mayo: y un contenedor con sus 24 toneladas (t) llevadas a sus 1000 kilogramos cada una, no representa un día de venta en los establecimientos de Ciego y Morón, excluyendo de la repartición al resto de los municipios.
Por ese y por otros sinfines de ejemplos, hasta ahora lo más estable siguen siendo las colas… y la reunión que cada martes desde la vicepresidencia del Consejo de la Administración Provincial (CAP) intenta distribuir cifras que, a veces, no parecen ni divisibles. ¿30 cajas de huevos pequeños que, como promedio, se comercializan cada semana de manera liberada, dónde se ubican? ¿Y 40 toneladas de cerdo, contra las 300 toneladas que cada mes podía recibir la Gastronomía?
Ante semejante rompecabezas gubernamental resulta paradójica “la inestabilidad” de inspectores, agentes del orden y trabajadores del Comercio con indicaciones homogéneas, porque hoy el déficit de coordinación agudiza el déficit del mercado. Termina, entonces, agregándole desconciertos a un maestro, supongamos, que está en un aula, al tiempo que alguien hace la cola cinco veces y el dependiente reconoce su cara las cinco veces y, no obstante, le despacha las cinco veces y el alguien se va a su casa con 50 libras de arroz (o si lleva a su “núcleo” de cuatro podría salir con 200).
Pese a las indicaciones nacionales de ordenar la comercialización, las medidas avileñas han sido, a lo sumo, tibias. Lo normado está clarísimo, aunque entre lo regulado y lo liberado se aprecia un desorden que no obedece a lógica de horarios, lugares y cantidades.
De ahí que, cuando en la reunión del CAP una escucha que el Porcino no logra, siquiera, entregarle a la Industria Cárnica los porcientos conveniados para elaborar sus derivados; que la ganadería anda concluyendo el mes por el 57 por ciento de sus entregas; que la Pesca no sobrepasa las 40 toneladas de hamburguesas y croquetas en un mes; o que el yogurt no se comercializa de manera liberada porque la cobertura de soya alcanza, apenas, para el de la canasta normada…; se juzga con mayor encono cualquier entorpecimiento a la hora de distribuir y regular. Incluso, puede hacerse sin haber salido de una cola de cuatro horas con las manos vacías y la incertidumbre sobre la mesa.
(Tomado de Invasor)
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