Gobernar un país, por pequeño que sea, es tarea de gigantes, pensaba José Martí. Y si ese gobierno hay que hacerlo bajo un criminal bloqueo económico, financiero y militar impuesto por la mayor potencia del mundo, la tarea se multiplica casi al infinito.
Eso exige suma inteligencia y sagacidad por parte de los que gobiernan y, sobre todo, mucha honestidad y voluntad de servicio público. Crear un sistema en el que cada cual sienta que puede desarrollar sus potencialidades y vivir una vida digna y próspera. Y para lograr esto hay que hacer las cosas bien y no aferrarse a esquemas dogmáticos y teniendo la práctica como comprobación de lo teórico, la práctica como criterio de la verdad.
Llevamos muchos años de prácticas económicas equivocadas, comenzando por la agricultura, y de un centralismo excesivo. Y no avanzamos. No sé que fuerza paraliza la aplicación de lineamientos aprobados nacionalmente desde hace 9 años. Obviamente, existe una burocracia acostumbrada a rendir informes mentirosos y justificativos que teme perder su posición privilegiada. No se liberan las fuerzas productivas del país.
Es más que hora de abandonar el teque habitual y ofrecer resultados. Va un funcionario del café del Ministerio de la Agricultura a la televisión e informa que la producción se aumentó en tantos miles de toneladas. Y cuando Randy le pregunta por qué no hay café en las tiendas, no sabe qué responder.
Basta ya de vivir del cuento. Esas conductas desacreditan al gobierno en temas muy sensibles del diario vivir. Se trata no sólo de sacudir la mata, sino de no seguir repitiendo lo que ha demostrado, por decenas de años, su inutilidad.
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