Para ser consecuente con lo que expreso en el título, debería empezar por decir qué entiendo por socialismo, y que mejor que hablar de construcción del socialismo prefiero las expresiones “construcción socialista”, “transformación socialista” o, por encima de todo “transformación comunista”. Pero prefiero dejar para otro momento tales precisiones, que pueden apartarnos del objetivo central de estas reflexiones.
Hay expresiones que admiten precisiones, cuando las guían
el pensamiento creador, e invitan a la reflexión constructiva. El resultado
puede aceptarse o no, pero vale la pena intentarlo. Así Raúl Castro en un
discurso hace años, se refirió al manido “principio de distribución socialista”-
manido y “traído” de “quien sabe dónde”-, con una importante puntualización: “de
cada cuál según su capacidad, a cada cual según su trabajo… y las posibilidades de la sociedad de
retribuírselo”. Comparto esa precisión; y, si voy a “aceptar ese
principio”, le haría otras….pero tampoco es ese el punto ahora.
Debo reconocer que esa visión crítica de Raúl sobre algo
“establecido” ha sido una de la muchas veces que sus reflexiones me han quedado
como pautas de pensamiento y de conducta. Y me permitieron aceptar críticamente
su afirmación “la construcción del
socialismo es un viaje a lo ignoto”…con una pequeña “adición”: … con un Norte bien definido y una brújula
bien ajustada (o, si se prefiere, “con un Sur”, como me pidieron en una
ocasión, pienso que con justicia, unos compañeros venezolanos).
No es la crítica por la crítica. Es que el socialismo,
como dijo alguna vez Federico Engels, es cambio, movimiento… pero no es “cualquier
cambio”. Es saber hacia lo que se quiere avanzar y, sin “recetas de cocina” ni
modelos “a establecer”, es avanzar con paso seguro, creando, innovando.
Y si en los procesos tecnológicos, en la actividad
productiva y de servicios, para lograr su efectiva contribución al progreso
humano, se impone entender la innovación como un proceso en el cual “siempre el centro es el hombre”,… y … “Para que la implementación no quede en el papel, o los buenos deseos, o
como cita bibliográfica, y que la misión, visión, estrategia, mapa estratégico,
la determinación de los objetivos relevantes, la implementación de los
indicadores claves de desempeño, del sistema visual adecuado, se haga realidad,
no una vez, sino de manera continuada, y se convierta realmente en un sistema
de gestión, es imprescindible el intercambio permanente entre los
decisores y todos los actores participantes.”[2],
mucho más importante aún es cuando se impone comprender la innovación
más allá de esos espacios productivos, imprescindibles pero insuficientes en busca de contribuir a la sostenibilidad de un
proceso de transformación socialista.
Porque hay que crear, innovar para gestar, comenzar a
funcionar y consolidar en la realidad cotidiana, un sistema social, modos de
funcionamiento que buscan dejar para siempre comportamientos que han marcado el
desarrollo durante siglos, de individuos y sociedades enteras. Comportamientos
que se han acompañado de avances científicos, tecnológicos, del pensamiento en
su más amplio contenido y de un espíritu innovador, que ha abierto horizontes
tan amplios como preñados de potencialidades para un mundo mejor…o para llevar
a la humanidad a su destrucción.
¿Como lograr semejante cambio? ¿Renunciamos a lo
alcanzado por la ciencia, la tecnología y el pensamiento humano en general? ¿Lo
que sirvió, y continúa sirviendo, para empujarnos “progresando” a nuestra
destrucción como especie junto con la madre naturaleza, nos sirve para dejarlo
atrás por siempre?.¿Como ir más allá de lo alcanzado en las experiencias que
lograron avances indiscutibles, pero tuvieron insuficiencias que posibilitaron
la acción de las fuerzas que se resistían al cambio y terminaron
revirtiéndolas?
En la sociedad no hay respuestas simples.
Primero, tenemos que comprender y sentir la necesidad del cambio. Luego, parte de lo más difícil, a
diferencia de las abejas, - por recordar al no siempre recordado Engels- representarnos
qué queremos cambiar y hacia dónde queremos ir: solo se puede
avanzar, si se sabe lo que se necesita, no como predeterminación teleológica,
verdades de los ilustrados, sino como “creación
heróica” según el Amauta, surgida e impulsada en permanente perfección y
enriquecimiento por nosotros mismos. Y pensar
como andar, como gestar lo nuevo que necesitamos, como, con lo que tenemos y encarando con claridad las cambiantes circunstancias,
llevarlo a la realidad: crear, innovar, constantemente, como constante es el
cambio de la realidad que nos rodea y de la cual formamos parte.
El término socialismo, y las ideas socialistas, son mucho
más viejas que Marx y Engels. Y después de Marx y Engels, han seguido su
desarrollo por diversos cauces. A nuestra Patria llegaron mucho antes del
proceso que ha seguido al triunfo de enero de 1959, pero empezaron a tomar
carne y sangre con ese proceso, innovador desde sus inicios, y desde su
gestación al enfrentar la dictadura. Pero la Cuba del 2021 no es la de 1959… ni
es China, Viet Nam o Venezuela: un error imperdonable sería pensar lo
contrario, ignorando lo autóctono, y lo nuevo radicalmente progresista que se
ha creado con sangre y sudor en más de sesenta años, también con nuestros modos de hacer, que aunque
tomamos elementos de otras experiencias, en lo esencial creamos guiados por el “culto a la dignidad humana” en su máxima
expresión; lo nuevo alcanzado, que nos ha sostenido en este complejo proceso de
“emanciparnos por nosotros mismos”, pese a los errores e insuficiencias que nos
han impedido mayores progresos, y los cambios en las fuerzas que nos enfrentan
antagónicamente dentro y fuera del país. Error imperdonable que haría
detenernos, y en una revolución como la nuestra, necesariamente fiel a la
propuesta de Fidel que juramos defender, detenerse es retroceder.
“Cambiar todo lo que debe ser cambiado” no es tarea
fácil, porque no es cambiar por cambiar. Es innovar, con “ciencia y
pensamiento” como nos pidió Fidel desde los primeros años de cambios
revolucionarios. La ciencia que nos da elementos vitales para interactuar con
la naturaleza, y para interactuar entre los seres humanos; transformar la
naturaleza, transformándonos, produciendo objetos y servicios indispensables…y
produciéndonos como seres pensantes, con necesidades, intereses, sentimientos,
valores que regulan y nos guían en el quehacer del día a día.
Hoy se ha hecho muy popular hablar de la “sociedad del
conocimiento”, la “IV revolución industrial”, las “nuevas tecnologías”, como si
fueran la solución de todos los problemas que enfrenta la humanidad, y el
“ábrete Sésamo” del camino socialista. Y no son pocos los que amparados en
tales novísimas posibilidades, asocian a esto la desaparición de las
diferencias entre socialismo y capitalismo, reanimando velada o abiertamente la
vieja “teoría de la convergencia” cuyos primeros atisbos surgen con la
aparición de la experiencia de los Soviets; o, por lo menos, no abren y tratan
de que los demás no abran suficientemente los ojos ante los riesgos de
enfoques unilaterales del valor de las ciencias y las modernas tecnologías,
empobreciendo el pensamiento innovador necesario a la transformación
socialista.
Las nuevas tecnologías son necesarias a la transformación
socialista, tanto como es necesaria una concepción efectivamente integral,
humana, de la “sociedad del conocimiento”.
Socialismo no es solo desarrollo tecnológico, avances en
las “ciencias duras” y las novedosas ciencias biotecnológicas con sus diversas
ramas articuladoras de conocimientos desde las matemáticas a las diferentes
facetas de la naturaleza incluido el ser humano.
Una postura semejante no sustentaría posiciones consecuentemente socialistas, humanas acerca del progreso humano. Solo podría contribuir a reproducir la contradictoria reproducción ¿humana? hasta el capitalismo, el sistema que alcanzó niveles
de desarrollo de las potencialidades del hombre y resultados en la producción de bienes de “consumo” mayores que todos los
que le precedieron…junto con los máximos grados de alienación de los individuos,
de incapacidad para la plena apropiación
de su existencia como seres sociales en armonía con la naturaleza.
Lamentablemente es necesario reconocer autocríticamente
que una visión así del progreso ha acompañado no solo a las sociedades capitalistas:
enfoques instrumentales en su más estrecha acepción, no han dejado de influir
sobre las experiencias socialistas.
Hay cuestiones que demandan del más riguroso análisis
tanto de partidarios del socialismo como del capitalismo, si todos estamos de
acuerdo en que lo primero que hay que salvar es la propia existencia de la
humanidad. Pero, ¿podemos resolver los así llamados problemas universales de la
humanidad y los retos que enfrenta el socialismo, solamente apoyados en las infinitas posibilidades que se abren ante
nosotros gracias a los progresos de las matemáticas, las ciencias naturales y
las tecnologías de esta “IV revolución industrial”?
Solo es posible resolver los problemas que amenazan hoy a
la humanidad, actuando conscientemente dirigidos a garantizar una reproducción
ampliada, plena y multilateral, de las capacidades de cada ser humano en
correspondencia con su esencia, “el conjunto de todas las relaciones sociales”.
Esto es, actuar conscientemente orientados al pleno y libre desarrollo de las
potencialidades de cada individuo y su realización efectiva como premisa y
resultado del cada vez más pleno y libre
desarrollo de la humanidad como un todo; una humanidad más apta para su existencia y reproducción en armonía
con la naturaleza.
Y para
esto es necesaria una nueva cualidad de las relaciones entre los seres humanos
y de nosotros con la naturaleza: un nuevo modo de funcionamiento del proceso
social. ¿Dónde encontrarlo? No lo
hallaremos “hecho” para aplicarlo, en ningún lugar: hay que inventarlo,
crearlo, innovar.
Por muy buenos “arquitectos” que seamos, no somos como
las abejas, y necesitamos de una representación previa de semejante modo de funcionar
en nuestra vida. Tarea nada simple.
Los “arquitectos” que se propusieron diseñar los planos y contribuir a construir las
nuevas “casas sociales”, por ahora no han obtenido todos los resultados
deseados. Probablemente sea necesario revisar esos “planos” y las propuestas de
flujos constructivos, y el propio contenido del proceso de sus diseños,
comenzando por un análisis crítico riguroso de los conceptos que hasta el
momento han propiciado o no, avanzar en el sentido deseado, en el sentido de la
nueva visión del futuro de la humanidad.
En “El Socialismo y el Hombre en Cuba”, -que suponemos
que todos los revolucionarios conocen, aunque no siempre es así, o no es un
conocimiento en el espíritu guevariano-, el Che escribe, refiriéndose a los
mecanismos económicos, que no es posible construir el socialismo con las “armas
melladas del capitalismo”. Pero el Ché no estaría en contra, y así considero que
lo demuestra con creces toda su obra teórica y práctica, si buscamos las “armas
melladas” más allá de la actividad económica: empezando, por supuesto, por
plantearnos una actividad económica diferente a la conocida hasta el inicio de
la construcción de socialismo.
Estamos inmersos en un profundo proceso de cambios en nuestra sociedad,
dentro del “viaje a lo ignoto” que, como ha señalado el General de Ejército
Raúl Castro, es la construcción socialista. Y resultan de importancia vital
nuevos referentes para planificar, diseñar los cambios, sin improvisaciones ni
voluntarismos; cambios que no solo reaccionen
sino se adelanten, garanticen enfoques efectivamente proactivos,
indispensables para la sostenibilidad del sentido socialista de nuestro
desarrollo. No pensamos en respuestas finales a los problemas que enfrentamos,
ni propuestas de teorías generales, de las cuales sería posible obtener todas
las respuestas necesarias para una práctica exitosa: qué cambiar y como
cambiar.
Cuba necesita de cambios en la economía, indispensables para la
sostenibilidad y el efectivo estímulo del desarrollo socialista, dando
respuesta a los problemas de nuestra cotidianeidad, mediante enfoques
sistémicos integrales de los procesos al interior y en el contexto en que se
desenvuelve nuestro proceso. Enfoques que necesariamente tienen que ser
resultado del sistemático análisis de la realidad, sus contradicciones, y de
las propuestas que vayan generándose de cambios en el sistema.
Se trata de análisis que a su vez
demandan la más estrecha interacción entre todos los interesados en el sentido
socialista de desarrollo, para lo cual contamos con el fundamento de una
organización de la sociedad que debe ser capaz de articular la producción
científica, el desarrollo tecnológico y el pensamiento creador posible luego de
más de sesenta años de revolución, de
todos los interesados en la consolidación del desarrollo socialista como sujetos
y objeto de las trasformaciones, como práctica de “emanciparnos por nosotros
mismos”. Debemos ser capaces de distinguir y rechazar todo lo que
obstaculice el sentido estratégico de desarrollo en constante precisión, identificando
e implementando con rigor los pasos tácticos que contribuyan
efectivamente a ese avance. La improvisación y el voluntarismo, la falta de
integralidad y de efectivo enfoque proactivo en nuestras políticas y acciones,
solo conduce a errores y reveses, como ha mostrado la historia de otras
experiencias, que en nuestras condiciones tendrían fatales consecuencias.
No es suficiente reconocer que hay mucho que cambiar; no es suficiente declarar
que estamos descontentos con lo alcanzado y plantearnos que hay que hacer las
cosas distinto, con una nueva mentalidad. Es indispensable una representación
tan clara como esencialmente dinámica, dialéctica, de lo que hay que cambiar,
con qué objetivos, y como cambiar: una
visión de futuro en permanente construcción, resultado de la interacción de
una ciencia anticipadora pilar
indispensable de un pensamiento proactivo
más que “reactivo” ante los problemas, con la participación de todos los
interesados en el sentido socialista de desarrollo: el “pueblo” en su expresión
actual de la propuesta de Fidel en el conocido discurso “La Historia me
absolverá” sobre el contenido de esta categoría: “pueblo, si de lucha se trata”.
Se trata de un
proceso esencialmente político, con un nuevo contenido de la política como
actividad integradora, articuladora y espacio emancipador verdaderamente humano,
que vaya más allá del ejercicio del poder para imponer determinados intereses: la política como un complejo conjunto de procesos de
identificación y valoración de las
necesidades de un grupo, sector, estrato, clase, institución u organismo
social en general y de organización y dirección de los
recursos y los actores involucrados – los individuos, grupos, organizaciones,
partidos, instituciones de todo tipo- para dar respuesta a esas necesidades, sobre
la base de las posibilidades del sistema
dado y el cumplimiento de los objetivos del proyecto colectivo en cuestión: para el avance sostenido guíados por la visión
de futuro conscientemente compartida, la necesaria Utopía que nos haga
movernos. Sin ignorar en momento alguno que la construcción socialista
es un proceso de lucha entre la nueva naturaleza y todo un sistema reproductivo
anterior sustentado en el ejercicio del poder de una parte de la sociedad sobre
el resto: es un proceso de lucha de clases, y “de clase”- como en su momento adelantó Lenin y contextualizado a
nuestras realidades subrayan Fidel y el Chè; un proceso que tiene que ser
esencialmente innovador, que no solo tiene que destruir las relaciones de
explotación que marcaron todas las sociedades de clases hasta el capitalismo,
sino tiene que surgir y consolidarse en efectiva dialéctica de transformación y
autotransformación radical de los individuos socializados.
Se trata de gestar,
implementar y consolidar sistemáticamente una política que sustente una dialéctica con la economía que nos permita y obligue a adelantarnos
para conducir las transformaciones conscientemente, con las posibilidades heurísticas
que brinda el conocimiento científico como efectivo sujeto de dirección social
en todas las esferas.
Ignorar o prestar insuficiente atención a esta dialéctica puede conducir al surgimiento de nuevas tendencias opuestas al
sentido socialista, y al fortalecimiento de las ya existentes, manifiestas
en comportamientos egoístas, cortoplacistas, hijos del “sentido común”
conformado durante siglos de reproducción dentro de los diferentes estadios del
sistema de propiedad privada adversarial,
que alcanza su máxima expresión en el sistema
del capital; tendencias que son resultado de la reproducción de individuos individualizados
individualistamente en un proceso de cambios económicos introducidos
fragmentadamente, en buena medida en respuesta a urgencias con la objetiva
influencia del capital globalizado neoliberalmente.
De aquí la importancia de conceptualizar
con claridad a partir del conocimiento acumulado en la práctica revolucionaria, y
para esa práctica, como actividad dirigida transformadora de la
realidad.
Para la construcción socialista los conceptos tienen que ser expresiones
bien definidas que concentren una aproximación a la
esencia de la realidad objetiva de la cual se parte en la transformación, inseparable de la
huella de su historia precedente, a la
vez que de la visión acerca de la nueva
naturaleza que tenemos que consolidar.
Tienen que tomar críticamente de lo acumulado en la práctica, pero no
pueden ser solo una construcción a partir del pasado.
Elaborar conceptos solamente a partir del pasado, incluso del modo más
“rigurosamente científico” que se pueda implementar, implica concebir una
realidad estática, ajena a toda acción consciente de los individuos, a la
necesaria actitud para enfrentar con una visión creadora del futuro, la
diversidad de alternativas que las cambiantes circunstancias internas y
externas al proceso, puedan generar.
Y no es conceptualizar por el afán de erudición academicista.
Sin conceptos adecuados no podemos hacer buenos diagnósticos, y mucho menos
los análisis para elaborar las necesarias estrategias, explorar los caminos
posibles, planificar, y diseñar las políticas y acciones en las complejas y
cambiantes condiciones de la realidad, para avanzar con la visión de futuro que
nos planteamos y nos compromete. Son la premisa indispensable para un
pensamiento y una práctica innovadores, como requiere la transformación socialista
Como hace más de diez años Raúl acertadamente alertó, no podemos olvidarnos
de “… que una equivocación conceptual nos conduce a equivocaciones en la vida”.[3]
Necesitamos conceptos para elaborar los imprescindibles referentes como “guías para la acción”
en todas las esferas de la vida social, y en particular un referente de la nueva sociedad como totalidad, definido con rigor y
en sistemático ajuste y perfeccionamiento, que nos obligue y permita valorar lo alcanzado y fundamentar políticas
y acciones para el avance sostenido.
Pensar en conceptos como esquemas o modelos predeterminados es un enfoque dañino
en cualquiera que sea la actividad humana, cuya esencia fue magistralmente
distinguida por Federico Engels al comparar la superioridad del “peor de los arquitectos” con las abejas.
Conduce a ignorar las complejidades
del proceso que se emprende, ignora la
diversidad de situaciones que se pueden presentar en el proceso de
establecimiento de una naturaleza reproductiva completamente nueva, durante
el cual constantemente se generan
alternativas, cuyo enfrentamiento coloca
en primer plano a los actores del proceso: los individuos socializados en los
múltiples espacios de su actividad.
El enfoque de referentes y “objetivos” como algo estático y completamente
predeterminado, es completamente incompatible con la transformación comunista
de la sociedad. Terminan convirtiéndose en su contrario: consignas vacías que
propician nuevos modos de alienación, de “desconexión” de los que deben ser
sujetos de los cambios.
Para la transformación comunista, - o si se prefiere, la construcción
socialista,- es importante identificar objetivos, se necesitan referentes. Pero
estos tienen que ser resultado de un enfoque consecuente con la naturaleza
distintiva de esta transformación, su complejidad, alcance totalizador y
necesaria sostenibilidad en el largo plazo, fundamentada
en la centralidad del accionar consciente de los individuos socializados con un
contenido emancipador verdaderamente humano.
Necesitamos referentes dinámicos, que nos presenten un estado a alcanzar que se perfile cada vez con más claridad, ajeno a
concepciones de la “sociedad perfecta”; referentes que nos permitan analizar el medio, el proceso para movernos, que
nos impulsen y orienten en los
cambios con la nueva visión de los contenidos
que tenemos que gestar, generar, establecer y consolidar progresiva,
revolucionaria y sosteniblemente.
Necesitamos conceptos nuevos para esta transformación, porque no podemos
avanzar exitosamente en ella guiados por conceptos viejos, “armas melladas” –no
solo heredadas del capitalismo-, o supuestos “conceptos” superficialmente
novedosos, como trasplantes híbridos de otras realidades, que castran la necesaria innovación
emancipadora. Tienen que ser conceptos en desarrollo a partir del permanente
ejercicio transformador de la realidad, que nos pongan en capacidad de
modificar las acciones frente a circunstancias nuevas, siempre buscando
provocar el cambio que queremos que ocurra en nuestra visión creadora
revolucionaria.
Y entre estos conceptos los referidos a la actividad política de nueva
naturaleza ocupan un lugar especial, por su función integradora, y necesariamente anticipadora, como nos
enseña la práctica de Fidel desde el inicio de su actividad revolucionaria. fundamento
de la innovación socialista.
Una actividad política que conduzca los indispensables cambios que “desaten
los nudos” y garanticen un sostenido progreso
socialista de nuestras fuerzas productivas, interactuado efectivamente con
todas las especialidades de la ciencia, articuladas cada vez más en una verdadera ciencia humana por las potencialidades del pensamiento
revolucionario desarrollado en nuestra Revolución.
[1] Proyecto del Instituto de Filosofìa del
CITMA “Propuestas conceptuales para el proceso de transformación socialista ante
los retos actuales: Cuba 2020- 2030.
[2] Ver: La innovación
como proceso y su gestión, por Rafael Alhama Belamaric, publicado en el
blog de Humberto Herrera Carlés “Cuba y Economìa”.
[3]
"La crítica no es opción, es necesidad", María Julia Mayoral, Granma,
3 de noviembre de 1999.
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