¿Cuánto le debe la dificultad de construir una sociedad socialista, y hasta cualquier política progresista en favor de las grandes mayorías, a la enorme libertad que tiene el poder del Capital para ahogar en sangre y lodo todo intento que se le oponga?
Si un sabio, real o supuesto, tiene la humilde gentileza de prestar atención a los criterios de un hombre común, quizás también debiera recordar que, como parte de esa virtud, la nobleza obliga.
La condición de hombre de pensamiento que hace gala de sus títulos y saberes debe prohibirle al sabio un proceder que se sitúa algo más abajo de esa presunción: no responder a algunas de las preguntas implícitas o explícitas del texto que adversa, no apoyar su refutación solamente en aquello que le parezca el lado más débil del concepto o la argumentación que no comparta, y sobre todo no deformar el pensamiento ajeno.
Opino que Pedro Monreal acude a esos tres procederes en la curiosa atención que ha prestado a uno de mis textos, al punto de publicar su réplica en el sitio oficial de CP. Paso, ojalá que brevemente, a explicarme.
El economista Pedro Monreal ha repetido en varias ocasiones que los temas cubanos han de ser analizados atendiendo sólo al marco interno nacional cubano. He declarado en varias ocasiones que no soy especialista en temas socio-económicos ni políticos. Pero que dedico el tiempo de que pueda disponer, a la obra, ideas y propuestas de la gente que considero están en condiciones de ayudarme a entender sobre asuntos cubanos o mundiales de mi interés. Desde esa mi condición, sin embargo, opino que es un error elemental, en cualquier época o país, deslindar o desconectar el análisis de cualquier asunto, pero sobre todo si es económico o político, de sus lazos o influencias externas. Y en el caso de Cuba, muy especialmente, pues si no estoy en un error, debe ser el único país sometido durante tantos años a una sistemática agresión de todo tipo y por la potencia más criminal de la historia. Por lo tanto opino, que sea conscientemente o no, originado o no en las limitaciones de su propia cosmovisión, esa insistencia en limitar la mirada y análisis a lo “interno” es perjudicial para Cuba, además de anticientífica. Soy franco: tengo para mí que se trata de una estrategia, pero en todo caso, lo sea o no en alguno, no le hace ningún buen servicio a Cuba. Mi texto, así como otros, trata este tema y tiene una saga que necesito comentar.
En un intercambio que el economista cubano tuvo a bien sostener con este comentarista en Cubadebate, le señalé este reparo, y no recibí respuesta. Como ahora tampoco, pues se trata de uno de los temas contenidos en el texto que ahora Monreal pretende refutar. Me resulta extraño que una persona de pensamiento se vea obligada a evadir ese argumento y, en cambio, acuda a la “humorada” de utilizar mi lupina expresión (el lobo, cuidado, que viene el lobo, parece decir el contendiente), expresión que es notorio se refiere en aquel texto a que no formo parte de ninguna maquinaria consensuada u organizada para ejercer mi criterio bajo presión, como es mi derecho a aclarar ante los supuestamente confundidos, asustados y perseguidos que me tienen, junto a otros compañeros, como tal. En todo caso prefiero no vestirme con la piel del cordero.
En aquel intercambio, que ahora, disculpas mediante, necesito recordar, el economista y catedrático – con quien no puedo ni pretendo competir en conocimientos ni sabidurías, afirmaba, primero recordando a Perogrullo que: “La mayoría de las ideas que se discuten hoy en Cuba se derivan de análisis de la realidad concreta del país.”. Sería muy arduo localizar un país cuyo debate interno no discuta mayoritariamente ideas que se deriven de la realidad concreta del país. Pero además del “argumento” anterior, acto seguido apuntaba lo que quizás sea el fundamento “filosófico” de su insistencia en “el enfoque interno”, óptica que por cierto es habitual en los trabajos de las firmas que colaboran en la órbita académica donde se mueve este autor. Afirmaba también entonces que “En la mayoría de los casos nada o muy poco tienen que ver con una supuesta “influencia” externa.” En notas anteriores me refería a este concepto como un evento de di-versión. Con toda franqueza y respeto personal, refiriéndome sólo a las ideas, resulta a estas alturas inusitadamente ingenuo afirmar, con respecto a cualquier lugar del mundo de hoy mismo, pero sobre todo en Cuba, que no existan las influencias externas en los posicionamientos de temas y posturas con respecto al caso cubano. ¿Es necesario hacer más densas estas notas para probarlo? “El que tenga ojos, que vea”, “el que tenga oídos, que oiga”.
Para mí, lector común, insisto porque no quiero aparentar una sabiduría que no tengo, una cosmovisión ideológica revela sistemáticas correspondencias entre sus componentes sin que eso excluya, por supuesto, probables contradicciones, y pido disculpas por esta otra verdad del célebre Perogrullo. Así sucede con el relativismo ideológico cuando se corresponden con las anteriores ideas, otro de los reparos que le opuse al catedrático en aquella ocasión, y que, en el caso de un relativismo de esta índole, me sigue pareciendo que se origina cuando se abandona algo que nadie puede negar hoy: la existencia de la lucha de intereses antagónicos, de clases. Lo que no se atreven a negar ni los propios magnates del capitalismo mundial, recordando a Warren Buffett y su célebre y cínico apotegma, que más o menos rezaba: “Por supuesto que hay lucha de clases y los ricos estamos ganando”. Pues bien: para el economista Pedro Monreal, y permítaseme citarlo para total precisión: “La gran mayoría de las posturas críticas que existen en Cuba, incluyendo las que reclaman mayor espacio a la propiedad privada y al mercado, son opiniones tan políticamente legítimas como las que hacen quienes postulan que el Estado debería continuar ocupándose de la gastronomía popular, que la gestión de la agricultura necesita de controles de precios, que el inversionista extranjero necesita ser exonerado de impuestos, o que es inevitable reemplazar trabajadores cubanos por albañiles de la India.”
Obsérvese que cuando se refiere al Estado acude a una “oportuna” alusión a los famosos albañiles de la India, pero… evitemos tomarlo a mal, y vayamos a la cuestión de fondo, que creo le apunté en mi pregunta de entonces ante esa afirmación. Antes de recordarla, pensemos en la tensa cuestión que hoy se dirime en Cuba y que tiene un condicionamiento mundial, externo, de ese tipo de externalidad del que nos quieren sustraer. Aunque sabemos que la propiedad privada -, sobre todo cuando su poder económico sobrepasa un límite crítico determinado en su influencia ideológica y cultural y, por lo tanto, en su peso político en la dinámica de una sociedad, – propicia, engendra y potencia la tendencia capitalista, pese a ello, Cuba se ve obligada a incorporarla no sólo internamente, sino a participar en los mecanismos económicos internacionales férrea e injustamente dominados por el capitalismo mundial, con toda la asimetría de todo tipo que ello significa. Es una tensión que la Asamblea Nacional revela comprender muy bien, como cualquier cubano medianamente informado, cuando refrenda el lineamiento de la política económico – social que se propone regular al máximo posible su crecimiento desordenado, y que por cierto enfrenta también a sus críticos, creo yo que no casualmente posicionados en esa plataforma de la “oposición leal” y el relativismo economicista. Pues bien esta fue la pregunta que hice ante esa “igual legitimidad” postulada por el economista Pedro Monreal en la cita anterior: “
“¿Debemos asumir la legitimidad política de los intereses de los que detentan el poder económico, y con él el verdadero poder explotador, como de igual valor a la legitimidad política de los que padecen la desigualdad y la explotación? La respuesta a esta pregunta es importante, porque ese es el verdadero parteaguas de las opciones fundamentales, y es donde la respuesta del marxismo sigue siendo válida pero, … para los intereses de unos, y no para los intereses de otros.
“Precisamente tesis como las que sostienen un relativismo político (y hasta ético) con respecto a la pregunta anterior, son las que se quedan en un plano de análisis insuficiente y donde se puede hallar una opción, pues siempre se opta, se elige una posición ante esa cuestión fundamental. Esas tesis vacían el análisis de su contenido de clase, y con ello el terreno está preparado para la imposición del más fuerte, es decir, del poder económico. De hecho, supuesta democracia con poder económico superior de una parte minoritaria, es la verdadera y más franca dictadura, la dictadura fáctica del poder transnacional, que hoy tantas mentes brillantes (independientes y valientes), reconocen, pero que a la vez ha tenido la facultad de hacerse más difícil de visibilizar por las grandes mayorías.”
El intento de respuesta monreliana fue entonces evadir la respuesta con otra pregunta, acudiendo al expediente clásico de “virar la tortilla”: enfrentando al estado cubano con la clase trabajadora, procedimiento consustancial a una cosmovisión ideológica tan preciada por todos los Buffett de este mundo y que, por cierto, le ayudan a seguir ganando, también en el plano cultural y el imaginario social, su celebrada victoria clasista.
Se podrá seguir reprochando a este punto de vista una oposición hipercrítica y dogmática a las formas de propiedad no estatal, que nuestros amigos y hermanos de ideas saben que no es tal. De lo que se trata es de no seguir maridando (ni apoyando) una postura crítica casi absolutamente negativa de casi absolutamente cada paso del gobierno y el partido cubanos, por una parte, y por la otra, en conjunción con la promoción a como dé lugar de la propiedad privada y las soluciones estrechamente económicas del realismo “práctico” de “lo posible”. Pero sobre todo cuando se hace desde una postura que iguala y sitúa en un mismo plano dos legitimidades antagónicasy, a la vez, a la vez!, habla de los derechos de los obreros y continúa posicionando la narrativa de un estado cubano y una revolución opuestos a los intereses de los trabajadores. Sugiero que intentar respuestas coherentes a este tema es mucho más digno para una superior inteligencia que danzar con lobos, e irse por las tangentes de enfocarse sólo en los “problemas internos”.
La coherencia sistémica de la postura descrita más arriba se corresponde con la peculiar cosmovisión del pragmatismo economicista, y comienza a tener consecuencias ideológicas y políticas opuestas al pensamiento adverso al capitalismo, cuando, en una especie de “desliz”, incluso de tipo económico, el Sr. Monreal afirma en uno de sus comentarios: “Si el sector estatal cubano, por las razones que sea, no es capaz de crear empleo neto y en su lugar lo está creando el sector “privado”, esa es una razón muy práctica.” El subrayado es mío, y en su momento llamó poderosamente mi atención por esa especie de estupor de la inteligencia que no puede creer que esté leyendo lo que está leyendo. ¿Las razones que sean? ¿Es posible que se afirme eso con tal ligereza? ¿Se pueden desechar con un alegre toque de tecla, las razones que seanque han impedido el crecimiento económico de Cuba y no sólo de Cuba, sino en este ancho mundo de la depredación capitalista? ¿Es posible, no sólo justificar los problemas económicos del mundo subdesarrollado como insuficiencias de sus modelos económicos, sino simplemente renunciar a explicarlo tanto desde el punto de vista de la justicia histórica que denuncia la explotación capitalista, como desde las actuales razones externas que frenan la economía cubana, y que el análisis muy bien ponderado excluye al sugerir “enfocar el asunto en el plano nacional”, como aconseja el ilustre economista?
Por supuesto que se entiende que para concepciones de esta índole, rendida a las “razones prácticas capitalistas”, las razones que sean pasan a un segundo plano, revelando una íntima convicción, quizás involuntariamente, en esa especie de traición que nos hace el pensamiento profundo que guía nuestras convicciones. Carecen de relevancia esas razones porque hay que partir del estado de cosas actual…, nos dicen, algo parecido a olvidar la historia. Aunque con ello tengamos que hacer tábula rasa con las razones históricas y actuales, las que sean…
Más adelante, en aquel intercambio de criterios a que me refiero, el economista Monreal trata de aclarar en qué sentido hizo la referencia a “las razones que sean”…pero en mi opinión fue un esfuerzo baldío. No puedo ceder a la tentación de comentar más aquel intercambio, allí está en Cubadebate para el que se interese por él. Pero en resumen el Sr. Monreal pone buena parte de sus esperanzas y propuestas en la propiedad privada, aunque habla de una regulación estatal que no funciona en ninguna parte (¿en España, o será en Grecia?), y arguye para eso una aritmética “demostrativa” muy curiosa: si el proyecto cubano redujo empleo estatal, y en igual o aproximada proporción aumentó el empleo no estatal, eso demuestra, para el Sr. Monreal!, que el trabajo no estatal crea más empleo que el estatal. Y si el cerco y acoso económicos – y en aquel momento estábamos en la efímera órbita del optimismo obamiano, cuál será ahora su opinión, – nada tienen que ver con las dificultades económicas cubanas impuestas desde el exterior para crear empleo, eso nada le dice el Sr. Monreal, enfocando acuciosamente su microscopio en el microcosmos de la cuestión nacional. Su corolario es que “la propiedad socialista”, así le llama, es inferior a la propiedad privada capitalista, y consecuentemente cae con ello, (recuerden la sistemática de las cosmovisiones!), la propiedad social, e incluso etcétera, como diría el humorista. La cuidadosa ponderación de la sabiduría y el lenguaje tiene sus límites cuando se trata de Cuba y se esfuman esos delicados matices que se usan en otros temas, cuando se afirma que “La actualización del modelo económico en Cuba es un fracaso”, afirmación del Sr. Monreal. Qué rápido se hacen ciertos conteos de protección, sin pausas pero con bastante prisa…
Por último, me resulta inevitable referirme al hipercriticismo contrario a la línea del Partido que me endilga el Sr. Monreal. De momento pensé, qué bien, así salgo de una buena vez de la lista negra de los asalariados del pensamiento oficial y otros sacuden por mí el sambenito de miembro de la maquinaria troglodita…Hasta en un momento de éxtasis me enamoré del retrato…Pero el lente de la instantánea está muy desenfocado. Desenfocado por un procedimiento nada digno de la academia y muy utilizado por cierto periodismo: retitular, o parafrasear a placer las palabras ajenas…Las opiniones del contendiente que se deseen refutar se citan entrecomilladas. Y el Sr. Moreal refrita y adereza mi opinión, y con las artes del libelo, escribe que este remitente postula que en “la crítica a la que ha llamado la Revolución” no hay lugar para los cuestionamientos que no se hacen “desde la convicción militante”. Supongo que en aras de lograr un texto breve, el autor no cita mis palabras exactas, eso en el mejor de los casos. QUE en el peor, acude a un viejo expediente panfletario, es decir, traducirlas a su manera, en una expresión muy poco empática según la cual yo afirmaría que “no hay lugar para los cuestionamientos”. Debo darle la noticia de que participé en las primeras discusiones de los lineamientos y allí, tanto como otros compañeros, hubo lugar y se manifestaron “cuestionamientos” para usar su expresión, claro que no con el enfoque y los objetivos, y la direccionalidad de ciertas ideas que son frecuentes en su plataforma.
Si estoy equivocado con la interpretación de la línea del partido, yo, que no soy militante ni me debo a su disciplina, ni hablo ni puedo hablar en su nombre, sólo tengo mis propias convicciones, no tengo ninguna razón para ocultarlo, y declaro que mi interpretación es esta, de la que dejo constancia aquí, y aun cuando el partido la desmintiera, la seguiría sosteniendo: “el reconocimiento de la legitimidad política de la diversidad de opiniones expresadas en las discusiones públicas”, (y las entrecomilladas ahora son las palabras del Sr. Monreal), no es el reconocimiento de la legitimidad política para los que optan por el regreso del capitalismo a Cuba, no es un espacio abierto para el entorpecimiento y desmontaje sutil del socialismo como meta y estrategia del país, no es una aceptación de plataformas políticas que aspiren al pluripartidismo, y ya a formar un partido, no es una ingenua brecha abierta a la “oposición leal”. Por lo demás, deforma ud. Sr. Monreal, mis palabras, si me permite apelarle directamente, pues veo que lee a la gente común. Las deforma y presenta a placer de la manipulación, cuando no cita toda la idea, lo cual será eficaz para sus lectores y entusiastas orgánicos: la otredad de la crítica a que me refiero está bien explicitada, y no es la diversidad de pensamiento que se opone a la falsa unanimidad: está dicho que esa otra ribera de la crítica adquiere “su otredad y su carácter cuando desde su génesis decide mantener nexos y aprovechar recursos y apoyos foráneos”, como es la organización que ud. asesora, a la que aconsejó no ha mucho no meterse en la política directa del país, sino conservar la prudencia de continuar como “laboratorio de ideas”, algo mucho más eficaz ciertamente para sus objetivos, porque la “unanimidad” que duele es la de las amplias mayorías de este país, que tienen buen olfato político para detectar lo que aquel aparato del que se auxiliaba Hemingway al escribir. Mi texto se refiere, claramente, a esas dos orillas, por cierto, nada metafóricas, y no a nuestros ciudadanos. Por contrario, la “diversidad” que algunos desean entronizar en Cuba, no sé si ud, pero sí la dirigencia del laboratorio que ud. asesora, que no es lo mismo pero parece igual, es la diversidad que permita “un cambio de modelo de estado”, “una transición”, conceptos que en mi entorno, muestra para los amantes de las estadísticas, todos los consultados por mi tienen por una mala palabra y son bien “unánimes” en rechazar. Si ud. citara bien mis palabras sus lectores honestos podrían comprender que las ha manipulado al no incluir que la “crítica” a que se refiere mi texto es a aquella a la que “…le repugna que constitucionalmente Cuba haya refrendado el socialismo, como declarara una de sus figuras dirigentes en una entrevista.” El llamamiento partidista del que me llama contrario hipercrítico, y ud. adepto por lo que parece, creo yo que no es a una diversidad que regale “el derecho y la libertad de ejercer proselitismo público de carácter político a favor del anticomunismo desde una institución legitimada”. Esas son mis palabras, debiera ud. ajustarse a ellas y a todos los matices del “denso” párrafo. Lo otro es proceder de mala fe.
Espero que no se confundan de lobo, para continuar evitando dar a conocer reflexiones sobre esta pregunta y tantas otras que he formulado, con la esperanza de que la sabiduría me ilumine. Espero que dé muestras contrarias de esa, algo más complejas de percibir, pero existentes “unanimidades” que percibo entre sus compañeros de ruta cuando evaden temas como este:
“¿Cuánto le debe la dificultad de construir una sociedad socialista, y hasta cualquier política progresista en favor de las grandes mayorías, a la enorme libertad que tiene el poder del Capital para ahogar en sangre y lodo todo intento que se le oponga?”
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