El mundo ha acumulado durante el 2020 y comienzos del 2021, muchos asuntos negativos, que indican el avance de un proceso de posible entrada en la destrucción de nuestra civilización. Causado, todo ello, por la forma en que el imperialismo ha venido conduciendo su política y los complejos problemas a los que no se les ha prestado la suficiente o ninguna atención. Entre los cuales se encuentran: destrucción del medio ambiente y de la capa de ozono, crisis migratorias, hambre creciente, enfermedades, epidemias, acumulación de armas de destrucción masiva, guerras regionales, desatención de la salud, conflictos fronterizos, masivo desempleo, consumismo, criminalidad creciente, desaprovechamiento y destrucción del capital humano, desatención del analfabetismo, mal manejo del crecimiento poblacional, corrupción galopante, criminal manejo del papel de la mujer en la sociedad, crecientes prejuicios raciales y racismo de todo tipo, creciente proliferación de conflictos belicos, desatención de la niñez y la adolescencia, creciente contaminación ambiental, prioritaria utilización de los presupuestos nacionales dirigidos hacia actividades nocivas al desarrollo social y al incremento de los niveles de vida de la población; dominio del comercialismo y la especulación, que se oponen a la satisfacción racional de las necesidades materiales y espirituales de las sociedades.
Crecen los grupos de odio, el terrorismo y los conflictos religiosos, las usurpaciones de territorio, el robo de cerebros, los intentos de utilización de los adelantos de la ciencia y la técnica solo como ventajas para los más poderosos.
En el plano de las relaciones internacionales, conflictos como el Israel-Palestino, Irak, Irán, Siria, Afganistán, Corea del Norte, Libia, Somalia, en el medio Oriente y África del Norte principalmente, comenzados hace varios años no encuentran solución.
Políticas de agresión y sanciones por parte de Estados Unidos, como las que desarrollan contra Nicaragua, Venezuela, Cuba, que no cesan.
Las relaciones internacionales se encuentran en uno de sus momentos de mayor agresividad, con una política desplegada por Estados Unidos, que no solo amenaza a sus viejos contrincantes, como China y Rusia, sino que no sigue reglas claras aun con sus propios históricos aliados europeos.
El conflicto comercial entre China y Estados Unidos afecta sobremanera el comercio entre ambos y al intercambio internacional en general. Poniendo en crisis el respeto a las reglas de la OMC.
El capitalismo, definitivamente, ha logrado insertar a la economía de las sociedades capitalistas dentro del mecanismo destructor de una forma de acumulación económica, que hace crecer la riqueza, pero solo concentrándola cada más crecientemente en menores manos, y no dentro de una distribución equilibrada de los recursos dirigida a la satisfacción de las necesidades de la gente.
La forma de producción ha entrado definitivamente en contradicción con la forma de distribución y consumo de los bienes materiales y espirituales. En medio de una situación en la que el crecimiento de la riqueza y los adelantos técnicos en la vida social podía producir felicidad creciente, eso no se echaba a ver. Pero ese proceso está enseñando ya de modo creciente sus aristas destructivas, porque se ha impuesto una dinámica en la que cada vez menos personas disfrutan de esas ventajas, mientras que cada vez menos también se apropian, acumulan, concentran y desperdician las ventajas y riquezas que el capitalismo ha creado.
La forma de acumulación sobre la que ya Carlos Marx nos alertó, que aumenta la riqueza en un polo, pero reproduciendo crecientemente la pobreza en el otro nos está llevando a todos a la ruina.
Además, nos vemos obligados a luchar contra una cultura, en la que el capitalismo ha logrado introducir sus valores, entre ellos la irracionalidad del consumismo desmedido y el desperdicio, supeditándolo todo a la satisfacción de las crecientes ansias de ganancia del capital.
Ahora la epidemia del Coronavirus sirve para poner en evidencia y catalizar todo eso, como elementos de una destrucción del mundo, que avanza y que no hemos logrado ni lograremos detener sino cambiamos la forma en que se han hecho las cosas hasta ahora.
Hay que hacer que muchos ganen la conciencia de que el mundo en que vivimos es uno solo y que lo estamos destruyendo. Que dentro de ese proceso no habrá vencedores. Pues aun los que crearon esos mecanismos y se han enriquecido con ellos, no sobrevivirán para continuar disfrutando de sus riquezas, privilegios y ventajas.
Lo que tenemos ante nosotros, es el adelanto de una ola de destrucción, que puede no sea la definitiva, pero que ya es un avance, un anuncio claro de que el capitalismo nos está llevando a la tumba.
Por lo que la sociedad toda esta obligada a defenderse de ese proceso.
Hay que apelar a las conciencias de los que aun, siendo beneficiarios del proceso, deben comprender que nuestro mundo es un “Arca de Noé”, donde nadie se salvaría sino somos capaces de conducirla a puerto seguro.
Pero, en realidad, a puerto seguro con el capitalismo no llegaremos nunca. Habrá que destruirlo para que eso sea definitivamente posible.
Sin embargo, hace falta mucho más tiempo para que eso pueda tener lugar, ante lo rápido que el capitalismo nos ha puesto a todos en peligro. Porque una guerra mundial parece más cercana, que lo que el capitalismo va a tardar en desaparecer.
Luego entonces, ¿qué hacer?
La batalla a librar no es nada fácil, porque el capitalismo lleva más de 600 años construyendo ese sistema que ahora podemos observar. Luego, acumula muchas experiencias en globalizarlo, habiendo desplegado, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, un modelo dentro del cual cuenta con todos los mecanismos y recursos de control en los países de manera individual (apoyado por sus clases subalternas) y a nivel internacional; con un conjunto de instrumentos, bancarios, financieros, institucionales en general, que trabajan de manera mancomunada, sistemática y organizada, para liderar las corrientes de capital, dinero, finanzas, armamentos, tecnológicas militares, patentes de invención, flujos de influencia, vínculos diplomáticos y otros. Que hacen del sistema imperialista un verdadero bloque de dominio a nivel mundial.
En tal contexto, del poder imperial, imposibilitados de encontrar una alianza de clases dentro del capitalismo, tanto a nivel de cada país como de manera global, pues ello sería un suicidio, además de considerarlo imposible, se nos hace indispensable encontrar las fuerzas políticas y mecanismos de lucha por medio de los cuales podríamos defender la supervivencia del mundo y de la especie humana en general.
¿Cómo pensamos entonces, habría que trabajar para encontrar las salidas posibles a tal situación?
Creo que no hay otro modo de luchar contra ese sistema, que colectando dentro del mismo y en los marcos de sus límites, todas las conciencias capaces de seguirnos; las que existen, aun dentro de los propios imperialistas y sus aliados; los que pudieran reaccionar para que el mundo no vaya a la debacle. Utilizando el principio de buscar nuestras armas para la lucha, aun dentro de los propios arsenales del enemigo. Arsenales que no son unicolor ni monolíticos políticamente hablando.
Tratándose de una estrategia que ya está diseñada y demostrada. Es posible, ya ha sido probado en la confrontación que hemos sostenido con los `propios Estados Unidos. (Ver: Historia de los Intercambios Académicos entre Cuba y Estados Unidos. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2018).
Cuba tiene una estrategia que le ha permitido sobrevivir y defenderse ante los ataques criminales del imperialismo norteamericano, el más poderoso; y que pienso podría servir también, para defender al mundo. El centro de esa estrategia, considero, es no luchar contra el imperialismo desde fuera, sino desde adentro, metérnosle en su interior más profundo y desde ahí colectar las fuerzas que nos permitirían combatirlo con mayor efectividad. El carácter universal de la lucha que Cuba ha tenido que librar contra el imperialismo, por más de 60 años, le ha brindado la posibilidad de diseñar una estrategia para defenderse, que pudiera ser útil también en la lucha contra el imperialismo a nivel mundial.
De lo que se trata entonces, es de buscar alianza con todas aquellas fuerzas políticas, que beneficiadas o aliadas potenciales del capitalismo, ven los lados excesivamente agresivos, criminales y peligrosos de la política imperialista. Estando muchos de sus ciudadanos conscientes, de que no es poniendo al mundo en peligro lo que va a satisfacer sus intereses.
Es decir, hay que aprovechar al máximo la contradicción entre nación e imperialismo, que existe y ha tomado cuerpo dentro de las propias entrañas de las naciones del sistema imperialista.
Hay que trabajar fuertemente la contradicción entre la supervivencia de la nación y la política imperial. Entre la supervivencia ciudadana y el peligro de guerra, que entraña la política imperialista actual, en la que, de producirse la conflagración, no podría haber vencedores ni vencidos. Pues nadie, tenga el poder que tenga, el nivel económico o la posición de clase que tenga, podría disfrutar de la victoria, posterior a una guerra en la que la destrucción podría ser, o acercarse a la total.
Como segundo asunto, habría que movilizar a las masas para que luchen por sus derechos y reivindicaciones en cada región y país del mundo. Haciendo proliferar y dispersando al mismo tiempo, los escenarios de lucha. Evitando así que el imperialismo maneje los asuntos de una manera peligrosamente global.
No todos los aliados que lograríamos llegarían hasta el final, pero debemos lograr que la lucha sea por tramos, a nivel regional y no global, porque el capitalismo puede manejar la globalidad mejor, que los que queremos su destrucción.
Hay que tratar de que esa globalidad regionalizada de la lucha, este en mejores condiciones de enfrentarse a la globalidad con que el capitalismo puede manejar su poder destructivo.
El Che hablaba de crear " Dos tres muchos Vietnam”. Y esa tesis continúa siendo válida y lo es más aun hoy en que el imperialismo coquetea y trata de asustarnos, manejando la guerra como un instrumento disuasivo, de poder, a su favor.
Al capitalismo hay que vencerlo entonces, con luchas dispersas y al mismo tiempo conectadas entre sí, en términos estratégicos. Pero sin darle la oportunidad de que nos pueda atacar globalmente. Porque, aunque tuviéramos las fuerzas para enfrentarlo, dentro de una guerra mundial, seria siempre la humanidad la que perdería. Pues serian siempre los pueblos los que enfrentarían los mayores sacrificios y las más grandes pérdidas. Hay que conjurar la capacidad global del imperialismo para dominarnos.
Pero, la guerra tampoco sería una panacea para el imperialismo. Pues, aunque el mundo no está nítidamente dividido entre capitalismo y socialismo, como antes de 1991, cuando existía la URSS. Existen hoy dos potencias principales, confrontacionales con Estados Unidos, que mantienen políticas, que, a nivel internacional, no siguen a la política norteamericana, sino que la confrontan o más bien la enfrentan.
Entonces, “sin que podamos dormir sobre esos laureles”, es posible confiar, hasta cierto punto, en que el mundo cuenta con China y Rusia, las que presentan un comportamiento diferente al de Estados Unidos en la arena internacional y que, al parecer, no ven en la guerra el instrumento para su sobrevivencia como superpotencias. Las cuales, entonces, dentro de una estrategia de lucha contra el imperialismo, que disperse regionalmente la confrontación y alimente alianzas regionales, aun con fuerzas políticas no radicales, ambas potencias resultarían muy útiles, haciéndole la competencia a Estados Unidos en los mercados regionales y aún más útiles para alejar todo lo posible los intereses capitalistas regionales de la peligrosa estrategia imperialista.
Entonces, una estrategia de lucha como la que nos hemos planteado, contaría con aliados, tantos estratégicos a nivel global como regionales, para evitar que Estados Unidos presione con el miedo de la guerra nuclear y utilice a sus aliados regionales para insertarlos en esa estrategia.
Dado que se abren alternativas observables, por parte de diferentes fuerzas políticas, a nivel mundial, que, aun siendo reales o potencialmente aliadas del imperialismo, no ven en la peligrosa política imperial de Estados Unidos, la única alternativa para mantener su poder capitalista a nivel regional. Siendo esa la ventaja que tiene, que tanto Rusia como China no sean vistas como potencias socialistas.
La no existencia de China y Rusia como potencias socialistas, ha tenido también sus ventajas para enfrentar al imperialismo. Pues si abandonaron el socialismo, no lo hicieron en el contexto o bajo la forma en que se desmembró en el socialismo en Europa del Este. Por lo que el mayor interés e importancia de estas potencias dentro de la estrategia actual de lucha contra el imperialismo, no es si son socialistas o no. Sino que emergieron como potencias globales independientes y no manejables por el imperialismo de Estados Unidos. Lo que les ofrece una mayor cobertura para acercarse a otros países, sin ser vistas con los prejuicios que antes sufrían.
Nos encontramos dentro de una crisis sistémica varias veces peor que la de 1929-36. Porque no se trata solo de una crisis económica o del ciclo capitalista, sino de todas las estructuras del sistema que comenzó a funcionar después de Breton Woods y amenazados por crisis globales: medio ambiente, hambre, migración, consumismo, etc. Que agravan la dinámica del comportamiento del ciclo capitalista haciendo sus consecuencias políticas más agresivas y peligrosas. A lo que se suma ahora la crisis del coronavirus, cuyos impactos y consecuencias son aun impredecibles.
Marzo 24 del 2021.
Esteban:
ResponderEliminarEste artículo tuyo es muy oportuno y bien dirigido a los problemas geopolíticos que el mundo está enfrentando. Estoy de acuerdo con su contenido. En estos días he leído otros trabajos similares sobre este tema, que apuntan, como el tuyo, a identificar las acciones a desarrollar por los que queremos un planeta mejor y que la etapa Pos-Coronavirus nos brinda una nueva oportunidad a nuestro favor. Un aspecto adicional a lo que planteas se refiere a la coordinación conceptual y organizativa de las fuerzas políticas que pueden combatir el capitalismo imperial, que, como bien dices, es la causa de todos los males que nos aquejan. Ese capitalismo no desaparecerá espontáneamente como resultado de la crisis por la que atraviesa. A ese capitalismo hay que transformarlo en la sociedad que queremos: emancipada, humanista, con justicia social, sin discriminación, protectora del medio ambiente y sin guerras o amenazas de guerras, nucleares o de otro tipo. La gran interrogante a despejar es cómo las fuerzas políticas progresistas deben actuar para unir sus potencialidades y lograr esa transformación. Se me ocurre decir que, en la etapa Pos-Coronavirus, hay que dar rienda suelta a los centros de investigación para que formulen criterios al respecto en un amplio abanico de opiniones; fortalecer el Estado en su función de dirección económica y social mediante una plena democracia donde los pueblos directamente puedan influir en la elaboración de políticas y sus aplicaciones y con una gran dosis de autogestión; dedicar mas recursos de todo tipo a la salud pública y la educación; realizar un amplia ofensiva en los medios masivos de comunicación; desarrollar la ciencia, la tecnología y la innovación con estos objetivos. Un abrazo.
Fidel Vascós González
Estimado Vascos muchas grcias por opinar y por sus valiosos criterios como siempre.
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