Algo que hace más complejo el momento actual es que el retraso en la reforma económica ha ido acumulando problemas que ahora con el impacto de esta pandemia y las fuertes consecuencias que vendrán, obliga a tratar lo estratégico conjuntamente con lo urgente, lo cual sino se hace con acierto lo puede confundir todo, en la teoría y en la práctica.
En la agricultura esto alcanza su expresión más tensa, hay que producir alimentos si o si, en ello está implicado un problema de supervivencia y de seguridad nacional, se necesita tener mucho sentido práctico basado en la experiencia y en las evidencias.
En mi opinión, lo que indican ambas es la necesidad de la combinación adecuada de diferentes formas de propiedad, producción y gestión en ese sector (también en otros).
Durante un periodo largo la producción agropecuaria en Cuba estuvo esencialmente basada en grandes empresas estatales que debían producir masivamente apoyadas en la aplicación intensiva de la tecnología en grandes extensiones, lo cual suponía un alto componente de importación de factores de producción por unidad de tierra, incluyendo combustibles, agroquímicos, etc, etc, esto era posible dada la inserción ventajosa del país en los espacios económicos del viejo campo socialista
Con el escenario que se le presenta a Cuba a partir de 1990 hubo que aceptar la necesidad de otras formas de gestión más basada en la producción a menor escala como las cooperativas, los campesinos individuales, la tierra en usufructo, etc, además de una ampliación del mercado (una y otra vez renegado con anterioridad), esto cambió la dinámica de la producción agropecuaria, sobre todo en algunos rublos fundamentales, básicamente de alimentos, ahora mayoritariamente obtenidos en formas de gestión no estatales, sin embargo el excesivo control burocrático de instituciones como el Minagri y los cuestionados procedimientos de Acopio (fijación inadecuada de precios, demoras en las gestiones de comercialización, incumplimientos de contratos en tiempo y forma, etc) han impedido a estas formas de producción desplegar todo su potencial, ni las cooperativas ni los productores individuales tienen la autonomía que necesitan (que obviamente no puede ser total, hay niveles necesarios de planificación y regulación que siempre son necesarios, aunque varían de una forma de producción a otras) ni los incentivos y condiciones de producción indispensables (también vale, con diferencias por supuesto, para las empresas estatales) Por ejemplo es casi imposible comprar (importación directa incluida) un tractor con créditos o venderle directamente y con facilidad insumos a una empresa industrial estatal o acceder con mayores medios y menos restricciones a los mercados, o venderle a los TCP, etc, etc. La burocracia tiende a mantener viejos métodos y se niega a salirse de sus “zonas de confort”, dificultando o retrasando que hasta lo que ha sido políticamente decidido se implemente integralmente y funcione, mientras tanto las colas, la escasez de oferta y las frustraciones continúan.
Claro que la pandemia impacta fuerte y acentúa las dificultades, en presencia de un bloqueo brutal que ha arreciado, esto agrava las cosas y cambia la forma, los tiempos y el orden de prioridades en el abordaje de la situación pero también refuerza la obligación de pensar “fuera de la caja” y continuar las transformaciones estratégicas de la economía nacional en el contexto de los espacios marcados por la Conceptualización y la nueva Constitución.
Estos documentos fueron analizados y discutidos para operar en tiempos difíciles
e incluso enfrentando imprevistos, es el espíritu que aprecio en la última reunión del Consejo de Ministros y sobre todo en las palabras del Presidente. Para Cuba “los tiempos” nunca han sido ni serán fáciles, sin embargo la historia demuestra cómo con inteligencia y firmeza si se puede avanzar a pesar de las más difíciles circunstancias, la parálisis nunca será una opción.
5 Mayo 2020
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