El autoabastecimiento local en la esfera agropecuaria no encuentra terreno fértil en Cárdenas y continúa entre las deudas pendientes del municipio para con sus habitantes.
La situación generada por la emergencia del nuevo coronavirus no solamente forzó a cerrar las fronteras internacionales y disminuir con ello las importaciones, sino que estrechó también las fronteras nacionales y determinó la reducción del intercambio de producciones entre los diferentes territorios del país.
De este modo, cobró fuerza otra vez el debate en torno a la iniciativa de la soberanía alimentaria en los municipios y las posibilidades reales de cada lugar para satisfacer las demandas de sus pobladores, que en el caso de Cárdenas, son siempre mayores que la producción tangible, independientemente de los esfuerzos asumidos por los productores y de los incentivos de los organismos rectores por sumar más personas a la labor.
La ineficiente contratación de estos, la carencia de materias primas y fertilizantes para lograr producciones de calidad, las dilaciones en la entrega de tierras en usufructo, las características propias de los suelos desfavorecidos para la siembra y otros eslabones sueltos en el encadenamiento productivo desde el surco hasta la mesa del consumidor menoscaban una y otra vez los esfuerzos por lograr la independencia agrícola del territorio. Si hacemos una analogía, es como la línea del horizonte: se ve más lejos mientras más te acercas.
La agricultura urbana y suburbana son potenciales en el trayecto hacia el autoabastecimiento local, pero debemos aclarar que los cultivos de ciclo corto que puedan prosperar en huertos, organopónicos o en los patios de los vecinos con buena mano para la tierra, siguen siendo insuficientes para responder a la demanda de los más de 150 000 cardenenses que deben poner, al menos dos veces al día, un plato en su mesa. Deben alimentarse para hacer frente a la coyuntura actual y a los retos que están por venir.
Debatido cientos de veces sin llegar a una solución definitiva, Cárdenas depende desde hace muchos años de los excedentes de otros territorios o de lo que productores foráneos decidan comercializar aquí a un mayor precio que en su zona de origen. Las Ferias integrales han sido muestra de ello.
En un municipio donde el turismo, la extracción de petróleo y gas y la actividad cuentapropista fungen como ejes vitales de la economía, los aportes de la tierra han perdido su importancia y por más que se intente su revitalización, son pocos los que confían en esta forma, pues la balanza se inclina más hacia el lado donde haya que hacer menos esfuerzo físico, a pesar de que todos necesitan suplir las exigencias alimentarias.
Cuando nos enfrentamos a la posibilidad de que el autoabastecimiento debería cubrir también las necesidades del turismo y la industria locales, entonces Cárdenas tendría que hacer un salto con garrocha por encima del récord mundial para lograr acercarse apenas a los límites inferiores de producción.
El asunto no es nuevo, viene hablándose e investigándose alrededor de 29 años. Desde que los cubanos estábamos inmersos en desterrar el período especial. Este dato me lo recordó nuestro presidente nacional de la Upec Ricardo Ronquillo Bello, en su comentario “Mamífero nacional”, ¡se busca!, publicado el 31 de mayo en el periódico Juventud Rebelde. Hago extensiva su lectura si desea profundizar en el tema.
Alcanzar la soberanía alimentaria del municipio atraviesa por la tan demandada sustitución de importaciones a nivel nacional, por la voluntad de las administraciones locales y de los ciudadanos, no solo para impulsar, más bien para colocar en el lugar que le corresponde a uno de los renglones clave de la economía cubana, sino el más importante ante la crisis alimentaria mundial que sobrevendrá a la Covid-19. (Por Isis Hernández Milián)
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