Por Julio C. Gambina
Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP
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Todos los informes nacionales e internacionales
dan cuenta de la mayor afectación de los sectores de más bajos ingresos y con
menor acumulación de riqueza en el marco de la recesión económica agravada por
la pandemia, y llama la atención, pese a los inmensos paliativos aprobados en
todos los países, la desigualdad, no solo se mantiene si no que se agrava. Por
eso sostenemos que algo debe cambiar, que no alcanza con “cosmética”, funcional
al objetivo de contener el conflicto social, bastante restringido por las
políticas asumidas globalmente de “aislamiento” o “distanciamiento”.
El FMI llama la atención sobre los conflictos que
pueden sobrevenir en la pos-pandemia y destaca: “Si la historia sirve de pronóstico, es posible que la tensión social
resurja una vez que la pandemia se disipe. La amenaza puede ser mayor en los
casos en que la crisis ponga de manifiesto o agrave problemas latentes, como la
falta de confianza en las instituciones, una gestión de gobierno deficiente,
pobreza o desigualdad.”[1]
Más aún, en el FMI leemos: “Para los
millones de jóvenes del mundo que sobrevivirán a la pandemia, todavía hay
noticias realmente difíciles por delante. La recesión del COVID-19 no solo dará
a los nuevos participantes en el mercado laboral un comienzo difícil en sus carreras,
sino que también los pondrá en riesgo de ganar menos dinero durante décadas,
cometer más delitos, tener vidas familiares menos satisfactorias y tal vez
incluso morir. antes que los buscadores de empleo más afortunados.”[2]
La información oficial[3]
en la Argentina relata que ante la fuerte caída del empleo del sector privado
en abril 2020, desde mayo existe una recuperación, que no alcanza a compensar
lo perdido. Es una tendencia que se confirma para la primera parte del 2021, en
donde lo que más se recupera es el trabajo irregular, es decir, sin seguridad
social, resultado directo de la informalización y precarización del empleo y
los ingresos en la Argentina. Si bien el grueso del análisis se concentra en el
impacto de la pandemia y la recesión agravada, la evidencia destaca que el
problema viene de arrastre, y que en todo caso el COVID y las restricciones
sobre el funcionamiento de la economía agudizó el problema. En rigor, la
cuestión no resultó más grave por las acciones de contención pública
dispuestas, que como señala el informe gubernamental: “la prohibición de despidos sin justa causa, el subsidio al pago de las
remuneraciones implementado por medio del programa de Asistencia al Trabajo y
la Producción (ATP) y los acuerdos colectivos que suspendieron las relaciones
laborales en sectores severamente afectados por la pandemia (manteniendo un
piso de ingreso de, al menos, el 75% del salario) amortiguaron la caída del
empleo asalariado registrado en el ámbito privado de la economía.” Los
datos revelan que “La cantidad de
trabajadores suspendidos pasó de los 777 mil de abril a los 408 mil de
octubre…”, tal como se verifica en el cuadro que sigue:
Como puede apreciarse, desde que se hizo
evidente la pandemia por el coronavirus en la Argentina, cae el trabajo
asalariado en el país. Aún con recuperación, leve, para el segundo semestre,
sobre el final del año no se logra recuperar la dimensión del empleo al inicio
del periodo. Esta referencia corrobora las tendencias más generales que se
presentan en los informes de organismos internacionales, con pronósticos
reservados sobre un cambio rápido. Más grave es si se consideran los cambios
operados en el proceso de trabajo, caso del tele-trabajo o trabajo a distancia
que afecta especialmente a lso sectores de menores ingresos por el escaso
acceso a conectividad y claramente las mujeres que ven multiplicada su
discriminación por el trabajo de cuidado, que ahora convive con el trabajo remoto.
Respecto de la población ocupada, la información releva una fortísima caída en
el segundo trimestre, en el que “…se
contabilizaron 3,4 millones de ocupados menos que en el primer trimestre…”,
tal como se destaca en el cuadro que sigue:
En efecto, de 17,228 millones de población
ocupada, en el segundo trimestre se desciende a 13,853 millones de personas,
destacando los asalariados no registrados y los no asalariados, insistamos, por
acción de las medidas de contención. Para el tercer trimestre, se verifica una
recuperación, alcanzando la población ocupada a 15,693 millones, es decir,
1,535 millones menos que en el primer trimestre. La recuperación es más rápida
entre los que no tienen cobertura de seguridad social. Los sectores más
afectados fueron el comercio y la construcción, que en la medida que se retomó
la actividad económica son los que reaccionaron más rápido en la recuperación
del empleo, por cierto, con mayores niveles de precariedad que en otros
sectores de la economía. Un sector muy perjudicado, sea por el aislamiento o el
distanciamiento es el trabajo doméstico, que, además, es el sector más
precarizado del mercado de fuerza de trabajo.
Según lo que mencionamos, preocupa la caída de
la actividad económica para todo el 2020, que estaba prevista según el proyecto
de Presupuesto 2021 en -12,1%. La información oficial indica un acumulado de
reducción del -10.6% a noviembre del 2020[4].
Si bien este dato implica diversos perjudicados, no hay duda que el empleo, los
salarios y los ingresos populares son los más afectados. Así, con datos a
noviembre 2020, el INDEC destaca que: “El
índice de salarios total registrado acumula en los últimos 12 meses un aumento
de 31,8%, como consecuencia del incremento de 34,3% del sector privado
registrado y un aumento del 27,4% del sector público.”[5]
Hace falta cambiar
Mucho se discute, en el país y en el mundo, si
alcanza con la recuperación de la economía, algo que los datos informan y que
al flexibilizarse el “aislamiento” o el “distanciamiento” se puede corroborar en
una mayor circulación social y relativa activación de la economía. Sin embargo,
hay algo más de fondo que preocupa. En efecto, la nueva titular del Tesoro
estadounidense envió una carta a los 84.000 trabajadores de su Secretaría, en
donde además de varios temas, recupera el contenido de 4 crisis destacadas por
el nuevo Presidente de ese país, Joe Biden. Señala, que: “además
de la pandemia, el país también enfrenta una crisis climática, una crisis de
racismo sistémico y una crisis económica que se ha estado acumulando durante
cincuenta años.”[6]
En los debates del Foro Económico Mundial
también se escucharon opiniones muy críticas al orden actual. El titular del
gobierno francés destacó que el capitalismo actual perjudica seriamente a los
trabajadores y al ambiente, que por ello hay que cambiar. La jefa del gobierno
alemán, del ruso y del chino tuvieron conceptos críticos sobre el orden
vigente. Puede decirse que son “discursos” y es cierto, pero es evidente que no
alcanza con cierta y relativa reactivación de la economía, diferenciada según
la potencia de cada Estado y del mayor desarrollo relativo de cada país. Lo
concreto es que hay necesidad de evidenciar “realismo” en los discursos
oficiales de distinta orientación política, ya que como anticipa el FMI hay
latencia de conflicto.
Algunos demandan reformas en ese marco, en
sentido contradictorio también, ya que algunos sustentan reaccionarias reformas
en las relaciones laborales en desmedro de históricos derechos conquistados por
la lucha de los trabajadores y las trabajadoras. Otros imaginan el retorno a
las políticas de bienestar, como si el mundo de la tercera década del Siglo XXI
fuera similar al de los 30-80 del Siglo XX, con ofensiva socio política en
contra del capitalismo, más allá de los límites del socialismo real en esos
años, o la consecuencia o no de la lucha por la liberación del tercer mundo, la
que se colaba en los intersticios de la bipolaridad del sistema mundial. Los
primeros se encuentran con la resistencia diversa a la ofensiva capitalista que
se verifica en el último medio siglo, el tiempo de la “crisis incubada” según
Biden-Yellen. Los segundos añoran una posibilidad cuya condición supone otra
correlación de fuerzas en el sistema mundial, precisamente en el desafío al
orden capitalista, una condición desalojada con la ruptura de la bipolaridad en
la última década del Siglo XX.
Por ello, es que sostenemos que hay que cambiar
superando el sistema de relaciones sociales de producción, lo que implica
modificar el modelo productivo, sus relaciones interiores y sus beneficiarios.
Se trata de reducir la jornada laboral para disminuir el desempleo y el
subempleo; asegurar una distribución del ingreso y la riqueza, bajo nuevas
formas de producción en el agro, la industria y el conjunto de la producción.
Sin cambiar la producción y circulación de los bienes y servicios, solo
encontraremos una recuperación del funcionamiento económico sin mutaciones
sensibles en materia de beneficiados y perjudicados. Vale para el país, la
región y el mundo. Por eso debemos recuperar la poesía del uruguayo Alfredo
Zitarrosa cuando dice en Triunfo Agrario: "¡Hay que dar vuelta el tiempo
como la taba, el que no cambia todo, no cambia nada!".
La poesía difundida en los 70 del pasado siglo
remite a otros tiempos en la correlación de fuerzas entre el capital y las
trabajadoras, los trabajadores y los pueblos. Cambiar la correlación de fuerzas
es el asunto y ello es una lucha política. No es un tema de mercado o de
lectura de una u otro concepción sobre la economía contemporánea, hegemónica o
reformista, sino de una crítica a fondo del orden existente y un imaginario por
otro orden socioeconómico posible. Solo se puede materializar si es idea-objetivo
de una mayoría social organizada al efecto. Esto nos lleva a discutir la
institucionalidad social popular actual en organizaciones políticas,
sindicales, territoriales, en su efectividad y adecuación a los tiempos que se
viven. Nuevas identidades que emerjan de reagrupamientos populares pueden dar
corporeidad a una perspectiva de cambio profundo que apunte a resolver las
insatisfechas necesidades sociales. Muchas búsquedas en ese sentido no son aún
visibles, pero es el rumbo que puede augurar cambios profundos en contra de la
incertidumbre del presente.
Buenos Aires, 5 de
febrero de 2021
[1] FMI. La larga sombra de la COVID-19:
Repercusiones sociales de las pandemias, en: https://blog-dialogoafondo.imf.org/?p=14975
[2] FMI. “La larga sombra de un comienzo
desafortunado”, en: https://www.imf.org/external/pubs/ft/fandd/2020/12/future-of-youth-in-the-era-of-covid-19.htm
[3]Ministerio de Trabajo, Empleo y
Seguridad Social, Argentina. Panorama mensual del trabajo registrado. Datos a
octubre y noviembre 2020, en: http://www.trabajo.gob.ar/downloads/estadisticas/reportelaboral/panorama_del_trabajo_registrado_2101.pdf
[4] INDEC. EMAE a noviembre 2020, en: https://www.indec.gob.ar/uploads/informesdeprensa/emae_01_21021E8A7C93.pdf
[5] INDEC. Índice de salarios. Noviembre de 2020,
en: https://www.indec.gob.ar/uploads/informesdeprensa/salarios_01_2182EA70CEA5.pdf
[6] Departamento del Tesoro de EEUU. Mensaje del
primer día al personal de la secretaria del Departamento del Tesoro de los
Estados Unidos, Janet L. Yellen, en: https://home.treasury.gov/news/press-releases/jy0003
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