Desafortunadamente, el BC ha decidido aumentar las tasas de interés. Supuestamente esto reducirá el nivel de actividad de la economía dominicana y la inflación, lo que induciría a un aumento del desempleo, promoviendo la concentración del ingreso, lo que redundaría en mayores niveles de pobreza.
Las propuestas de políticas económicas neoliberales se fundamentan en el concepto de equilibrio de largo plazo; aunque en realidad el equilibrio sea un resultado muy volátil a pesar del corolario de la mano invisible de Adam Smith, (1776). Frente a la imposibilidad de lograr el equilibrio de los mercados en el corto plazo, se postuló entonces que éste sólo se alcanza en el largo plazo. En este debate, Keynes argumentó en su Tratado de la Reforma Monetaria que en el largo plazo “…todos estaremos muertos”, (Keynes, 1923).
Efectivamente, el concepto neoclásico del equilibrio es un punto de reposo, que pone en pausa a todos los mercados y los somete a una repetición permanente. Este equilibrio no considera la dinámica social que a diario repercute en los mercados. En este punto de reposo económico no existen reclamos sociales por mayores salarios ni para impedir que las administradoras de fondos de pensiones se queden con los beneficios de los afiliados, la creación de fideicomisos de transportes, viviendas y turismo, que elevan los precios a los usuarios trasladando parte de sus ingresos a las ganancias de los empresarios de siempre. Estas presiones sociales no están reflejadas en el equilibrio de corto plazo en el que la política económica debe actuar, sabiendo que el equilibrio en el largo plazo está asegurado, según afirman los economistas neoclásicos.
Este concepto alcanza su mayor esplendor con el modelo neoclásico de crecimiento económico de Solow (1956). En este trabajo, el autor determina las condiciones bajo las cuales se alcanza el crecimiento económico de largo plazo, caracterizado por la igualación del ahorro a la inversión. De manera que existe una similitud entre la Ley de los mercados de Say (1767-1832) y el estado estacionario descrito por Solow en su famoso modelo de crecimiento económico.
Si la economía funcionara de esta manera, entonces no habría crisis económicas, siempre se estaría en equilibrio de pleno empleo, sabiendo que se dispone de información perfecta y que todos los agentes económicos tienen expectativas racionales. En este caso, no habría necesidad de la intervención del gobierno como argumenta el padre de la economía clásica Adam Smith (1776).
Al pasar de los años, la tradición neoclásica ha mejorado su caracterización del equilibrio, pero sin llegar cerca de representar la realidad. En efecto, Ramsey (1928) propuso un esquema analítico más complejo y relativamente completo del proceso de ajuste dinámico de una economía, de lo que resulta un equilibrio difícil de conseguir por las condiciones a que son sometidos el consumo y la acumulación del capital. En tal sentido, cualquier desviación por pequeña que fuere, las variables analizadas podrían corregirse sólo si se encontraran en la única trayectoria que conduce al equilibrio.
De manera que, ante las discrepancias entre la realidad que se trata de explicar y la teoría con la que se aborda, resulta imposible arribar a recomendaciones de políticas que sean consistentes con la solución de las dificultades reales que aparecen en cualquier economía moderna. Para que los economistas logren resultados convenientes para todos, es necesario seleccionar un conjunto de herramientas analíticas que permitan analizar los desequilibrios fuera del esotérico concepto de equilibrio neoclásico, sin perder de vista que los actores sociales tienen fuerza política para cambiar las recomendaciones que no convengan al bienestar social.
En la figura siguiente, puede observarse que desde 1970-2006, se han producido más de una docena de crisis económicas en el mundo. Y que, entre crisis, se han producido fluctuaciones económicas, por tanto, en tres décadas las economías del mundo no han logrado que la oferta y demanda de bienes sean iguales y permanezcan de esa manera durante un buen período de tiempo; esto implica que el ahorro no es igual a la inversión, ni que haya equilibrio en la balanza comercial, en los mercados cambiarios, etc. En fin, se han producido oscilaciones de las variables económicas fundamentales que caracterizan el ciclo económico y, por tales razones, es preciso hacer política económica (intervenir en los mercados) para corregir los desequilibrios del mercado.
Figura 1. Burbujas Especulativas y Crisis en el Mundo, 1970-2006
Fuente: Mario Rapoport y Noemí Brenta: La Crisis Económica Mundial: ¿El desenlace de cuarenta y dos años de Inestabilidad?, Revista Problemas del Desarrollo, 163(41), octubre-diciembre, 2010, pp. 17.
En un artículo anterior me referí a la disyuntiva de la política monetaria para evitar la inflación importada. En esa entrega, enfaticé en la disyuntiva de la política monetaria doméstica entre recesión-inflación y crecimiento económico-inflación. Las ideas que se proponen para corregir la inflación provienen del ideario neoclásico (liderado por la interpretación de Friedman sobre el origen de la inflación) y otras que observan de cerca el proceso económico, los datos y las consecuencias de las políticas económicas propuestas.
El enfoque de Friedman afirma que, si la economía se encuentra en equilibrio de pleno empleo, un aumento de la demanda, propiciada por una expansión monetaria, produce inflación. Con los supuestos que teóricamente propone el autor, su conclusión teórica es correcta. No obstante, en el caso dominicano, la economía exhibe una brecha del producto negativa respecto de su producto corriente y el potencial (o de pleno empleo). El Fondo Monetario Internacional (FMI), afirma que el producto corriente de la economía alcanzaría su potencial en el mediano plazo (FMI, Artículo IV, julio 2021), en caso de que las condiciones internacionales sean favorables para la economía dominicana y si las políticas públicas cumplen con los ajustes que son necesarios para eliminar sus desequilibrios.
El FMI entiende que la economía dominicana podría continuar con su trayectoria de crecimiento económico, si el resto del mundo recupera su ritmo de crecimiento (especialmente Estados Unidos), pero Paul Krugman argumenta en el New York Times que la persistencia del aumento de las tasas de interés recesionaría la economía americana. El FMI afirma asimismo que el despegue de la economía doméstica depende, a su vez, de la consolidación fiscal y de que ésta proteja a la población vulnerable y al gasto en salud, así como que el gobierno logre priorizar el gasto público. El FMI también afirma que las expectativas de inflación están bien ancladas, porque la flexibilidad cambiaria es un amortiguador del aumento de precios.
El Artículo IV del FMI afirma que la flotación del peso dominicano regularía el exceso de demanda de importaciones y sus efectos sobre la tasa de inflación. Generalmente, se espera una contracción de las importaciones cuando se deprecia el tipo de cambio; contrariamente, aumentan cuando se aprecia el tipo de cambio. Esta afirmación depende crucialmente de que el mercado cambiario sea competitivo, no especulativo y transparente; condiciones que no cumple. Curiosamente, el tipo de cambio es de alto interés del BC y, en lugar de que el tipo de cambio flote libremente, ese mercado es intervenido regularmente. La depreciación o apreciación del tipo de cambio ha sido durante 2005-2019 de un 2%, con altas y bajas en las RIN. En la Figura 2, puede notarse que, a pesar de la depreciación cambiaria, durante el período 2009-2019, la tasa de inflación se mantuvo alrededor de la meta de inflación del BC (4.0%%).
Recientemente, un prestigioso economista internacional recomendó a las autoridades dominicanas el aumento de la tasa de interés para combatir la inflación. Esta sugerencia se sustenta en que el producto potencial sea mayor al producto corriente, por lo que para alcanzar el equilibrio se recomienda recesionar la economía dominicana mediante el aumento de las tasas de interés. Justamente, el FMI contradice esta afirmación cuando considera que la brecha del producto corriente respecto de su potencial es negativa para la economía dominicana (FMI, Artículo IV, 2021, pág. 2). De manera que existe espacio para crecer sin crear presiones inflacionarias. No obstante, esta recomendación aumentaría el costo de la inversión y pospondría el gasto de las familias en consumo duradero, lo que finalmente reduciría la demanda agregada y caería el crecimiento del producto corriente. La caída del producto reduciría las recaudaciones fiscales, ampliaría su déficit y aumentaría la deuda pública externa que, mal contada, supera el 68% del PIB.
Desafortunadamente, el BC ha decidido aumentar las tasas de interés. Supuestamente esto reducirá el nivel de actividad de la economía dominicana y la inflación, lo que induciría a un aumento del desempleo, promoviendo la concentración del ingreso, lo que redundaría en mayores niveles de pobreza. El FMI propone aumentar el gasto social para proteger a los vulnerables, entendiendo que con esto se aliviaría el deterioro del nivel de vida provocado por esa medida. Vale la pena resaltar que los impuestos tributarios más importantes en el país recaen sobre el consumo, los que aumentarán por la consolidación fiscal que propone el FMI, lo que contraerá el consumo real por sus efectos inflacionarios.
Lamentablemente la actual administración se encuentra amordazada y cegada por los intereses privados que dirigen las políticas públicas, mientras la población carga el pesado fardo del diseño de políticas económicas que no resuelve el problema que pretenden enfrentar
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