La biotecnología tiene un prometedor desarrollo en Cuba.
Este sector comenzó a potenciarse desde la pasada década del ochenta y hoy día se inscribe entre los principales rubros económicos y científicos de la nación caribeña, que atrae la atención e interés del primer mundo. De la producción de vacunas a la de animales transgénicos, de sistemas diagnósticos a una amplia gama de productos farmacéuticos y biotecnológicos de avanzada, junto a otros resultados en el campo de la salud humana, esa industria de alta tecnología representa hoy día uno de los renglones exportadores más importantes para el país.
La biotecnología, como industria de alta tecnología, es característica de empresas de países industrializados y, aunque en realidad el sector es dominado por las naciones más desarrolladas, algunos países en desarrollo como Cuba muestran resultados relevantes en este campo. A partir de la pasada década de los ochenta, el gobierno cubano decidió acelerar el avance biotecnológico para garantizar la incorporación del país a la tendencia mundial de fomentar una industria de productos de alto valor agregado. Vista en comparación con otras experiencias de inversión en biotecnología y parques tecnológicos, Cuba exhibe un conjunto de rasgos que la hacen única.
Aunque ya desde el siglo XIX existía en la isla un pensamiento científico de avanzada, con figuras de nivel mundial como Carlos J. Finlay, Tomás Romay y Álvaro Reynoso, no es hasta la llegada de la Revolución que comienza a formarse una verdadera estrategia para el desarrollo de la ciencia en Cuba.
Con el triunfo de la Revolución Cubana se implantaron múltiples programas educativos que permitieron establecer la base profesional necesaria. Ya desde 1960, Fidel Castro declaraba en un discurso pronunciado en el acto celebrado por la Sociedad Espeleológica de Cuba, en la Academia de Ciencias, que “el futuro de nuestra patria tiene que ser, necesariamente, un futuro de hombres de ciencia, tiene que ser un futuro de hombres de pensamiento, porque precisamente es lo que más estamos sembrando; lo que más estamos sembrando son oportunidades a la inteligencia (…)”.
Desde la pasada década del ochenta, Cuba se planteó una estrategia de desarrollo de la biotecnología. En 1981 se creó el Frente Biológico (origen de lo que después fue el primer polo científico productivo del país: el Polo Científico del Oeste de La Habana), para la coordinación y jerarquización de las actividades en la esfera de las biociencias, con el objetivo de impulsar el desarrollo y la aplicación de la biotecnología, así como la incorporación del país a la tendencia mundial de fomentar una industria de productos de alto valor agregado. Esa fue la primera vez en la historia de la economía cubana que la nación caribeña se insertaba en una actividad al mismo tiempo en que esta se concebía en el mundo.
En ese entonces, la estrategia para el desarrollo del sector estaba sustentada en:
– el impacto en la salud en Cuba, mediante la aplicación de los resultados de las investigaciones en la satisfacción las necesidades del país,
– el impacto en la producción de alimentos,
– el acceso rápido, al máximo nivel, de ciencia y tecnología en este campo,
– el potencial científico y recursos económicos propios,
– la integración entre las instituciones, que implica que estas no compitan entre sí, sino que se soporten de manera que los recursos se centralicen en la empresa especializada en determinado campo (por ejemplo: una institución realiza un descubrimiento y le aporta sus conocimientos a la empresa dentro del sector que más se pueda beneficiar, o la que se especialice en el área del descubrimiento),
– el sistema a ciclo completo (o ciclo cerrado): centros de investigación, producción y comercialización bajo una misma administración.
Estas características siguen vigentes en la actualidad y las tres últimas clasifican como las más distintivas de la biotecnología cubana, ya que además de sustentar el éxito del sector, no se han repetido en ninguna de las experiencias internacionales.
Los principales centros vinculados al Frente Biológico entre 1982 y 1990 eran el Centro de Producción de Animales de Laboratorio (CENPALAB), el Centro de Investigaciones Biológicas (CIB), el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), el Centro de Inmunoensayo (CIE), el Centro Nacional de la Vacuna Antimeningoccócica, el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC), el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK) y el Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología (INOR)[1].
En la creación del CIB, primera institución biotecnológica científico-productiva cubana, contribuye en gran medida la producción de Interferón Alfa Leucocitario Humano que se había comenzado en el país a principios de 1981. Como resultado concreto de la aplicación de la ingeniería genética comienza, al poco tiempo, a producirse el interferón recombinante.
En esta década empiezan a obtenerse los primeros resultados del esfuerzo realizado. Se logran los primeros anticuerpos monoclonales; se produce la vacuna antimeningococo tipo B (única en el mundo); se elabora en grandes cantidades el Interferón alfa 2b; se crea la red de laboratorios SUMA; se logra la primera vacuna recombinante cubana, la vacuna contra la Hepatitis B; y se obtienen los primeros animales transgénicos.
Durante los primeros años de la década del noventa, en medio de la crisis económica que sufría el país, persiste la voluntad política del gobierno de continuar avanzando en el desarrollo biotecnológico y la industria farmacéutica, con el objetivo de minimizar las afectaciones de los programas de salud a partir de la producción de medicamentos, reactivos y equipamiento, tanto para sustituir importaciones como para la generación de ingresos a partir de las exportaciones.
La actividad exportadora se convirtió entonces en condición ineludible para obtener la viabilidad económica esperada, aunque la primera prioridad siempre ha sido satisfacer las necesidades del Sistema Nacional de Salud.
En este contexto, se crean tres nuevos centros: el Instituto Carlos J. Finlay en 1991, para el desarrollo de compuestos vacunales; el Centro Nacional de Biopreparados (BIOCEN) en 1992, con el objetivo fundamental de dar salida productiva de otras instituciones biotecnológicas; y el Centro de Inmunología Molecular (CIM) en 1994, para la I+D (investigación y desarrollo) y producción de anticuerpos monoclonales.
Asimismo, se extendió la biotecnología a varias provincias, con la inauguración del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de Camagüey en 1989, el de Sancti Spíritus en 1990, el Centro de Biotecnología de Ciego de Ávila en 1991 y el Centro de Biotecnología de las Plantas de la Universidad Central de Villa Clara en 1992, así como instituciones análogas en Holguín y Santiago de Cuba.
Esta etapa se caracterizó por la creación de una infraestructura productiva conformada por complejas y modernas instalaciones; pese a coincidir con los años más difíciles, como consecuencia de la desaparición de la URSS y los países socialistas europeos, y de la reforzada hostilidad económica de los Estados Unidos.
En 1992 se constituyó el Polo Científico del Oeste de La Habana, que comprendió más de 50 instituciones y 10.000 trabajadores. Esa estructura permitió que todas las empresas productoras que lo conformaban tuvieran su propia empresa comercializadora para facilitar el proceso exportador.
El alcance de la biotecnología en todo el país, mediante una extensa red de instituciones, garantizó que sus logros y avances beneficiaran a numerosos sectores de la economía. La construcción de biofábricas para la producción de vitroplantas, en aras de mejorar el sector agrícola, permitió nuevas variedades más resistentes a enfermedades y plagas en cultivos como caña de azúcar, papa, tabaco, plátano, hortalizas y cítricos.
Del mismo modo se evidencian avances en la biotecnología animal, con la obtención de vacunas veterinarias de nueva generación y la producción de animales transgénicos, además de exportar, en el campo de la salud humana, una amplia gama de productos farmacéuticos y biotecnológicos que representan hoy día uno de los renglones más importantes de exportaciones del país.
En esta etapa, a medida que las exportaciones crecen, se controla la epidemia de la meningitis, baja la mortalidad infantil por el programa de testaje de alfa feto proteína, disminuye la incidencia de la hepatitis B por la vacunación, se monta la producción de los productos anti-retrovirales y se disminuye la mortalidad por sida.
Desde 2005 se dice que la biotecnología en Cuba alcanza un estado superior, pues sin dejar de crecer como sector y seguir expandiendo sus exportaciones, las nuevas inversiones se realizan con los resultados de las propias instituciones y menos intervención de los fondos del Estado, a diferencia de la etapa precedente. A medida que el sector se rentabiliza, la estrategia se centra en:
– Incrementar el impacto económico.
– Profundizar la integración al sistema nacional de salud.
– Diversificar mercados, fundamentalmente en los países desarrollados.
– Aumentar la participación de la industria biotecnológica cubana en los países del Tercer Mundo.
– Búsqueda de nuevas aplicaciones y formulaciones combinadas de productos biotecnológicos actuales.
En la actualidad, Cuba puede mostrar avances en el sector de la biotecnología comparables con los países del primer mundo y sus resultados se muestran en áreas como la veterinaria, la agricultura y, fundamentalmente, en la salud humana. Algunos de los resultados más relevantes en esta última etapa han sido:
- Reducción de la incidencia de la hepatitis-B.
- Vacuna contra el haemophilus influenzae tipo b, elaborada a partir de un antígeno sintético que inmuniza contra la bacteria causante de meningitis y neumonía a niños menores de un año.
- Control de la enfermedad meningocóccica y de la leptospirosis.
- Campañas masivas de vacunación a nivel de comunidad y escuelas contra 13 enfermedades (poliomielitis, tétanos, difteria, sarampión, tosferina, rubéola, entre otras).
- Reducción de mortalidad por infarto, debido al tratamiento con estreptokinasa recombinante. Se extendió nacionalmente el uso de este medicamento desde 1993 para el tratamiento del infarto agudo del miocardio. Hasta 2001 fueron tratados 11.540 pacientes, con una reducción de la mortalidad en 28 por ciento. Más de 200 vidas por año han sido salvadas.
- Diagnóstico precoz de malformaciones congénitas y disminución de la mortalidad infantil. Su aplicación en el programa cubano de alfafetoproteína, desde 1982 hasta la actualidad, ha permitido el estudio de 3.357.619 (99,6%) de gestantes y detectado unas 7.529 malformaciones.
- Diagnóstico perinatal del hipotiroidismo congénito. Se han estudiado 2.910.387 (99%) recién nacidos desde 1986 hasta la fecha y han resultado positivos 754 casos; el tratamiento temprano ha evitado cientos de casos de cretinismo.
- La seguridad de las transfusiones de sangre.
- El sistema de vigilancia epidemiológica.
- Sistemas de diagnóstico para enfermedades como el VIH/sida, ayudando a mantener tasas de prevalencia entre las más bajas del mundo.
- La cobertura total de los pacientes de sida con tratamiento antirretroviral.
- Producción nacional de 560 de los 881 medicamentos que se administran en Cuba, incluyendo ocho de las 13 vacunas empleadas en el programa ampliado de inmunización.
- La disponibilidad en los hospitales de medicamentos de avanzada, tales como la eritropoyetina (EPO), los interferones (IFN), los factores de crecimiento epidérmico (GSCF), los anticuerpos monoclonales, las vacunas contra el cáncer de pulmón, el heberprot-P, entre otros.
Finalmente, esta industria sufrió una nueva transformación en diciembre de 2012, cuando las empresas biotecnológicas cubanas pasaron a formar parte del grupo empresarial BioCubaFarma, el cual quedó constituido con el Decreto No.307. Se integraron al grupo las entidades del sector biotecnológico que antes pertenecían al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y entidades del Grupo Empresarial QUIMEFA (encargado de la producción de fármacos en el país). El grupo tiene establecimientos en las 15 provincias del país y está compuesto por 16 grandes empresas productoras, ocho comercializadoras, 11 radicadas en el exterior y tres que ofertan servicios.
La nueva organización funciona íntegramente bajo los principios empresariales, por lo que las unidades presupuestadas que integraban el polo científico se transforman en entidades empresariales y dejan de ser financiadas por el Estado.
Este paso, que forma parte del proceso de reordenamiento empresarial que se pone en práctica en el país en los últimos años, tiene el propósito de lograr mayores niveles de integración entre el sector biotecnológico y farmacéutico. La Organización Superior de Dirección (OSDE) BioCubaFarma se inserta en la tendencia mundial de fusión entre las industrias biotecnológica y farmacéutica, reorganización empresarial con la cual se busca elevar estándares de calidad y niveles de exportación; emplear con mayor eficiencia las instalaciones y equipamiento y, fundamentalmente, el capital humano que se posee. Su materialización deberá reportar al país, en sentido general, un desarrollo científico técnico más elevado, con vistas a mejorar distintos aspectos como:
– posicionamiento en el mercado,
– aprovechamiento de las capacidades en el sentido de optimización,
– eficiencia en el balance de materias en el sentido de un mayor ahorro,
– acceso a mercados.
La integración de la industria biotecnológica y farmacéutica pudiera reportar beneficios para ambas; no obstante, la experiencia es aún muy incipiente para aventurarse a conclusiones. Supuestamente, de un lado el sector farmacéutico podría elevar sus estándares de calidad a partir de la experiencia de los centros del polo en los procesos de investigación, producción y comercialización de los productos. Mientras que, del otro, la biotecnología, que carecía de estructura organizativa central, se nutriría de la experiencia empresarial aportada por las entidades de la industria farmacéutica.
Entre muchos otros retos, esta transformación resalta la necesidad que tiene el país de demostrar cuán eficiente puede ser la empresa estatal socialista. A BioCubaFarma se le aprobó una política de desarrollo económico con prerrogativas para lograr autonomía y tomar decisiones que dinamicen la industria. Entre estas se encuentra “aprobar el monto del valor agregado bruto del año que se destina a la formación del fondo de salario”, según laGaceta Oficial del 7 diciembre 2012; es decir, la estimulación salarial en función de los resultados: en la medida que aporten más, sus trabajadores recibirán una mejor retribución.
Como conclusión, la nueva OSDE BioCubaFarma es una entidad nacional de carácter empresarial, que incluye por primera vez en Cuba el concepto de empresas de alta tecnología y resulta relevante destacar que, aunque ciertamente la integración de ambas industrias constituya un factor de éxito en el tiempo, hay que diferenciar a la “empresa” de la “empresa de alta tecnología”, pues está claro que el mundo se dirige hacia este último tipo de emprendimiento. El grupo BioCubaFarma debe darse a la tarea de fomentar, desarrollar y proteger este tipo de empresa, ya que en definitiva es la generadora de exportaciones diferenciadas de alto valor agregado, las cuales constituyen uno de los principales renglones del país y por las que se debe continuar apostando en el futuro. (2015).
Bibliografía:
Lage, A.: “La organización productiva en la economía del conocimiento: Experiencias a partir de la Biotecnología Cubana”, conferencia, Facultad de Economía, Universidad de La Habana, Cuba, 2013.
[1] Somoza, J.: “Industria biotecnológica y médico-farmacéutica”, en Estructura Económica de Cuba, Tomo 1, p.: 236, 2001.
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