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Juan M Ferran Oliva agosto 26 de 2020
Hace meses que no me
visitaba Juvenal. Usualmente me agobia con su mordacidad pero en esta ocasión
vino mustio. Pensé que lo había pillado la pandemia y no fue así. Su trabajo no
cesó y debe atenderlo diariamente. Lo considera una mala suerte y añade que a
la ineficiencia económica reinante, las medidas electoreras de Trump y la
pandemia hay que agregar la etapa ciclónica y, de contra, la amenaza de los
mosquitos. Atraviesa una crisis de pesimismo.
Esta mañana llegó ojeroso al trabajo y sus
compañeros pensaron, maliciosamente, en noches de orgía. La hubo, efectivamente, pero de
mosquitos. Comenzaron a picar a prima noche. Las
horas más intensas transcurrieron más
tarde, en el lecho. Juvenal no pudo dormir. Por suerte la ofensiva se concentró
en su casa. Los zancudos no son habitúes de nuestro barrio. Juvenal me confesó que en su patio se
acumulan escombros en los que abundan las concavidades que los últimos
aguaceros llenaron de agua. Este mea culpa lo explica todo.
Los mosquitos son bichos
voladores de pérfidas consecuencias y habitan en todo
el globo. Son hematófagos –micro vampiros- y vectores de numerosas enfermedades
contagiosas. En su contra se han utilizado insecticidas, lucha biológica y
sobre todo la eliminación de sus hábitats.
Existen 39 géneros y entre los más conocidos
se hallan los culex y los aedes. El aegypti es uno de los subgéneros
de este último. Es un mundo en el que impera el matriarcado. Las hembras
requieren una previa dosis de sangre para desovar. La toman de animales
superiores, los seres humanos entre ellos. Tras una ingesta reposan 2 ó 3 días realizando la digestión mientras los
huevos se desarrollan con los nutrientes extraídos. Sus ciclos vitales de
huevo, larva, pupa y adulto son breves. Los machos son inocentes; prefieren el néctar de las flores. Su única y
agradable función es fecundar. Pero no pican. Su vida no sobrepasa la semana.
El mosquito
más difundido es el culex pipiens según la
clasificación de Linneo. Parecen ser el miembro pobre de la familia y cuenta
con numerosísimas especies. El aedes es frecuente en
áreas tropicales y subtropicales. Ambos endosan enfermedades a veces localizadas territorialmente. Entre las más conocidas se cuentan
el dengue, el zika, el chikunguña y la fiebre amarilla. En esta última el aedes es todo un especialista como demostró Finlay.
No son las únicas.
Con perdón de los entomólogos creo que el aedes se distingue por un pullover moteado o rayado. El culex viste un hábito negro y sus ojos son saltones.
Juvenal tiene sentido musical. De regreso del trabajo se rascaba las
picaduras y esperaba una noche como la anterior. Aficionado a las parodias,
cantó una con base tradicional.
Mama yo quiero saber
de donde son los aedes,
los culex y otras especies,
yo los quiero conocer.
Sus zumbidos irritantes
yo me los quiero aprender.
Realmente no distingo marcas.
Soy un profano y todos los mosquitos me parecen iguales. Llevan a cabo sus
depredaciones con nocturnidad, alevosía y eficacia. Las preludian cantando al
oído de la víctima una salmodia que parece la salida de Cecilia Valdés grabada
en 33 rpm y tocada en 77. Es un ataque sicológico. Durante la Segunda Guerra Mundial la De Havilland inglesa desarrolló un versátil
caza-bombardero para acciones nocturnas y lo denominó Mosquito.
Fue tan temido por los alemanes como su homónimo para los epidemiólogos.
En las primeras horas de la noche la agresividad de esta minúscula fiera
zancuda está a la altura de su apetito, en ese momento exacerbado por doce
horas de abstinencia. Después de las primeras sangres el insecto se torna más
selectivo. Escoge las partes donde la hemoglobina es más tierna. En la
alborada, cuando ya se ha saciado, se mueve pesadamente, como un avión
despegando a plena carga.
Una loción a base de vinagre y esencia de clavo y bergamota los
ahuyenta, pero también puede espantar a los humanos. Existen numerosos
repelentes aplicables a la piel o utilizables como sahumerios. Alguien dijo a
Juvenal que Nerón incendió Roma cuando
quemaba trapitos para alejar los mosquitos. En general los remedios suelen ser
peores que la enfermedad. Lo mejor es ir a la raíz y erradicar sus focos de
maternidad.
Los activistas de la Campaña
Contra el Mosquito buscan recipientes sin tapa, cáscaras de huevos, latas
vacías o cualquier otro receptáculo potencial de agua. Todo vale. Cuando
abandonan una casa inspeccionada suelen llevar detenido a algún mosquito
capturado
Juvenal continuó parodiando:
¿De dónde serán?
¿Serán de La Habana,
de Nuevo Vedado,
del Rio Almendares,
o de El Sevillano?
Tu verás. Tu verás.
Mamá ellos son de Boyeros
Mamá ellos son de Boyeros
y pican en Marianao.
Tradicionalmente
el mosquito fue un ente rural asentado en lugares cenagosos.
Fascinado por las luces de la ciudad se instaló en ella. No se conformó, con
las zonas periféricas y señoreó por Miramar, Nuevo Vedado y otros barrios de
categoría. De nuevo motivado musicalmente, Juvenal saltó
a la nueva trova:
Mi anófeles azul ayer se me perdió,
zumbando lo dejé
y luego me picó.
Cualquier fumigación, bien la voy a pagar;
las ronchas que dejó, hoy me han vuelto a picar.
Agobiado por las circunstancias, Juvenal se
confina lo más posible. Usa nasobuco a porfía, se lava las manos frecuentemente y
desinfecta todo cuanto toca. Sobre todo elimina los focos de proliferación del
mosquito. Además sigue los partes meteorológicos en previsión de algún evento
ciclónico. Conjuga todas estas acciones con el ahorro de agua y de
electricidad.
La alimentación es también su problema pero no
depende de él. Corre a cargo del Estado,
al igual que las medidas contra la pandemia. Esto último lo hace bastante bien.
Del abastecimiento, que hablen los consumidores.
Fin
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