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"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

domingo, 27 de agosto de 2017

El legado tóxico de Trump

La política medioambiental de los republicanos no necesita apoyo del Congreso para ser un desastre


Pozo de agua residual derivada del 'fracking' en Tulare, California. GETTY

Los esfuerzos por matar la reforma sanitaria de Barack Obama han fracasado, al menos por el momento. Las perspectivas de la "reforma" tributaria —que en realidad significa grandes rebajas de impuestos para los ricos— son dudosas. De hecho, es posible que se hayan vuelto todavía más dudosas gracias a Louise Linton, esposa del secretario del Tesoro Steven Mnuchin: su ahora tristemente famosa diatriba podría abrir por fin los ojos de unos cuantos votantes y hacerles ver el desprecio que el círculo más cercano del "populista" Donald Trump siente por la gente corriente.

Muchos observadores se preguntan si Trump podrá reanudar su programa paralizado. Pero esa es una mala pregunta, por dos razones.

En primer lugar, Trump no tiene ningún programa aparte del de "ganar". Tiene instintos y prejuicios, pero no le interesan los detalles de la política, y ni siquiera las líneas generales. Por ejemplo, es evidente que nunca ha tenido la menor idea de cuál era el plan sanitario de su propio partido. Y definitivamente no ha mostrado interés alguno por convertir su retórica populista en algo concreto.

En consecuencia, con independencia de las enemistades personales que Trump pueda tener con los dirigentes del Partido Republicano, esos dirigentes –los mismos grupos de interés e ideólogos que guían desde hace décadas las posiciones del partido– están estableciendo el programa político de su Gobierno.

Lo cual me lleva a mi segundo razonamiento: si bien el programa legislativo parece efectivamente paralizado, buena parte de lo que esos grupos de interés quieren no requiere cambiar la legislación, y no está ni mucho menos paralizado. Esto es especialmente cierto en lo que respecta a la política medioambiental, en la que las decisiones sobre cómo interpretar y aplicar leyes ya aprobadas pueden tener un impacto enorme.

De modo que el legado de Trump tal vez no se defina por las leyes que consiga o, más probablemente, no consiga aprobar, sino por su decisión de poner a Scott Pruitt al frente de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA por sus siglas en inglés).

Cuando Pruitt ocupó el cargo de fiscal general de Oklahoma, estuvo al servicio, no de la ciudadanía, sino de las industrias contaminantes. No es una acusación; es algo que confirma su propio rastro de mensajes electrónicos.

Ahora, en un momento en el que buena parte del Gobierno de Trump parece paralizado por falta de liderazgo y personal clave, Pruitt ha metido el turbo, pero no para que la EPA sea más eficaz. Por el contrario, se dedica a sabotear desde arriba, y está moviéndose con rapidez para debilitar la misión de su propio organismo, refiriéndome no solo a los esfuerzos de este contra el cambio climático, sino también a su labor de protección del medio ambiente en general. Trump no conseguirá que Estados Unidos vuelva a ser grande, pero Pruitt, que claramente tiene todo su respaldo, sí puede hacer mucho por volver a contaminarlo.

Este es un programa impopular, o lo sería si la ciudadanía lo conociese. La mejora de la calidad del aire y del agua desde la fundación de la EPA en 1970 es uno de los grandes éxitos políticos de Estados Unidos, y también en gran medida no reconocido. Cuando Donald Trump era joven, el aire en Nueva York era asqueroso, y las nieblas asesinas mataban en ocasiones a centenares de personas; por otro lado, el propio gobernador de Nueva York describía el Hudson como "una gran fosa séptica". Pero es probable que Trump, al igual que muchos votantes, no lo recuerde, o comprenda que fue la normativa la que estableció la diferencia.

Es cierto que eso podría cambiar rápidamente si los ciudadanos fuesen conscientes de que se están poniendo en peligro el aire y el agua relativamente limpios que dan por hecho. Piensen en cómo aumentó el respaldo a la Ley de Atención Sanitaria Asequible cuando los ciudadanos comprendieron que millones de personas podían realmente perder la cobertura. Habría un aumento similar pero aún mayor del apoyo a la protección medioambiental si, pongamos por caso, los republicanos intentasen revocar la Ley de Agua Limpia.

Sin embargo, como he dicho, Pruitt puede hacer mucho daño sin cambiar la ley. Es capaz, por ejemplo, de dar marcha atrás a la prohibición de un plaguicida que, según afirman los propios científicos de la EPA, puede dañar el sistema nervioso de los niños. O a lo mejor decide abolir una norma que limitaría la contaminación con metales pesados procedentes de las aguas residuales de las centrales eléctricas.

Y puede paralizar la aplicación de las normas que no revoque simplemente colaborando con Trump para privar a su propia agencia de personal y fondos. El presupuesto que Trump hizo público en mayo no se convertirá realmente en ley, pero sí es una muestra de las prioridades, y proponía recortar la financiación del EPA un 31% (más que la de cualquier otro organismo público).

No es probable que ninguna de estas acciones por sí sola se convierta en noticia de portada, sobre todo si tenemos en cuenta todo lo demás que está ocurriendo. Juntas, sin embargo, matarán o perjudicarán a gran número de estadounidenses, porque eso es lo que la contaminación hace, aunque el daño sea gradual y a veces invisible.

Por cierto, si se preguntan si un programa antiecologista será al menos bueno para la creación de puestos de trabajo, la respuesta es no. Los puestos de trabajo en el carbón, en concreto, no van a volver por mucha libertad que demos a las grandes empresas para reventar cimas de montañas y verter toxinas en las arterias fluviales. Sin embargo, este programa sí que reportará miles de millones de dólares a algunos donantes que aportaron fondos a la campaña electoral.

Así que no digan que el programa del Gobierno está paralizado. Algunas partes, sí, pero otras avanzan a buen paso. En lo que se refiere a la política medioambiental, Trump sin duda cambiará Estados Unidos, y su legado será literalmente tóxico.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía.
© The New York Times Company, 2017.
Traducción de News Clips.

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