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"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

jueves, 9 de junio de 2016

¿Hacia dónde vamos?

Aurelio Pedroso • 9 de junio, 2016 

LA HABANA. No me canso de sugerirle a buenos amigos extranjeros que nos visitan con sumo interés por conocernos, que para intentar tener una aproximación de cómo somos, cómo vivimos, cómo entendernos, deben fijar en su disco duro cerebral que aquí lo absurdo puede ser lo cotidiano, que con esa primicia pueden adentrarse en un laberinto que rompe cualquier lógica del pensamiento humano.

He aquí lo último acaecido a este cronista del día a día.

Antes, quisiera el apoyo de alguno de nuestros lectores por si conocen de algún centro comercial fuera de las fronteras patrias donde el interés de sus ejecutivos sea no vender. Hasta donde conozco sé de un caso en la colonial Antigua Guatemala donde un viejo gruñón al ver la llegada de los autobuses con turistas, cierra de par en par el negocio y no lo abre hasta tanto se han retirado de todos los contornos. Este hombre, que se sabe no anda muy bien de la cabeza, tampoco expende confituras a los niños y les exige lleven a sus padres para comprobar que las monedas no son mal habidas. De la regla, una excepción.

En un establecimiento perteneciente al sistema empresarial de las Fuerzas Armadas, denominado Tiendas Recuperadoras de Divisas y al que todos llamamos por sus siglas TRD, tienen en venta las cervezas Bavaria de 330 ml cero alcohol. Su precio para los interesados: 1.10 cuc. No la empleada, sino la encargada de atención al cliente me aclara que sólo puede vender la caja con 24 unidades y no las dos o tres que necesitaba.

Le pregunto con dulzura la razón y la respuesta es con un argumento aparentemente aplastante: “Si las vendo sueltas me las roban”.

En honor a la verdad, se pueden adquirir sueltas, pero afuera de la tienda, en un quiosco lo más parecido a una caja de caudales donde a través de su enrejado, se pueden adquirir bajo absoluto control visual del dependiente. En Centroamérica abundan estas rejas en pequeños negocios para evitar asaltos. Para fortuna nuestra, los índices delictivos en esos países son muy pero que muy superiores a los nuestros.

Cuba fue de los tres primeros países de este mundo en romper la barrera entre el producto y el consumidor. Eliminado el famoso “mostrador” el cliente tocaba con sus manos el artículo. Un “cerebro” de la época llegó a la conclusión –no errónea- que se vendía más de esta manera. La Habana, Nueva York y París fueron los iniciadores de esta modalidad un poco antes de mediados del siglo pasado. La Habana de hoy es todo lo contrario. Mientras más alejadas estén la cosas menos nos roban parece ser la actual filosofía de actuales tenderos o gerentes.

La aspiración nuestra es ambiciosa, quizás utópica, y no vale de tanto la comparación con esa quincalla guatemalteca. Queremos comprarla en el supermercado de carácter nacional y autóctono, como se hace en medio mundo y ante un empleado que le interese vender, que esté estimulado a ello y no frente a uno cuya máxima preocupación sea que no le roben porque deberá reponer el coste de lo sustraído con una moneda que no es la que recibe como salario. Y lo peor, que tal comportamiento obedezca a un desajuste cerebral como el caso mencionado.

Estamos frente a una moneda (nunca mejor dicho) con dos caras. Porque por la otra, aumentan las llamadas “multas” al consumidor. Generalmente son los empleados quienes roban y de qué manera, constituyendo una rareza cuando equivocan la factura y te dan demás.

Tal parece que hay un pulso entre el uno y el otro en la aplicación de las malas mañas y del que deben tomar nota las autoridades a la par de psicólogos y sociólogos.

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