Beria y Stalin
Una inevitable necesidad de los momentos iniciales, cuando las luchas de clases fueron en todas partes más intensas, se tornó un mal endémico y devino malformación al ser asumida como parte en el diseño de las instancias políticas y sociales, los órganos estatales, judiciales y de la sociedad civil en el socialismo real, incluidos los partidos, la prensa, las instituciones culturales y profesionales que incorporaron el defecto de la falta de diversidad que les impidió aceptar la opinión diferente. Su labor fue un ejercicio de mirarse en el espejo.
Los congresos, parlamentos y eventos, fueron siempre contactos entre iguales, a los cuales lo distinto nunca tuvo acceso. Los líderes practicaron siempre el ejercicio de “predicar a los conversos”. En 70 años de socialismo en la URSS y 40 en Europa Oriental no hubo nunca un debate político genuino y cuando los hubo como en la URSS en los años 30, Hungría 1956 y Checoslovaquia 1968, fueron saldados a la tremenda. Una vez escuché a Raúl Castro decir: “Cuando llega la unanimidad formal, la crítica se queda afuera”.
Aquella práctica, derivada de la exclusividad ideológica, continuada por décadas y amparada por el poder, llegó a ejercer una hegemonía social y política total, hasta convertirse en un credo con amparo judicial. Los que pensaban diferente fueron llamados por Stalin, Beria, Molotov, Vishinski “enemigos del pueblo”, en Europa Oriental se les conoció como “anti socialistas” o disidentes y, en general fueron considerados “enemigos”.
Después de 2014, cuando en un ambiente excepcionalmente promisorio, con la experiencia del colapso soviético a la vista, avanzaban las reformas impulsadas por Raúl Castro y la normalización con Estados Unidos parecía una realidad, hubo en Cuba cierta oportunidad para que los partidarios de las reformas y la democratización del socialismo expusieran su opinión, sino en la prensa oficial, en otros formatos.
Ante esas voces que no fueron escuchadas, algunos ideólogos criollos, por cierto, más influyentes de lo que parecían, desataron una insólita campaña que desempolvó vetustos argumentos contra el “centrismo”, los “centristas” y los “reformistas”, adjetivos extraídos del pasado para aplicarlos extemporáneamente a personas que nada tenían que ver con los contextos originales en los cuales tales palabras pudieron tener significados.
La reacción me pareció insólita porque, con un nombre u otro, lo que proponía Raúl eran reformas, incluyendo lo que luego resultó en una nueva Constitución. Obviamente, para realizar reformas a escala social, no sólo es preciso rectificar sino, adoptar puntos de vista diferentes, para lo cual es pertinente ser flexible para maniobrar al interior del espectro político. Desplazarse hacia el centro significa alejarse de los extremos y de los extremismos.
Aquellos puntos de vista que matizaban los esfuerzos oficiales se manifestaron también en las alertas acerca de que las políticas de Obama, pretendían lo mismo que las de otras administraciones, solo que de distinta manera. Al respecto se puso en circulación una especie de slogan según el cual, Obama cambió la “agresión por la seducción”. ¿Seducir a quién?
Contra todos los pronósticos aquella corriente ejerció influencia, tanto que unida otros factores, ralentizó las reformas. A propósito, Raúl Castro declaró: “…Los cambios avanzarán a la misma velocidad con que avance el consenso”. Los resultados se expresan en años y oportunidades perdidas.
Recientemente, el presidente Miguel Diaz-Canel manifestó la voluntad de retomar los acuerdos adoptados en los congresos VI y VII del Partido, cosa más difícil ahora porque deberá realizarse en medio de los problemas económicos derivados de defectos estructurales, las enormes dificultades generadas por la COVID-19, las tensiones económicas y sociales, asociadas a los ajustes vinculados a las reformas monetarias, salariales y de precios, incluso por las eventualidades de un cambio de administración en los Estados Unidos.
Haber aplazado por años la entronización de las medidas acordadas fue un error, demorarlo más sería profundizar el yerro. En definitiva, en la medida en que los actores políticos se alejan de los extremos, se aproximan a la verdad. Allá nos vemos.
27/12/2020.
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ResponderEliminarCon una delicadeza extrema Gómez Barata toca la esencia de un fenómeno que terminó por destruir un proceso social que nació enfermo y que demoró demasiado en finalizar con un costo elevadísimo de vidas humanas, de sufrimientos inenarrables, de miserias, de represión, de violación de los más fundamentales derechos humanos que ha significado el estalinismo que es el modelo desarrollado en la Unión Soviética por Lenin y Stalin y exportado a un grupo de países en Europa, Asia y América Latina y que llevaba en su centro el veneno que le condujo al fracaso y que fue claramente señalado por Rosa Luxemburgo a Lenin y Trotski: “la eliminación de la democracia”, que condujo finalmente a su fracaso. Por desgracia para nuestro pueblo ese fue el modelo implantado en nuestro país, y que se mantiene contra todos los pronósticos, gracias a ese modelo basado fundamentalmente en la falta de democracia, la eliminación radical de todo pensamiento diferente, la eliminación de la crítica, con lo cual se elimina toda posibilidad del desarrollo dialéctico de la sociedad. La traición al núcleo central de las ideas de los fundadores del socialismo científico cuya esencia es el desarrollo de un modo de producción diferente al capitalismo basado en el trabajo libre asociado mediante el cooperativismo y la autogestión obrera, el trabajo por cuenta propia y la producción familiar, eliminando el trabajo asalariado y la explotación del hombre por el hombre.
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