January 26, 2022 by Phil Keefer - Carlos Scartascini ,BID
Mientras el gobierno afirma estar avanzando en su lucha contra la pandemia de la COVID-19, las empresas desconfían de las noticias, lo que no solo retrasa las inversiones y contrataciones, sino que además frena la recuperación económica. El gerente de una empresa desconfía de sus propios empleados y se niega a delegar responsabilidades, esto complica las iniciativas de inversión, innovación y entrada en nuevos mercados. Los ciudadanos desconfían de las empresas y exigen una regulación excesiva, lo que perjudica el crecimiento.
Solemos pensar que la confianza, por un lado, es fundamental para las relaciones personales y sociales, y por el otro, resulta crucial para las conexiones con nuestros líderes y nuestro gobierno. Pero la confianza también es esencial para forjar relaciones comerciales sanas y crear economías sólidas. En América Latina y el Caribe, donde los niveles de confianza están entre los más bajos a nivel mundial, la falta de confianza generalizada representa un serio lastre para la productividad y contribuye a las peores tasas de crecimiento económico del mundo. Revertir esta situación, como lo indicamos en el nuevo informe Desarrollo en las Américas del BID, no podría ser más importante. Resulta fundamental para ayudar a la región a salir del estancamiento económico de la pandemia y a resolver muchos otros desafíos sociales, económicos, políticos y ambientales.
Falta de confianza en el gobierno
Como documentamos en nuestro informe, Confianza: La clave para la cohesión social y el crecimiento en América Latina y el Caribe, los problemas de confianza pueden verse en prácticamente todas las esferas de la economía. Es muy poco probable que aquellas empresas que desconfían del gobierno, que dudan de sus iniciativas políticas en materia de regulación, fiscalidad, infraestructura y otros muchos ámbitos económicos, respondan a dichas iniciativas, aunque estas sean favorables. Del mismo modo, las empresas que desconfían de los informes del gobierno sobre su progreso durante una crisis -como la pandemia de la COVID-19- son menos propensas a invertir y a retener a sus empleados. Eso, a su vez, empeora los resultados económicos.
Por otra parte, las empresas que desconfían unas de otras, que temen que sus proveedores no entreguen productos de calidad a tiempo y al precio acordado, deben recurrir a acuerdos más costosos para hacer negocios. Por ejemplo, se integran verticalmente, produciendo tanto bienes intermedios como productos finales, aunque otras empresas sean más eficientes en la producción de lo uno o lo otro. O se basan en contratos relacionales, que utilizan la perspectiva de beneficios futuros de una relación comercial en curso para imponer el cumplimiento. En la industria del café en Costa Rica, por citar uno de los innumerables ejemplos, el 40% de los intercambios entre las procesadoras de primera fase y los exportadores se caracterizan por la integración vertical, el 40% por relaciones de tres años o más, y solo el 20% por relaciones de menos de tres años. Lamentablemente, cuando las empresas se limitan a solo este tipo de acuerdos contractuales para resolver los problemas de confianza, los consumidores terminan pagando precios más altos, ya que se excluyen a los nuevos productores que operan a menor costo y que podrían abaratar los precios.
Falta de fe en las empresas y dentro de ellas
Mientras tanto, los ciudadanos que desconfían de las empresas, que temen que contaminen, que incumplan sus obligaciones con los trabajadores o proveedores o que falseen la calidad de sus productos, tienden a exigir normas estrictas. ¡Y las exigen pese a que también desconfían del gobierno! El problema es que los estrictos requisitos para crear y ampliar empresas, por un lado, perjudican la innovación y el crecimiento, y por el otro, favorecen a las grandes empresas que pueden afrontar mejor los costos de cumplimiento o que son más hábiles para eludir las normas.
Por último, cuando existe un alto grado de confianza, los directivos contratan a los trabajadores más capaces y eficientes, y les delegan una gran responsabilidad, lo que da lugar a una mayor innovación y agilidad, y facilita el crecimiento de la empresa. Por el contrario, los directivos de las empresas que tienen bajos niveles de confianza interpersonal tienden a contratar a viejos amigos y familiares, prefiriéndolos incluso por encima de aquellos con mayor talento y más capacitados del mercado laboral. Los directivos también son reticentes a delegar responsabilidades dentro de la empresa y, en cambio, pierden su tiempo y experiencia en trabajos que otras personas podrían realizar. Todo esto impide la eficiencia, la creatividad y la productividad de las empresas.
Como dijera Thomas Watson, el exdirector general y presidente de IBM (International Business Machines), “Lo más difícil del poder de la confianza es que es muy difícil de construir y muy fácil de destruir”. Watson, en su papel de empresario, podría haber reconocido los enormes desafíos a los que se enfrenta América Latina y el Caribe para recuperar la confianza entre los individuos, entre las empresas, entre individuos y empresas, y entre todos los ciudadanos y su gobierno, algo tan crucial para el dinamismo económico que tanto necesita la región a la hora de innovar y crecer.
Reformas para recuperar la confianza e impulsar las economías
Nuestro informe tiene muchas recomendaciones sobre las medidas que se pueden adoptar a todo nivel para generar esa confianza. Entre ellas se incluyen reformas para aumentar la competencia, de modo que el mercado pueda penalizar a aquellas empresas que muestren un comportamiento antisocial y, en general, actúen de forma poco fiable. Reformas de los tribunales, los organismos reguladores y otras organizaciones de control y solución de conflictos, de modo que quienes participen en el mercado confíen en que están actuando en igualdad de condiciones y no tengan que adoptar tácticas defensivas. Y, por último, reformas en la educación y la comunicación a fin de aumentar la alfabetización y la concienciación ciudadana sobre el rol, funcionamiento, e importancia del sector privado, ya que la falta de conocimiento genera recelo y desconfianza.
Será un largo camino, quizás incluso una lucha intergeneracional. Pero la confianza es la base de la cohesión social y de todos los intercambios personales, económicos y políticos de los que depende la sociedad. Si no se emprende con determinación el camino de las reformas, no habrá solución para la escasa productividad, el lento crecimiento, el elevado desempleo, las crisis fiscales y todos los demás males que frenan el inmenso potencial económico de esta región.
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