Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

lunes, 19 de octubre de 2020

Tiempo de liderazgo




La crisis del COVID-19 ha puesto de manifiesto la imperiosa necesidad que tienen las instituciones de reformular su liderazgo y centrarse en gestionar los problemas de forma práctica y eficiente sin dejarse influenciar por ideologías políticas. Así lo afirma Richard Straub, fundador y presidente del Global Peter Drucker Forum, que se encuentra inmerso en la preparación del encuentro 2020, que tendrá lugar el 29 y 30 de octubre bajo el lema: “Leadership Everywhere: A fresh perspective on management”.

En busca de orientación 

Cuando surge una crisis la atención de las personas se centra de forma abrupta en la calidad de sus líderes. La espantosa propagación del COVID-19 y el alarmante colapso que la actividad económica está experimentando en todos los sectores está haciendo que las sociedades de todo el mundo busquen la orientación de sus líderes, pero en muchas ocasiones se sienten defraudados con los resultados.

¿Por qué prestan las personas tanta atención a sus líderes en momentos como este? Los expertos en liderazgo afirman que cuando nos asustamos nos aferramos a ciertas cosas que nos inspiran confianza y ponemos el foco en aquellas personas que muestran un pensamiento claro, son capaces de trazar el camino correcto y tomar decisiones sin perder el tiempo vacilando.

También señalan que las personas saben que las crisis son momentos de incertidumbre y de ambigüedad que provocan grandes cambios, alteran las reglas y reordenan las prioridades. Por eso, en tiempos convulsos buscan líderes en los que se pueda confiar y que protejan sus intereses. En resumen: quieren un liderazgo centrado en soluciones prácticas no motivadas por la ideología, y mucho menos por consideraciones políticas.

En los últimos meses muchos líderes han demostrado que carecen de estas cualidades, lo que demuestra que nuestras instituciones deben centrarse en mejorar su liderazgo, tal y como hicieron a lo largo del siglo pasado, y concentrarse en gestionar de forma más eficiente. Estas dos funciones a menudo son consideradas equivalentes, pero no lo son. Una buena administración consiste en realizar el trabajo de la mejor manera posible para lograr los objetivos marcados por la organización. Pero determinar cuáles deberían ser esos objetivos y orquestar la capacidad de desempeño colectivo con los players correctos es responsabilidad del liderazgo. Como reza el dicho: “Cuando la gerencia está haciendo las cosas bien es porque el liderazgo está realizando bien su labor”.

Hacer bien las cosas siempre ha sido difícil, porque implica juicio y visión estratégica. También requiere compensaciones. Pero el desafío se ha vuelto mucho mayor dado el nivel sin precedentes que ha adquirido la conectividad, así como la interdependencia y complejidad que caracterizan al mundo moderno.

La nueva ecología social 

En los últimos 200 años hemos asistido a la formación de una vasta red de organizaciones e instituciones creadas por el hombre. Asimismo, la preocupación por el medio ambiente y la ecología se ha convertido en una de las prioridades de las agendas empresariales, organismos públicos y gobiernos durante las últimas décadas. Sin embargo, hemos ignorado por completo los desafíos que plantea el nuevo entorno artificial compuesto por innumerables compañías, consumidores, inversores, instituciones del sector público, gobiernos y ONGs interconectadas. Todos ellos son parte de una red que Peter Drucker denominó la “nueva ecología social” y que, al igual que los ecosistemas naturales, necesita cuidados, mantenimiento y una administración diligente.

Desde esta perspectiva, si bien las cadenas de suministro globalizadas just in time pueden considerarse un gran avance en la práctica de la gestión, el incremento de la vulnerabilidad a la que están sometidas debe formar parte de la ecuación de liderazgo.

Del mismo modo, el concepto de empresa virtual integrada globalmente con sus roles y funciones distribuidos por todo el mundo puede ser apreciada como una gran innovación organizativa que nos libera de las limitaciones de tiempo y espacio. Sin embargo, desde el punto de vista del liderazgo, la ganancia empresarial debe medirse teniendo en cuenta el impacto social que tienen los desplazamientos a gran escala y el daño causado a la confianza en el liderazgo corporativo que se produce tanto internamente como en la sociedad en general.

La gestión de carteras de inversión a través de Inteligencia Artificial y procesos de negociación algorítmica automatizados que amplifican los choques al sistema y aceleran las espirales descendentes son otro ejemplo de la delegación que el liderazgo está llevando a cabo en los sistemas digitales, independientemente de sus beneficios en términos de productividad y eficiencia.

Al mismo tiempo, los gobiernos y los organismos públicos que quieren imponer una reestructuración radical de determinados sectores, como la industria automovilística en Europa, deben recordar los enormes costes que tienen este tipo de transformaciones verticales en términos de carga social y destrucción del valor económico. Pierden de vista el hecho de que la ecología social está formada por sistemas evolutivos que no pueden ser transformados por el gobierno sin crear consecuencias no deseadas que acaben siendo más dañinas que las enfermedades que pretenden curar.

La “energiewende” alemana, y la sofocante microgestión reguladora que se ha convertido en la norma, son claros ejemplos del fracaso que ha experimentado el liderazgo en determinados aspectos. El liderazgo responsable debe velar por la preservación del medio ambiente natural y, al mismo tiempo, ser consciente de la necesidad de mantener el funcionamiento de la sociedad moderna fomentando la ecología social de las organizaciones e instituciones existentes que crean valor.

Todo esto puede sonar como una llamada de atención un tanto exagerada, pero no me disculpo. La crisis sanitaria provocada por el COVID-19 nos está golpeando en un momento en que nuestro tejido económico, social y político ya se encontraba significativamente dañado.

Como nos recordó Adrian Wooldridge, editor de The Economist, en el Global Peter Drucker Forum 2018, el liderazgo está experimentando una grave crisis que se ha visto amplificada en los últimos meses por las circunstancias derivadas de la pandemia. En pleno colapso financiero de 2008, Rahm Emanuel, entonces jefe de gabinete del presidente Obama, hizo una observación memorable durante una entrevista: “Nunca quieres que se desperdicie una crisis grave”. Lo que quería decir era que las personas son inusualmente obedientes cuando tienen miedo, y que los líderes deben usar la licencia que se les otorga en ese momento para ejecutar un cambio real. Esta frase ha sido considerada como la respuesta cínica por excelencia a una situación que puede servir para impulsar lo que, en tiempos normales, sería una situación desagradable. Aunque parezca extraño, incluso la crisis que estamos viviendo actualmente puede ser una oportunidad real para que los líderes reconsideren aquellos principios que han quedado obsoletos.

La prioridad esencial del management hoy debería ser movilizar a los líderes de todas las organizaciones para obligarles a cumplir con las responsabilidades más urgentes, porque el poder que ellos ejercen desde la cúpula tiene una importancia crucial a la hora de fortalecer la confianza de las comunidades en las que desempeñan su labor y de la sociedad en general.

Pensemos en todos aquellos que más se han beneficiado del largo auge del mercado de valores: inversores que permanecen ocultos tras sistemas de comercio anónimos, juntas directivas o ejecutivos independientes de las corporaciones que cotizan en el Dow Jones que han incrementado el precio de las acciones con prácticas estándar como las recompras masivas colaborando, deliberadamente o no, en la inflación de la inmensa burbuja del mercado de valores que acaba de estallar.

Esta afortunada minoría necesita recordar que no está invirtiendo en acciones, sino en personas reales y que son responsables de su sustento y de su vida. Huir no es una salida aceptable, ni desde el punto de vista ético, ni del económico. Como líderes y gestores se les pide que adopten una perspectiva a largo plazo y lo demuestren con sus actos. Warren Buffet debería considerarse un modelo a seguir en este sentido.

En segundo lugar, superar esta crisis requerirá reconsiderar la importancia del management. El liderazgo del del siglo XXI sólo se puede basar en valores fundamentales que giren alrededor de la dignidad humana, pasando por una comprensión profunda de la realidad, un aprendizaje constante y una mentalidad eminentemente pragmática que nos ayude a eliminar los sesgos ideológicos que hemos heredado de los dos últimos siglos.

Como decía Charles Handy: “Las cosas necesitan gestión. Las personas requieren de liderazgo, y es peligroso hacerlo al revés”. Nuestra sociedad necesita liderazgo para imaginar soluciones, ya que sin ellas nuestra cohesión social está en riesgo.

El gran desafío del liderazgo en el siglo XXI es desatar el potencial del ingenio humano, la creatividad y el afán de participar con el fin de hacer plenamente efectivo el recurso más importante del planeta. No necesitamos nada más, ni nada menos. 

Richard Straub, presidente de Peter Drucker Society Europe y del Global Peter Drucker Forum

Texto publicado en Executive Excellence nº169, sept. 2020

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