Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

lunes, 26 de julio de 2021

Construcción del Socialismo siempre abierto

 Por Rafael Alhama Belamaric  

Tema tempranamente puesto sobre el tapete, desde que comenzó su “construcción”, y se comenzaron a confrontar diferentes concepciones, corrientes y hasta escuelas, pero sobre todo se comenzó a debatir acerca de las prácticas reales y cuestionar los métodos empleados en la década del veinte, y sobre todo en los años treinta, por pensadores, muchos de los cuales fueran rescatados del olvido muchos años y décadas después.

Por lo tanto, tema (s) siempre más en duda que en discusión, en perspectiva, sin sacar lecciones, sin conceptualizar, sin referentes teóricos nuevos, sin reflexiones teóricas, que para algunos es inútil, o tiempo perdido, insistiendo una y otra vez en vías y caminos, métodos y prácticas fallidas, dejando de lado aquello de que “dejarían de ser tal como lo habíamos conocido” como dijeran Marx y Engels, refiriéndose a la política y el Estado, pero también aplicable a prácticas establecidas como sacrosantas, anquilosadas, que en nada conducen a la “transformaciones socialistas”. Porque la construcción puede realizarse con, o sin transformaciones necesarias. De ello se encargaron, tempranamente, las represiones burocráticas. Nadie se llame a engaño. El burocratismo y las estructuras burocráticas  tienen fuerza y alcance.

Ya en los tempranos años sesenta, un  pensador como Kosik, su filosofía de la praxis, su posición del hombre para la realización de la libertad de los seres humanos, fue rechazada, su filosofía política militante y activista, molestaba a muchos.

Como apunta Néstor Kohan (2004): “TODO SU PENSAMIENTO GIRA EN TORNO A TRES EJES: LA PRAXIS, LA TOTALIDAD CONCRETA Y LA CRÍTICA DE LA PSEUDOCONCRECIÓN COSIFICADA Y FETICHISTA . En esta última dimensión, la mirada crítica de Kosík pone en discusión la pretensión fenomenológica de “ir a las cosas mismas” a través de la intuición inmediata. No existe mundo pre-ideológico ni pre-discursivo y, si existe, este mundo antepredicativo no es otro que el mundo histórico de la praxis. Como Antonio Gramsci, Karel Kosik somete a crítica –desde el punto de vista filosófico- al mismo sentido común que tanto elogian las versiones aggiornadas del populismo (como si el sentido común pudiera ser puro y virgen, y nunca se “manchara” por la ideología del poder).“

“En su reflexión filosófica, la praxis se convierte en el eje teórico con el cual se nombra la militancia vital en pos de la revolución socialista enfocada contra el capitalismo y enfrentada a toda burocracia. En ese horizonte político debe inscribirse el cuestionamiento radical que Kosík hiciera ya en los ’60 de la petrificación dogmática de aquellos mismos que hoy –conversos y/o escépticos– abrazan entusiasmados los discursos legitimantes de nuestros enemigos.“

Traigo a colación unas páginas de la obra Cuba: propiedad social y construcción socialista” de Jesús G. Brigos  et al (Editorial Ciencias Sociales, La Habana 2012).

“El socialismo real versus las realidad del socialismo.

“El desarrollo de la obra transformadora socialista no ha seguido una ruta tranquila, ni al interior de los países, ni a nivel global. Más bien, en buena medida se ha “forzado” una trayectoria rectilínea.[i], con la estrechez que impone el pensamiento lineal, incapaz de valorar la múltiple complejidad del individuo, del colectivo, en el desarrollo de la sociedad, de apreciar la pluralidad de los factores que derivan en causas que influyen apreciablemente en el desarrollo social, de captar el caos en su organización.

Si la individualidad y la colectividad no se asumen como distintos planos de un mismo problema, y si las relaciones sociales se siguen abstrayendo del hombre, hasta llegar a anular la individualidad, en busca de un instrumentalismo pragmático, ajeno a las concepciones de los clásicos del socialismo, se pierde el fundamento humanista socialista; se pierde la esencia de la transformación comunista, se pierden en definitiva tanto  lo individual como lo colectivo, sin entender que lo social y lo colectivo pasa por lo individual. El limitado, nulo, o mal manejado tratamiento instrumental de este problema, ha llevado a la mayoría de los problemas en la esfera del trabajo y las decisiones acerca de fondos sociales, fondos de acumulación, de la contribución del trabajo, como partes importantes de la planificación social en el socialismo.

El socialismo, y con él todo lo referente a la propiedad, ha transcurrido desde la práctica y la academia, marcado por dos procesos estrechamente relacionados.

Por una parte, en la toma de decisiones, implementando acciones y “elaborando concepciones” en diferentes formas, aparecen  figuras como Stalin, Gramsci, Mao, Ho Chi Min, Tito, el Ché y Fidel[ii]. Por otra, la hegemonía política de la URSS rápidamente reduce el marxismo, los principios de lo socialista, en torno a lo soviético, generado esencialmente bajo el manto institucional del estalinismo, en lo teórico y en lo práctico, con todo lo demás en un plano secundario e incluso “disidente”[iii]. Este segundo proceso, devenido rasgo reproductivo, se mantiene después de la muerte de Stalin, generando incluso importantes conflictos entre países y al interior de ellos.

Hay un marcado enfoque instrumental en casi todas las respuestas, desde la década del 30 del siglo XX, que en poco o nada se alejan de la instrumentalidad de los países capitalistas desarrollados, cuyas bases teóricas y conceptuales se encuentran en teóricos e ideólogos, sociólogos, economistas, pensadores desde finales del siglo XIX, generalizadas en el mundo, y que constituyen pilares de las sociedades capitalistas, y de la primera modernidad.

Esta situación se identifica día a día desde 1917, especialmente después de la muerte de Lenin, en cuanto a las concepciones sobre el Estado, el poder político, la dictadura del proletariado, la democracia, los sistemas y mecanismos de representación, el lugar determinante de la economía como parte del sistema reproductivo, la producción de riqueza y su relación con la reproducción subjetiva del individuo mediada, en compleja interacción dialéctica, por la política como actividad y las estructuras socio clasistas, y, en todo esto, elementos más concretos como los modos de organización de la producción, los procesos de dirección, las relaciones monetario- mercantiles, la planificación, -entendida y realizada en la práctica como intentos de planificación económica estrecha frente a su contenido más amplio como planificación social encaminada a una racionalidad diferente, - etc., aspectos todos que, si no olvidamos a Marx, integran el conjunto de las relaciones sociales de la producción: la propiedad como sistema. 

Por ello no es de extrañar que se repitieran y se repiten una y otra vez conceptos y formulas utilitarias, de racionalidad burocrática, de individualismo económico que desconoce a la individualidad, todo en aras de un productivismo y eficientismo a ultranza.

No se puede ignorar que todo esto está condicionado en buena medida por  las condiciones objetivas de partida de las experiencias socialistas y la necesidad de su superación para satisfacer las reivindicaciones enarboladas por el movimiento socialista, que encuentra una fundamentación teórica supuestamente afincada en la necesidad de hallar la solución progresista de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción[iv]. Pero, en realidad, se advierte que la realidad y sus expresiones en la teoría, “legitimadoras” a ultranza en muchos casos, transcurre por las hiperbolizaciones deformantes en la interpretación de esta dialéctica, reflejo de un problema metodológico central, sobre la base de falta de preparación teórico-conceptual para aprehender la nueva naturaleza que emerge como necesidad, pero que tiene que ser realizada en un proceso consciente, que no emerge y se consolida espontáneamente.

Se trata de insuficiencias en la aprehensión de que el funcionamiento y el  desarrollo son  dos “momentos” del proceso reproductivo social, inseparables y complementarios, pero diferentes y con diferentes aparatos categoriales, unidas a interpretaciones estrechas del contenido de las fuerzas productivas como sistema objetivo en el funcionamiento y progreso de la sociedad. Estas insuficiencias, -fruto podrido del árbol de la dialéctica materialista, del ideal adelantado por Marx y Engels, -se traducen en concepciones reduccionistas  que fundamentan practica como la generalizada acerca de la absolutización del Sector I de la economía, expresadas en los procesos de industrialización acelerada con marcado énfasis en la producción de medios de producción,  y paradójicas concepciones acerca de la transformación de las relaciones de producción, que dejan de ser independientes de la conciencia para convertirse en “construibles” casi automáticamente mediante procesos como las experiencias de cooperativización forzosa, o la simple estatización absoluta de las formas de organización del proceso productivo.

Es así que transcurren los procesos de cooperativización e industrialización en la URSS[v], de lo cual se ha escrito bastante, pero aún no lo suficiente, y la “exportación” de modelos de organización económica a Europa del Este que trascienden incluso los marcos de la esfera económica. Se generan conflictos importantes que trascienden y afectan a todo el movimiento revolucionario y comunista mundial, como son los casos de Yugoslavia, Hungría y Checoeslovaquia[vi], que tratan de alejarse de los cauces universalizados, en buena medida buscando modelos propios de desarrollo acordes a sus contextos socioeconómicos y necesidades nacionales. .

Se alcanza un desarrollo institucional importante con la creación del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), más como espacio de coordinación de las relaciones internacionales, que de coordinador del desarrollo del ya llamado campo socialista.[vii].

En lo más específico concerniente a la construcción académica, también se sigue en buena medida este patrón de comportamiento al interpretar y elaborar propuestas para actuar ante los problemas que planteaba la realidad de emprender la construcción socialista en la vida real enfrentados al desarrollo capitalista, con sus problemas nuevos y sus  potencialidades  y debilidades también nuevas.

Hay un hecho incuestionable, y es que, aunque estrechamente relacionadas, la vida al interior de los procesos de transformación socialista, -espacio donde debían ser vitales las profundizaciones y la creatividad para enfrentar un camino inexplorado,- mostró una marcada hegemonía de la segunda vertiente asociada a la hegemonía de la URSS, capaz de promover o vetar las concepciones, como ocurrió con la problemática de la alienación[viii].

La hegemonía política de la URSS, sobre la base del terreno favorable creado por los logros y la trascendencia indiscutible de la revolución bolchevique, pero marcada indefectiblemente por el papel de las personalidades en el desarrollo de los diferentes procesos, castró en apreciable medida la necesaria interacción academia (teoría)- cotidianeidad (práctica política). Aunque es difícil admitirlo, hay una organización burocrática perfeccionada, al decir de Marcuse, o una precisión calculada, en la que se produce una dominación de la “razón política” sobre la “razón técnica”, y de esta sobre la “razón científica”. Nada más cercano a la enajenación, y nada más alejado de las bases de una nueva dirección en una sociedad socialista.

La reflexión académica sobre el socialismo, dividida en los detractores y los que lo desean “promover”, gira sobre todo y casi toda en torno al análisis del “socialismo real”, extrapolando según la interpretación de cada cual, las posiciones de Marx, Engels y Lenin, “arrimando la brasa para su sardina”.  Todo ello, con la influencia desde la  vertiente de la “creación”, aportada por la práctica asociada al poder y a las políticas adoptadas, que desconocían sobre todo a uno de los fundamentos del socialismo, o al fundamento central del socialismo como proceso:  el individuo como actor social, desde el colectivo laboral, desde su posición de productor de la vida social, inseparable de una nueva concepción e instrumentación de la riqueza social.

La concepción maximalista de la dirección de la sociedad, con aspiraciones de poder absoluto, que llegó a pensar en la posibilidad de apoyarse en la cibernética para estos fines, impidió a todas luces ejercer y ejercitar la propiedad social desde el individuo y  los colectivos laborales, como sujetos articulados en la totalidad de las diversas formas de organización socializadoras – desde la familia hasta los Estados nacionales- y a las posibles nuevas formas,  mediante las cuales debería ocurrir la apropiación desde nuevos contenidos de  producción de la riqueza hasta la distribución del excedente económico.

La crítica a estos extremos no significa ignorar los intereses de la sociedad como un todo, condición primaria para la existencia del socialismo como proceso, ni ignorar el papel de la dirección centralizada histórico- concretamente condicionada como una necesidad objetiva, expresión de la contradicción dialéctica entre centralismo y democratismo en el desarrollo y funcionamiento de la sociedad y la necesidad de actuar en consecuencia para su resolución progresista en el sentido emancipador socialista. .

Se trata ante todo de comprender que, en primer lugar, la participación activa de los trabajadores en la toma de decisiones, -momento decisivo, si se comprende en su amplio contenido social más allá de las fronteras de una unidad productiva-,  no pasa de ser un slogan, una consigna vacía y finalmente desmovilizadora y erosionadora del nuevo tejido social en construcción, en el entramado de las relaciones burocráticas desarrolladas, incluso por necesidad de los controles centralizados, si el colectivo laboral no ocupa el lugar que le corresponde, como sujeto de propiedad, y funciones inherentes a él resultan transferidas al “Estado” como institución,  devenido su “representante”.

Estamos ante la compleja dialéctica de un Estado de nuevo tipo, que no puede comprenderse sin la comprensión del Estado que brinda la obra de Marx y Engels. Es la nueva dinámica, el ideal, no como abstracción sino como principio activo autorregulador, del Estado que se tiene que “fortalecer” para “extinguirse[ix]. Es  el estado de la “Dictadura Revolucionaria del Proletariado” que Lenin caracterizó como forma superior de democracia, o, como la trata Rosa Luxemburgo al polemizar con Lenin y afirmar que la tarea histórica del proletariado cuando toma el poder es sustituir la democracia burguesa por la democracia socialista, no suprimir toda la democracia. Es el Estado para trascender la organización del poder público tal como se conoció hasta su expresión suprema en el sistema del capital,  trascender la democracia como forma de gobierno de una parte de la sociedad sobre otra, que es lo que en definitiva ha venido materializando el concepto desde su origen en las ciudades griegas.

Precisamente abordar la propiedad como sistema durante los inicios de la transformación socialista/comunista, - en el “periodo de tránsito “ o “en el socialismo”,  conceptualizaciones impuestas desde la práctica política cotidiana, - debería permitir comprender e implementar de un modo diferente a como ha ocurrido en la práctica, el sentido  de Marx y Engels al hablar de la necesidad de concentrar los medios de producción en manos del Estado: un Estado  como organización del “poder público”, no reduccionistamente como instituto político específico en la organización del poder público heredada y que es imprescindible trascender, inseparable de sus instituciones burocráticas que, si además no son debidamente reestructuradas en su contenido social y especialmente en su función de vehículos de ejercicio del poder progresivamente por toda la sociedad, terminan reproduciendo una separación entre el individuo y la sociedad idéntica  a la existente hasta el capitalismo, con peores consecuencias.

Las ideas maximalistas reduccionistas, al combinarse perversamente con una concepción de “dictadura revolucionaria del proletariado” hipostasiada en el poder de “representantes” del proletariado, -que nada o poco tenía que ver con las propuestas de Marx y Engels, adecuadamente interpretadas por Lenin en su momento al hablar de “democracia del proletariado” como expresión del contenido real de esa “dictadura”, - y con la reducción atrofiante del papel del partido de vanguardia, desarrollada por Lenin atendiendo a condiciones histórico concretas de la Rusia atrasada, con estructuras de organización de la sociedad reducidas- originalmente solo los sindicatos, en una sociedad de escasa población obrera, a lo que se sumaron los Soviets, que en la concepción devendrían instituciones estatales de masas-,  dieron espacio al dominio de la burocracia “en nombre” del pueblo, una vez establecido el régimen al frente del cual se encontró Stalin.

En este universo, la problemática vinculada a la propiedad, ya sea explícita, o en temas relacionados con ella, identificados a partir de las pautas presentes en la obra de Marx y Engels, se presenta inseparable de las posiciones encaminadas a analizar el socialismo, en sus hipóstasis de periodo de tránsito, construcción del socialismo, transición socialista, todas en definitiva alejadas en la práctica de la concepción marxista de transformación comunista de la sociedad como proceso revolucionario ininterrumpido de trascendencia del orden del capital.

Estas posiciones sobre la propiedad y el socialismo se construyen en esencia  identificando el socialismo con lo que se estaba dando en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), aún en los casos prácticos que buscaban introducir sus peculiaridades como Yugoslavia, Hungría, Checoslovaquia, China, o Cuba. Y se van conformando  o en torno a buscar soluciones, propuestas, explicaciones, acerca de cómo gestionar, y utilizar los recursos, de cómo definir, establecer, o ubicar, las proporciones de los factores en general (individuos humanos, medios y condiciones objetuales del trabajo, o grupos, formas de organización de las unidades productivas del proceso reproductivo), dentro del  nuevo modo de organizar el desarrollo humano, que se pretendía implementar en la práctica histórico concreta.

En esta situación, se hace más que provechoso, imprescindible, “redescubrir” autores y hacer una nueva lectura de su obra, como ocurre con Polanyi y “La Gran Transformación”, casi desconocidos entre los jóvenes, pero no sólo entre los jóvenes. Este texto cobra nuevo valor por el momento en que fue escrito, y la actualidad de algunas concepciones, fundamentalmente acerca del mercado, su supuesta “autorregulación”, en el contexto de las políticas neoliberales, ya cuestionada hace más de medio siglo, y el papel del Estado y las comunidades.

Aunque no hemos encontrado obras que aborden concretamente, y exclusivamente, la propiedad, y consecuentemente la propiedad socialista, sí hay una extensa obra internacional acerca de los elementos que nos permiten sustentar la validez y necesidad de considerar la propiedad como sistema, en sus múltiples interrelaciones, haciendo válida la lógica de Marx y Engels de que la propiedad expresa las relaciones de los individuos entre sí, en lo tocante al material, al instrumento y el producto del trabajo.[x]

Hay un universo muy amplio de autores, desde economistas hasta filósofos, pasando por politólogos[xi], antropólogos[xii], y juristas[xiii]. Pero, en esencia muchos son trabajos “parciales”, dirigidos a determinados aspectos, facetas, que es necesario integrar para comprender el sistema y que reproducen una lógica disciplinaria en distintos grados[xiv].

Esta bibliografía se inscribe en la corriente del pensamiento racionalista, heredado del siglo XIX, ampliado y profundizado, o criticado, y vuelto a retomar en el siglo XX. Son marxistas, marginalistas, keynesianos, neomarxistas, neoestructuralistas, reformadores, regulacionistas. Dejando a un lado las diferencias ideológicas que llegan a ser enormes, casi todos comparten el optimismo racionalista de la evolución social hacia el progreso y la modernización; del desarrollo de las fuerzas productivas sobre los fundamentos de la socialización de los medios de producción.

El tratamiento de la auto expresión de la sociedad, presente en numerosos escritos desde diferentes aproximaciones, -que por demás ha sido aspiración del pensamiento de Marx, y del pensamiento marxista inspirado en la superación de la alienación, desafortunadamente poco entendido y atendido,- se articula con las discusiones acerca del papel del estado y de la regulación estatal y la regulación mercantil, ya sea queriendo prescindir de la mediación estatal maximizada,  o de la mediación mercantil  en las propuestas.  En ambos casos, con la complejidad dictada por los “tercos hechos”, de que la abolición de uno u otro ha llevado a extremos, y a más alienación, pero no a soluciones.

Desde la crítica de Polanyi en la década del 20, el “socialismo cristiano”, su  solidaridad y la reciprocidad (Congdon, 2000), como contraposición a los planteamientos de la escuela liberal austriaca de comienzos del siglo XX, se marca una época de cambios, que renueva su significado en los momentos actuales en que se agudizan las contradicciones de la globalización, y se renuevan las ideas sobre una necesaria regulación institucional estatal del mercado en las sociedades capitalistas desarrolladas.

Al margen  de las diversas interpretaciones que ha motivado este autor, lo cierto es que intenta explicar la crisis del proyecto liberal en la década del 40, luego de dos guerras mundiales, la caída del patrón oro y el surgimiento de distintas propuestas no librecambistas, y los distintos proyectos desarrollistas, y defiende la posibilidad de una economía socialista frente a los recalcitrantes planteamientos antisocialistas de Von Mises. Considera la economía de mercado como la antítesis, ya que supone la sumisión de toda la sociedad a la misma.

Polanyi aboga por la superación del modo de pensar y de actuar de aquella economía por medio del predominio de lo social y lo político. Propugna una colectivización no centralizada, cuya base es de naturaleza humana, en términos morales, al influjo del socialismo cristiano, articulada a través de una forma de municipalismo, que evitara que las decisiones económicas se tomaran desde una base puramente técnica (Congdon, 2000).

En su obra cumbre “La Gran Transformación” (1944), Polanyi plantea  que la inclusión de lo no-económico es vital, y que la economía no se limita a factores productivos, sino que integra otras dimensiones sociales. Resalta que “únicamente un colchón protector de los efectos disociadores de las normas del mercado puede prevenir una revuelta social de autodefensa frente al sistema de mercado”. Descartó la idea de un mercado global autorregulable como una “pura utopía”, porque ninguna institución de tal carácter puede existir de forma duradera “sin aniquilar la sustancia humana y la naturaleza de la sociedad (del mundo)”.

La alternativa al desmoronamiento del sistema mundial de mercado de la época la veía Polanyi en el establecimiento de un orden internacional dotado con un poder organizado capaz de trascender la soberanía nacional, por lo cual este discurso es citado por diversos autores al analizar la globalización actual.

Otro momento importante para el análisis de la propiedad como sistema de relaciones, es la llamada Teoría Crítica o también conocida como la Escuela de Frankfurt,  por sus planteamientos y  análisis anti-positivistas y de los métodos cuantitativos dominantes, una crítica a la modernidad, y a la teoría de la sociedad dominante de la época.

La Teoría Crítica, surgida en la década del 30 es una crítica social, una crítica severa del capitalismo,  y de  las influencias de las prácticas históricas de la época, así como de la utilización dogmática de las ideas de Marx. Constituida en Frankfurt, Alemania, es una organización, en sus primeros tiempos, abiertamente marxista. Luego sus representantes fueron llamados post y neo-marxistas, quizás por su hipercriticismo.

Retoman las partes del pensamiento marxista, a partir fundamentalmente de dos obras que no habían sido divulgadas aún, y que solo fueron publicadas en ruso hacia la década del 30, Los Manuscritos de 1844 y la Contribución a la Crítica de la Economía Política, además de La Ideología Alemana. Tratan de superar el positivismo predominante de la época, el materialismo vulgar y la fenomenología mediante el retorno a la filosofía crítica de Hegel.

Para todos ellos, y en particular para sus exponentes principales, desde Adorno, Horkheimer, Fromm, y Marcuse y más tarde Habermas y Offe, entre otros, es necesario apoyarse en la valoración cultural, espiritual y subjetiva de las manifestaciones de la vida humana y accionar para su transformación, dadas las relaciones de dominación en que están basadas. [xv] 

La expansión de la Teoría Crítica, se produce sobre el terreno propicio de las influencias de Weber, que llegan hasta nuestros días, y su comprensión de la modernidad como un movimiento de racionalización, estatalización, e individualismo.

Si la racionalización creciente y la burocratización, características weberianas de la modernidad, acentuaban el carácter totalitario, penetraban  el tejido social y creaban una cultura de masas que desconocía antaño las culturas locales, al igual que ahora, pero creaban una profunda interconexión entre las grandes empresas y el Estado, que generaba más capitalismo de Estado tendiendo al oligopolio, todo ello era posible  porque había la idea de una especie de colectivismo capitalista, instrumentado también, a través de las propuestas y expansión del cooperativismo, que se rescata y enarbola con más fuerza en la actualidad.

De los representantes tardíos de la Teoría Crítica, aunque hay autores que no lo consideran parte, Habermas señala que el motivo económico no es suficiente para avanzar en la eficiencia democrática de la convivencia humana, en última instancia, y dirige la atención hacia la importancia de otros factores como es la comunicación, que permite la expresión de la ínter subjetividad.

La ínter subjetividad comunicativa de Habermas, va más allá de la acción subjetiva orientada a fines egoístas de sujetos individuales; es la acción orientada al entendimiento en el cual los sujetos coordinan sus planes de acción sobre la base de acuerdos motivados racionalmente a partir de la aceptación de pretensiones. Aun cuando su idea de establecer una teoría global de la sociedad a partir de la acción comunicativa (Teoría de la acción comunicativa, Habermas, 1981) trata de establecer una teoría global de la sociedad que incluso desde la sociología se queda corta,  se debe atender su crítica al marxismo, por lo de él se asume que llama el abandono de los aspectos superestructurales y el determinismo a ultranza de lo económico-material, incrementando la materialidad a costa de lo social.

Otra idea importante, es la diferenciación que hace respecto a los enfoques técnico-instrumentales de aplicación amplia, en el capitalismo y en el socialismo, que es necesario superar para avanzar hacia la emancipación.[xvi]

Ya desde la Teoría Crítica se señalaba como en el contexto del llamado “socialismo real”, la Modernidad no presentaba una cara diferente. Estaba o había transitado por un camino similar de racionalidad instrumental. Esto hoy día es fácilmente demostrable  con las aplicaciones de herramientas y métodos en las empresas, que persiguen una eficiencia y productividad a toda costa; desconociendo la teoría y la práctica que  demostraba que “esa” modernidad estaba en crisis, y que se requería y requiere de instrumentos teóricos diferentes.

Marcados por esta realidad, encontramos en la obra académica filosófica tratamientos de aspectos que, según las pautas identificadas en la obra de Marx, Engels y Lenin, son cruciales en el tema de la propiedad,  ya sea identificando los problemas desde la praxis (Petrovic, G.; Markovic, M.),  la dialéctica de lo concreto y los problemas del hombre y el mundo, o haciendo la pregunta ¿dónde está el hombre? (Kosik, K.)[xvii]

La filosofía de la praxis como corriente de pensamiento de la década de los años 60 del siglo XX, expresa la necesidad de desarrollo de la teoría del marxismo, como una demanda de la práctica,  dictada no sólo en el seno de la confrontación con las versiones de marxismo que arraigan en la misma, sino también como necesidad de la crítica práctica del mundo basado en la contradicción entre trabajo y capital, y de la crítica de la práctica revolucionaria de su transformación comunista. Quizás es una reacción tardía a las propuestas de las décadas anteriores de los años 20 y sobre todo los años 30 de la teoría crítica.

Con influencias del pensamiento de  Gramsci, Karl Korsch, Labriola, George Lukács, Ernst Bloch, Herbert Marcuse, Erich Fromm y Lucien Goldmann de la primera jornada, hasta una  segunda generación (Kosik, Adolfo Sánchez Vázquez, Zeleny, Mészáros), la afirmación de una praxis y teoría marxista “auténtica”, y destacar sus aspectos humanistas y dialécticos en particular, como propuesta y creación frente a las prácticas de las décadas anteriores y las diversas interpretaciones del denominado marxismo-leninismo, distorsionado tanto por los socialdemócratas como por los estalinistas; era una tarea urgente para los filósofos yugoslavos. Surge la Escuela de la Praxis en Yugoslavia, destacando la búsqueda de libertad de expresión basada en la insistencia de Marx en la crítica social. Los filósofos de la escuela más destacados como Petrovic, Markovic, Kangrga, Korać, Supek,  Pejović, Vranicki, hacían énfasis en los escritos tempranos de Marx,  consideraban que el leninismo y el estalinismo eran apologéticos debido a su naturaleza ad hoc, y sus concepciones  las calificaban de filosofías infieles a la teoría marxista, que se ajustaban de acuerdo a las necesidades de la elite del partido y eran intolerantes a la crítica ideológica.

Es importante mencionar a Markovic con su teorización sobre la alienación y la naturaleza dinámica de los seres humanos, que destaca Fromm; a Petrovic con su énfasis en la naturaleza esencialmente creativa y práctica de los seres humanos, y la filosofía como crítica de todo lo existente, y a  Kangrga que trata la creatividad, pero sobre todo el entendimiento de los hombres como productores de naturaleza humana. 

Más tarde encontraremos esta corriente en Adolfo Sánchez Vázquez en América Latina[xviii], o en Zeleny y Kosik en Europa. Al decir de Kohan (2002)  sobre Adolfo Sánchez Vázquez: “Finalmente, en estas reflexiones de madurez emerge una puesta entre paréntesis tanto del marxismo dieciochesco, ilustrado, cientificista y claramente deudor de la modernidad, como del pensamiento del posmoderno. Las coordenadas actuales de una crítica radical de la modernidad presuponen también una crítica del posmodernismo (no quizás como descripción de una sensibilidad epocal sino en tanto ideología que prescribe la muerte de todo proyecto emancipatorio). La reconstrucción de un marxismo abierto y no dogmático de cara al siglo XXI se juega en ese doble, frontal y al mismo tiempo apasionante desafío”….(…)…“Sánchez Vázquez se convierte de este modo en uno de los principales goznes, en una de las imprescindibles bisagras intelectuales y morales que mantienen la continuidad entre aquel fulgurante e incandescente marxismo europeo de los años 20 y primeros 30, luego pisoteado, apagado y aprisionado mundialmente por la cerrazón estalinista y este nuevo e irreverente marxismo latinoamericano de los años 60.[xix]

 



[i]  Chavance, B.  señala que: “En general los sistemas de trabajo asalariado afrontan problemas permanentes de evolución y cambio causados por las tensiones que surgen en el porceso de acumulación y desarrollo…(…)..estos problemas se agudizan en períodos de crísis estructurales…(…), los países capitalistas superaron tres o cuatro crísis estrcuturales en los últimos dos siglos, pero la mayor parte de los países socialistas no pudo encontrar una salida a sus crísis estructurales en el decenio de 1980”.

Recordar además lo ocurrido en Checoslovaquia en los sesenta. Ver en “La Europa Centro Oriental en la segunda mitad del Siglo XX”, en el volumen II, “Los sucesos de Praga de 1968: causas y sus consecuencias internacionales”, pp. 260/ 286, Editorial Nauta, 2002 (en ruso)

[ii] En el caso cubano se dan particularidades que analizamos específicamente en otra de nuestras direcciones de trabajo.

[iii] Ver en “La Europa centro oriental en la segunda mitad del siglo XX”, referido anteriormente: T.1: Capítulo 4: “La concepción socialista”; Capítulo 5 “Alternativa al socialismo”; Capítulo VI, “Teorías económicas de desarrollo”. Y el capítulo dos de la obra citada anteriormente de Eric Hobsbawn, específicamente el epígrafe IV , pp. 71- 75, al analizar la evolución e influencia de la III Internacional.

[iv] Ver en “La Europa centro oriental en la segunda mitad del siglo XX”, referido anteriormente: T.1, Sección Segunda, “Las transformaciones políticas y económicas”, pp. 123- 177

[v]Ver: Las Luchas de Clases en la URSS, de Charles Bettelheim, Ed. Siglo XXI, 3ra edicion, 1980, en particular los tomos I y II, Primer Periodo 1917- 1923, y Segundo Periodo 1923- 1930; La Revolción Bolchevique (1917 – 1923), E. H. Carr, en tres volúmenes, Alianza Universidad, Mac milla, 1973  “La perestroika y el nuevo pensamiento, para nuestro país y para todo el mundo”, Gorbachov, M.S., Editorial de Literatura Política, Moscú, 1987 (en ruso)

[vi] Ver en “La Europa centro oriental en la segunda mitad del siglo XX”, referido anteriormente: T.1

[vii]Ver en el libro Europa centro oriental en la segunda mitad del siglo XX”, referido anteriormente, en particular en el T. I, a partir del capítulo XIX: El Consejo de Ayuda Mutua Económica:  estructura y tareas, p. 284, Volumen I

[viii] Sin pretender con esto ignorar las propias deficiencias de los teóricos, como ocurrió específicamente en relacion con esta temática con el filósofo francés Althuser, y su dicotomía entre el Marx joven y el Marx maduro.

[ix] “Wither away”en inglés, “amiertvlieñie”en ruso, son conceptos que transmiten más fielmente la esencia de esta “extinción”, que es un proceso que se genera desde el propio interior del sistema a extinguirse, por ello la conceptualizaci[on de que es un Estado que “se fortalece”para “extinguirse”: en la medida que más la sociedad como un todo asume las funciones que antes le eran inherentes al estado como algo colocado por encima de ella, él se “fortalece”pero “deja de ser”, un proceso que tiene que comenzar desde el primer día del inicio de la transformación socialista, nada sencillo, con cmplejidades tales como las que Lenin identifica al hablar de las “formas de lucha de clase del proletariado en el poder” (ver “Acerca de la Dictadura del Proletariado”, T. 39, Obras Completas, Progreso, 1986).

[x] La obra de K.A. Jubiev “La propiedad en el sistema de las relaciones de producción”, Edit. Universidad de Moscí, 1988,  intenta un enfoque sistémico, pero en lugar de un oasis resulta un espejismo en medio del desierto, a partir de ubicar a la propiedad dentro del sistema de las relaciones de producción. 

[xi] Ver: Democracy and Markets. The Politics of Mixed Economics, John R. Freeman,, Cornell University Press, 1989.

[xii] Ver:  Beyond the market place, Rethinking Economy and Society, Roger Friedland, A.F. Robertson, Aldne de Gruyter, New Cork, 1990.

[xiii]. Ver: Crisis y futuro de la empresa Pública, Coordinador: Marcos Kaplan. , UNAM, PEMEX, México, 1994; Curso de Derecho Económico, Jorge Witker, UNAM, México, 1989; Hacia una teoría de los Derechos de Propiedad, Harold Demsetz, Traducido de American Economic Review, Mayo 1967.;El Derecho Mercantil en la América Latina, Jorge Barrera Graff, UNAM, 1963.;Derech Mercantil, Jorge Barrera Graf, UNAM, Mexico, 1991; Teoría de la Nacionalización . (El Estado y la Propiedad) , Konstantín Katzarov, (Sofía, Bulgaria), UNASM, México, 1963  

[xiv] Con intentos que resultan en definitiva desarrollos importantes para salirse de esa lógica, las obras  “Comparing Economic Systems. A Political- Economic Approach” (los autores distinguen su enfoque no como economia política sino como enfoque que busca integrar la política y la economía, para poder atravesar todo el proceso desde la economía hasta el comportamiento humano en su contenido más amplio), Andrew Zimbalist, Howard J. Sherman, Stuart Brown, Second Edition Harcourt Brace Jovanovic, Publishers, NY, London….., 1984;  Alec Nove “Comparing Economic Systems”; Schumpeter, J. A., Capitalism, Socialism and Democracy, Harper Perennial, 1975; Kornai, Janos, The Socialist Systenm, The Politica Economy of Communism, Claredon Press, Oxford, rep. 2000; Mc Nally, David, Against the Market, Political Economy, Market Socialism and the Marxist Critique, VERSO, London- New York, 1993; Lebowitx, Michael, Beyond Capital. Marx´s Political Economy of The Working Class, Palgrave Mac Millian, Second Edition 2003

[xv] Horkheimer, M. y Adorno, T. “Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos Filosóficos”. Madrid, 1994; Marcuse, H. “La sociedad industrial y el marxismo” , Editorial Quintaria, Buenos Aires, 1969; Habermas, J. El discurso filosófico de la Modernidad, Taurus, Madrid, 1989; Fromm, E. Marx y su concepto de hombre. Fondo de Cultura Económica, México, 1970; Offe,C. Disorganized Capitalism, Polity Press, 1986

[xvi] Fernández, P.S. “Habermas y la Teoría Crítica de la Sociedad”, Universidad SEK; Hbermas, J. Teoría de la Acción Comunicativa, Taurus, Madrid, 1987

[xvii]  Kosik, K Dialéctica de lo concreto, Ed. Grijalbo, México, 1979.

 [xviii] Ver: Uc, S.M. "La práxis en el pensamiento de Adolfo Sánchez Vázquez" en Revista venezolana de Información, Tecnología  y Conocimiento, Nº 3, Sept-Dic. 2006.

[xix] Kohan, N. "El marxismo crítico de Adolfo Sánchez Vázquez” en Utopía y Praxis Latinoamericano V 7, Nº 18, 2002.

 

1 comentario:

  1. Pocas veces he leído un escrito tan extenso que concreta tan poco, es solo un ejercicio de lectura en los campos de la sociología como crítica de lo que fue el prolongado, doloroso y antimarxista del "socialismo real" con su "marxismo-leninismo" que no era ni lo uno ni lo otro y que sí merece el nombre de quien lo llevó hasta los extremos inhumanos y criminales que alcanzó y aún mantiene, el Estalinismo desarrollado en la Unión Soviética por Lenin y Stalin y extendido a todo el mal llamado "Campo socialista", de Socialismo tuvo muy poco porque por su modo de producción siguió siempre el modo capitalista con la única diferencia que la burguesía fue sustituida como clase dominante por la burocracia partidista que demostró su incapacidad para la administración del Capitalismo Monopolista de Estado menos eficiente que el capitalismo real. Marx aclaró muy bien que lo que había que hacer era cambiar al mundo, no interpretarlo como habían hecho los filósofos anteriores a él. Hasta el presente ningún país ha cambiado el modo de producción típico del capitalismo que se basa en el Capital, el trabajo asalariado y la obtención de plusvalía. El Estalinismo solo cambió el capital privado por el estatal, por eso ha fracasado y actualmente están recurriendo al capitalismo privado para poder desarrollarse como lo hacen China y Vietnam manteniendo el modelo político Estalinista. En nuestro país ese cambio ha sido pospuesto, lo que unido a los efectos tremendos de la Pandemia y los problemas causados por el Reordenamiento económico ha generado la crisis más grave que ha enfrentado la nación en su historia pos-republicana. El Estalinismo ha sido, hasta el presente, el sepulturero del ideal socialista.

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