CAPÍTULO 5
EL INSTITUTO
CUBANO DEL PETROLEO EN LOS PRIMEROS AÑOS DEL MINISTERIO DE INDUSTRIAS.
El Instituto Cubano del
Petróleo (ICP) puede servir de muestra de los enormes problemas de todo tipo
que tenía que enfrentar la industria en los primeros momentos del triunfo de la
Revolución, según fue descrito en el capítulo anterior. La experiencia personal
del autor en esta institución permite ilustrar de manera directa los problemas
enfrentados por ella en aquellos momentos.
Ø
Antecedentes
Tal era la importancia que el Che le concedía al ICP,
que, junto con el Azúcar y la Electricidad, eran las únicas empresas que
participaban del Consejo de Dirección del Ministerio
El sector de la energía,
en particular el del petróleo es altamente estratégico. Una paralización, una
falla prolongada, una alta inestabilidad de la producción de productos del
petróleo pueden traer gravísimas consecuencias para la vida de un país,
afectando el transporte, la producción, la propia generación de energía y la
seguridad y defensa nacional; en fin a todos los sectores de la economía y la
sociedad. En el caso específico de Cuba, el petróleo adquiere una expresión
todavía más significativa, pues en él se basaba prácticamente toda la
generación de energía.
Las empresas petroleras
extranjeras en Cuba, filiales de la Standard Oil, de la Shell y la Texas Gulf
Oil, desde inicios de los años 60s, fueron reduciendo progresivamente sus
inventarios de combustibles para provocar una paralización de la economía
nacional, con su consecuente crisis social y política. Era una evidente
agresión a la Revolución. Ante esa situación, el Gobierno Revolucionario
gestionó con el de la Unión Soviética, el suministro de petróleo para enfrentar
esa situación. Las empresas extranjeras se negaron a refinar el petróleo
soviético, por tanto, fueron nacionalizadas en agosto de 1960. Esta fue una
valiente decisión que mostró tempranamente la posición de la Revolución Cubana
de no dejarse doblegar por ningún interés foráneo y que salvó
a Cuba de una crisis de proporciones incalculables.
Las anteriores refinerías
de la Standard Oil y de la Shell, contiguas en La Habana, se unieron
administrativa y técnicamente en lo que se llamó la refinería “Ñico López”[1]; la de la Texas Gulf Oil, en
Santiago de Cuba, recibió el nombre de
“Hermanos Díaz”[2]
Una pequeña refinería nacionalizada en Cabaiguán[3],
perteneciente a intereses cubanos, se llamó “Sergio Soto”[4]
También fueron
nacionalizados todos los depósitos, terminales de combustibles, medios de
transporte, incluyendo el de cabotaje, las plantas de producción de gas
manufacturado - una de ellas, en Marianao, en proceso de construcción - así
como todas las instalaciones para la prospección y extracción de petróleo
nacional - por cierto, muy pocos pozos y con de bajísimos volúmenes de
extracción - ubicados en el centro de la Isla. Hasta las estaciones de gasolina
fueron nacionalizadas e incorporadas al ICP.
El ICP se creó integrando
todas estas unidades. Su organización era, por consiguiente, compleja: 1
Director, 6 vicedirectores — Refinación, Comercial, Gas, Construcción, Economía
y Administración -, además de jefes territoriales en cada provincia. El aparato
central de dirección en la ciudad de La Habana era enorme y poco funcional.
Como Director del ICP fue
nombrado un acaudalado ingeniero mexicano, Alfonso Gutiérrez, muy conocedor de
la industria petrolera en su país y con intereses económicos en ella, quien
había tenido una posición muy positiva en la ayuda y financiamiento de las
actividades revolucionarias de Fidel y sus compañeros en México, las que
culminaron con la expedición del yate Granma.
Él tenía gran interés en ayudar con su experiencia al desarrollo de la
industria del petróleo e incorporarse al proceso revolucionario. Ejerció el
cargo de Director durante dos años. Lo recuerdo como una persona muy amable,
aunque después, dada su propia formación y posición económica y social en
México, le resultaría muy difícil adaptarse a las condiciones y conceptos de
una Revolución Socialista. Retornó a su país en 1961, manteniendo una actitud
solidaria con la Revolución Cubana.
Además, en la
institución, varios de los expedicionarios del Granma o que tuvieron una intensa actividad revolucionaria en Cuba
y, posteriormente, en México, ostentaban cargos de alta responsabilidad, entre
otros: Melba Hernández, Heroína del Moncada
y de la República de Cuba, era Vicedirectora Administrativa; Onelio Pino,
timonel del Granma, era Vicedirector Comercial;
Jesús “Chuchú” Reyes, Roque[5] y Pablo Díaz, todos
expedicionarios, eran respectivamente Jefe de Transporte Terrestre y Jefe de
Transporte Marítimo y funcionario en el área de Transporte; Waldo O’Farril,
teniente del Ejército Rebelde, era Vicedirector del Gas Manufacturado.
Mi antecesor como
Vicedirector de Refinación había sido un ingeniero de una de las refinerías de
petróleo de La Habana, quien sorpresivamente se marchó a los Estados Unidos.
Ø Los problemas tecnológicos y el bloqueo.
El nivel tecnológico de
la industria petrolera en Cuba era muy desigual. Por una parte, las tecnologías
de las refinerías extranjeras, en aquellos momentos eran modernas para los
patrones de la época. Por ejemplo, la planta de craqueo catalítico de la Standard Oil y, particularmente, su turbina
de gas, eran de tecnologías muy avanzadas con pocas unidades similares en el
mundo. La de Cabaiguán era, sin embargo, muy atrasada, así como eran también
las tecnologías de extracción de petróleo y la de producción de gas
manufacturado, construida a finales del siglo XIX.[6].
Los cambios en las
características del petróleo soviético que Cuba pasó a importar después de la
Revolución crearon obstáculos importantes a enfrentar. El petróleo venezolano
(Tía Juana), denso y con bajo contenido de sales y azufre fue sustituido por el
petróleo soviético (Romashkino), más ligero y con elevados contenidos de azufre
y sales. Los problemas en la producción
eran extraordinarios, pues las refinerías de petróleo se diseñan, tanto desde
el punto de vista de la tecnología de proceso como el de los tipos de acero de
su equipamiento, para procesar un determinado tipo de petróleo. Las bajas
densidades del petróleo soviético causaban considerables reducciones en los
rendimientos y eficiencias de las plantas. Además, los problemas de corrosión
eran gravísimos. Los materiales (tuberías, equipos) para los que las refinerías
de La Habana[7] fueron diseñadas
sufrían de una elevadísima y acelerada corrosión lo que obligaba a detener
continuamente la producción para sustituir piezas y materiales.
Las
modernas refinerías habían dependido, en su casi totalidad, de suministros de
procedencia norteamericana, en algunos casos, muy específicos. El bloqueo
norteamericano los había interrumpido. Había piezas, por ejemplo, para la
planta de craqueo catalítico, que, por sus especificaciones, sus
suministradores podían conocer inmediatamente para que refinería en el mundo
era requerida. La compra indirecta, por terceras vías, se hacía casi imposible.
En
una tentativa de esa naturaleza, la compañía inglesa, llamada Latin American
Enterprise[8],
se organizó para la compra en los Estados Unidos de piezas de repuesto y
materiales para las refinerías cubanas. Sin declarar su destino final, las
embarcaba para Liverpool, allá, eran reempaquetadas y enviadas para Cuba. El costo de esta
operación era lógicamente elevadísimo, mas no se tenían otras opciones. Las
refinerías no podían parar. Cuando los norteamericanos descubrieron este
negocio, suspendieron las ventas a esta empresa, obligándola a cerrar.
En esa situación se
llegaba a un impasse: la industria cubana del petróleo no estaba preparada para
producir sus propias piezas, particularmente las más complejas. Tampoco, como
ya se mencionó, existía una industria mecánica en aquellos momentos en el país que
pudiese contribuir de manera decisiva para soluciones rápidas, como siempre se
exigía. Fue necesario crear una particular metodología para enfrentar desafíos,
en la medida que éstos aparecían, contándose siempre con los obreros, sus ideas
y sus iniciativas, muchas veces con base al conocimiento tácito adquirido en
años de práctica en aquella industria.
Recuerdo
en particular a un mecánico – apodado Kimbo - quien era el que se enfrentaba
con éxito a todos los problemas que presentaba la moderna y compleja turbina de
gas de la planta de craqueo catalítico. Algunos extremistas no lo consideraban
confiable políticamente. Si Kimbo iba a usar los servicios sanitarios, de tras
de él iba alguien de ese grupo[9].
Como las razones de esos rumores no fueron esclarecidos, decidimos confiar en
él. Siempre pudimos contar con su colaboración. Muchas veces hubo que buscarlo
de madrugada para que se presentara en la refinería. Indagando por él, años
después, supe que era militante del Partido Comunista de Cuba y había sido galardonado
con el título de Héroe Nacional del Trabajo. Para mi satisfacción, el tiempo me
dio la razón.
La
escasez de técnicos medios y obreros calificados, que ya era una de las
características de la industria cubana antes de la Revolución, llegaba a un punto
casi insustentable cuando se trataba de desafíos tecnológicos de la dimensión
de la industria petrolera. Para superar estos problemas, aún con grandes
limitaciones, se desarrollaron acciones específicamente dirigida a los cuadros
técnicos más calificados y a la participación de los trabajadores, además del
trabajo voluntario.
Ø Los problemas con el personal calificado
La agresiva política contrarrevolucionaria
dirigida hacia la fuga de cerebros se
había hecho muy acentuada en la industria del petróleo, sector que, sin dudas,
congregaba una alta proporción del personal calificado en aquella época. A los
6 meses de la nacionalización de la
industria, en agosto de 1962, se habían marchado del país cerca del 75% de los
ingenieros más calificados y otra parte importante había manifestado su deseo
de salir del país. Mi propio antecesor en la Vicedirección de Refinación,
ingeniero de una de las refinerías de La Habana, emigró sorpresivamente para
los Estados Unidos, dejando una compleja situación política y técnica. Faltaba
personal calificado para enfrentar todos estos problemas y garantizar la operación efectiva y eficiente de la industria. Sin embargo, la acción decidida de
los ingenieros y técnicos que quedaron y del apoyo, experiencia y creatividad
de los trabajadores, lograron que, a pesar de tantas dificultades, las
refinerías cumpliesen con sus compromisos con la economía y la sociedad.
Este no fue un proceso fácil. Los trabajadores
de este sector pertenecían a lo que se conoce en términos marxistas como “la
aristocracia del proletariado”. Recibían salarios y ventajas muy superiores al
promedio de los trabajadores del país.
Consecuentemente, la
lucha ideológica en este sector era muy intensa sobre todo entre una buena
parte del personal técnico, formado dentro de los estilos de producción y
normas de estímulo de las empresas petroleras foráneas. Comprender y asimilar
los nuevos problemas era parte de un proceso para el cual muchos de los
ingenieros y técnicos medios no estaban preparados. No comprendían ideológicamente lo que estaba
sucediendo en el país, ni las dificultades que ahora tenían que enfrentar.
Tampoco estaban preparados técnicamente para las nuevas y distintas situaciones
que se presentaban. Anteriormente, una pieza de repuesto, se solicitaba,
mediante una simple identificación, a un suministrador principalmente
norteamericano; pocos días después llegaba por avión si era necesario. Ahora,
ellos tenían que buscar otros tipos de soluciones, muchas de las cuales no
hubieran sido aceptadas por las antiguas empresas. Podía comprenderse, de
cierta forma, en aquel contexto histórico, que ellos se preguntasen: “¿Por qué esta Revolución me ha complicado
la vida? ¿Por qué nacionalizaron esta compañía que marchaba tan bien?”.
Conociendo esa compleja situación y las dificultades que
acarreaba, el Che dedicó especial atención a este asunto. Recuerdo como varias
veces se reunió con el personal técnico de las refinerías para explicarles con
detalle y razonar con ellos estas nuevas situaciones, el papel que un técnico
cubano podía desempeñar en favor del pueblo y solicitarles, consecuentemente,
su apoyo. Su lenguaje era de convencimiento, nunca fue de imposición.
Con esta concepción, el
Che había impulsado varios movimientos para motivar la participación de la
clase obrera en toda la industria, no
sólo la del petróleo: los Comités de Piezas de Repuesto y el Movimiento Construye
tu Propia Maquinaria, los cuales funcionaban en las refinerías y fueron
responsables en gran medida de la solución de los problemas anteriormente
mencionados.
Ø El trabajo voluntario.
Muchos de los problemas
de las refinerías tuvieron que resolverse con intensas jornadas de trabajo
voluntario. Una vez, en una reunión que yo había convocado para conocer el
estado de la refinería “Ñico López”, su Jefe de Mantenimiento manifestó que se
necesitaba urgentemente una reparación capital de una de las plantas, lo que demoraría
no menos de 45 días. Según sus palabras, si ese mantenimiento no se daba
inmediatamente, él no se responsabilizaba del funcionamiento de la refinería. A
este argumento, la especialista responsable por el movimiento y almacenaje de
petróleo, expresó que, si la planta se paralizaba durante ese tiempo, llegarían
varios barcos soviéticos – que ya estaban en camino - que no podrían descargar
el combustible y habría que pagarles una exagerada sobre-estadía y que,
adicionalmente, se produciría una escasez de combustibles para la industria y
el transporte. Después de una prolongada discusión en que ninguna de las partes
daba una solución razonable, se me ocurrió lo que consideré la única salida
posible aunque arriesgada. Le pregunté a la responsable del movimiento de
combustible cuál sería el tiempo máximo que, la planta podría estar parada.
Ella respondió: 15 días. Entonces, con la ayuda del Secretario del Sindicato
del Petróleo, presente en la reunión, tomamos la decisión de convocar una gran
movilización de trabajo voluntario para conseguir que la reparación capital se
realizara en ese plazo.
Frente a la complejidad
de la situación y a la trascendencia que pudiera tener esa decisión, se le
presentó al Che. El, no sólo la aprobó, sino que prometió participar en el
trabajo voluntario, lo que hizo. Trabajó, como siempre, fuertemente, cargando e
instalando tuberías. Su presencia resultó un acicate para todos los que
estábamos participando en esa obra; se redobló el entusiasmo y aumentó la
incorporación voluntaria de los trabajadores. La reparación se logró concluir
en los 15 días programados. La refinería volvió a funcionar.
Ø
Los
problemas político-ideológicos.
En lo que se refiere a la
misión de realizar un trabajo político-ideológico junto al personal técnico de las
refinerías, uno de los primeros desafíos que tuve que enfrentar en la
Vicedirección de Refinación, fue la actitud extremista que adoptaba el entonces
Administrador de la Refinería “Ñico López”, el Ing. Parjús. Este era un
ingeniero cubano que había trabajado en Venezuela y había manifestado, desde
entonces, su apoyo a la lucha insurreccional que se desarrollaba en Cuba. Los
problemas políticos que él estaba creando con sus imposiciones extremistas eran
muy graves. Frecuentemente, convocaba a asambleas donde expresaba abiertamente
que tenía listas de personal técnico, quienes, según él, eran desafectos a la
Revolución, las cuales iba a pasar a los órganos de la Seguridad del Estado.
Había desatado un terror injustificado. Muchas personas, asustadas por esa
injustificada cacería de brujas, solicitaron su salida del país.
La situación era
delicada. Muchas de esas listas no existían, muchos de los que, según él, eran
enemigos de la Revolución, eran personas honestas y trabajadoras; una de ellos
era nada menos que “Kimbo”, el valiosísimo mecánico de quien me referí
anteriormente Vean que gran disparate. Además, ese método de persecución era
inadmisible, ni era él el encargado de asumir responsabilidades que
correspondían a los órganos de la Seguridad del Estado. Se estaba poniendo en
peligro, no sólo la producción de la refinería y acentuando la fuga de
cerebros, sino – lo más importante – trayendo un descrédito a la propia
Revolución. Con instrucciones del Che y de Borrego tuvimos que actuar
rápidamente y detener ese insidioso movimiento.
Me reuní con el
administrador de la refinería, le pedí explicaciones, le pedí las inexistentes listas,
hablé con las mejores personas que yo conocía dentro de la refinería, con
muchos de sus trabajadores, con los responsables de la seguridad de la planta y
decidí, inmediatamente, sustituirlo. A los pocos días de su sustitución salió
para Venezuela. Este último paso me dio la clave de las verdaderas intenciones
de ese personaje. En aquellos momentos, un comunista de la empresa me dijo una
frase de Lenin que yo no conocía: “Debajo de la piel de un extremista hay un
oportunista”, o algo peor, podría yo añadir.
Ø
Agresiones
y sabotajes.
Junto a estos problemas de tipo tecnológico y
político-ideológicos, ocurrieron gravísimas agresiones, violentas y abiertas,
en forma de sabotajes por parte de la contrarrevolución. En estas tareas tuve
un gran apoyo del que era jefe de la seguridad de las refinerías: el Capitán
Luis Hurtado, comunista de muchos años, hombre de una gran perspicacia política
y profundo sentido humano. El ayudó mucho en la labor política con el personal
técnico.
Antes de haber sido nombrado Vicedirector del ICP, hubo
dos actos de sabotaje con bombas colocadas en la refinería “Ñico López”: una,
junto a uno de los tanques de combustibles y, la otra, en la parte posterior de
una de las salas de control. Afortunadamente, esos intentos no produjeron
grandes daños.
A la semana de estar nombrado como Vicedirector, elementos
contrarrevolucionarios colocaron una bomba en la terminal de combustibles a la
entrada de la refinería “Ñico López”. Esta estalló, destruyendo parte del
equipamiento para el llenado de los camiones-cisterna. A relativamente corta
distancia se encontraba un tanque grande de gas propano. La onda expansiva,
afortunadamente, no lo alcanzó. Esto hubiera representado innumerables pérdidas
de vidas, así como cuantiosas pérdidas materiales, muy difíciles de reponer en
aquellas condiciones de bloqueo. El autor
del sabotaje huyó para la Sierra del Escambray, donde operaban núcleos de
infiltrados contrarrevolucionarios dirigidos por la CIA.
Poco
tiempo después, una lancha pirata tripulada por contrarrevolucionarios de
origen cubano atacó por la madrugada la Refinería “Hermanos Díaz”, en Santiago
de Cuba, causando la muerte de un marinero custodio y cuantiosas pérdidas
materiales. Informaciones recibidas indican que el jefe de la tripulación
pirata fue Jorge Sotús, quien había alcanzado el grado de capitán en el
Ejército Rebelde[10]
y que posteriormente salió del país para unirse a los grupos
contrarrevolucionarios en Miami. Murió electrocutado en un yate en esa ciudad
en una disputa interna entre esos grupos.
La
heroica, rápida y decidida acción del entonces Jefe de Producción de la
refinería, Ing. Denis y de los obreros de turno impidieron que el fuego se
extendiese. El incendio que se inició en la torre de destilación, originado por
los disparos de una ametralladora calibre 50, fue controlado y dominado en esa
misma madrugada. Caso que el fuego se extendiese, la refinería podría haber
explotado con enorme y triste pérdida de vidas, haberse destruido una buena
parte de su equipamiento y paralizarse su producción por tiempo indefinido.
Esos ataques terroristas tenían ese propósito.
Avisado
de madrugada en mi casa sobre ese hecho, partí inmediatamente para Santiago de
Cuba en un avión de las Fuerzas Armadas. Al día siguiente, cuando la situación
en la refinería casi se había normalizado, comencé a revisar la actitud de 2 o
3 personas, quienes claramente manifestaron su actitud contra-revolucionaria
festejando públicamente el criminal ataque pirata. Decidí trasladarlos para la
pequeña refinería de Cabaiguán, en el centro del país. De esta forma, usaba un
subterfugio para no despedirlos frontalmente del ICP; los trasladaba para un
lugar que yo sabía no aceptarían y saldrían de esa forma de la empresa. Cuando,
lleno de orgullo por la “brillante” solución que había encontrado, le conté
esto al Che, él se enfureció y me dijo:
-
Eso que hiciste es una mierda.
La Revolución tiene toda la fuerza moral para, si cree que si, por una actitud
abiertamente contrarrevolucionaria y de apoyo a agresiones como la de la
refinería, tiene que separar a alguien de su trabajo, no tiene que usar
subterfugios. Ese subterfugio que utilizaste fue una señal de debilidad. Ni los
antiguos patronos harían eso. La Revolución siempre tiene que hablar claro y de
frente. Llama a esa gente, analiza con ellos su actitud y, si aun así, crees
que ellos tuvieron una actitud contrarrevolucionaria, despídelos con toda la
fuerza moral que nos apoya.
Eso
hice. Me reuní con ellos, pero ellos, conscientes de su actitud, habían
decidido renunciar al cargo. Después abandonaron el país.
Ø Playa
Girón.
Tres meses después mi
nombramiento como Vicedirector General, Alfonso Gutiérrez, el Director viajó a
México, para resolver asuntos personales, dejándome como Director interino.
Asumiendo esta responsabilidad se produce la invasión por fuerzas mercenarias
por Playa Girón. Asumí la tarea fundamental de asegurar el combustible a las
Fuerzas Armadas Revolucionarias. Quedamos acuartelados durante aquellos días en
la refinería Ñico López. Mi misión fue garantizar, mediante un sistema acordado
de solicitudes, con señas y contraseñas, que el combustible llegara
organizadamente a los puntos militares necesarios. Eso funcionó perfectamente.
Durante varios días estuve sentado junto a un teléfono, dormitando entre
sonidos de timbre[11].
Además del suministro de
combustibles a las tropas, era necesario garantizar que la producción de las
refinerías no se interrumpiera por ningún motivo. Los inventarios de gasolina
mostraban niveles peligrosamente bajos para una situación de guerra: alcanzaban
para sólo 9 días; o sea, si la producción se detenía por algún motivo, dejaría
a nuestras tropas sin combustible para combatir más allá de ese período de
tiempo. Un barco de la Unión Soviética con gasolina demoraría unas tres
semanas.
En esa situación, reuní a
todo el personal técnico de la refinería Ñico López, que era la más próxima a
la zona de ataque y la que producía casi un 80% de la gasolina del país. Un
buen número de estos técnicos había manifestado el deseo de abandonar el país.
Era necesaria su presencia a tiempo completo, así como la de los trabajadores
de la refinería. Con ellos sostuve, aproximadamente, la siguiente conversación:
-
Los hemos
mandado a buscar porque estamos siendo motivos de una invasión. Estamos en
guerra. La Patria necesita de combustibles y es nuestra responsabilidad que la
refinería funcione como un reloj. Ustedes tienen que garantizarlo. Tienen que
estar aquí, acuartelados, mientras la guerra continúe. Sé que algunos de
ustedes no están con la Revolución. Ahora bien, si la refinería es bombardeada,
las bombas no van a diferenciar entre los que están y los que no están con la Revolución.
Por tanto, a todos nos conviene que ganemos y, para ello, tenemos que
garantizar la producción de la refinería.
Algunos se manifestaron
preocupados por sus familias. Les respondí:
-
Nosotros
nos ocuparemos de ellas.
Esa respuesta, en
realidad, no podía garantizarse dada la situación imperante. Inmediatamente
tuve que hacer una declaración para la cual yo no estaba autorizado, pero que,
bajo condiciones de guerra y, con la anuencia del Jefe de Seguridad de la
refinería, me pareció imprescindible, sobre todo conociendo que algunos
técnicos tenían vinculaciones con la CIA:
-
Espero
que todos cumplan con su deber, pero eso sí, lo advierto, no como amenaza y sí
como una decisión: si alguien trata de cometer en estos días un acto de
sabotaje, lo juzgaremos sumariamente y lo fusilaremos, si el acto queda
comprobado. Yo asumo esa responsabilidad.
Todos se
incorporaron a su trabajo.
A la noche siguiente, una
avioneta pirata sobrevoló la refinería. Yo estaba seguro, dados los bajos
inventarios de gasolina, hecho que seguramente la CIA conocía, que seríamos
bombardeados. La artillería antiaérea que rodeaba la refinería actúo rápida y
bravamente y la alejó.
La refinería funcionó
perfectamente durante los tres días de combate en Playa Girón. No se produjo ni
una parada por problemas de corrosión. Yo bromeaba diciendo que la refinería se
había convertido al Socialismo. Cuando
terminaron las acciones, teníamos 14 días de inventario de gasolina, o sea,
conseguimos un aumento significativo con relación al inventario inicial de
días.
Un día
nos llegaron noticias escalofriantes y contradictorias divulgadas por las
agencias de prensa norteamericanas: el Che se había intentado suicidar dándose
un tiro. Enseguida nos llegó la noticia tranquilizadora. Lo que había sucedido
es que, manipulando la pistola, al Che se le había caído y se disparó; la bala
le había rozado una mejilla. Efectivamente, cuando volvió al Ministerio, tenía
una pequeñita venda en ella. La marca de la herida, muy leve, se le quedaría.
Varios días después de la
Victoria de Girón, el Che visitó la refinería “Ñico López”. Uno de los obreros
le dijo que él era miliciano y que sentía mucho no haber estado en la línea de
combate junto a sus compañeros de batalla. El Che le dijo que la misión que él
había cumplido en la refinería había sido tan
importante como el haber estado combatiendo. Felicitó a todos los
trabajadores y técnicos por la forma abnegada en que estuvieron acuartelados en
la refinería durante varios días y por la forma eficiente y efectiva con que se
realizó la producción, resaltando como en esas difíciles condiciones, no sólo
se había entregado todo el combustible para las tropas, sin afectar el
suministro para la población, sino que, además, se había incrementado el
inventario de gasolina.
Ø La visión estratégica
Al
inicio de mis tareas como Vicedirector de Refinación, no estuve exento de las
dificultades ocasionadas por la inexperiencia. Los técnicos de las refinerías,
particularmente los que no simpatizaban con la Revolución, se aprovechaban de
que yo no conocía casi nada de la industria de petróleo. También se resentían
que un “extraño”, un ignorante, los viniera a dirigir. Por tanto, se divertían
conmigo haciéndome sufrir en las reuniones con la jerga del oficio: el “platformer”,
el “pipe still”, etc. etc., que yo, por supuesto desconocía. Tuve que estudiar
bastante y asesorarme con otros técnicos que se prestaron a ayudarme para
vencer esa dificultad. Poco a poco, comencé a familiarizarme con los problemas
tecnológicos de los procesos de refinación, así como de las cuestiones
administrativas y, muy en particular de los problemas políticos.
Una tarde, el Che me hizo
una visita sorpresiva a mi oficina. Durante la conversación que tuvimos, me
pidió que le explicara todos los problemas que yo estaba enfrentando.
Inmediatamente, comenzó a preguntarme cómo era el proceso tecnológico de una
refinería, para qué servía la planta de craqueo catalítico, cómo estaba
enfrentando los problemas de la corrosión, de la falta de piezas de repuesto,
de la falta de personal técnico. Me preguntó también como estaba apoyándome en
los obreros para la solución de estos problemas, como estaba la cuestión de la
seguridad en las refinerías, el control de los inventarios y la contabilidad,
entre otras muchas cosas. Respondí satisfactoriamente. Finalmente me sorprendió
con una pregunta: ¿Cuáles eran mis ideas sobre la estrategia de desarrollo de
las refinerías? Ni siquiera había pensado sobre esa cuestión. Me dijo entonces
algo muy importante:
-
Que los
problemas presentes no te impidan pensar en el futuro. Si no, los pasos que
estás dando ahora no te llevarán a ninguna parte. Un dirigente tiene que estar
con los pies en la tierra pero con la mirada en el cielo. Te recomiendo que te
reúnas con el Consejo Técnico Asesor e incluyan este tema dentro de la agenda
de discusiones.
Una de las primeras cosas
que se nos ocurrió – aunque realmente no tenía posibilidades técnicas de éxito
– fue examinar las posibilidades de una planta de polimerizar gasolina, como un
primer paso, muy preliminar, para la producción de plásticos derivados del
petróleo. El Che la incluiría después en una de sus orientaciones para 1963. En
realidad, esto no tenía posibilidades tecnológicas; fue una “metida de pata” de
tipo tecnológico.
Ø Mi promoción: ejemplo de la atención a los cuadros de
dirección
Cuando fui promovido a Vicedirector General, pase a
atender también las cuestiones de exploración, extracción, y distribución de
combustible, todas ellas plagadas con los mismos problemas materiales y
políticos de las refinerías.
Cuando
el Director del ICP, Alfonso Gutiérrez, me llamó para informarme de este ascenso,
me dijo que esta promoción se debía a mi buen trabajo y a mi formación. Así yo
podría ayudarlo, ya que él estaba muy recargado de trabajo. Yo me sentí muy
estimulado por sus palabras. Después se me informó que este movimiento se hacía
para que yo pudiera influir más en la atención política a todo el ICP. Por
supuesto, esto tenía la aprobación del Che. ¡Claro, percibí que en su reciente
visita, él me había examinado! El Che me
ratificaba su confianza, después de haber verificado personalmente si tenía condiciones
para una promoción. Esto se correspondía con las concepciones del Che
sobre el tratamiento a los cuadros y a su desarrollo, como veremos
posteriormente.
Pocos
meses después, recibimos la noticia de que Alfonso Gutiérrez consideraba que su
misión en Cuba había terminado y que regresaba a México. Pienso que para él,
hombre adinerado, dueño de empresas, ya le resultaba difícil adaptarse y tener
que dirigir una empresa de las dimensiones del ICP bajo condiciones
socialistas. Como hombre honesto, amigo sincero de la Revolución, actuó con
toda dignidad.
Las
medidas tomadas para nombrar al sustituto de Gutiérrez marcan otra de las
características del Che en cuanto al manejo de los cuadros. Parecía que yo
sería la persona que lógicamente, por el cargo que ocupaba, debería asumir la
Dirección del ICP. Sin embargo, el Che actuó de otra forma que inicialmente no
comprendí, Mi ascenso en el ICP fue muy rápido, después de mi vistita a la
Embajada norteamericana. Independientemente del
reconocimiento de que yo había realizado un buen trabajo, tanto
administrativo y técnico, como político, él necesitaba comprobar si yo estaba
debidamente preparado para el cargo y, por otra parte, también podría querer
verificar si en todo este rápido ascenso,
yo hubiese desarrollado algún sentimiento oportunista. Para dirigir el
ICP se requería un cuadro bien probado.
Por
tanto, se decidió que el compañero Omelio Sánchez Serrú, quien era Director de
la Empresa de la Minería, se hiciese cargo de la Dirección del ICP, sin
abandonar su cargo en la otra empresa. Yo seguiría de Vicedirector General.
Omelio
fue un maestro para mí desde muchos puntos de vista. Aunque no tenía una
formación universitaria, tenía una gran experiencia, una cultura práctica de la
vida y una gran sensibilidad humana. Había trabajado varios años, antes de la
Revolución, en el Instituto Cubano de Estabilización del Azúcar y, junto al
Che, en la creación del Departamento de Industrialización del INRA. El Che le
profesaba un gran afecto y tenía una alta confianza en él.
Durante
dos meses trabajamos intensamente, noches, madrugadas y fines de semana en
reestructurar el ICP, además de continuar enfrentando los múltiples problemas
de la industria. Omelio ahora tenía que atender dos empresas grandes y
complejas. Él no podía estar todo el tiempo en el ICP. En este proceso, él me
dio toda la libertad necesaria para actuar según bases discutidas previamente y
para tomar las decisiones que yo considerara oportunas. Me criticó, me
aconsejó, me dio palmadas de aprobación en la espalda. Con él aprendí a
escuchar, a no adelantar criterios y decisiones hasta no haber analizado bien
todo lo que se estaba expresando en una reunión. En ese sentido, tuve que
cambiar mucho mi estilo de dirigir, lo que después me sirvió de mucho en la vida.
Construimos, desde entonces, una profunda amistad. Años después volveríamos a
trabajar juntos.
Después
de un tiempo de trabajo con Omelio, el Che verificó que yo podía asumir la
responsabilidad de Director del ICP. Entonces, fui nombrado para el cargo en el
mes de septiembre de 1961.
Durante el tiempo en que estuve en el ICP recibí una
atención muy directa de Borrego, quien era el Viceministro de Industria Básica.
Sus consejos y sus críticas me ayudaron mucho en mi desempeño. A pesar de tener
fama – justificada, por cierto – de ser muy áspero, entre nosotros se siempre
mantuvo – y se mantiene - un trato fraterno.
Casi
todos los directores de empresas en aquellos momentos eran compañeros de
confianza provenientes de las filas revolucionarias, sin ninguna experiencia
administrativa anterior. Por tanto, por falta de método y de experiencia muchas
veces los acuerdos tomados no se cumplían. En mi trabajo como Director del ICP
yo utilizaba los métodos organizativos que había aprendido en la Procter &
Gamble: los cuadernos de anotaciones, los sistemas de seguimiento y control de
las tareas y, en particular de los acuerdos que se tomaban en las reuniones del
Viceministerio de Industria Básica y del Ministerio. Esos métodos que yo
utilizaba fueron difundiéndose y aplicándose entre muchos de los compañeros
directores.
Cuando
en 1962 fui promovido al Ministerio de Industrias, El Ing. Salvador Sala
Portuondo pasó a ocupar el cargo de Director del ICP. Él era un joven ingeniero
formado en los Estados Unidos, quien había trabajado en la refinería de la
Shell, en La Habana. En la etapa en que yo fui Vicedirector de Refinación, él
fue Vicedirector Adjunto. Desde un inicio, establecimos una estrecha relación
de trabajo y amistad. Sus conocimientos de la industria me permitieron
desempeñarme mejor en mis nuevas funciones. Cuando pasé a Vicedirector General
y después a Director, se hizo cargo de la Vicedirección de Refinación con un
buen desempeño.
Muchas
personas consideraban que él era un oportunista. Sin embargo, durante todo el
tiempo que estuvimos juntos, su trabajo era tan dinámico y eficiente, que
permitió que en 1963, el ICP ganara la distinción, junto con la Empresa
Consolidada de la Harina, el galardón de Mejor Empresa del Ministerio de
Industrias y se ganara la confianza de todos, entre ellas la del Che.
Un
ejemplo de ello fue cuando el Che lo llamó en mi presencia y le informó que su
hermano, ingeniero de la refinería “Ñico López”, era miembro de un grupo
organizado por la CIA para realizar sabotajes en la refinería. Hasta esos
momentos su hermano no había sido detenido para poder ganar más información
sobre las actividades y ramificaciones del grupo. El Che le dijo que debía
guardar esa información en secreto, aunque, por una cuestión de lealtad a su
persona y en reconocimiento a su trabajo, estimaba que debía decírselo. Que
confiaba en su discreción. Evidentemente, Sala guardó el secreto.
Dos años más tarde, después que el Che ya había salido definitivamente de Cuba, Sala fue sustituido por el nuevo Ministro en su cargo, en aquellos momentos, de Director del Instituto de Recursos Minerales. Inmediatamente, abandonó el país clandestinamente en un yate de su propiedad. Más adelante nos volveremos a referir a él.
[1] Expedicionario
del yate Granma, quien murió en combate a los pocos momentos del desembarco en
Cuba.
[2] Mártires
santiagueros de la Revolución
[3] En la actual
provincia de Sancti Spiritus.
[4] Mártir
revolucionario de la región
[5] Fue el expedicionario del yate Granma que cayó al mar durante la
travesía y estuvo largo tiempo perdido hasta ser rescatado.
[6]
La vieja planta de Melones en La Habana.
[7]
La refinería de Santiago de Cuba (Hermanos
Díaz) fue diseñada con materiales más resistentes a la corrosión.
[8]
Dirigida, por cierto, por un lord inglés a quien conocí. Un día, con s
arrogancia británica, me dijo en broma, refiriéndose a los americanos: “El
problema que ellos tienen es que los liberamos antes de tiempo”.
[9] Más de 40 años después, fui convidado por la dirección de la empresa a ofrecer mis experiencias de aquellos años al personal de la refinería Ñico López; entre ellos se encontraban, ya retirados, algunos trabajadores de aquella época. Entre aquellas experiencias, narré el caso Kimbo, sus méritos, así como su injustificada persecución. Al terminar la reunión, se me acercó uno de esos trabajadores retirados y me dijo muy bajito; “Compañero, yo era uno de los que iba detrás de Kimbo cuando él iba al baño”.
[10] El Che lo menciona en uno de los capítulos de
Pasajes de la Guerra Revolucionaria
[11]En medio de la
agresión, me llama mi esposa, diciéndome que la habían llevado presa,
confundiéndola con una contrarrevolucionaria. Esa fue una denuncia falsa de un
conocido extremista del barrio. De mi posición no me podía mover. Tuve que
enviar a David, mi chofer, para que fuera a resolver el problema.
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