Por Jorge Gómez Barata
Una gota de sangre negra en la herencia era en Estados Unidos prueba de ser negro. Después de la Guerra Civil, el credo se aplicó en los estados sureños para sustentar la doctrina de “Iguales pero separados”. La regla fue oficialmente válida hasta los años cuarenta del siglo XX. Según se creía entonces, la mezcla entre un blanco y un negro, daba inexorablemente negro.
Desde 1883, debido a la sentencia de la Corte Suprema, “Pace contra Alabama” que penalizaba con cárcel el matrimonio interracial, el mestizaje fue ilegalizado. La situación cambió a partir de 1967 cuando el propio Tribunal Supremo, anuló las disposiciones que condenaban el matrimonio interracial. La regla de “una gota”, que era exclusivamente estadounidense, perdió entidad jurídica.
Estudios genéticos prueban que, como promedio, alrededor del 58 por ciento de los afroamericanos tienen al menos el 12,5 por ciento de ascendencia europea. Según estimados nacionales, el 70% de los estadounidenses blancos no tienen ancestros africanos, lo cual significa que el 30 por ciento los tiene.
Hasta no hace mucho, la cuestión de las razas fue estudiada y expuesta por racistas, lo cual dio lugar a conclusiones pseudocientíficas que reforzaron la ideología racial. Todo cambió cuando en 1951 James Watson y Francis Crick y Maurice Wilkins, describieron la estructura de la molécula de ADN, que contiene y transmite la información hereditaria. El descubrimiento es la base de la biología molecular.
Tras décadas de intensas investigaciones en 1990 se desplegó el proyecto internacional Genoma Humano que concluyó con la identificación de unos 25.000 genes presente en el núcleo de las células humanas, 3000 millones pares de bases del ADN y la presencia en los 23 pares de cromosomas en el núcleo del genoma humano.
En diez años se levantó el “mapa del genoma humano”, una especie de “Atlas de la vida” que no solo abrió infinitas posibilidades a las ciencias y la medicina, sino que asestó un golpe definitivo al racismo al probar que la humanidad es genéticamente homogénea, aunque culturalmente diversa.
El mega estudio reveló que el genoma de un blanco ario, casi rosado, de ojos profundamente azules, es apenas el 0,1 por ciento diferente de su vecino congolés. La mejor noticia es que así ocurre con todos los humanos.
La regla del lápiz, aplicada en Sudáfrica era estúpidamente pragmática. Ante la duda de si una persona era blanca o negra, se le introducía un lápiz en el pelo. Si era sostenido por la trama del cabello, el sujeto era negro, si por el contrario el lápiz caía, era blanco. Quien encuentre los límites de la estupidez humana, levante la mano. Allá nos vemos.
01/10/2020
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