¿Cuál debe ser el nivel de ingreso para considerar que un ciudadano cubano es “pobre”?
Por Omar Everleny
en Cuba
Después de los años 90 se han presentado en la sociedad cubana fenómenos que hacen pensar que la población en riesgo de pobreza tiende a incrementarse. Esto se origina en una elevada desigualdad de los ingresos, la desigualdad de oportunidades y de su aprovechamiento por una parte de la sociedad ante cambios que no han incluido a la totalidad de la población.
En el caso cubano están presentes un conjunto de características que lo diferencian de la noción de pobreza propia de otras latitudes, sobre todo debido a la existencia de programas sociales de acceso universal sin costo directo para el beneficiario –educación, salud, cultura, deporte, entre otros– y subsidios universales a una pequeña parte de la alimentación racionada. Se trata de políticas públicas que limitan el impacto de la pobreza y de la desigualdad, aunque por sí mismas no las evitan.
¿Es la pobreza en Cuba una causa olvidada? Ciertamente no, pero parece distar mucho de resolverse en el corto plazo. ¿Existe un programa específico para erradicarla? No queda claro. Hasta el momento hay políticas puntuales para aliviarla, pero no para erradicarla.
Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida
La pobreza no es un accidente
Por la propia política que se implementa y las restricciones existentes, en las condiciones actuales no existe acumulación de capital nacional a escala significativa que enfrente al grupo de ganadores con otros grupos sociales en la pobreza. Diferenciar a un grupo de otro solo pudiera hacerse analizando los ingresos de la población.
Un área importante deberían ser las relaciones laborales, sobre todo el análisis de los salarios o de los ingresos por el peso de los trabajadores que laboran para el Estado cubano, pero pudieran ser otras las dimensiones del proceso, incluyendo las que no son de índole económica.
Para trabajar en la erradicación de la pobreza habría que modificar determinadas relaciones sociales de manera que se permitiese la reinserción de los grupos sociales hoy aquejados por aquella. Esto no es, simplemente, un problema de carencia material sino también un síntoma del funcionamiento de las relaciones sociales. La pobreza no es un accidente. “Algo” tuvo que ocurrir en la sociedad para que determinadas personas fuesen colocadas en ese lugar, y no en otro.
Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida
El trabajo es la vía fundamental de subsistencia. La situación del empleo y los salarios constituye la primera causa de desigualdad de ingresos en cualquier sociedad. En Cuba, el 70% de los ocupados son trabajadores estatales que reciben un salario. Por eso los bajos salarios representan la principal causa de la existencia de personas en riesgo de pobreza.
El Artículo 31 de la recién aprobada Constitución plantea claramente el papel de los salarios: “El trabajo remunerado debe ser la fuente principal de ingresos que sustenta condiciones de vida dignas, permite elevar el bienestar material y espiritual y la realización de los proyectos individuales, colectivos y sociales. La remuneración con arreglo al trabajo aportado se complementa con la satisfacción equitativa y gratuita de servicios sociales universales y otras prestaciones y beneficios”.
En 1980 se estimó que el 56% del consumo total de bienes y servicios se cubría a cuenta del trabajo. El 44% restante se obtenía por vías redistributivas; esto es, por transferencias del Estado a la población en forma de subsidios, seguridad social o gratuidades. Los bajos salarios, unidos a las garantías y protecciones estatales al empleo y el consumo, homogenizaban la sociedad cubana.
Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida
El Estado agigantado
En los años 80 se emprendieron estudios académicos para calcular el coeficiente Gini en Cuba. En 1986 lo situaban entre 0,22 y 0,25, una de las sociedades más equitativas de la época. En la actualidad ha ascendido a más de 0,40, denotando una sociedad muy desigual. El país tuvo que tomar medidas para enfrentar la crisis de los 90, pero no hizo un trabajo con la seriedad necesaria para resolver las causas internas que propiciaron el Período Especial. Se postergaron muchas decisiones, más por política que por economía.
El Estado se mantuvo agigantado, con poca oferta productiva y elevada centralización. Muchas medidas que estimulaban el incremento del trabajo y mejoraban la eficiencia empresarial se eliminaron pasando a la cuenta única del Estado. Esto afectó a la empresa estatal cubana desde entonces hasta la actualidad.
Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida
Después de los 90 se produjo en la sociedad una inversión de la pirámide de ingresos. Antes del Período Especial, los profesores, el personal médico, los trabajadores de la administración pública y la cultura, etcétera, se encontraban en la cúspide, una medida de la importancia otorgada a los salarios como fuente de ingreso de la población y a la calificación como un punto determinante en el monto de estos salarios. Hoy los ocupados en el sector no estatal, en cualquiera de sus variantes –remesas familiares o provenientes del comercio informal–, reciben ingresos muy superiores a los de los trabajadores asalariados.
Desde el punto de vista monetario y financiero las remesas constituyen una vía importante para el beneficio de un grupo no despreciable de la población, pero al alto costo de ampliar las brechas de ingresos y desvalorizar el trabajo en cualquiera de sus formas. Y son generalmente “blancas”, lo que conlleva diferencias raciales. Pero tampoco se produjo una efectiva forma de atraer esas remesas por parte del Estado de manera que le permitiera contar con una cantidad de divisas para hacer inversiones u otras actividades.
No se eliminó la mentalidad rentista del Estado cubano de gravar las remesas con altos impuestos en el mercado en divisas, lo que ha permitido que regresen a otros destinos y sirvan como una fuente de insumos tanto al sector privado como a la población en general. Tampoco se le quitó el gravamen estatal al dólar, mientras que en el mercado paralelo de divisas se encuentran tasas de cambio más estimulantes para el poseedor de dólares. Hoy el cambio se puede lograr 1 CUC igual a 1 USD en determinados territorios.
Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida
Los salarios
El estancamiento de los salarios hasta junio del 2019 generó un escenario diferente a las tendencias internacionales. Escasamente diferenciados y con lento y bajo crecimiento, no compensaron el incremento de la desigualdad, dada por la brecha entre los dos grupos extremos de ingresos –dígase transferencias sociales y rentas de capital.
La pérdida de participación de los salarios en el total de ingresos de la población y en el acceso al consumo, desembocó en una agudización de la desigualdad de ingresos y el deterioro de la equidad alcanzada durante décadas anteriores, que genera una brecha tendiente a la ampliación entre salarios e ingresos fuera del sector estatal y del trabajo.
Antes de los años 80, los salarios fueron estables, bajos y con poca diferenciación de 1 a 4, entre los que menos ganaban y los que más. Después resultaron muy diversos, con un bajísimo poder adquisitivo y disímiles esquemas que funcionaban en dependencia del sector de que se tratara.
Basado en las resoluciones 16 y 25 del 2019 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social publicadas en la GacetaExtraordinaria número 13 del 18 de julio de 2019, el nuevo aumento salarial constituye un paso necesario para empezar una mejoría en el poder adquisitivo del sector presupuestado, toda vez que abarca más del 40 % de los trabajadores ocupados del Estado. Las autoridades reconocen que no es una reforma salarial, sino un incremento salarial porque una reforma salarial incluye una reforma en la política de precios, la unificación monetaria y cambiaria, entre otras medidas.
Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida
El incremento mitiga el desespero de una parte de los trabajadores cubanos. Es de más de un 68 %, pero aún se está distante del deterioro del poder adquisitivo de la población después de los años 90.
Según las investigadoras Anicia E. García y Betsy Anaya (1), en 2016 el gasto mensual promedio de consumo de un hogar de tres personas era de 2 245 pesos cubanos (CUP). En otros estudios es más elevado, pero la cifra puede considerarse correcta. Aunque para el futuro inmediato debería actualizarse ese estudio, aún no se logra alcanzar el poder adquisitivo de la población cubana en los años 80, algo que sigue instalado en el imaginario popular.
Con este incremento los datos cambiarían, pero desde 2016 los precios también se incrementaron, sobre todo en los mercados agropecuarios, privados, transporte y mercado negro a partir de las insuficiencias de productos en los mercados estatales en divisas o en moneda nacional.
Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida
¿Qué es la pobreza y quiénes son pobres?
En años recientes se ha producido un debate acerca de los enfoques para establecer una línea de pobreza. El tradicional permite establecer un monto de dinero determinado que serviría como rasero para diferenciar quién es “pobre” o a quién le falta ingresos respecto al que no le hace falta.
¿Cuál debe ser el nivel de ingreso para considerar que un ciudadano cubano es “pobre”, es decir, que no le alcanzan sus ingresos? Una respuesta simple pudiera ser la siguiente: vivir en un núcleo familiar donde o ingresen menos de 2 245 CUP mensuales. Serían pobres de ingresos los ciudadanos en cuyos hogares entren menos de tres salarios medios mensuales. Entonces, ¿cuántas personas en riesgo de pobreza hay en Cuba?
El reciente aumento salarial resulta significativo. Aunque los trabajadores ubicados por debajo del Grupo XI, que ganarían unos 790 pesos mensuales, se mantendrían en una situación aún apretada, los comprendidos del grupo XII al XXXII, que están en el rango de 865 a 3 000 pesos al mes, mejorarían su situación.
Lo que no se ha divulgado es el porcentaje de trabajadores que estarían ubicados en los distintos grupos, lo cual permitiría un análisis más fino. En uno de sus trabajos recientes el profesor Lázaro González Rodríguezexponía que el salario medio debía operar de acuerdo con los precios existentes de 4 725 pesos. Esto nos lleva a otros resultados, pero las conclusiones son válidas: existe en Cuba una masa significativa de personas con riesgo de pobreza de ingresos.
Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida
Las probabilidades relativamente altas de tener problemas de ingresos en Cuba es el 41,7% de la fuerza de trabajo estatal de Cuba (1343 800 trabajadores), que en 2016 laboraba en actividades con un salario promedio inferior al salario medio nacional. Asumiendo que un núcleo familiar está compuesto por 2,9 personas, eso daría un total de 3 897 020 individuos que vivirían en hogares con riesgo de ser pobres de ingresos.
Pedro Monreal agrega otros dos grupos relativamente grandes: los pensionados (1 676 988 personas), que reciben una pensión media de apenas el 37% del salario medio en 2016, y los 179 796 beneficiarios de la asistencia social, quienes por definición clasificarían como “pobres”. Sumadas las tres categorías, serían 5 753 804 personas. Y equivaldría, aproximadamente, al 51% de la población cubana.
Definir quién es pobre y quién no mediante la adopción de una “línea de pobreza” es, sin dudas, un criterio limitado. La pobreza tiene muchas dimensiones que rebasan una determinada cuantificación de las carencias materiales. Sin embargo, ninguna política pública contra la pobreza opera sin una cuantificación. Hay que considerar datos como los siguientes:
- Los precios son muy altos en el sector estatal, con una tasa sobre el costo de un producto entre 250 al 320 % en el mercado en divisas. En el no estatal presentan un incremento exagerado, mantienen un crecimiento superior a 30 veces con respecto a 1990.
- El salario promedio nacional ascendió en 2018 a 777 CUP –es decir, se incrementó en cuatro veces el salario nominal respecto a 1990.
- El salario mínimo asciende a 225 CUP.
- La pensión mínima fue fijada en 242 CUP.
- Para equiparar el salario nominal con los precios actuales, el salario mínimo sería 2 334,75 CUP, y el medio 4 725 CUP.
La desigualdad es también un concepto relativo. Desde una perspectiva económica, en esencia compara el nivel de bienestar material de distintos grupos sociales. Por esa razón no es posible entenderla de manera adecuada si se presta atención desproporcionada a uno de sus componentes –el aumento de la concentración de la riqueza e ingresos de unos– sin atender su otro componente clave: la posible amplificación de la pobreza de otros. O si no se atienden los cambios en la distribución del ingreso dentro del propio segmento de quienes no son “ricos”.
Cuba conserva un mecanismo que incluye un componente de racionamiento. La libreta, las tarifas eléctricas (en determinados niveles de consumo), consumo de agua, constituyen ejemplos clásicos de “inflación reprimida”. Mantener precios artificialmente bajos es una manera de otorgar subsidios al consumo popular.
Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida
Consumo reprimido; consumo postergado
El Estado está pretendiendo incrementar por la vía de los salarios el poder de compra familiar. Pero en paralelo, habría que evaluar la posibilidad de subir el salario real mediante una reducción de los precios del consumo. El mismo Estado los tiene muy altos en los mercados liberados o de divisas.
En general, la mayor distorsión existente es lo que implica para un trabajador no poder solventar los gastos esenciales para la reproducción de su fuerza de trabajo y sostener a su familia con el bajo poder adquisitivo de los salarios de hoy.
Antes de hablar de ricos y pobres como conceptos absolutos, el Estado cubano tiene que implementar medidas concretas para sacar adelante a la mitad de los trabajadores en riesgo de pobreza, ya que sus ingresos no les alcanzan para mantener el consumo reprimido de una familia cubana. Y me refiero a consumo reprimido porque hoy sus aspiraciones son, en primer lugar, la alimentación, el vestuario y el transporte. No artículos suntuarios, el ocio, la recreación o la mejoría de la climatización de los hogares, entre otros.
En Cuba hay un consumo postergado, oculto en las posibilidades económicas de un grupo importante de trabajadores. Se sabe que es fruto de la crisis económica de los 90, pero estamos a tres décadas de esa fecha. Hay 3 953 712 cubanos con menos de 30 años que desde que nacieron han vivido con un conjunto de restricciones.
Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida
Y lo que se necesita no es no solo aumento de salarios. Eso debe venir con una oferta de bienes y servicios adecuados para que la inflación no nuble el incremento de los salarios nominales. ¿Cómo lograrlo? Primero, que el Estado se haga eco de verdad de lo aprobado en los documentos del VII Congreso del Partido, donde hay un abanico de opciones, entre ellas potenciar el desarrollo de las fuerzas productivas, aprobar las pequeñas y medianas empresas privadas, destrabar la aprobación de nuevas cooperativas urbanas, dar facilidades al comercio mayorista que incluya la posibilidad de importar a los trabajadores no estatales, autorizar la compra de maquinaria agrícola a los campesinos, permitir la empresa mixta entre una entidad jurídica o natural extranjera con una nacional, ampliar el número de profesiones en el trabajo por cuenta propia, entre otras acciones.
No es ocioso repetir lo que otros colegas han dicho recientemente. En Cuba hay resistencia al cambio, viejas mentalidades derivadas de demasiado tiempo pensando de una cierta forma el manejo de la economía. Los tiempos actuales y por venir necesitan otras mentalidades, si es que es real la aspiración de ser un país en camino al desarrollo dentro de apenas diez años. Dicho de otra manera: hay que tomar medidas en el menor tiempo posible, aunque no sean agradables para todos. Buena parte ya están refrendadas en los principales documentos aprobados por el Partido Comunista de Cuba y el gobierno. ¿Qué esperan entonces las autoridades para concretarlas?
Nota
(1) Anicia E. García Álvarez y Betsy Anaya Cruz: “Gastos básicos de familias cubanas urbanas dependientes de salarios y pensiones: dinámicas recientes”, Centro de Estudios de la Economía Cubana, La Habana, 15-16 de marzo de 2018.
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