JIBACOA, Manicaragua.—Ni en los peores tiempos por los que transitaron las unidades básicas de producción cooperativa, la UBPC La Herradura puso en peligro su existencia, como ocurrió a cientos de ellas a lo largo y ancho del país.
Tal vez la clave de esa situación habría que buscarla en la acertada dirección de la entidad, en manos, casi desde su fundación, de un hombre emprendedor y de la rectitud de carácter de Modesto Robaina Pérez, una persona incapaz de amilanarse ante los retos que ha debido enfrentar, lo cual ha contribuido a forjar en él un sano sentimiento de dueño de esa cooperativa.
Muy temprano en la mañana, antes de asomar el sol, él sale de su natal Manicaragua hacia el poblado La Herradura, la intrincada zona donde está enclavada su UBPC de igual nombre, porque como suele decir: “Me gusta tocar las cosas con la mano antes de comenzar cada jornada”, la cual culmina cuando el último rayo de luz haya desaparecido del lomerío.
De su exigencia hablan con respeto los trabajadores de la entidad. Wilfredo Palacio, por ejemplo, dice que con Robaina se puede hablar de cualquier problema o situación personal, “pero no le vayas con un cuento, porque de esas cosas no entiende.
“Yo soy fundador de esta cooperativa, y en los años malos, cuando dependíamos de la empresa para todo y lo que aquí se recogía eran cuatro latas de café, tuve que irme en busca de mejor salario; sin embargo, cuando Robaina llegó a la dirección, hace ya 16 años, las cosas comenzaron a cambiar para bien; por eso regresé y de aquí no me voy más nunca”, expresa el simpático arriero.
Por su parte, Humberto, el hermano de Modesto, menciona el empleo óptimo que hace de la fuerza de trabajo, y expone el argumento de que él solo atiende 80 cabezas de ganado, debiendo agenciarse el tiempo para alimentarlo, garantizar el ordeño y otras faenas vinculadas a esa tarea.
UN ANTES Y UN DESPUÉS EN LA HERRADURA
Hace muchos años que Edelse Navarro es el director de la Empresa Agroforestal de Jibacoa, por eso conoce al dedillo los vaivenes de las dos UBPC radicadas en la montaña, la Arroyo Bermejo y La Herradura, ambas dedicadas básicamente a la producción cafetalera.
“Si tuviera que definir en una frase la etapa anterior, antes de aprobarse por la dirección del país las 17 medidas destinadas a lograr la reanimación de las cooperativas, te diría que las teníamos amarradas”, reconoce el directivo, quien añade que no poseían facultad para tomar decisión alguna, lo cual les hizo mucho daño.
Ahora todo es diferente, nuestra entidad las asesora desde el punto de vista metodológico y las controlamos; sin embargo, respetamos su independencia y las dejamos trabajar. Un ejemplo de lo anterior es que no andamos citando reuniones innecesarias, así los jefes pueden concentrarse en lo esencial de su labor, que es producir, explica Edelse.
Para demostrar cuánto se ha avanzado, menciona algunos hechos como el retorno de la fuerza de trabajo, y pone como ejemplo el caso de la UBPC Bermejo, que en su etapa más crítica llegó a contar con solo 17 trabajadores, y hoy tiene 76; y en el caso de La Herradura, en estos momentos las personas hacen cola para pertenecer a ella, dados sus resultados económicos.
Menciona, asimismo, que desde hace algún tiempo no han tenido que emplear estudiantes del plan La escuela al campo, cuando antes necesitaban 3 000 o más en cada cosecha de café; y en cuanto al rendimiento también han crecido, llegando a obtener ahora 0,34 toneladas por hectárea, superando las 0,13 que conseguían hace unos años atrás, lo cual no es mucho, pero marca el camino de la recuperación.
LA MAGIA DE LA DIVERSIFICACIÓN
Para Modesto Robaina, el administrador de la UBPC La Herradura, la clave de la recuperación de su entidad ha estado en la manera en que logró diversificar las producciones, priorizando la recuperación cafetalera, y a la vez fomentando otros renglones como la yuca, el frijol, el boniato y otros cultivos varios, además del procesamiento de la madera en sus carpinterías y hasta algo de ganadería, entre otras labores.
Hubo momentos muy difíciles, donde a las trabas burocráticas que impedían el desarrollo de esta forma productiva se unieron la crítica situación de las plantaciones de café, la carencia de recursos y de fuerza de trabajo, señala el directivo.
Añade que cuando comenzó allí, solo en dos ocasiones pudo repartir utilidades y los rendimientos cafetaleros solo alcanzaban 0,10 toneladas por hectárea, a lo cual se sumaba el éxodo de los trabajadores.
Fue así como de manera paulatina se propuso ensayar en otras actividades como las ya mencionadas, que permitieron ir recuperando la economía, lo cual también constituyó un incentivo para el retorno de muchos de los que habían abandonado el campo, explica Modesto.
Respecto a las medidas tomadas para incentivar el funcionamiento de las UBPC, considera que han sido beneficiosas. “Al principio los empresarios no las interpretaron bien y nos quedamos como a la deriva, en tierra de nadie, éramos como un híbrido, no pertenecíamos a la ANAP y tampoco a la empresa agrícola, luego eso se ha venido rectificando”.
Y agrega: “Hubo una etapa en que nos las vimos negras, éramos terceros en todos lados, nadie nos vendía nada; sin embargo, ahora tenemos personalidad jurídica, podemos comprar, poseemos contrato con varias empresas y todo eso se ha revertido en mejor economía”.
Como premio a la constancia, hoy la UBPC La Herradura tiene plantadas 144 hectáreas de café y es capaz de producir toda la semilla del aromático grano que necesita Villa Clara y parte de la que consumen Sancti Spíritus y Cienfuegos, actividad que genera una ganancia cercana a los 300 000 pesos.
Otro logro significativo es la utilización de la ciencia y la técnica, de lo cual Robaina es un abanderado en la montaña, de cuyo empleo da fe el hecho de contar con uno de los mejores polígonos de suelos del país, para lo cual recurre al laboreo mínimo, materias orgánicas, barreras vivas y las terrazas continuas, entre otros procederes.
Y como buen administrador, en cuanto palpó las bondades de la técnica vietnamita para sembrar y cultivar el café, acogió esa práctica en sus áreas, al considerarla como la vía más esperanzadora para recuperar la producción cafetalera en el lomerío.
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