Cien años se cumplen de la Revolución de Octubre de 1917.
En los días en que se celebra el centenario del triunfo de la Revolución de Octubre, es necesario y útil volver la mirada a los primeros años del socialismo en el poder para aquilatar el valor de Lenin y sus compañeros que se lanzaron a la creación de un nuevo régimen social más justo. En este empeño se carecería en muchos aspectos de las bases económicas indispensables para la sociedad socialista, en cuya creación se apreciarían también notables avances, pero enfrentando limitaciones y errores, que incidirían de igual modo en la historia posterior de la URSS.
En aquellos cruciales momentos no escapó a la comprensión del líder bolchevique la enorme importancia de la transformación del hombre para –con una visión revolucionaria muy audaz- proclamar como las ideas justas podían ser también un factor que impulsara el avance económico y social. Ante el criterio dogmático de que Rusia no había alcanzado un nivel de desarrollo de sus fuerzas productivas que hiciera posible el socialismo, Lenin argumentó “Si para implantar el socialismo se exige un determinado nivel cultural (aunque nadie puede decir cual es este determinado “nivel cultural”, ya que es diferente en cada uno de los países de Europa Occidental), por qué, entonces, no podemos comenzar primero por la conquista, por vía revolucionaria, de las premisas para este determinado nivel, y luego, ya a base del poder obrero y campesino y del régimen soviético, ponernos en marcha para alcanzar a los demás pueblos?”[1]
El enorme valor de esas ideas fue también percibido por el Che que decía en 1964 al debatir sobre la construcción del socialismo en Cuba “…cuando el atraso es muy grande, la correcta acción marxista debe ser atemperar lo más posible el espíritu de la nueva época, tendiente a la supresión de la explotación del hombre por el hombre, con las situaciones concretas del país; y así lo hizo Lenin en Rusia recién liberada del zarismo y se aplicó como norma en la Unión Soviética.
“Nosotros sostenemos que toda esa argumentación, absolutamente válida y extraordinaria por su perspicacia en aquel momento, es aplicable a situaciones concretas en determinados momentos históricos.”[2]
De este modo, una inédita coyuntura se enfrentaría por vez primera con el triunfo de la Revolución de Octubre en noviembre de 1917 en uno de los países más atrasados el mundo capitalista, lo que fue seguido de una cruenta guerra civil, que –si bien fue ganada por las fuerzas del Ejército Rojo a inicios de 1921- dejaría un país arruinado como escenario de partida para comenzar las transformaciones económicas indispensables, propias de la transición al socialismo.
Haciendo un análisis realista de la situación en la que se encontraba Rusia y sin perder de vista la necesidad de sobrevivir, manteniendo como objetivo estratégico el socialismo, Lenin proclamó en marzo de 1921 la necesidad de un retroceso táctico en el avance al socialismo, al reconocer el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y aceptar la necesidad de reconstruir primero la economía nacional, abriendo un espacio a las relaciones mercantiles y a un cierto grado del desarrollo capitalista, hasta recuperar un nivel mínimo de crecimiento que permitiera retomar el avance de la Revolución.
La Nueva Política Económica (NEP) que se implantó entonces supuso riesgos y concesiones que no fueron fácilmente acogidas en el propio seno del Partido Bolchevique, donde diferentes facciones evaluaron como inaceptables las medidas propuestas por Lenin. Un factor adicional que complicaría aún más la situación, es que la política del comunismo de guerra -implementada durante la guerra civil-, parecía a los ojos de muchos, como la más revolucionaria al avanzar hacia una distribución igualitaria de los bienes y concentrar la acumulación en función de los intereses del gobierno soviético de forma casi completamente absoluta.
Al referirse a la política del comunismo de guerra, Lenin señalaría en 1921: “El comunismo de guerra nos fue impuesto por la guerra y la ruina. No era, ni podía ser, una política que correspondiera a las tareas económicas del proletariado. Fue una medida provisional.”[3]
Desafortunadamente la enfermedad del líder bolchevique le impidió ya en 1922 y hasta su muerte en enero de 1924, participar a fondo en las discusiones que se suscitaron. El tema mostró ser muy complejo y polémico y el debate en torno a la NEP se ha extendido hasta el presente.[4]
A pesar de las dificultades, la aplicación de la NEP permitió al país de los soviets recuperar los niveles de actividad económica anteriores a la guerra hacia 1926. Sin embargo, esa recuperación se produjo sin que ocurriera un cambio en la estructura económica del país que le permitiera emprender un verdadero proceso de desarrollo.
En efecto, el valor de la producción industrial en 1926 había crecido 5,5 veces en relación con 1921 y resultaba 8,1 % superior al nivel de 1913; la cosecha de cereales se duplicó, alcanzando el 96 % del volumen de pre guerra y el salario medio de los obreros pasó de 10,15 rublos mensuales en 1920-1921 a 28,57 en 1925-1926, para un incremento del 280 %.
Por otro lado, se había creado una economía mixta con una agricultura abrumadoramente privada, un comercio y una pequeña industria también privatizados, que además de hacer más compleja la planificación, introducía un cambio en la composición de las clases sociales que amenazaba el proyecto socialista desde todo punto de vista.
La situación sociopolítica se hizo más compleja, ya que globalmente el sector privado generó 54,1 % de la renta nacional en 1925-1926; su peso en la industria llegó al 89,7 % en 1924 y representaba un 77,7 % dos años más tarde, al tiempo que su incidencia en la producción en 1926 era del 39 %; el comercio minorista privado llegó al 78 % del total en 1922-1923 y se mantenía en 42,5 % en 1926; y los campesinos privados cubrían 98,3 % de la superficie agrícola sembrada en 1927. Por su parte la composición clasista de la sociedad rusa en 1926 era de 61,1 % de campesinos medios y pobres, 35,6 % obreros y 3,3 % kulaks o campesinos acomodados y ricos.[5]
Como puede apreciarse, entre 1921 y 1926-1927 no se había avanzado en la socialización de la producción agropecuaria mediante la creación de cooperativas que permitieran acercar más al pequeño productor privado a los intereses sociales. Esta situación mostraba la desatención al alerta expuesto por Lenin en 1923 en su trabajo “Sobre la cooperación”, acerca de la importancia que este proceso tenía para dar una solución política a la contradicción de intereses que inevitablemente se produciría entre el campo y la ciudad y entre el desarrollo de la agricultura y el desarrollo industrial.[6]
A lo largo de estos años se llevaría a cabo un intenso debate político y económico sobre el camino a seguir en la estrategia de desarrollo económico una vez rebasada la NEP. Igualmente, en la medida en que se estabilizaba la economía soviética de entonces, resultaba un tema polémico qué interpretación dar a las relaciones monetario mercantiles en la construcción del socialismo.
No existían discrepancias en torno a que sería un proceso de industrialización lo que permitiría a la URSS remontar el subdesarrollo. Sin embargo, la escasa disponibilidad de capital para inversiones había obligado a trabajar más en la restauración de las capacidades existentes que en el impulso hacia la creación de nuevas industrias.
Así, lo que pasó a debatirse intensamente a partir de 1923-1924 fue el modo de emprender el proceso de industrialización y esta discusión envolvería la determinación sobre las relaciones entre la industria y la agricultura, entre la ciudad y el campo y, como aspecto central desde el punto de vista político, el carácter de las relaciones entre los obreros y los campesinos.
En pocas palabras, lo que estaba en discusión era como llevar adelante la transición entre el capitalismo y el socialismo.
A pesar de las dificultades, la flexibilidad que supuso la aplicación de la NEP permitió al país de los soviets sobrevivir y recuperar los niveles de actividad económica anteriores a la guerra hacia 1926. Sin embargo, esa recuperación se produjo todavía sin que ocurriera un cambio en la estructura socioeconómica del país que le permitiera emprender un verdadero proceso de desarrollo.
II
Al avanzar la normalización de la actividad económica de la URSS, las discusiones teóricas y prácticas sobre la política económica a implementar abarcaban la distribución de excedente económico generado, lo que implicaba decidir cuántos recursos se iban a destinar a la inversión bruta y –por tanto- a restarse del consumo. Esto a su vez determinaba la distribución de las inversiones entre la industria ligera y pesada, así como la distribución de recursos entre la agricultura y la industria, y entre los medios de producción y los bienes de consumo, todo lo cual tenía enormes repercusiones sociales y políticas, tomando en cuenta la estructura de clases en la sociedad de entonces.
La situación que se enfrentaba a mediados de los años 20 mostraba que la agricultura —donde primaba la pequeña propiedad campesina— se había recuperado más rápidamente que la industria, pero no generaba un excedente significativo, por cuanto había crecido prioritariamente la producción para el consumo del campesino, lo que no permitía cubrir adecuadamente el incremento de la demanda de alimentos en las ciudades en la medida en que mejoraba su situación, ni generar los fondos de acumulación requeridos.[7]
En esta situación de desequilibrio macroeconómico, el crecimiento del ingreso de los campesinos generaba una mayor demanda de bienes de consumo, lo que –a su vez- presionaba sobre la producción de la industria ligera y las importaciones, pero no repercutía en la necesaria ampliación de la industria pesada que, además requería un urgente desarrollo por razones de seguridad nacional para posibilitar la producción de armamentos.
Para resolver esta contradicción se requería un profundo sentido político con el objetivo de diseñar una estrategia que brindara una alternativa a la acumulación para el desarrollo de la industria pesada, donde la propiedad estatal era mayoritaria, al tiempo que se preservara la alianza obrero-campesina.
Se abriría entonces un importante debate sobre las diferentes opciones a tomar en cuenta en este sentido, el cual no estuvo separado de la lucha por el poder en la cúpula del partido bolchevique que se desencadenaría tras la muerte de Lenin y la división que emergería de este proceso.[8]
Desde el punto de vista estratégico, todos los autores coincidían en la necesidad de avanzar en la industrialización del país, pero discrepaban sobre la política económica a aplicar, es decir, en los métodos, ritmos y proporciones para lograrlo.
Ya desde 1923 en el XII Congreso del Partido Comunista, la llamada Oposición de Izquierda defendió la idea de una industrialización acelerada, pero no resultaba para nada sencillo tomar una decisión rápida al respecto.
Las contradicciones se hicieron públicas en la llamada “crisis de las tijeras de precios” en 1923. La base de esta crisis se encontraba en que la tendencia de los precios de los productos industriales crecía aceleradamente, mientras que caían los precios de los productos agrícolas.
Dinámica de los precios de los productos industriales como proporción de los precios agrícolas (1913= 100%)
PRECIOS MAYORISTAS PRECIOS MINORISTAS
OCTUBRE 1922 131% 161%
MAYO 1923 215 223
OCTUBRE 1923 310 297
Fuente: Alec Nove “An Economic History of the USSR 1917-1991”, Penguin Books, Middlesex, England, 1992, p. 90.
Los debates teóricos en torno a la política económica de la URSS, se centraron desde un inicio en dos políticos, que además eran economistas profesionales: Nicolai Bujarin y Evgueni Preobrajensky.
Como ya se apuntó anteriormente, la polémica giró en torno a dos temas intervinculados: la relación entre planificación y mercado y la política para industrializar el país. En el primer caso se debatía esencialmente el tratamiento que debía darse a las relaciones monetario-mercantiles en términos de política económica, en tanto que en el segundo se trataba de una discusión sobre la estrategia de desarrollo económico a aplicar en Rusia.
A la distancia de los años, no es posible minimizar la importancia y el valor de estos debates, que evidenciaron –por vez primera- la multiplicidad de problemas que debía enfrentar una economía socialista, pero al mismo tiempo, pusieron de manifiesto la enorme riqueza teórica de enfoques y propuestas para enfrentar, mediante soluciones novedosas, la construcción de la nueva sociedad. Esto fue posible porque una de las características de las discusiones que se dieron entre 1924 y 1926 fue su notable apertura y el rigor de las proposiciones, en torno a los conceptos que -muchos años después- serían fundamentales para la moderna Teoría del Desarrollo.
En relación al primer tema de discusión [9] –la relación entre plan y mercado-, ya previamente se había abierto el debate en términos de la política económica a seguir con la introducción de la NEP en 1921, especialmente en lo referido a la vigencia de la ley del valor en la transición al socialismo.
Originalmente las posiciones se inclinaron más a interpretar al mercado como un elemento contradictorio con una política económica socialista. En efecto, tomando como válida la experiencia de la política del comunismo de guerra, un grupo de especialistas se pronunciarían a favor de la medición de los fenómenos económicos en términos naturales, desechando el cómputo monetario en la economía.
Con posterioridad y en la misma medida que avanzó la implementación de la NEP, comenzó a interpretarse el mercado como un mecanismo particular del plan. Al respecto vale la pena destacar la percepción de los peligros de lo que, muchos años después, el Che señalaría sobre el empleo de las “armas melladas del capitalismo” en la construcción socialista, tal y como lo expresaría del destacado economista Stanislav Strumilin en un trabajo publicado en 1930, quien negó la posibilidad de conciliación entre plan y mercado al expresar: “Si aceptásemos al mercado como premisa indispensable de toda posible planificación, deberíamos pagar esta premisa a un precio demasiado elevado, al precio de la renuncia al socialismo como sistema económico, y esto es, a priori, inconciliable con la misma premisa.”[10]
Esto último no era un asunto de poca importancia. Si bien la NEP había propiciado que se alcanzara la reconstrucción de la economía soviética, también lo había hecho a costa de admitir un desarrollo capitalista que a mediano plazo podía incrementar los ritmos de crecimiento económico, pero al mismo tiempo dar al traste con los objetivos políticos de la revolución.
En este punto, el razonamiento esencial de Evgueni Preobrajensky partía de lo que consideraba la defensa de las relaciones de producción socialistas. Para ello retomaba el análisis de las causas que dan lugar a la existencia de las relaciones monetario-mercantiles y de reconocer solo una vigencia parcial a la ley del valor en la transición al socialismo, tema que desarrolló en detalle en el capítulo III de su obra “La nueva economía”[11]. Según este autor: “Las relaciones de mercado en el campo de la propiedad estatal no se derivan de la ley inmanente del desarrollo y de la estructura de la economía estatal misma: tienen un carácter formal y han sido impuestas a la economía estatal desde el exterior”.
Una significativa conclusión en este aspecto de las tesis de Preobrazensky radica en que brindó una respuesta original a la existencia de las relaciones de mercado en el período de transición a partir de la presencia de diferentes formas de propiedad, aunque no llegó a explicar correctamente la base conceptual de la presencia de las relaciones monetario mercantiles en el sector estatal al considerarlas solamente formales.[12]
Tomando en cuenta la vigencia limitada de la ley del valor, el autor llegó a la conclusión de que era posible y necesario extraer el excedente económico al campesinado a partir de la no sujeción a esta, sino mediante un intercambio no equivalente o desigual de su producción con las mercancías a vender por el Estado, como única vía para asegurar los volúmenes de acumulación indispensables con vistas al desarrollo de la industria pesada.
De este modo, formuló la ley de la acumulación socialista originaria, la cual operaría en contraposición a la ley del valor.
Según el economista polaco Wlodzimierz Brus, el razonamiento de Preobrajensky se presentaba en los siguientes términos: “…el problema principal de la revolución socialista, especialmente en los países atrasados, está en la creación de las condiciones de un desarrollo económico basado en nuevas relaciones de producción, lo cual corresponde a la necesidad de transformar radicalmente las proporciones existentes entre las varias ramas de la industria […] nos encontramos con la necesidad de acelerar el proceso y crear una acumulación superior a la normal, concentrada sucesivamente en sectores bien determinados.”[13]
De tal modo, según este economista soviético, existían dos leyes que regulaban la economía soviética de entonces: la ley del valor, limitadamente, y la ley de la acumulación socialista originaria como regulador fundamental. Al subrayar este último aspecto Preobrajensky sintetizaría “La ley de la acumulación socialista originaria es la ley de la lucha por la existencia de la economía estatal”.[14]
La posición de Preobrajensky sobre las fuentes de la acumulación para industrializar el país introdujo por primera vez en el debate económico soviético, el importante tema de las fuentes para la inversión en el sector industrial, pero al mismo tiempo desató una enorme polémica. (Continuará).
Notas:
[1] V.I. Lenin “Nuestra Revolución” Obras Escogidas en tres tomos, Tomo III, p. 818. Editorial Progreso, Moscú
[2] Ver Ernesto Che Guevara “La planificación socialista, su significado” en El Gran Debate sobre la economía en Cuba 1963-1964, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004, p. 141.
[3] V. I. Lenin “Sobre el impuesto en especie” Obras Escogidas en tres tomos, Tomo III, Editorial Progreso, Moscú, p. 639.
[4] El Che también reconocería esta política como necesaria y específica de las condiciones de la URSS en aquellos momentos, pero advirtió sobre la tendencia a considerarla como una regularidad del socialismo para todos los países. “Como se ve la situación económica y política de la Unión Soviética hacía necesario el repliegue de que hablara Lenin. Por lo que se puede caracterizar esta política como una táctica estrechamente ligada a la situación histórica del país, y, por tanto, no se le debe dar validez universal a todas sus afirmaciones.” Ernesto Che Guevara “Sobre el Sistema Presupuestario de Financiamiento” Op. Cit. p. 68
[5] Salvo otra indicación específica, los datos económicos de esta etapa provienen de Alec Nove “Economic History of USSR 1917-1991” Penguin Books, London, 1992 Chapters 3 & 4.
[6] V. I. Lenin señalaba en enero de 1923 que “Al pasar a la NEP fuimos demasiado lejos, no con respecto a darle mucho espacio al principio de la industria y el comercio libres, sino que al pasar a la NEP fuimos lejos en tanto que hicimos caso omiso de la cooperación, porque ahora no valoramos la cooperación, porque ya empezamos a olvidar la enorme importancia de la cooperación…” “Sobre la cooperación”, La última lucha de Lenin. Discursos y escritos (1922-1923)” Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2011, p. 245.
[7] Al respecto no debe perderse de vista que solo el 15% de la población vivía en áreas urbanas, mientras que el 85% habitaba en zonas rurales.
[8] Lenin advertiría dramáticamente del peligro de la lucha intestina posterior a su muerte en su testamento político al caracterizar las virtudes y defectos de sus compañeros, especialmente Lev Trotski y Josef Stalin. Sobre este último pidió que se sustituyera en el cargo de Secretario General del Partido al señalar “Stalin es demasiado brusco, y este defecto, plenamente tolerable en nuestro medio y en las relaciones entre nosotros, los comunistas, se hace intolerable en el cargo de Secretario General.” Y más adelante añadía “Esta circunstancia puede parecer fútil pequeñez. Pero yo creo que, desde el punto de vista de prevenir la escisión y desde el punto de vista de lo que he escrito antes acerca de las relaciones entre Stalin y Trotski, no es una pequeñez, o se trata de una pequeñez que puede adquirir importancia decisiva.” V.I. Lenin “Carta al Congreso” Obras Escogidas en Tres Tomos, Tomo III, Editorial Progreso, Moscú, pp. 789-790. Lamentablemente, el XIII Congreso del Partido celebrado en mayo de 1924, no atendió la petición de Lenin cuando se leyó en secreto el documento y el mismo se mantuvo oculto hasta el XX Congreso del PCUS de 1956, siendo publicado oficialmente en la revista Kommunist Nº 9 de junio de 1956.
[9] Para el análisis de los diferentes puntos de vista, el autor se basó en su libro “El derrumbe del socialismo en Europa” Ruth Casa Editorial y Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2014, capítulo I.
[10] Citado por Wlodzimierz Brus “El funcionamiento de la economía socialista” Editorial Oikos-tau, Barcelona, 1969 pp. 65-66.
[11] Este libro se publicó en Cuba en 1968, pero por un error de traducción de editó con el título “La nueva económica”, Polémica, Instituto del Libro, La Habana, 1968.
[12] Esta tesis –retomada después por Stalin- se mantuvo vigente hasta los años 60, impidiendo un manejo adecuado del mercado en el socialismo, tanto conceptual como prácticamente.
[13] W. Brus Op. Cit, p. 69.
[14] Eugenio Preobrajensky “La Nueva Económica” Polémica, Instituto del Libro, La Habana, 1968 p. 268.
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