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"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

lunes, 29 de julio de 2019

Fomentar, promover, facilitar

Desarrollar una “voluntad exportadora real” no es igual que intentar exportar de forma voluntarista.


Foto: Kaloian.


No, para nada estoy promoviendo la idea de crear otro ministerio en Cuba, el Ministerio de Fomento o la agencia de fomento del desarrollo. Ya hay demasiados, a mi juicio.

Pero todavía la palabra control precede cualquier debate en torno a la economía nacional. Cierto que no es por gusto. El trabajo de la Contraloría General de la República ha demostrado cuán inefectivos son muchos de nuestros llamados sistemas de control.

También es cierto que cuando el costo del control excede el costo de lo contralado entonces deja de tener sentido, al menos desde el punto de vista económico y nos está señalando la necesidad de revisar esos “incentivos”.

Es por eso que creo que las palabras de orden hoy son las que están incluidas en el título de este artículo.

Exportar, atraer inversión extranjera, sustituir importaciones, hacer eficiente el proceso inversionista, lograr un buen rendimiento de los fondos de inversión, producir alimentos, son todas estas las palabras o frases que cotidianamente escuchamos, desde los discursos de los principales dirigentes del país, hasta en cualquier reportaje de la prensa nacional.

Todos son grandes propósitos, impostergables todos, si deseamos en algún momento, más temprano que tarde salir de la tan comprometida situación que hoy enfrenta el país. Todos tienen como correlato estar palabras: fomentar, promover, facilitar y todo al final se resume en incentivos adecuados a los propósitos trazados.

Crear una “mentalidad exportadora” en un país que durante mucho tiempo de su historia ha estado relativamente desvinculado del “mundo exterior” y de las reglas de juego del mercado internacional en el ámbito de las exportaciones no será una tarea de corto plazo. Recordemos que casi el 80 por ciento de nuestras exportaciones se concentra hoy en no más de ocho productos y probablemente en unas diez o doce empresas exportadoras.

De esos productos, el níquel y el cobalto, o una parte significativa de ambos, es exportado por una empresa mixta, en el caso de los rones y los habanos también. Quedarían el azúcar y los productos biotecnológicos, ambas en manos de empresas nacionales si no estoy mal informado.

Crear una mentalidad exportadora requiere también crear una mentalidad innovadora a nivel de la “industria nacional” entendida esta no como la actividad estrictamente industrial, sino como todas aquellas actividades productivas –incluyendo al sector agrícola– y de servicios que de una u otra manera contribuyen a la producción y a la oferta.

Desde esta perspectiva, la “industria nacional” no solo está compuesta por las empresas estatales, sino también por todas esas otras empresas que llamamos “sector no estatal” y que incluiría también a las cooperativas agropecuarias y las de créditos y servicios, pues sin estas últimas estaríamos dejando la producción primaria de alimentos fuera de la “industria nacional”.

Exportar requiere “competir” con otras empresas fuera de Cuba. ¿Es posible competir externamente y reducir a la mínima expresión la competencia en el mercado interno?

Mi hipótesis es que, sin un ambiente de competencia interna adecuado, el “trabajo” de exportar será mucho más difícil. La “competencia” es vital para promover la calidad de nuestros productos y de nuestros servicios y también para impulsar la innovación. Ello no quiere decir renunciar a facilitarle a la empresa nacional determinadas condiciones para que puedan alcanzar nuevos mercados o introducir un nuevo producto, todo lo contrario.

Desarrollar una “voluntad exportadora real” no es igual que intentar exportar de forma voluntarista.

Exportar requiere además un marco regulatorio que facilite la exportación y la promueva. A veces cuesta trabajo lograr ese equilibrio. Por ejemplo, al leer la resolución que norma los requisitos tecnológicos a cumplir en la producción con destino a la exportación y al mercado nacional de rones cubanos –Resolución No. 12/2019, GOC-2019-248-O16–, en su apartado cuarto establece que: “No es obligatorio declarar la edad en las etiquetas; no obstante, cuando se declare se hará en correspondencia con la edad del componente alcohólico más joven de la mezcla”.

Declarar la edad de un ron es parte de su “marketing natural”. Si los añejos se producen mezclando rones más jóvenes con rones más viejos, entonces en las etiquetas de algunos de nuestros añejos tendrá que aparecer la edad del más joven de sus componentes ¿afectará esto a nuestro añejos emblemáticos, por ejemplo, un añejo Santiago 11 años, frente a otros rones extranjeros que no están obligados a esta regulación en sus respectivos países? ¿Acaso no se la estaremos poniendo muy fácil a Bacardí? Reitero que es una duda, pero me preocupa que siendo el ron una de nuestras exportaciones líderes pueda verse afectado en su “competencia” frente a otros productos parecidos por una regulación que, reconociendo sus buenos propósitos, nos pone en una situación desventajosa frente a los competidores. Vuelvo a reiterar, que este asunto es más que todo una sospecha.

Pensemos en el turismo, sector que todos los días repetimos debe ser una de las locomotoras de la economía nacional; sector que demostró ya, hace algún tiempo, que podía desempeñar ese papel. Hoy tiene que enfrentar de manera directa un entorno muy competitivo y además de eso con el agravante de la hostilidad directa de Mr. Trump.

Promover Cuba como destino de inversión en el negocio turístico pasa por una gran cantidad de aspectos. Desde la infraestructura aeroportuaria, hasta las facilidades migratorias y aduanales y, sobre todo, por la relación precio-calidad en los servicios y productos del turismo en comparación con sus competidores más cercanos del Caribe.

En la construcción hotelera el suelo es fundamental. El precio del suelo es un factor que incentiva o desincentiva a los inversionistas. La tierra en Cuba no se vende, se cede el derecho de usufructo por un determinado período de tiempo. Los precios a los cuales los futuros inversionistas deben adquirir ese derecho están regulados por la Resolución No. 1095/2017 (1). En ella se fija el valor del suelo en los polos turísticos y se establece un coeficiente de cálculo en función del tiempo (años de duración) de la explotación prevista.

Es cierto también que hay diferencias sustanciales entre unas y otras locaciones, desde los 1 200 CUC por metro cuadrado de la Habana, hasta los 50 CUC por metro cuadrado de Santa Lucía en Camagüey o Rancho Luna en Cienfuegos, menos demandados por los inversionistas y menos conocidos mundialmente.

Hoy Cuba necesita más inversionistas en el turismo. Una forma de promover la inversión pudiera ser revisando esas tarifas de derecho de usufructo, que pueden ser un factor que vaya contra nuestra competitividad. Para que se tenga una idea reproduzco más abajo los precios del metro cuadrado de terreno urbano en algunas regiones de España. Atención, porque en este caso se trata de “venta”, no de cesión del derecho de usufructo:

*En el caso de España es suelo urbano, con todas las condiciones de infraestructura necesarias para la construcción. Es precio de venta del suelo.

Cierto que el valor de la tierra es, en ocasiones, el componente fundamental del aporte de la parte cubana a la empresa mixta y que con eso asegura una determinada participación en las acciones de la nueva empresa. Pero la situación actual del país es algo distinta a la del año en que se dictó la Resolución 1095.

Hoy necesitamos más inversionistas. Reconsiderar el precio del derecho de uso sobre el suelo pudiera ser algo que contribuyera a atraer nuevos negocios para el sector. Modificarla no es una decisión del Ministerio de Turismo, rebasa sus competencias. Pero si bajo las circunstancias actuales queremos tener más inversionistas en este sector, o en otros, debemos buscar mejores incentivos.

Algo parecido ocurre con aquella otra parte de la industria nacional que no es estatal y que en buena medida es pequeña y mediana industria. Su capacidad para generar empleo es indiscutible, su impacto a escala de los territorios también lo es. Hoy que se convoca a todos los cubanos a producir, a exportar, a sustituir importaciones.

Creo que resulta más necesario que nunca lograr una legislación sobre la pequeña y mediana empresa que le confiera a muchas cubanas y cubanos que hoy producen y brindan servicios en el país una mayor seguridad legal y reduzca sustancialmente la incertidumbre en la que desarrollan sus actividades.

En más de una ocasión el presidente Díaz-Canel ha insistido en la necesidad de lograr encadenamientos entre la empresa estatal, la empresa extranjera y el sector no estatal. Hace falta crear los incentivos para ello, de la misma forma que es imprescindible abandonar los que durante años han sido obstáculos para lograr el tejido empresarial que necesitamos. Apoyar a esas pequeñas industrias, que pueden ser un eslabón decisivo en el tejido empresarial cubano, es también parte del esfuerzo por ser más independientes.

Fomentar, promover, facilitar debieran ser las palabras de orden. Hoy tenemos “cuentapropistas” que exportan sus productos en maletas e importan sus insumos de la misma forma e incluso venden allí, fuera de Cuba, en lugares donde, en virtud de una ley sin sustento alguno tenemos prohibidos vender cualquier producto.

Esa otra fuerza que son los más de 600 000 trabajadores por cuenta propia, parte de los cuales se convertirían en pequeños y medianos empresarios y una buena parte de las cooperativas no agrícolas necesitan también mejores incentivos para integrarse a la producción grande, la de las empresas estatales. Incentivos adecuados para el propósito de tener un país menos dependiente, de eso se trata.

Exportar, atraer inversión extranjera, sustituir importaciones, hacer eficiente el proceso inversionista, lograr un buen rendimiento de los fondos de inversión, producir alimentos, son todos propósitos que necesitan no solo la exhortación y el compromiso de todos los cubanos. Necesitan también, incentivos adecuados y coherentes con ese propósito.



Nota:

(1) Por cierto, no aparecen en esa resolución los precios del uso del suelo en varias ciudades del país, Matanzas, Santa Clara, Camagüey, Holguín (municipio), Baracoa, Guantánamo, etc. Sin embargo, es reconocido la necesidad de desarrollar y expandir el turismo de ciudad.

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