Escrito por Katia Siberia Foto y video: Nohema DíazCategoría: Economia Publicado: 12 Mayo 2017 Creado: 12 Mayo 2017
• Toda la exclusividad de un parque —único de su tipo en Cuba y escasísimo en el mundo—, sucumbe ante una rareza mayor: permanece casi siempre vacío. Las culpas o las razones apuntan a varios autores, ya lo habíamos apuntado. Las alternativas por espantarle el silencio van en escalada
Un día cualquiera en Rocarena
El parque vacío es un escándalo mayúsculo y ni 120 clientes gritando adrenalina al unísono podrían causar más espanto que el de sus cuerdas mecidas por el viento, aburridas de tanta soledad. Escandaliza aún más porque el administrador de siempre ha dicho que su costo excedió los tres millones de pesos en ambas monedas y nunca ha tenido temporada alta, a pesar de que en Cayo Coco, allí donde se erigió, los hoteles que le rodean ostentan aceptables niveles de ocupación, cuando no altos.
Lo inconcebible, ciertamente, es que dos años después de que el parque de escalada Rocarena atara de sus cinturones de seguridad a los primeros clientes, el promedio de visitantes no alcance a dos por día, sus cuentas parezcan haberse “ido del parque” y la nube de explicaciones no llene todavía el vacío de las interrogantes que apuntan, casi invariables, a la primera de todas: ¿Por qué allí?
Parecía que la XXXV Feria Internacional de Turismo, que en el 2015 sacudió a la Cayería Norte, de Este a Oeste, sería el contexto ideal para lanzar el producto extrahotelero y, al menos en promoción, lo fue: desde Granma , las agencias de prensa y las emisoras nacionales se hicieron eco de la noticia y se deshicieron en explicaciones que hablaban desde que este era un parque único de su tipo en Latinoamérica, que en el mundo solo existían 15 de su tipo, que disponía de 90 atracciones de diferentes grados de dificultad para escalar de forma horizontal, que tenía capacidad para 120 clientes...
Durante la visita de Invasor solo dos clientes disfrutaban del parque
Entonces, no se dijo que el acceso costaba 16.00 CUC, un dato que no le dice mucho (si les dice) a los canadienses que arriban a la Cayería, pero sí a los cubanos que desplazaron a media Europa y se colaron dentro de los mercados más importantes; en el supuesto de que estuvieran pensando atarse a una cuerda y vivir emociones fuera de la playa o del hotel.
DESCENDIENDO
Pero ese no parece ser el origen de un parque vacío pues, inversión al fin, estuvo antecedida de un estudio de factibilidad que habla, precisamente, del mercado para el que fue diseñado, del tiempo en que se recupera la inversión, de la pertinencia del lugar... El hecho de que Invasor no haya podido acceder al citado estudio, aun cuando Luis Jiménez, director de inversiones de la Inmobiliaria de Turismo, garantiza que “sí existe, aunque no estoy autorizado a mostrárselo” arroja más indicios a la idea de cualquier cálculo previo falló.
De lo contrario no habría que esperar siglos para que al ritmo actual de la recaudación se recuperen los costos iniciales (no ya los que siguen sumándose) y Carlos Miguel Díaz, administrador del recinto, no tendría que reconocer que de los alrededor de 10 600 CUC recaudados al cierre del 2016, casi 7 000 los aporta la gastronomía del parque, “gente que llega, compra refresco, cerveza... y sigue pa la playa”.
La seguridad del parque, a cargo de una seria compañía alemana, ofrece garantías probadas
Tampoco habría que escucharle decir a Yinet González Pons, especialista comercial de Palmares, grupo que administra el Parque, que “hemos hecho tres millones de acciones y no logramos comercializarlo ya que el turismo que llega al Cayo es muy viejo para ese parque y, además, vienen por el sol y la playa”. Sin embargo, alude también a un elemento que no descarta como atenuante: “Las agencias, de algún modo, favorecen excursiones más caras pues ganan un porciento de esa excursión. El parque no forma parte de un circuito amplio que incluya otras atracciones y solo cuesta 16.00 CUC.”
Yinet confiesa que, incluso, “en una ocasión bajamos los precios a 12 CUC (pensando en el mercado nacional) y los subimos luego porque tampoco logramos comercializarlo”.
Secundada de que quizás las agencias de viaje no anduvieran haciendo lo suyo, esta reportera contactó con Cubanacán y se presentó como posible cliente. La respuesta desde el teléfono 30 11 58 fue impactante: “En estos dos años eres la primera cubana que llama queriendo ir al parque, esto nunca se me había dado” ─ Ah, si eso es así desisto, infiero que nadie va porque es peligroso o no es divertido, contesto provocando al amable turoperador. “Noooo, te garantizo que es muy seguro, no tiene peligro y es muy, muy divertido. No va nadie por el lugar en el que está, los turistas no lo compran, muchos sobrepasan los 45 años... soy del criterio de que si eso estuviera en el Parque de la Ciudad y se le bajara un poco el precio, fuera mucho lo que se le sacaba.”
Otros criterios llegados a Invasor apuntan a esa idea
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