La degradación es un problema general que afronta este país insular de 11,2 millones de habitantes.
La pareja de horticultores Carlos Manuel Borrero y Dunia Rivas forman altos canteros con neumáticos superpuestos y rellenos con tierra, donde crecen coles y estragón, en la finca La Melissa, que gestionan en el municipio de San Miguel del Padrón, en la periferia de la capital de Cuba.Foto: Jorge LUis Baños_IPS
LA HABANA, 2 mar 2018 (IPS) – Pocas personas conocen al productor Carlos Manuel Borrero por su nombre. Incluso en su barrio del municipio de San Miguel del Padrón, en la periferia de la capital cubana, se le llama el Hombre Goma por sus canteros hechos con neumáticos viejos.
La finca La Melissa regala un extraño paisaje con casi 2.000 gomas de vehículos, que cubren gran parte de las 4,28 hectáreas sobre una pendiente y canteras de piedra y arena, que Borrero y su esposa, Dunia Rivas, manejan de modo sostenible para contrarrestar la baja productividad de los suelos.
Por ese y otros problemas, la pareja asentada en el lugar desde hace 17 años comenzó dos años atrás a experimentar con el reciclaje y varias técnicas ecológicas para hacer rentables sus pequeñas producciones de frutas, vegetales y condimentos, que aseguran que lograron aumentar en 70 por ciento con la innovación.
“Este es un terreno muy degradado, encima de una pendiente”, explicó Borrero a IPS, sobre el principal problema ambiental de la finca de la que es propietario en el municipio de San Miguel del Padrón, uno de los que 15 que engloban La Habana y situado en su periferia.
La degradación es de hecho, un problema general que afronta este país insular de 11,2 millones de habitantes y con una baja producción de alimentos que apenas cubre 30 por ciento de las necesidades internas.
Gran parte de los neumáticos forman altos canteros, con tres de ellos superpuestos y rellenos con tierra, donde la pareja sembró coles y estragón. Otros están apilados en un área sin cultivar, donde reciben tratamientos cada semana para evitar focos contaminantes en sus cuencas mientras esperan por ser rehusados.
Borrero y Díaz representan al segmento aún pequeño del campesinado cubano preocupado por la conservación del suelo y la sostenibilidad, mientras que la mayoría demora en concientizar el cuidado de ese recurso fundamental.
Convivir con la degradación
La superficie del país suma un total de 109.884 kilómetros cuadrados (10.988.400 hectáreas), de los que 57 por ciento (6.226.700 hectáreas) se dedican a la agricultura. De esos suelos agrícolas, 76,89 por ciento presenta algún factor que limita su productividad, según el estatal Instituto de Suelos (IS).
El ingeniero agrónomo Egidio Páez, presidente de La Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales, mientras analizaba para IPS la situación de los suelos del país insular, en su oficina del municipio capitalino de Díez de Octubre, en La Habana. Foto: Jorge Luis Baños_IPS
De todos los suelos degradados, 43 por ciento sufre erosión, 14 por ciento compactibilidad, 70 por ciento falta de materia orgánica, 14 por ciento salinidad, 37 por ciento baja retención de humedad, 45 por ciento baja fertilidad, 12 por ciento pedregosidad y 40 por ciento drenaje deficiente.
En este país caribeño, 30,7 por ciento de las tierras agrícolas están en manos de empresas y granjas estatales; 45,1 por ciento la trabajan diferentes cooperativas agropecuarias y 24,2 por ciento pertenece a pequeños agricultores, como los de la finca La Melissa.
Aplicado desde 2001, el Programa Nacional de Mejoramiento y Conservación de Suelos, del Ministerio de la Agricultura, mantiene un sostenido avance en las tierras beneficiadas con algún tipo de medida, aunque aún queda mucho por avanzar en la meta que exige acciones masivas a muy largo plazo.
En 2012, se registraron 737.000 hectáreas de la superficie agrícola que recibían algún tipo de mejoramiento, un indicador que se elevó hasta sumar 932.000 hectáreas en 2016, según las últimas cifras disponibles en la estatal Oficina Nacional de Estadísticas e Información.
Ese avance ambiental representa beneficios para 15 por ciento de la superficie agrícola y 22,6 por ciento para la superficie agrícola cultivada en la isla caribeña.
En su huerto intensivo, Borrero explicó que dentro de los canteros “está la tierra original de aquí”. “La he ido mejorando yo mismo… la enriquezco con la materia orgánica de los desechos de mis propias producciones”, indicó.
Ahora los neumáticos con cultivos cubren 0,7 hectáreas de la finca, pero el agricultor aspira a abarcar más espacio con su peculiar diseño, que consiste en llenar con tierra solo el neumático superior y en el centro coloca largas tiras de goma que sirven de filtro para un mejor uso del agua.
Las mujeres, presentes
Con formas más creativas, las gomas decoran el jardín de la humilde casa familiar, donde Rivas tuvo la idea de usar los neumáticos como macetas para ahorrar agua. Luego conminó a Borrero a hacer canteros con ellas para sustituir las poco duraderas barreras para las terrazas que hacía con botellas de plástico.
El productor Carlos Manuel Borrero, al que todos llaman el Hombre Goma por sus canteros hechos con neumáticos viejos, en la finca La Melissa, municipio de San Miguel del Padrón, uno de los que conforman La Habana, en Cuba.Foto: Jorge Luis Baños_IPS
“Había problemas con el agua, no teníamos buenos canteros. Pasábamos mucho trabajo y el esfuerzo nos daba dolores en el cuerpo. Y me puse a pensar…”, recordó Rivas, sobre la humanización del trabajo que también lograron al hacer canteros altos y evitar agacharse para las labores agrícolas.
La pareja no conoce a otros productores que reciclen gomas como ellos pero aseguran que otros campesinos de su comunidad mejoran sus suelos, y solicitan la evaluación de especialistas para recibir los pagos de un fondo estatal por ese servicio ambiental.
En las áreas periurbanas de La Habana, “más de 90 por ciento de los productores hacen algún tipo de manejo beneficioso para el suelo”, estimó Egidio Páez, presidente de la filial capitalina de la no gubernamental Asociación Cubana de Técnicos Agropecuarios y Forestales (Actaf), que agrupa a 2.634 afiliados de los cuales 1.163 son mujeres.
Defensora de la agroecología y enfocada a la gestión del conocimiento en el sector, la Actaf reúne en todo el país a 25.902 afiliados, mujeres 40 por ciento del total.
A juicio de Páez, “en el manejo de suelos, primero hay un problema de desconocimiento y falta de interés”. “Tenemos que hacer mucha labor se sensibilización”, valoró el agrónomo de la asociación que apoya a la base productiva habanera, que logra 15 toneladas diarias sobre todo de vegetales en 35.000 hectáreas.
Y “no tenemos tiempo, hay que trabajar más para mejorar los suelos”, alertó, sobre el recurso natural calificado de principal riqueza de los países por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El especialista asegura que “los productores saben cómo mejorar los suelos… Pero todavía hay muchas insuficiencias en el trabajo de lograr cambios en la práctica y de darle seguimiento a los productores”, evaluó, sobre los obstáculos a vencer en disponibilidad de recursos y cambiar las malas prácticas de la agricultura convencional.
También insistió en que, “a la par de enseñar más, tienen que tomarse decisiones drásticas de sanción porque existen regulaciones estatales”, contenidas en el Decreto Ley 179 (1993), que especialistas califican de desactualizado en los adelantos científicos y el sistema agrario cubano en trasformación desde 2008.
El IS aconseja a los productores nutrir los suelos con materias orgánicas como restos de cosechas, usar abonos verdes, compost y humus de lombriz; reducir la labranza, realizar muros de contención y barreras vivas (con plantas), incorporar áreas de bosques, entre otras prácticas por la buena salud de los suelos.
Desde 2010, esa entidad instala sitios demostrativos de cómo manejar los suelos, el agua y los bosques en los diferentes ecosistemas del país, de los cuales se registraban 34 en 2016, que incluían 845 fincas y beneficiaban 12.380 hectáreas.
La estatal Agencia de Medio Ambiente entregó por vez primera en 2017 un premio y certificación de “Áreas iniciadas en el manejo sostenible de tierras”, para estimular al campesinado en la conservación.
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