Por Alden Hernández Díaz
06 Diciembre 2021
En la Unidad Básica de Producción Cooperativa Comandante Guevara, del municipio avileño de Baraguá, pretenden recuperar el camino de los altos rendimientos
Las dos últimas zafras constituyen muestras del retroceso de la agroindustria azucarera, marcadas con serias limitaciones de insumos o su entrega en el momento idóneo, lo que unido a otros factores hacen que la recuperación aún no sea una realidad.
En Ciego de Ávila ni siquiera bases productivas acostumbradas a los mejores resultados, como la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Comandante Guevara, del municipio de Baraguá, han podido sortear el temporal.
Rigoberto Rodríguez Rodríguez, especialista de riego de esa base productiva, conversa con Invasor en uno de los recesos de la Asamblea de Balance Municipal del Partido y desentraña aristas de una realidad compleja y multicausal en la que no todo conspira a favor del crecimiento de la dulce gramínea.
“Este año nos quedamos cortos con el plan, teníamos que entregarle a la industria 50 000 toneladas (t) y estuvimos por las 48 000, el rendimiento se nos cayó ahí”, dice, inconforme, no tanto por quedar por debajo sino porque las potencialidades daban para mucho más en mejores escenarios.
“En plena campaña, durante los meses de agosto a noviembre, momento en que la caña lleva agua, enfrentamos una seca y, por la poca disponibilidad de energía que presentaba el país en ese entonces, no pudimos regar. Las máquinas estuvieron detenidas, prácticamente en cero, solo se usaron para la cepa priorizada, que fue el retoño del año, la siembra del año y lo que es autoconsumo; el resto estuvo parado”.
De duro golpe cataloga lo que han tenido que afrontar, y no es para menos, pues si en la zafra antepasada los rendimientos fueron de 70 toneladas por hectárea (t/ha), la siguiente bajó hasta los 50, números con los que otras cooperativas soñarían, pero alejadas del rango de la Comandante Guevara, catalogada en las 98 t/ha por su elevada área bajo riego.
Se suma como variable para nada a desdeñar las carencias del paquete tecnológico, dígase fertilizantes y herbicidas, y, aunque buscan alternativas, a veces algunos productos se vuelven imprescindibles. “Hoy no es un secreto que la peor enfermedad de las áreas cañeras es el bejuco, con la fuerza manual es casi imposible trabajarlo porque acabas con la cepa. Nos golpea mucho las limitaciones de herbicidas hormonales, que es el tratamiento que se le da al bejuco y que logra que la cepa vuelva a respirar, a progresar”.
• Muchos de estos problemas los abordó Invasor en el reportaje: La materia (no tan) extraña de la caña
Y, aunque para la zafra que comenzará próximamente no se acercarán a los rendimientos soñados de 97 t/ha y más, Rigoberto se mantiene optimista en honrar los estimados previstos y encaminarse nuevamente por la ruta del crecimiento.
Para garantizar la eficiencia del corte, alza y tiro de la materia prima hasta el central refinería Ecuador, con calidad, en la presente campaña, en la base productiva le dan continuidad a ideas del año anterior, como asignar un administrativo o computador para verificar que el servicio prestado por los pelotones de la Unidad Empresarial de Base de Atención a Productores Agrícolas (APA) salga sin chapucerías.
Precisamente, en el apartado de las maquinarias reside buena parte de las preocupaciones de Rigoberto y sus compañeros. La de propiedad de la UBPC suma más de 50 años de explotación, mientras que la nueva solo entra para la empresa.
En clave económica lo explica el joven de 31 años de edad: el servicio de preparación de una hectárea les sale al triple del costo que si lo pudieran realizar con sus propios medios. Pero ahí no queda todo: “a veces, a tiempo, no contamos con una grada u otro equipo para hacer la labor, al momento que lo requiere la caña o la tierra; en ocasiones, lo planificado te lleva la contraria, porque cuando planificas regar, cultivar y ese equipo no lo tienes en tus manos, entonces hay que esperar a que otra persona decida mandártelo. Son cosas que la caña te las cobra al final”.
El trabajo con los jóvenes resulta vital en la continuidad de la agroindustria azucarera, máxime cuando se envejecen los colectivos que hacen zafra. En la Comandante Guevara son conscientes de ese desafío y buscan sumar sangre nueva a la tarea. A decir del especialista en riego, se potencia con los más noveles su superación a través de cursos, además de vincularlos al área para que perciban buena remuneración y se sientan estimulados.
En este importante apartado, la UBPC baragüense puede hacer gala de algo que no alcanzan la mayoría de sus similares en la provincia, al repartir utilidades por trabajador de alrededor de 38 000.00 pesos, así como tener autoconsumo de productos agrícolas, elemento a considerar, dijo el joven, ante los elevados precios en los mercados.
Interrogado sobre las causas del decrecimiento cañero, Rigoberto afirma que “no es que la caña lleve muchos secretos, bastante tradición tenemos acumulada, pero creo que en verdad lo que le falta es constancia en todas las labores desde la siembra hasta el corte para sacarle el máximo provecho. Durante los últimos años también hemos perdido mucho personal capacitado que se va en busca de mejor remuneración a otros sectores; eso nos golpea, porque luego esos puestos son cubiertos por personas sin los conocimientos necesarios”.
Cuando muchos, a su edad, no ponen al surco en sus opciones de vida, a Rigoberto Rodríguez Rodríguez le viene como vocación, esa misma que no entiende de esfuerzos a la hora de sacarle lo mejor a las 989 hectáreas bajo su supervisión.
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