La evidencia empírica no respalda la tesis de que los ingresos de las remesas van a parar a las manos del gobierno cubano.
Por Pavel Vidal Alejandro, OnCuba
en Economía
Dos noticias avivaron las esperanzas de que se logre algún acuerdo entre las autoridades de Estados Unidos y las cubanas para reanudar canales formales para el envío de remesas. El gobierno de Biden expresó que evalúa los pagos digitales para facilitar la transferencia de dinero de Estados Unidos a Cuba. El Banco Central de Cuba entregó una licencia de operaciones a la entidad Orbit para tramitar transferencias internacionales, lo cual representaría una alternativa a Fincimex que se encuentra entre las entidades bloquedas por el Departamento de Estado y que por años operó como contrapartida de Western Union.
Instrumentar hoy en día un canal formal financiero para las remesas es complejo. Por una parte, ya no existe el CUC, la opción que durante años se empleó para la entrega de remesas en efectivo. Por otra parte, la opción de entregar dólares físicos no es factible, dado que iría a contrapelo de las últimas decisiones de la política monetaria cubana en relación con los dólares físicos: la prohibición del Banco Central de Cuba a la aceptación de dólares físicos por parte del sistema financiero desde junio de 2020, y la extensión de las llamadas tiendas MLC, que tampoco reciben dólares en efectivo.
Desmontar estas decisiones en relación con los dólares físicos no debería ser posible, toda vez que el Banco Central de Cuba argumentó que había crecido demasiado el costo y el riesgo para los bancos cubanos en el momento de colocar los dólares físicos en el mercado financiero internacional.
Entregar a las familias las remesas en pesos cubanos tampoco es una opción viable porque la tasa de cambio oficial de 24CUP:USD (que se emplearía para la conversión) está muy lejos de la tasa de mercado con que están operando los hogares y el sector privado en el mercado informal (cerca de 100CUP:1USD). Nadie quiere en Cuba que le cambien los dólares a 24.
Por tanto, las declaraciones del gobierno de Biden no sorprenden. Efectivamente, dadas las distorsiones y características actuales del mercado monetario cubano, los pagos digitales parecen casi la única alternativa viable —otra opción, aunque improbable, sería entregar euros u otras divisas en efectivo a las familias.
Foto: Otmaro Rodríguez.
Dos retos fundamentales
Dos retos fundamentales se vislumbran para la instrumentación de los pagos digitales de remesas. La primera, que sean accesibles para todas las familias cubanas, tomando en cuenta las limitaciones de la infraestructura de telecomunicaciones del país. Las brechas tecnológicas no deberían determinar el acceso a las remesas.
El uso de monederos digitales, criptomonedas y transacciones P2P podrían estar entre las variantes en estudio. Permitir la participación de los nacionales cubanos en los exchanges (que posibilitan cambiar criptomonedas por divisas) podría ser un paso desde la administración estadounidense en este sentido. Eliminar trabas para que los nacionales cubanos operen transacciones que impliquen a instituciones financieras estadounidenses, podría ser otra medida en consideración con el fin de facilitar operaciones mediante el sistema financiero convencional.
Por la parte cubana tendría que formalizarse y extenderse el uso de nuevos medios de pagos digitales, algo que tiene como uno de sus frenos los atrasos tecnológicos del sistema financiero nacional. El pasado 12 de febrero el propio presidente Diaz-Canal hacía duras críticas a los directivos del sistema bancario y financiero cubano: “Reflexionando sobre las tendencias actuales, como las criptomonedas y otras vertientes de la banca digital, Díaz-Canel señaló que en este sector el mundo anda a un ritmo y nosotros a otro… La banca cubana todavía está en un sistema primario. Ustedes tienen comprensión del problema, han estructurado y montado la ruta para su solución, pero aún no logran resolverlo…”1
El segundo reto consiste en lograr que a través de pagos digitales las remesas tengan el mismo efecto derrame sobre la economía de las familias y el sector privado que el efecto que en el pasado han tenido las remesas en efectivo.
Se puede estimar que el valor de las remesas (promedio 2005-2020) representó alrededor de un 6,8% del PIB cubano medido en dólares. Ha sido el flujo de recursos más estable e importante en el intercambio económico entre Estados Unidos y Cuba, que supera los valores del comercio de alimentos y de los ingresos asociados a los visitantes estadounidenses.
¿Qué dicen los datos?
En estimaciones que publiqué recientemente en el Real Instituto Elcano encontré que las limitaciones/flexibilizaciones sobre las remesas desde diferentes administraciones estadounidenses, en el período 1994-2020, tendieron a afectar sobre todo las dinámicas del consumo de las familias, y las ventas y el empleo del sector privado. Sin embargo, no obtuve del análisis de los datos que los cambios en los flujos de remesas hayan tenido un impacto estadísticamente significativo en indicadores de la economía estatal.
Si bien este resultado puede sorprender, es coherente con el hecho de que el Estado cubano puede reorientar las alianzas internacionales, manejar el presupuesto fiscal y regular la economía para minimizar el impacto de las sanciones en sus empresas y proyectos prioritarios. Las familias y el sector privado, en cambio, tienen un margen de acción más limitado para diversificarse, su dependencia a las ayudas financieras de la comunidad cubana en Estados Unidos es mucho mayor.
Las remesas han mostrado ser una fuente de recursos que sobre todo dinamiza el sector privado y el consumo de las familias.
Por ejemplo, del año 2009 al 2015 presentaron su mayor crecimiento sostenido de las últimas tres décadas, con un promedio anual de incremento de 12,8%. En este mismo período el empleo en el sector privado creció a un ritmo anual de 20% y el consumo en los mercados privados lo hizo a un ritmo del 18%. Mientras que, en este mismo lapso, el gasto total del estado dentro del PIB solo aumentó a un ritmo anual de 0,3% y el gasto fiscal (presupuesto del Estado) decreció un promedio de 2,9% cada año —pasó de representar un 78% del PIB en 2018 a 63% en 2015.
También en los años 90 era muy visible esta estrecha relación entre las remesas y variables del sector privado y la baja correlación con variables de la economía estatal. En los años 1994-1996 las remesas crecieron a un ritmo anual del 41%. En ese mismo período el empleo en el sector privado aumentó como promedio anual un 34% y el consumo en el sector privado lo hizo al 53,5%, mientras que el gasto total del estado dentro del PIB solo creció 0,5% cada año y el gasto fiscal disminuyó 4,2%.
La evidencia empírica no respalda la tesis de que los ingresos de las remesas van a parar a las manos del gobierno cubano.
Foto: Otmaro Rodríguez.
En el documento que publiqué muestro que estas relaciones no son casuales, sino que se logran confirmar con modelos econométricos bajo la lógica teórica de las restricciones de balanza de pagos y usando como variable de control las exportaciones, la cual permite descontar el efecto de otros choques económicos (variables omitidas) que pueden afectar las variables de los modelos.
Si estas estimaciones no convencen, una forma muy simple de entender la importancia diferenciada de las remesas es calcular su valor relativo de acuerdo con el tamaño del sector privado y de la economía estatal. Dado el menor tamaño del sector privado en la economía, los cerca de 2 000 millones de remesas que en promedio llegaron en el período 2005-2020 equivalieron al 68% del valor agregado del sector privado. Mientras que para el sector estatal (que domina el 90% del PIB) las remesas solo representaron un 8% de su valor agregado.
Obviamente, dado el peso de las empresas estatales en la economía cubana, es imposible evitar que los recursos que reciben las familias no se conecten con la economía estatal de algún modo. No existe un diseño posible para los pagos de remesas que pueda eliminar completamente esta conexión. Sin embargo, bajo esta lógica, también se podría argumentar que la mejora de la economía estatal beneficia el consumo de las familias y el desarrollo del sector privado, más ahora que se autorizaron las pymes y se fomentan conexiones entre el sector privado y el estatal.
Lo que parece más relevante para la discusión es que las remesas son un flujo de ingresos que llega directamente a las familias (las comisiones de los intermediarios financieros estatales no son altas), que dinamiza el consumo de las familias y el sector privado, y que no ha sido determinante para la evolución de las finanzas del gobierno, dado que este tiene un mayor margen de maniobra para esquivar los impactos de las sanciones. Y todo ello puede probarse econométricamente con datos.
Por tanto, un cambio de la administración Biden que favorezca estos flujos sería, sobre todo, un alivio a la precaria situación en que se encuentra el cubano de a pie y un apoyo a la pequeña y mediana empresa privada.
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