Foto. / BBVA
Por Nailey Vecino
La innovación tecnológica desempeña un papel fundamental cuando de modelos de agricultura sostenible se habla.
El uso de drones, sensores, imágenes satelitales, big data o inteligencia de datos, así como de la inteligencia artificial y la robótica en los campos, ha permitido optimizar recursos y agilizar las labores de esta faena milenaria.
El desarrollo de las sociedades, en gran parte, es consecuencia directa también de la invención de la agricultura. La industria textil o el papel, por ejemplo, no pueden entenderse hoy sin ella. Sin embargo, estos beneficios no vienen exentos de costos, y no me refiero solamente a montos económicos.
La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) señala que la producción agrícola y el uso de tierras de cultivo son responsables de más del 20 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero y del consumo de 70 por ciento de agua a nivel mundial.
“Un tercio de la producción agrícola global se desperdicia y, a pesar del aumento constante del rendimiento de los cultivos, cerca de 700 millones de personas en el mundo pasan hambre”, alerta el organismo.
En este contexto, la apuesta por una agricultura sostenible –esa que es rentable, social y respetuosa con el medio ambiente– se ha convertido, más que en una nueva escala de desarrollo dentro de la denominada Revolución Verde, en una necesidad.
Cultivo a largo plazo
La propia FAO define a la agricultura sostenible como un sistema de prácticas agrícolas ecológicas basado en innovaciones científicas, a través de las cuales es posible producir alimentos saludables con prácticas respetuosas para el suelo, el aire y el agua.
Dicho de una manera más simple, y tal y como su nombre lo indica, engloba aquellas prácticas que permiten que la actividad agrícola pueda sostenerse en el tiempo.
Las técnicas que en un inicio se basaban en la rotación de cultivos para mejorar el rendimiento de los suelos, o en cubrir el terreno con paja o materia orgánica para mantener la humedad óptima del suelo y regular su temperatura, ahora se apoyan en un sólido sistema tecnológico que las hace aplicables a gran escala y capaces de optimizar al máximo el trabajo y los recursos.
En muchas regiones se utilizan vehículos no tripulados para supervisar cultivos en tiempo real y transmitir información útil; otros se destinan a la cartografía del terreno; los más avanzados se alistan con cámaras infrarrojas para detectar problemas en los cultivos.
En tanto, sensores ambientales son colocados en los campos para registrar, por ejemplo, datos meteorológicos y climáticos u otras informaciones sobre los requerimientos hídricos del terreno.
El desarrollo de controles ambientales, microgranjas, granjas urbanas y el apoyo de las tecnologías led y robots, se suman a esta nueva forma de transición digital que muchos llaman Agricultura 4.0.
En los últimos 60 años, la ciencia no ha cesado en la búsqueda de un nuevo paradigma agrícola, con un menor impacto ambiental, o de alternativas para una agricultura realmente sostenible.
De los laboratorios biotecnológicos salieron los primeros organismos mejorados genéticamente para hacer más rentables los cultivos. Y aunque esto continúa siendo uno de los factores más controvertidos en la búsqueda de la sostenibilidad agrícola, o pese a que su uso genera reticencias entre los consumidores, la FAO apunta que la modificación genética puede ofrecer alternativas para mitigar el hambre en el mundo y avanzar hacia una agricultura más sustentable.
Además, señala entre sus ventajas una mayor resistencia a los agentes externos (ya sean plagas, condiciones climáticas o productos químicos) y mayor productividad con menos insumos. A escala mundial, algunos productos como la soja o el maíz proceden en su gran mayoría del cultivo de variedades modificadas.
Pese a la controversia, la biotecnología agrícola es clave en la agricultura sostenible. / BBVA
Otras opciones se basan en técnicas como la llamada agricultura de conservación, que busca alterar lo menos posible la composición del suelo y la biodiversidad, imitando al máximo la estructura de los ecosistemas naturales.
Agtechs, dos en una
En mayo del presente año, durante la Semana de la Agricultura Digital, el Instituto Interamericano para la Cooperación en Agricultura (IICA) destacó el rol de las llamadas startups o empresas emergentes y agtechs. Estos son sistemas que desarrollan soluciones como software, inteligencia artificial y blockchain (cadenas de bloques de información criptografiada) para analizar datos provenientes del cultivo y el ganado, y gestionar y optimizar las operaciones.
El término agtech, surgido de la combinación en inglés de agricultura y tecnología, abarca una amplia gama de tecnologías que son aplicadas a los sistemas agropecuarios y que permiten aumentar la productividad, la eficiencia y la rentabilidad.
Aplicaciones de pronósticos climáticos y mercados online, son algunas de las más recientes innovaciones tecnológicas en ese sentido.
La plataforma digital argentina Kilimo, por ejemplo, desarrolló un software para el sistema de riego, extendido ya en al menos cinco países del continente americano, que informa a los productores cuándo y cuánto regar. En tanto, Nanonita Agro, otra de origen argentino, sobresale por el desarrollo de una tecnología de nano-encapsulación que baja la cantidad requerida de fertilizantes químicos, lo cual reduce la contaminación y promueve la seguridad alimentaria.
Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo, la más alta concentración de agtechs se encuentra en Brasil y en Argentina.
El círculo de la economía
La FAO establece cinco principios fundamentales de la agricultura sostenible. Uno de ellos es promover un desarrollo económico inclusivo. ¿Se cumple? Si pensamos en las grandes brechas que separan a países y regiones, y, por ende, a sus productores, ya se tiene la respuesta.
El acceso a la tecnología está tan extendido, que muchos pudieran llegar a pensar en que no hay lugar en el mundo que escape al universo de los ceros y unos. Sin embargo, el panorama en el entorno rural es muy diferente.
Estudios recientes del IICA mostraron que solo 37 por ciento de los habitantes rurales tiene acceso a la conectividad y menos de 17 por ciento posee habilidades digitales básicas para la manipulación de las herramientas y procesos digitales.
Los gobiernos deberán enfocarse en llevar la alfabetización digital también a esos parajes; además de garantizar financiación para que un sector tan importante como el de la agricultura contribuya con un mundo más verde.
El valor de la producción agrícola mundial supera los 3 000 billones de dólares al año y en algunos países supone hasta 40 por ciento de su riqueza, reporta el Banco Mundial.
Avanzar hacia la agricultura sostenible conlleva también el uso de muchos recursos, de adquisición de maquinaria de siembra directa, equipamientos de eficiencia energética, sistemas de riego eficientes como la aspersión o el goteo para el ahorro de al menos 30 por ciento de agua; construir plantas de reciclado, mecanismos de captura de carbono, sistemas de economía circular o proyectos de conservación de la biodiversidad, entre otros.
Es una gran inversión, pero apuesta por tener el alimento sobre la mesa a largo plazo, sobre todo cuando la población mundial sigue en aumento y, con ella, la inseguridad alimentaria.
El informe El futuro de la alimentación y la agricultura: tendencias y desafíos para el año 2050, de la FAO, prevé que para 2050 el planeta alcanzará los más de 9 000 millones de habitantes, lo cual requerirá un incremento de 70 por ciento en la producción de alimentos.
De cara a esa realidad, se hace necesario el empleo de maquinaria agrícola de avanzada y sistemas más eficientes ligados a la técnica y la ciencia.
Ya lo dijo la FAO y ratificó Naciones Unidas: “La agricultura sostenible, basándose en ciencia y tecnología, es la herramienta clave para conseguir los dos grandes objetivos de la humanidad para la primera mitad del siglo XXI: que cero personas pasen hambre y que las emisiones de gases de efecto invernadero sean cero”.
Realmente, no estoy convencida de que ambos problemas hallen solución en este siglo, pero mantengo la esperanza de que, más temprano que tarde, se expanda la voluntad de muchos para conseguirlo.
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