Raúl Zibechi La Jornada
08 de marzo de 2024 00:02
El 1% más rico está construyendo refugios de seguridad para sobrevivir ante posibles colapsos ambientales, sociales y nucleares. La tendencia no es nueva, pero se ha multiplicado desde la pandemia y la invasión de Ucrania. Sobre todo, las modalidades han cambiado, a tono con los tiempos neoliberales.
Las cientos de páginas web que ofrecen refugios o búnkeres, aseguran que el negocio está al alza. Desde un crecimiento de 400 por ciento en Estados Unidos, según New York Post (4/4/20), hasta una empresa de Berlín que asegura que las consultas se centuplicaron según un informe de la Deutsche Welle (18/1/23).
El portal xataka.com destaca que las empresas dedicadas a la “gestión de emergencias” o “preparacionismo”, como lo denominan, ganarán 149 mil millones de dólares en 2025. Estima que 50 por ciento de los multimillonarios de Silicon Valley tiene al menos un refugio blindado, cuyo costo oscila entre 40 mil y 2.5 millones de dólares (2/8/23).
Un recorrido por los portales dedicados a ofrecer refugios, permite aquilatar la sofisticación propia de una clase dominante que no escatima recursos para vivir mejor.
Durante la guerra fría los países europeos, la Unión Soviética y China –donde era más probable una conflagración nuclear– construyeron enormes refugios para sus poblaciones. La República Federal de Alemania contaba con unos 2 mil refugios que podían albergar a 3 millones de personas, 5 por ciento de la población. En Finlandia se construyeron más de 50 mil refugios, para 80 por ciento de la población.
En China, Mao llamó al pueblo a construir refugios. La respuesta fue rápida y masiva, al punto que “las 75 ciudades más grandes del país habían cavado suficientes túneles como para albergar a 60 por ciento de sus poblaciones” (Clarin, 10/8/20).
La URSS construyó ciudades subterráneas para millones de personas.
Sin embargo, ahora los refugios son bien diferentes, como destaca un reciente informe de Asia Times (1/3/24) titulado “Los búnkeres de los multimillonarios son el nuevo tecnofeudalismo”. Mark Zuckerberg, el multimillonario creador de Facebook, ha estado comprando grandes extensiones en la isla hawaiana de Kauai, donde está construyendo un complejo de 400 millones de dólares australianos. La finca está vigilada por numerosos guardias.
Además del “enorme búnker subterráneo”, tiene varias mansiones de gran tamaño, maquinaria dedicada a la potabilización, desalinización y almacenamiento de agua. “Está criando su propio ganado, alimentándolo con nueces de macadamia cultivadas en el rancho y también con cerveza elaborada allí”, señala el informe de Asia Times firmado por los profesores Katherine Guinness, Grant Bollmer y Tom Doig.
Al parecer, unos cuantos multimillonarios entienden que ya no alcanza con construir refugios subterráneos blindados, sino que buscan crear ecosistemas propios, porque la supervivencia de la clase dominante depende de desarrollar y controlar un ecosistema propio, en el que no sólo pueda salvarse del colapso, sino continuar con sus vidas.
Como se ve, ya no se aspira a proteger a las poblaciones de las catástrofes, sino apenas a la propia familia, lo que muestra el triunfo de un individualismo feroz que no toma en cuenta al resto de la humanidad. Ambos hechos están mostrando la deriva actual de los sectores dominantes en el mundo.
Para los sectores populares no son éstas las alternativas posibles ante el colapso. No pueden construirse refugios, ni ecosistemas propios. Apenas pueden sobrevivir bajo el capitalismo de guerra que los condena al sótano sistémico. Los estados y los gobiernos en América Latina no tienen la menor previsión sobre las catástrofes por venir. Alcanza con recordar que millones de personas en grandes ciudades, como la Ciudad de México o Sao Paulo, no tienen agua potable ni alcantarillado.
Los pueblos no pueden encarar el colapso de modo individual sino comunitario, con base en trabajos y cuidados colectivos. A la luz de lo que hace el 1% más rico, podemos comprender mejor la tenacidad de los pueblos en el cuidado de su mundo natural y el empeño de los de arriba en destruir los ecosistemas que pueden proteger la vida en común.
Por lo que conozco, sólo el EZLN ha promovido un debate sobre el colapso, hace ya nueve años en el seminario El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista. Han sido coherentes y se preparan para sobrevivir a la multiplicación de desastres, como enseñan los 21 comunicados desde octubre de 2023 hasta el 30 aniversario del levantamiento del 1º de enero de 1994.
Lamentablemente, ni las izquierdas progresistas, ni las academias ni el grueso de los movimientos, están adoptando una actitud similar de pensar y hacer ante el colapso. Sólo algunos pueblos originarios comparten las preocupaciones zapatistas, en base a sus propias cosmovisiones.
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